Chamulas escuchan la misa al aire libre del papa Francisco en San Cristobal de Las Casas. En su discurso, el pontífice lamentó la sistemática exclusión que ha padecido la población indígena y autorizó que las misas se oficien en sus lenguas de origenFoto : Afp
E
s
un poco extrañoque el papa Francisco, por conducto de su vocero, Federico Lombardi, se considere particularmente presionado para que reciba a familiares de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Según dicho portavoz, el pontífice no quiere
hacer diferenciasy atender sólo uno de los expedientes del horror mexicano, de tal manera que prefiere englobar lo sucedido en Iguala en el marco de similitudes terribles que guardan muchísimos casos más de tragedias violentas; ha de entenderse que incluso las derivadas de delitos que no tienen relación con el crimen organizado o con abusos gubernamentales.
La extrañeza del Papa es extraña. La tragedia de los 43 sintetiza y simboliza la incapacidad de un Estado para cumplir con sus obligaciones básicas de garantizar seguridad pública y de procurar e impartir justicia o, visto de otra manera, también exhibe la capacidad de ese mismo Estado para permitir el actuar impune en el fondo (aunque haya operadores materiales que han sido detenidos) de bandos que entremezclan la política y el crimen organizado desde la base hasta la punta de la pirámide del poder mexicano.
Más extraña resulta esa extrañeza papal si se toma en cuenta que el gobierno federal ha mantenido una abierta reticencia a que Francisco toque el tema de los 43 o reciba a los familiares que se mantienen en demanda de verdad y justicia. El Papa que envió a su nuncio apostólico en México a realizar una misa con los normalistas en Ayotzinapa y a decir que él, Francisco, estaba con ellos, ahora no sólo se niega a atender el más grave caso de impunidad de la narcopolítica gobernante, sino que incluso colabora a su estigmatización al denunciar por la vía de su vocero Lombardi que
presionanpara decirle
lo que tiene que hacer.
La concordancia de Francisco con la postura de Peña Nieto en cuanto a no dar relevancia en esta gira al tema de los 43 no ayuda a combatir de fondo las desigualdades e injusticias que en sus discursos religiosos ha venido pronunciando. Secuestrado políticamente por el aparato oficial, presto para atender a las élites y mostrarse junto a ellas, Francisco debería ser presionado por sí mismo (en congruencia con lo que en otras ocasiones y contextos ha parecido ser el talante de un Papa distinto, incluso con toques de rebeldía) para ayudar a que el caso Ayotzinapa no sea sepultado en el mar muerto de la burocracia procesal, el entrampamiento jurídico, e incluso la guerra propagandística sucia contra el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).
Y cuando despierten, luego de seis días de sacro bombardeo mediático, los mexicanos estarán peor. Los complejos problemas económicos del país (el precio del petróleo en picada y el dólar a la alza), la violencia brutal asociada al predominio de los cártelesdel crimen sobre las estructuras gubernamentales (el más reciente caso, Topo Chico), los bamboleos en la cúpula federal que dan muestra de imprecisión en el rumbo (la salida de Emilio Lozoya de Pemex y su relevo a cargo del concuño de Carlos Salinas de Gortari) y los inminentes recortes presupuestales del virrey Videgaray, que conllevarán mayor insatisfacción social, son algunos de los aspectos de máximo interés público que quedarán en la agenda real tras el paso de Francisco por México.
Esos y otros temas importantes han sido desplazados del interés periodístico para centrar arrolladoramente la visión de los principales medios de comunicación en la gira pontificia. Por ejemplo, Televisa y Televisión Azteca han concedido muchas horas de su transmisión al minucioso relato de las actividades del visitante argentino, con comentarios y aportes anecdóticos de parte de sus principales conductores noticiosos, sin asomo crítico alguno, equilibrio informativo o esfuerzo de profundidad analítica. Radio María en cadenas nacionales de televisión abierta.
En el acribillamiento de lo que quedara de laicidad en el Estado mexicano, algunas televisoras gubernamentales también entregaron sus frecuencias a la glorificación del jefe católico y a la difusión completa de algunos de sus actos litúrgicos. Desde luego, la Mexiquense, convertido este toponímico en santo y seña de la nueva alianza entre el Vaticano y Atlacomulco. También la capitalina, Capital 21, puso su tiempo a disposición de la Iglesia mayoritaria, como parte del esfuerzo de Miguel Ángel Mancera por ganar bonos en la temprana lucha sucesoria presidencial.
En el contexto de ese caer televisivo de rodillas ha destacado el esfuerzo hecho en canal Once (televisión del Estado mexicano, dirigida por Jimena Saldaña) por ofrecer una cobertura papal con un sentido más noticioso y con un expreso intento de mantener algo del espíritu laico, con Javier Solórzano y Adriana Pérez Cañedo como principales informadores. En especial, han sido refrescantes las mesas de análisis en las que han participado, entre otros, Bernardo Barranco, Ricardo Raphael y Enrique Dussel.
Cuando pase el ensueño mediático y religioso, la misma clase política y empresarial que ha sido financista y anfitriona de este viaje continuará con la tarea de demolición de lo que quede de políticas de beneficio popular, amparando ese torbellino de capitalismo salvaje con el argumento cierto pero no definitorio de la gran crisis económica mundial. Y, sin embargo, dicha élite, siempre beneficiada, habrá adquirido en estos seis días papales una suerte de tregua o de exoneración pública de sus pecados políticos, económicos y sociales. Los discursos de Francisco en México serán analizados y vueltos a analizar casi como una propuesta angelical de recomposición del país por medio de la fe, con políticos, clero y empresarios muy aplicados a tareas de exégesis mientras el país arde.
Y, mientras ha sido acordada la realización de un nuevo peritaje oficial sobre el presunto incendio en el basurero de Cocula, aunque falta que expertos y autoridades fijen los términos (tiempos, participantes, entre otros), ¡hasta mañana!
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