Una de las primeras decisiones adoptadas por Jesús Ortega Martínez cuando finalmente llegó a la presidencia nacional del PRD, en noviembre de 2008, fue cortar la pensión para los consejeros eméritos del partido. Una de esas pensiones era para Arnoldo Martínez Verdugo, ex secretario general del Partido Comunista Mexicano, ex candidato presidencial en 1982 por el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y, paradójicamente, uno de los personajes claves en la fundación del partido que ahora dirige la corriente política conocida como Los Chuchos.
Martínez Verdugo, a sus 84 años entonces, no tenía otro ingreso. Vivía modestamente en la delegación Tlalpan. Relegado por sus propios ex colegas del Partido Comunista al interior del PRD, ahora recibía un golpe de mando de su viejo adversario: Jesús Ortega, a quien él alguna vez consideró como parte de los “socialistas del presidente”, en alusión a la condición de partido paraestatal del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), en la década de los ochenta.
La pensión a Martínez Verdugo sólo se restableció unos meses antes de su fallecimiento, cuando Jesús Zambrano, integrante también de la corriente Nueva Izquierda, llegó a la presidencia nacional del PRD. A petición del actual senador Alejandro Encinas la dirección perredista trató de enmendar ese error.
“Le retiraron su apoyo mensual. Me parecía una canallada porque si alguien fue el verdadero impulsor del PRD fue el propio Martínez Verdugo”, rememoró Alejandro Encinas, contendiente de Jesús Ortega en las polémicas y fraudulentas elecciones internas de 2008.
La eliminación de la pensión a Martínez Verdugo y a otros consejeros eméritos no sólo era una demostración de menosprecio. Minimizó el papel que jugó el ex candidato presidencial de 1982 en la fundación del propio partido. Sin su venia, el Partido Mexicano Socialista (PMS) no hubiera accedido a ceder el registro al PRD, que provenía del Partido Comunista Mexicano (PCM).
Porfirio Muñoz Ledo, impulsor de la Corriente Democrática del PRI y ex presidente nacional del PRD, confirmó a Proceso que Martínez Verdugo jugó un papel fundamental para que el naciente Partido de la Revolución Democrática, en 1989, heredara el registro legal del Partido Comunista Mexicano (PCM), el mismo que dio origen al Partido Socialista Unificado de México (PSUM), en 1981, y al Partido Mexicano Socialista (PMS), en 1987.
En casa del entonces secretario general del PMS, Gilberto Rincón Gallardo, se reunieron varios integrantes de la dirección de este partido, incluyendo a Jorge Alcocer, Heberto Castillo, y el propio Martínez Verdugo. Rincón Gallardo propuso la idea de cederle el registro del PMS y varios de los presentes miraron a Martínez Verdugo, considerado en ese entonces como el principal líder político sobreviviente del comunismo mexicano. Martínez Verdugo apoyó esta posibilidad.
Muñoz Ledo recordó también que Martínez Verdugo sugirió que el nombre del nuevo partido fuera “de la revolución democrática” porque “era un concepto que ellos ya traían desde la fundación del PSUM”.
Martínez Verdugo “ya había avizorado una eventual fractura del sistema político hegemónico que podría conducir al surgimiento de una corriente democrática y tal vez a su desprendimiento, desde antes de 1988”, afirmó Muñoz Ledo.
De hecho, el primer representante del naciente PRD ante el Instituto Federal Electoral fue Martínez Verdugo, en 1989. Su suplente, un político que promovió la ruptura del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y se había acercado al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Se trataba de Jesús Ortega Martínez. El fundador de Nueva Izquierda al poco tiempo sustituyó a Martínez Verdugo en el IFE.
Los “Socialistas del Presidente”
El desencuentro entre Martínez Verdugo, secretario general del Partido Comunista Mexicano de 1963 hasta 1981, y la corriente ahora conocida como Los Chuchos, está en el origen de las tensiones actuales del PRD.
Formaron parte de las dos caras de la izquierda partidista: el PCM y otros grupos que representaban a la corriente independiente del poder político del PRI y la del PST, que junto con el PARM y el PPS eran considerados una “izquierda paraestatal”, creada al final del sexenio de Luis Echeverría y que obtuvo el registro también en 1979, tras la reforma política impulsada por Jesús Reyes Heroles.
El duro encontronazo se dio a raíz del fraude electoral de 1986 en Chihuahua. El PST y su entonces dirigente histórico Rafael Aguilar Talamantes, defendió la tesis del “fraude patriótico”, esgrimida por el PRI para justificar la derrota de los “conservadores” del PAN. Desde la tribuna de San Lázaro, Martínez Verdugo criticó a esos integrantes del PST como “los socialistas del presidente”. Entre ellos estaban, Graco Ramírez y Jesús Ortega.
Desde su condición de secretario general del PCM e impulsor de la unidad de los grupos de izquierda independiente, Martínez Verdugo fue un interlocutor fundamental y directo de Jesús Reyes Heroles, entonces secretario de Gobernación en el sexenio de López Portillo, en esa primera reforma política que dio origen a la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE). Esta reforma es considerada por distintos especialistas como “el parteaguas” que permitió la apertura electoral del viejo régimen priista y aceleró la creación de nuevos partidos políticos.
La reforma política aceleró la creación del Partido Socialista Unificado de México en 1981. Un año después, Martínez Verdugo fue el candidato presidencial del naciente partido y le reconocieron poco más de 820 mil votos (el 3.48 por ciento) en 1982.
Para las elecciones legislativas de 1985, el PSUM tuvo 12 diputados federales coordinados por Arnoldo Martínez Verdugo, frente a igual número de diputados federales del PST, coordinados entonces por Rafael Aguilar Talamantes. Los otros partidos considerados “paraestatales” también tenían una bancada significativa: el PPS y el PARM, once legisladores cada uno; mientras que el PRT y el PMS, los dos nuevos partidos independientes de izquierda, tenían seis cada uno.
En aquella bancada coordinada por Martínez Verdugo estuvieron Demetrio Vallejo, histórico líder de los ferrocarrileros que se había separado de Heberto Castillo en el PMT, Ramón Danzós Palomino, Leopoldo de Gyves, Arturo Whaley, Jorge Alcocer, Eduardo Montes, Gerardo Unzueta, Rodolfo Sánchez Rebolledo, Pablo Pascual y Eraclio Zepeda.
La primera prueba de unidad para el bloque de legisladores de izquierda independiente con la oposición del PAN (con 38 diputados federales) fueron las elecciones estatales de Chihuahua. El fraude de 1986 logró, por primera vez, la alianza entre diputados del PSUM, PMT y PRT con los panistas. Integraron el Movimiento Nacional Democrático para protestar contra el fraude. Ahí participaron Pablo Emilio Madero, del PAN, Arnoldo Martínez Verdugo, del PSUM, Heberto Castillo, del PMT, Luis Sánchez Aguilar, del PSD, y la ex candidata presidencial del PRT y dirigente de las madres de los desaparecidos, Rosario Ibarra de Piedra.
El Movimiento Nacional Democrático acordó convocar a un foro nacional de protesta contra el fraude en agosto de 1986, y sostuvieron encuentros en Ciudad Juárez con los panistas de Chihuahua que encabezaron una huelga de hambre: Luis H. Alvarez, Francisco Villarreal y Víctor Manuel Oropeza (ver Proceso, No. 0511).
Durante su intervención en San Lázaro, Martínez Verdugo argumentó así la alianza contra el fraude en 1986:
“Tengo la convicción de que esta convergencia es algo que debemos desarrollar con la máxima amplitud, en defensa del voto, contra el fraude electoral, contra un sistema electoral que ofende la dignidad del pueblo. En torno de esta tarea, esta coincidencia es de aquellas que pueden impulsar realmente el cambio que nuestro país necesita”.
“Vivimos una democracia fraudulenta, falsa”, sentenció. Y propuso que frente a la política del fraude electoral, “opongamos una solución social. Un pacto social nuevo, en el terreno más elemental de la democracia: el respeto al voto” (Ibid).
No fue ésta la única actitud de menosprecio que vivió Martínez Verdugo, pero sí la más dura. Tampoco era la primera vez que Jesús Ortega Martínez minimizaba el papel de la figura considerada ahora como el “principal visionario” de la unidad de las izquierdas.
Hacia la creación del PRD
El fraude de 1986 en Chihuahua y la víspera de la elección presidencial de 1988 aceleraron la creación de un nuevo partido de las izquierdas independientes. Arnoldo Martínez Verdugo, desde el PSUM, y Heberto Castillo, dirigente del PMT, impulsaron junto con otros grupos que quedaron al margen del proceso unificador de 1981 la fundación del Partido Mexicano Socialista, en 1987.
A él se sumaron también el Movimiento Revolucionario Popular (MRP), el Partido Patriótico Revolucionario (PPR), la Unidad de Izquierda Comunista (UIC) y una fracción del PST que se separó de Aguilar Talamantes.
El propio Jesús Ortega justificó así su separación de Aguilar Talamantes y su integración al naciente PMS:
“Hay que recordar que nosotros rompimos con él cuando nos dimos cuenta que estaba en una actitud oportunista, y al servicio de intereses que no eran del partido, y partimos la mitad al PST, para formar el PMS. Eso fue importante”.
El PMS tuvo una vida breve. Tras una intensa elección interna, Heberto Castillo ganó la candidatura presidencial para 1988, pero ya la escisión de la Corriente Democratizadora del PRI y la fundación del Frente Democrático Nacional (FDN) en torno a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, obligó a la nueva organización de izquierda a tomar una definición.
Martínez Verdugo, junto con otros dirigentes históricos, fueron definitivos para convencer a Heberto Castillo que declinara su candidatura a favor de Cárdenas. El PMS fue el último partido en sumarse a Cárdenas y el primero en impulsar la fundación del PRD.
El FDN “es una creación muy importante, pero ya no responde a las exigencias del movimiento contra la consumación del fraude y la democratización del país”, declaró entonces Martínez Verdugo.
Convencido de que había que diluir el FDN, Martínez Verdugo propuso la creación de un nuevo partido. De lo contrario, sería muy difícil establecer candidaturas comunes. “El PRI se aprovechó de nuestra dispersión”, sentenció Martínez Verdugo en septiembre de 1988, recién confirmado el fraude electoral (ver Proceso No. 620).
A 25 años de distancia y durante el festejo de sus 88 años de vida, la revista Zurda, dirigida por Alejandro Encinas, le dedicó un número especial a Arnoldo Martínez Verdugo que anticipó las reflexiones surgidas a raíz de su fallecimiento, el 24 de mayo pasado.
Encinas remató así su reflexión sobre el legado de Martínez Verdugo:
“El último dirigente del Partido Comunista Mexicano asumió que era indispensable dialogar con las demás fuerzas políticas, pero inalterablemente asumiendo una postura sólida y digna, donde los principios y la autonomía no están a negociación.
“En tiempos en los que se pretende reinstaurar la premisa de que todo lo que no gire en la órbita presidencial es subversivo, la izquierda enfrenta el dilema de cómo relacionarse con el régimen, evitando el fantasma de la división que le persigue como una maldición”