A
ún no digieren el sonado fracaso económico del gobierno entrante en su primer año de estancia en Los Pinos, cuando desde ahora los especialistas en el tema, consultados por las propias autoridades, comienzan a reducir sus pronósticos en torno a las perspectivas de crecimiento para 2014. Lo que hace un año para ellos era miel sobre hojuelas, hoy es frustración por los resultados registrados y mucha cautela en torno al futuro inmediato.
Al cumplir un año de estancia en la residencia oficial, su inquilino fue por demás complaciente consigo mismo: “si se tratara de un maratón (…) apenas llevaríamos recorridos siete de sus 42 kilómetros, y como ocurre en estas pruebas y en toda disciplina deportiva, no hay tiempo para detenerse a celebrar, hay que seguir avanzando con paso firme y decidido hasta llegar a la meta”. Eso dijo, pero el problema es que nadie le explicó que en esos 12 meses fueron siete kilómetros, sí, pero en reversa, toda vez que 2013 se suma al de por sí grueso inventario nacional de retrocesos.
Menos complacientes, luego de un año de practicar un recorte tras otro en sus proyecciones de crecimiento, los especialistas en economía del sector privado regularmente consultados por el Banco de México (38 grupos de análisis y consultoría nacionales y extranjeros) se adelantaron a los acontecimientos y desde ya decidieron reducir a 3.34 por ciento su estimación en torno al avance que reportaría el producto interno bruto en 2014, lo que ya contrasta con la oferta gubernamental de crecer 3.9 por ciento en el año de referencia, o lo que es lo mismo, sigue el maratón, pero para atrás.
El asunto se complica, pues el recorte en la perspectiva económica nacional no se limita al próximo año, sino que incluye a 2015 cuando, de acuerdo con el análisis de los citados especialistas, el PIB no crecería 4.01 sino 3.94 por ciento. Así, de concretarse sus estimaciones, en la primera mitad del gobierno peñanietista la tasa anual promedio de crecimiento económico no pasaría de 2.8 por ciento, una proporción absolutamente insuficiente para concretar el ofrecido
México que todos queremos(Peña Nieto dixit) y abismalmente distante del mínimo requerido para comenzar a salir del hoyo (6 por ciento anual sostenido). Eso sí, el único consuelo del actual inquilino de Los Pinos sería que su primera mitad de gobierno superaría a los registrados por Fox y Calderón en la docena trágica.
Como se anota líneas arriba, el mínimo requerido para que México salga del hoyo es 6 por ciento anual. Sin embargo, los especialistas consultados por el Banco de México pronostican que en la próxima década, en el mejor de los casos, la economía nacional reportaría una tasa anual promedio de crecimiento de 3.82 por ciento, incluidas las no pocas
reformasque se han concretado y las que están en lista de espera, es decir, seis gobiernos al hilo despojaron a la nación de todos sus bienes para trasladarlos al capital privado, y ni así: la tasa de crecimiento se quedaría tan corta que el país se mantendría en el agujero en el que cayó desde finales de 1982.
¿Qué hacer ante una perspectiva tan deprimente? De entrada, reconsiderar el modelo económico, reinventar formas y fórmulas y, urgente, cambiar de operadores, porque al final de cuentas todos ellos pertenecen a la misma familia (en el más siciliano de los sentidos) desde hace tres décadas, y allí están los resultados y el negro pronóstico. Imposible insistir en un modelo que, año tras año, y fracaso tras fracaso, logra exactamente lo contrario de lo que promete en lo económico y lo social.
Se ha comentado en este espacio que desde la imposición del modelo neoliberal, los resultados económicos sexenales han ido de peor en mucho peor, y que el balance se asemeja a un conteo boxístico de KO: con Carlos Salinas de Gortari la tasa anual promedio de crecimiento fue de 3.9 por ciento; con Ernesto Zedillo de 3.5; con Vicente Fox de 2.3, y con Felipe Calderón de 1.8 por ciento. ¿Cómo terminará Enrique Peña Nieto? Como va, sin duda alguna por debajo de su antecesor blanquiazul y ya sin bienes de la nación que vender. Todo lo
reformaron, todo lo vendieron, todo lo prometieron, y allí están los resultados. ¿Ese es el futuro venturoso que tanto pregonaron?
Cómo estará la cosa, que hasta los
aliados naturalesdel gobierno (en turno), fanáticos defensores del modelo económico, echan chispas, aunque son cautos en el uso de lenguaje. Por ejemplo, el Consejo Coordinador Empresarial considera que
la seguridad pública, el crecimiento económico y el cumplimiento del estado de derecho son los temas en los que ha habido menores avances durante la administración de Enrique Peña Nieto.
Menores avances, dice, cuando en los hechos lo que se registra es retroceso. Claro, el declarante no es otro que el presidente del organismo, Gerardo Gutiérrez Candiani, para quien
las reformas logradas son pasos fundamentales y trascendentales que mejoran las condiciones para el crecimiento y el empleo, pero el saldo de este año ha quedado muy por debajo de las expectativas y México necesita mejores indicadores en el corto plazo.
Otro
aliado, los industriales agrupados en la Concamin, suben un poco el tono y advierten que 2013
ha sido uno de los años más difíciles para el sector. Ninguno de los dos motores de la economía (los mercados externo e interno) se ha comportado como se dijo inicialmente, por lo que el país cerrará el año con un crecimiento menor al estimado y con un avance moderado en la inversión y la generación de fuentes de trabajo.
La siempre pía Coparmex considera que
la pérdida de dinamismo económico se debió fundamentalmente a factores internos, como la disminución del gasto público, la crisis de la industria de la construcción y fluctuaciones en el tipo de cambio, que afectaron las exportaciones. La reforma fiscal no fue la que necesitaba nuestro país, porque introdujo afectaciones sectoriales, encarece el empleo formal e introduce un riesgoso déficit fiscal.
Las rebanadas del pastel
Para rematar, el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas se dice
desilusionadopor el resultado económico del primer año de gobierno de Peña Nieto. Pero aquí, ¿quién tiene la culpa? ¿El organismo privado o el personaje político? porque, como clarifica la RAE, la ilusión
es un concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos. Entonces, ¿quién engañó, o quién se dejó engañar?
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