Fernando Camacho Servín y César Arellano García
Periódico La Jornada
Sábado 8 de septiembre de 2012, p. 4
Sábado 8 de septiembre de 2012, p. 4
Los episodios de histeria colectiva, como los ocurridos el miércoles y jueves pasados en la zona oriente del valle de México, se producen fácilmente debido a la escasa legitimidad de que gozan tanto los medios de comunicación
Carlos Rojas, profesor de las facultades de Ciencias Políticas y Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirmó que el hueco dejado por las empresas informativas es fácil de aprovechar por espacios como las redes sociales, aunque no siempre brinden datos correctos.oficialescomo las instituciones del país, señalaron académicos y especialistas universitarios entrevistados por La Jornada.
Si bien Internet no siempre tiene la confiabilidad que se requiere, cuando hay ambiente de duda mucha gente puede tomar como ciertos esos datos, explicó el doctor en sicología.
Por otro lado –dijo–, cuando en el imaginario colectivo está muy presente la idea de la violencia y la muerte, aun los conflictos más pequeños pueden desembocar en estados de incer- tidumbre social.
En esos casos, los individuos dejan de tener un ego crítico y se entregan a imágenes que generan histeria. Además, el déficit de legitimidad moral del gobierno y los medios hace que la información de mano en mano se vuelva más confiable, dejándo un campo fértil a los rumores, lamentó.
Por su parte, Jorge Álvarez Martínez, jefe del programa de intervención en crisis de la Facultad de Sicología, indicó que los rumores se propagan con gran facilidad debido a que la gente ya ha tenido experiencias reales de violencia cotidiana, que hacen creíbles este tipo de versiones.
Si dicen que van a venir los extraterrestres a secuestrarnos, la gente está en disposición de creerlo, pero no porque sea tonta o ingenua, sino porque ya hay indicios reales y fidedignos de desastre socio-organizativo, que luego pueden ser distorsionados en las redes sociales, subrayó.
Esta misma situación la viví hace un año en Acapulco, donde sí pasaban cosas como gente colgada o balaceras. En ese ambiente, los rumores se magnifican y no sabes hasta dónde pueda llegar eso en una zona como el Distrito Federal y su área metropolitana, con 20 millones de personas, advirtió.
Una de las consecuencias más negativas de este fenómeno –agregó– es que los medios informativos y las autoridades están
Para José Luis Cisneros, investigador del Departamento de Relaciones Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, el temor y desconfianza que generan este tipo de fenómenos “tiene una serie de bases: el primer punto es la violencia cotidiana y sistemática que se vive en todo el país, y que hoy está un poco alimentada por varias expectativas en términos de lo que va a suceder.
clamando en el desierto, porque los ciudadanos creen más a un mensaje de Facebook o Twitter. Las personas se han vuelto desconfiadas y ya no le creen a nadie, menos a las autoridades, que todo el tiempo dicen una cosa y hacen otra.
Para José Luis Cisneros, investigador del Departamento de Relaciones Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, el temor y desconfianza que generan este tipo de fenómenos “tiene una serie de bases: el primer punto es la violencia cotidiana y sistemática que se vive en todo el país, y que hoy está un poco alimentada por varias expectativas en términos de lo que va a suceder.
Este miedo no sólo es reflejo de la inseguridad pública, sino también de una inseguridad económica, emocional y en términos de salud y recreación. Esto, aunado a que de pronto en este cambio de gobierno no se ve cierto hacia dónde vamos, se vuelve una chispa que detona en cualquier momento.
La población mexicana, con efectos postraumáticos
En tanto, Alfonso Basilio Verdeja, del departamento de ciencias sociales y políticas de la Universidad Iberoamericana, destacó que hechos como los del estado de México
nos muestran a una población mexicana que tiene efectos postraumáticos de la violencia que ha sufrido el país, principalmente en este sexenio, lo que significa que aunque no seamos víctimas o estemos presentes en la violencia de forma cruda y directa, por las noticias y la forma en que nos llega la información creemos posible, y de hecho lo es, que la violencia esté tan cerca de nosotros.