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ada vez que aparece una iniciativa suficientemente poderosa para promover un cambio de fondo en México, en reacción surge un diluvio de ataques de diversa intensidad generados por el temor o la conveniencia; por ejemplo, cuando se inició la guerra de Independencia, sus líderes fueron condenados por las autoridades civiles, eclesiásticas y por todos los escritores. Recordemos entre otros muchos la condena de Abad y Queipo, que declaró al movimiento de Hidalgo
notoriamente inicuo, injusto y violento, reprobado por la ley natural, por la Santa Ley de Dios y por las leyes del reino. Lo mismo se dio contra los liberales que se propusieron transformar la estructura que había sobrevivido al régimen colonial. Madero fue ridiculizado salvajemente; Zapata, comparado con Atila; el general Cárdenas, condenado y caricaturizado.
Hace unas semanas hice una entrevista al doctor Héctor Quintanar, quien ha logrado describir la génesis de Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador. Comentamos que ha habido muchas críticas y ataques contra el movimiento y su líder. Héctor me comentó que las críticas valiosas no provienen de los círculos mediáticos, sino de los progresistas;
yo creo que López Obrador es uno de los personajes más calumniados de nuestra historia. Comparto esa opinión.
Quintanar y yo pensamos que hay que hacer un catálogo de todas esas críticas y darles respuesta objetiva. Él piensa que hasta un libro se podría hacer con ellas. Organicemos tres montones:
a) Calumnias puras: el antiperiodismo que insulta tanto a Morena como a sus propios lectores. Es el caso de R. Alemán, y en un tono apasionado, pero con mejor letra, M. Moreno y P. Hiriart.
b) Vendrían trabajos mucho más finos convertidos en proyectiles propagandísticos que no quieren encontrar la verdad, sino dañar. Aquí estarían un historiador como E. Krauze o un pensador como R. Bartra. Un excelente politólogo como J. Castañeda no cree que López Obrador sea clon de Chávez, Castro o Maduro, pero teme que su política económica sea la misma que la de Echeverría o/y López Portillo (no explica por qué).
c) Las críticas valiosas que expresan preocupación por rasgos de autoritarismo, peligro de desgaste en las giras y campañas, sobrexposición a los medios o uso de tácticas anticuadas de comunicación política deben ser atendidas.
¿Y la autocrítica? A los políticos en activo no les gusta este ejercicio; los francotiradores aprovecharían cualquier confesión para volverla arma de propaganda negativa. El ejercicio de la crítica tan desesperadamente necesario en México no es parte de nuestra cultura en sus formas sanas. Las críticas arteras inspiradas en una idea partidaria desmerecen por su falta de matices y balances.
Twitter: @ortizpinchetti