Por Dolia Estévez SinEmbargo Washington, D.C.—Para los súper ricos, la vida es un juego en el que el único marcador aceptable es el triunfo. La elección del 1 de julio–en la que Andrés Manuel López Obrador se perfila como ganador—es el juego más arriesgado de sus vidas. Sienten que sus fortunas y privilegios están en peligro. Como tribu bajo ataque, cierran filas. Se protegen mutuamente. Enarbolan la misma causa: impedir la victoria del candidato que según la paranoia colectiva que los acoge amenaza su derecho inalienable a ser ricos. Son los hombres más opulentos de México cuyas fortunas equivalen al 9 por ciento del PIB (Informe de Oxfam, 18/01/16). Quieren más. Son insaciables. El primero en aventarse al ruedo fue Carlos Slim, el más acaudalado de todos. El mes pasado advirtió a López Obrador que “suspender el proyecto [del nuevo aeropuerto en el que el empresario tiene miles de millones de dólares invertidos] es suspender el progreso del país”. AMLO respondió diciendo que