sábado, 18 de septiembre de 2010
UN CANCUN, MUCHOS CANCUNES Víctor M. Quintana Silveyra
Si en septiembre de 2003, organizaciones rurales de todo el mundo, ante la Reunión Ministerial de la OMC en Cancún gritaban “Fuera la OMC de la agricultura”, ahora claman “Campesinos y campesinas enfriamos el planeta”. Si hace 7 años lograron un buena medida descarrilar la cumbre librecambista, ahora lo que pretenden es encarrilar la 16ª.Conferencia de las Partes (COP16) de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, a celebrarse en este puerto del Caribe mexicano, del 29 de noviembre al 10 de diciembre próximos. Encarrilarla dentro de los marcos de los derechos de los pueblos y de la madre tierra y no del capitalismo que cada vez más revela su carácter devastador de la naturaleza, de las comunidades, de los saberes, del espíritu de las personas.
Hace dos semanas las organizaciones de la Vía Campesina, región Norteamérica, se reunieron en El Paso, Texas. Ahí delinearon un claro programa de movilizaciones rumbo a la COP16 de Cancún. El objetivo de sus acciones es múltiple:
Se proponen desmantelar las falsas soluciones al cambio climático propuestas por el gran capital y los gobiernos a él subordinados. Denunciar el mercado en que se han convertido las negociaciones climáticas: subasta de pagos para seguir contaminando, especulación con los bonos de carbono, venta de falsas soluciones por empresas como Monsanto.
Buscan difundir ampliamente los cinco factores por los que la agricultura industrial contribuye al cambio climático: el transporte mundial de alimentos a largas distancias; la imposición de los medios industriales de producción agropecuaria: la mecanización a ultranza, los agroquímicos, la geoingeniera. Consecuentemente, la destrucción de la biodiversidad y capacidad para captar carbono y la conversión de tierra y bosques en zonas no agrícolas. Así, la actividad agrícola se transforma de productora a consumidora de energía.
Al mismo tiempo, la Via Campesina se propone plantear a la opinión pública global ofrecimiento muy claro: si se apoya a la agricultura campesina, ésta puede ser uno de los factores decisivos para enfriar al planeta. La agricultura campesina además de contribuir positivamente al equilibrio de carbono, proporciona dos mil 800 millones de puestos de trabajo en el mundo, a la vez que va construyendo soluciones a la crisis alimentaria actual. La investigación científica demuestra que los pueblos campesinos e indígenas pueden reducir las emisiones globales actuales al 75%, gracias a su producción diversificada a pequeña escala, la expansión de los mercados locales y el manejo integral del suelo, el bosque y el agua.
El referente de las movilizaciones de la Vía Campesina es la Confererencia Mundial sobre el Cambio Climático y los derechos de la Madre Tierra, celebrada en Cochabamba, Bolivia, en abril pasado. En ella, 35 mil representantes de organizaciones rurales de todo el mundo, construyeron el Acuerdo de los Pueblos. Sus pilares son el respeto a los derechos de los pueblos campesinos e indígenas, y los derechos de la Madre Tierra, así como la soberanía alimentaria. Su colaboración, las miles de soluciones al cambio climático, a la pobreza y a la desnutrición con base en modelos producción y consumo alternativos al capitalista, basados en la justicia, la solidaridad, el fortalecimiento de las comunidades y el cuidado del medio ambiente. Por todo esto proponen que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático adopte las demandas de este Acuerdo de los Pueblos y no el Entendimiento de Copenhage, mediocre documento de compromiso, de muy débil exigencia.
Para exponer a la opinión pública global sus críticas y sus propuestas, es que la Vía Campesina ha organizado este ciclo de movilizaciones. Comenzará con caravanas de toda Norteamérica que partirán del centro y el occidente de México hasta Cancún. En este puerto, junto con muy diversas organizaciones organizará el Foro Alternativo Global “Por la vida, la justicia ambiental y social” en los mismos días del evento oficial.
Pero, la discusión de este tema que compromete el presente y el futuro cercano de la humanidad y toda la comunidad de los seres vivos, no puede circunscribirse a Cancún, ni a las solas organizaciones campesinas e indígenas. Es necesario que, ante las informaciones oficiales y oficialistas sobre la conferencia, las organizaciones que buscan otro mundo posible, desplieguen un intenso esfuerzo de comunicación y de diálogo, para que la ciudadanía de todo el planeta vaya entendiendo lo que está en juego y las alternativas que se proponen. Para lograrlo, es necesario organizar miles de Cancún, como señala la Vía Campesina. Abrir foros paralelos de información y discusión en las más localidades posibles. Converger el 7 de diciembre con acciones de protesta en rechazo a las falsas soluciones, que lucran con el calentamiento global y la destrucción de especies vivientes. Promover por todos lados encuentros y articulaciones de personas y de comunidades para generar, desde abajo, la conciencia que detenga el cambio climático y haga posible una nueva tierra.
Parafraseando aquel viejo comercial, la Vía Campesina nos convoca a que, si no podemos ir a Cancún, cuando menos hagamos nuestro Cancún hasta en la azotea.
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Juárez, de cabeza - Arturo Mendoza Díaz
El acribillamiento de que fueron objeto dos fotógrafos de El Diario viene a ser como la absurda y oprobiosa cereza del pastel dentro de la situación que se está viviendo desde tiempo atrás.
Por supuesto, las cosas que están sucediendo hubieran sido impensables hasta hará pocos años. Empero, ahora parece que nos hallamos en la vorágine de la peor pesadilla.
Si no, ahí están las muestras, con sucesos desacostumbrados, de los cuales el hecho de que millares de juarenses hayan acudido a escuchar el Grito a El Paso no es el peor. Ni siquiera es para asombrar.
En cambio, algo que por su gravedad no debe de haberse visto en ninguna etapa de la humanidad es la horrenda amenaza, con fines de extorsión, de degollar a los niños de una escuela primaria.
Ahora el ataque criminal en contra de los fotógrafos de este periódico se produce a modo de colofón, después de una serie de embestidas presumiblemente por parte del hampa organizada.
Los motivos, por cierto, dan lugar a las especulaciones: una confusión, el ataque a un derechohumanista, un intento de presionar o desestabilizar a través del caos y del terror. Nadie lo sabe.
Pero mientras son peras o manzanas, Luis Carlos Santiago Orozco, una joven promesa del periodismo gráfico, fue abatido por balas asesinas, mientras que un compañero suyo yace en un hospital.
Y la historia se repite una vez más, con las lamentaciones, el desgarramiento de vestiduras y el rechinar de dientes. Cada quien, desde diferentes instancias, echa su gato a retozar.
Después todo vuelve a ser normal, mientras los expedientes se acumulan, las promesas quedan en el olvido, y un periodista más, de los muchos que han sido asesinados, se convierte en una unidad estadística.
Eso es lo que ha pasado siempre que un trabajador de la información ha muerto por motivos de su oficio, como si los homicidios de esta índole cayeran dentro de la órbita de una inercia generalizada.
De ahí que, si por las vísperas se sacan los días, como aseveran, no han de ser alentadoras las perspectivas de un pronto esclarecimiento de este crimen, ni la posibilidad de que los responsables paguen sus culpas.
Tal es la razón de que la interrogante planteada en el editorial aparecido ayer en este medio encuadre a la perfección como el discurso más elocuente dentro de la realidad que prevalece: ¿A quién pedir justicia?
Mas eso no es todo. Aún cabrían otras preguntas por parte de una comunidad ahíta de ofensas, miedo y desesperación: ¿qué hacer?, ¿cuándo acabará esto?, ¿no habrá alguien que frene a los malos y restablezca el imperio de la ley?
Un sector social específico a quien se ha convertido en víctima recurrente por parte del crimen organizado es el de los médicos, quienes sufren, acaso más que el resto de los juarenses, extorsiones, plagios y asesinatos.
Los familiares de algunos de ellos incluso pagaron dos veces la cantidad de dinero que se les exigió como rescate, sin que se haya liberado a la persona que fue objeto de secuestro, y que después apareció muerta.
Por esa causa, después de la publicación de un desplegado periodístico en el que numerosas agrupaciones de profesionales de la medicina expresaron su sentir, trascendió que contemplaban la posibilidad de suspender labores.
Esta medida, con la particularidad de que sería general, se pondría en práctica para obligar a las autoridades a hacer algo con lo que se logre poner fin a la situación de inseguridad.
La reacción de los médicos es explicable, y aun justificada. Más todavía, no sería difícil que el ejemplo cundiera, y que otras agrupaciones, sumadas o por su cuenta, tomen las calles para exigir una solución.
Todo es posible, pero en este caso, a la búsqueda de la supervivencia social, nos parece hasta necesario. No puede ser que unos cuantos, valiéndose del temor y la violencia, mantengan secuestrada a la comunidad.
Ese estado de cosas resulta absurdo y oprobioso, por lo que los ciudadanos debemos manifestar nuestra exigencia de que ya se ponga término a este mal sueño que tiene rasgos de ilógico y antinatural
Los fusilan uno por uno y exhiben sus cabezas - Víctor Orozco
De esta manera, de conformidad con los cánones eclesiásticos, perdía su inmunidad o fuero que le confería su calidad de ministro de la Iglesia católica.
Culminaba así la disputa entre el cura de Dolores y la jerarquía eclesiástica, que planteó desde el 24 de septiembre, una semana después del Grito de la Independencia, el culto Manuel Abad y Queipo obispo designado de Michoacán, al que pertenecía entonces el curato donde ejercía Hidalgo, cuando pronunció el decreto de excomunión.
Tanto en el decreto de excomunión como en la sentencia de degradación, la jerarquía hizo uso de toda la fuerza moral, política y religiosa de que disponía para denostar y condenar la persona del caudillo de la independencia.
También de toda la fuerza del lenguaje, que el castellano es pródigo cuando se trata de suministrar palabras para remarcar y enfatizar, de manera tal que nadie las olvide.
“Miguel Hidalgo y Costilla, cura de la congregación de Dolores en el Obispado de Michoacán, cabeza principal de la insurrección que comenzó en el sobredicho pueblo el 16 de septiembre del año próximo pasado, causando un trastorno general en todo este reino, a que se siguieron innumerables muertes, robos, rapiñas, sacrilegios, persecuciones, la cesación y entorpecimiento de la agricultura, comercio, minería, industria y todas las artes y oficios, con otros infinitos males contra Dios, contra el Rey, contra la Patria, y contra los particulares y hallando al mencionado D. Miguel Hidalgo evidentemente convicto y confeso …cuyos crímenes son grandes, damnables, perjudiciales, y tan enormes y en alto grado atroces, que de ellos resulta ofendida gravísimamente la Majestad divina, sino trastornado el orden social, conmovidas muchas ciudades y pueblos con escándalo y detrimento universal de la Iglesia y la Nación, haciéndose por lo mismo indigno de todo beneficio y oficio eclesiástico”.
En el curso de los siguientes años, no cesaron las condenas de la iglesia a las insurrecciones independentistas en todas las colonias americanas.
El obispo de Valladolid fue, en la Nueva España uno de los más prolíficos en la producción de pastorales orientadas a frenar a la insurgencia, junto con los de México y Puebla.
El 30 de julio de 1811 se fusiló, el último, a Miguel Hidalgo, cuya causa había ocupado el centro del proceso contra los insurgentes.
El documento final contiene la diligencia de ejecución de la sentencia de muerte.
Dice que puesto de rodillas, le fue notificado el auto de ejecución por Ángel Avella y enseguida, “...se le estrajo de la capilla del real hospital en donde se hallaba y conducido en nueva custodia al patio interior del mismo, fue pasado por las armas en la forma ordinaria a las siete de la mañana de este día, sacándose su cadáver a la plaza inmediata en la que colocado en tablado a propósito, estuvo de manifiesto al público, todo conforme a la referida sentencia y habiéndose separado la cabeza del cuerpo en virtud de orden verbal del expresado superior Jefe; se dio después sepultura a su cadáver, por la Santa y Venerable Hermandad de la orden de penitencia de nuestro seráfico Padre San Francisco, en la capilla de San Antonio del propio convento”.
Sirvió como paredón uno de los muros del que fue el patio del antiguo colegio que habían fundado los jesuitas y que después de la expulsión de esta orden de todos los dominios españoles en 1767, fue convertido en hospital.
Desde el seis de mayo de 1811, el comandante realista Félix Calleja, había ordenado al mariscal Bernardo Bonavia una pronta ejecución, en el caso de que no pudiese remitir a Hidalgo y tuviese que juzgarlo, “…pues no conviene que esta clase de reos exista mucho tiempo, sin imponerles la pena correspondiente a sus delitos, pues entretanto subsisten las vanas esperanzas de la plebe y trabaja la seducción para burlar nuestras precauciones, por lo que, ...espero que la ejecución sea pronta y que me remita su cabeza para fijarla en los parajes donde nació la insurrección.”
El 27 de mayo, sabiendo ya que los reos se encontraban en Chihuahua reiteró a Nemesio Salcedo, desde Aguascalientes, la necesidad de una rápida ejecución y la petición de las cabezas, ya no sólo la de Hidalgo, sino de todos los principales jefes.
Las testas de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, fueron así clavadas en picas y colocadas una en cada esquina de la Alhóndiga de Granaditas.
Duraron allí hasta 1821 en que el comandante realista de Guanajuato, Anastasio Bustamante que abrazó el Plan de Iguala ordenó su retiro y el fin del macabro y amedrentador espectáculo.
El procedimiento cobró adeptos entre las autoridades españolas, pues el 12 de mayo, la sentencia que en Guadalajara le fue impuesta a José Antonio Torres estableció: “Se declara al mencionado José Antonio Torres, traidor al rey y a la patria, reo confeso en casi todas las sentadas atrocidades, condenándolo en consecuencia a ser arrastrado ahorcado y descuartizado, con confiscación de todos sus bienes, y que manteniéndose el cadáver en el patíbulo hasta las cinco de la tarde, se baje a esta hora; y conducido a la plaza nueva de Venegas se le corte la cabeza y se fije en el centro de ella sobre un palo alto, y descuartizándose allí mismo el cuerpo, y remitiéndose el cuarto del brazo derecho al pueblo de Zacoalco en donde se fijará sobre un madero elevado; otro en la horca de la garita de Mexicalzingo de esta ciudad, por donde entró a invadirla; Y otro en la de El Carmen salida al rumbo de Tepic y San Blas; y otro en la del bajío de San Pedro que lo es para el Puente de Calderón”.
Por barbarie no quedaba, tal era la usada para castigar a las brujas, herejes, rebeldes, apóstatas, enemigos o subyugados y contra sus hijos, padres o hermanos durante siglos. Sorprenden las grandes cantidades de maligno talento consumido y recreado en la búsqueda de los tormentos más capaces de causar dolor y servir de ejemplos aterrorizantes.
Zócalo 2010: lo kitsch y lo desaforado
Ilán Semo
El desfile como texto. El Zócalo es de todos. Este hecho simple y público, que ha convertido a la plaza central de la ciudad en un patrimonio indiscriminado de quienes quieren hacer sentir su voz como una resonancia (o el simulacro de una resonancia) de las signaturas de la nación, se debe (por más que se olvide) a ese inverosímil arrojo que hizo del 68 lo que el 68 acabó siendo: una inversión de valores en los que la patria era un sinónimo del Estado; el Estado, un sinónimo del Partido Revolucionario Institucional; el PRI, un sinónimo de la sociedad, y el Presidente, la gran ley que regía por encima de todos. Antes del 68 el Zócalo era una suerte de patio privado, un recinto reservado a la construcción y la sacralización de esa figura casi omnímoda que fue la antigua Presidencia. Y lo que logran los estudiantes en aquel verano es profanar ese orden, desarmar ese teatro que sólo aparecía como disponible a la homologación entre la autoridad y sus símbolos, entre el monólogo y la simulación de lo público. Después del 68, la Plaza de la Constitución empieza a ser conquistada o colonizada gradual y muy esforzadamente (también se olvidan las reprimendas y la represión para impedirlo) como la gran sede de un nuevo ejercicio: la toma de la palabra, el despliegue horizontal o simplemente el despliegue por ocupación de la beligerancia de la ciudad y de quienes acudan a ella para usufructuarla. Hasta convertirse en lo que es hoy: una meca para manifestar las más inverosímiles querellas de la sociedad, pero una meca, sin duda, abierta al público. En septiembre de 2010, son el Partido de Acción Nacional y sus funcionarios de la administración federal quienes se arrojan a ese ruedo para reinventar los rituales de la celebración civil más celebrable del país, rituales que habían sido codificados por décadas de antigua inercia. Algo hay de cierto: una tradición que no se reforma deja de ser una tradición.
A la fiesta del 15 de septiembre de 2010 la anteceden el desgano, la indiferencia y, sobre todo, el sentimiento de una impostura: “no hay nada que celebrar” es el eco que se escucha frente a las convocatorias, los certámenes, los concursos y la anunciadísima “Gran Celebración” que habría de mitigar agravios y desconfianzas capitalizando el encanto que tiene en México la fiesta para disipar el “lo que pudo haber sido y no fue”. Pero el problema es que el escepticismo septembrino no lo producen tanto los saldos rojos del desempeño del gobierno desde que ha iniciado su gestión en 2006, sino la sensación de una celebración que tiene todas las miras de ser una autocelebración. Y los preparativos indican que desde Los Pinos (ahora sí se empeña un gasto público de 2 mil 700 millones) se quiere simplemente capitalizar o instrumentalizar la fecha para abonar algo a un rating cada vez más alicaído. Por otra parte, ¿qué gobierno desaprovecharía la oportunidad? El dilema es que en política la performance y el estilo lo son prácticamente todo.
Se planea una gran desfile (además de actos monumentales, conciertos y una verbena espectacular) en el que sus creadores (en las explicaciones oficiales previas que aparecen colgadas en Youtube se les llama “creativos”), probablemente sin saberlo, planean casi una réplica de la historia puesta en pasarela que inspiró al que los artífices del centenario de 1910 escenificaron para aquel aniversario. Habrá bailes, escenificaciones y 27 carros alegóricos (en 1910 era jalados por caballos) de “El Mundo Prehispánico” (los creativos al parecer no saben que la palabra “prehispánico” ha entrado en desuso para evitar la hipertrofia conceptual de la colonia; hoy se les llama civilizaciones antiguas, simplemente), “La Independencia”, “La Gran Nación Mexicana”, “Colonia y Barroco”, “Insurgencia y Revolución”, “La Cultura Popular” (cada vez que alguien quiere representar lo “popular” es que sin duda se siente fuera de ello), y “La Celebración del Día de Muertos” (porque es muy “folk” y muy “lo nuestro”). En este plan de “la historia” hay, por más que sea el de un desfile, una visión de la historia misma: la versión ya no liberal, en la que la Nueva España está en el centro, el “mestizaje” se ha borrado y lo demás es algo dividido entre lo popular y quienes lo representan. ¿La antigua versión “conservadora” de México? Tal vez.
El pasado como performance de un orden estamental. Ya en el Paseo de la Reforma, las hipótesis sobre ese plan se confirman. El signo básico del desfile es la marioneta. En rigor es un desfile de marionetas, a veces magníficas, a veces pequeñas, a veces gigantes, pero marionetas al fin. Las marionetas que evocan a la insurgencia y la Revolución son una suerte de monstruos mecánicos que evocan al grupo de baile que Michael Jackson ideó para Bad en una danza break. Siniestramente imponentes. Si alguien quería deconstruir la glorificación de la simbólica de la Revolución, los creativos lo lograron.
Las marionetas de los “héroes y mitos” van vestidas en su mayoría de chapa dorada. Juárez en dorado, Morelos en dorado, Allende en dorado… Pero lo que llama la atención es que son marionetas desvertebradas, informes, danzantes y a veces simpáticas. En cambio, “colonia y barroco” son representados en vivo y a todo color por jinetes y caballos reales vestidos con armaduras españolas. Hombres rubios y barbados que contrastan con la raza del “mundo prehispánico”. Alguien que me corrija, pero es la primera vez después de 100 años que las metáforas festivas de Hernán Cortés vuelven al espectáculo de Reforma. Pero si el kitsch es la identidad entre la forma y el vacío, la sección de la “cultura popular” lo vuelve una celebración de sí misma. Con sus carros alegóricos llenos de pedagogía emblemática de algo que nadie debe aprender porque todo el mundo conoce. Un desfile donde el contenido es no la forma sino el anuncio.
Todo ello en medio de un espíritu de exclusión y paranoia. Miles y miles y miles de uniformados vigilan a unos cuantos observadores desangelados que miran un espectáculo casi hollywoodense. O sin el casi. La prensa internacional es inclemente. Sólo reporta el asedio: “El bicentenario mexicano se celebra bajo la más alta seguridad”, es el encabezado de Le Monde. Las notas de los otros periódicos son similares. Del “arte” que han derrochado los “creativos” para reinventar el vestido del charro, al son y la cumbia, nada. Por cierto, hay figuras, debe reconocerse, que resultan efectivamente creativas, sin las comillas.
Aguafiestas patrias
Jaime Avilés
Que durante las fiestas patrias los narcotraficantes sean sensatos y no ataquen al público, pidió un almirante en declaraciones a la prensa. Que pensándolo mejor nadie salga de su casa y las familias vean el Grito comiendo productos chatarra, aconsejó la televisión. Que no cunda el pánico, pues habrá 2 mil francotiradores en las azoteas más importantes del centro, avisó para tranquilizarnos la policía. Que vendan bebidas alcohólicas sólo en comederos y bares para gargantas de alto poder adquisitivo, le ordenó el gobierno” federal al GDF. Que se diviertan mucho, nos desearon a coro todas las autoridades.
Por supuesto, en cuanto las tinieblas cayeron sobre el valle de México la histórica noche del 15 de septiembre de 2010, se vaciaron las calles. En las antenas de los coches no había, como otros años, banderitas tricolores. Los artesanos que las producen no vendieron casi ninguna. En los barrios, colonias y pueblos de la urbe estallaban apenas algunos cohetes (¿o eran balazos?). La gran ciudad, enlutada por la guerra que provocó Felipe Calderón, asistía al parecer a su propio velorio.
¿Y qué esperábamos? ¿Que la derecha gobernante celebrara con genuina alegría lo que más odia y lamenta, es decir, el estallido de la rebelión popular que en 1821 nos convirtió en país soberano e independiente de España y medio siglo después en Estado laico? ¿Que los restauradores del colonialismo ibérico, que puso en manos de Repsol nuestro petróleo y de Iberdrola nuestra energía eléctrica, exaltaran con gratitud la memoria de don Miguel Hidalgo? ¿Que lo veneraran quienes han establecido esta nueva teocracia que hoy permite a obispos y arzobispos dictar medidas de insalubridad pública a través de políticos fanatizados por dogmas religiosos?
No, la exhibición de carros alegóricos de Walt Disney, la letra de la balada más estúpida que alguien haya compuesto jamás en la historia de la música –“Shalalá, el futuro es milenario”–, la quema de 17 mil petardos (uno por casi cada dos muertos de la guerra calderónica) y el desfile de los ejércitos que en otros siglos nos invadieron fue una revancha y una burla, una afrenta a los sentimientos más profundos del pueblo y una disculpa a las potencias contra las cuales nos hemos rebelado.
En medio de un clamoroso aislamiento diplomático –pues no vino a su fiesta ninguna figura relevante de la política internacional– Calderón despilfarró 3 mil millones de pesos en una puesta en escena que no vale nada en términos históricos o estéticos. ¿Cuánto costó en verdad la pachanga, cuánto desviaron los organizadores a sus cuentas bancarias inflando las facturas? Una vez más, el grueso del botín fue para Televisa y sus marionetas, es decir, para cebar a la teledictadura, como bien la llamó Andrés Manuel López Obrador en Tlatelolco. Sin embargo, el verdadero espíritu de quienes ahora también se robaron las fiestas patrias quedó de manifiesto en una carta y en una foto.
La foto es de principios del siglo XX, se la tomaron vestido de gala al general Victoriano Huerta, que derrocó y asesinó al presidente Francisco I. Madero en febrero de 1913, y fue estampada sobre pendones que el pasado miércoles adornaron la calle principal del centro de la ciudad de Querétaro, por deseo y capricho del presidente municipal panista, Francisco Domínguez Servién. Pese a que no existen vínculos entre el golpe de Estado de Huerta y el bicentenario del Grito de Dolores, El Yunque aprovechó la ocasión, a través de este alcalde, para rendir homenaje al odioso pelón como el héroe que realmente es para los talibanes del Bajío.
Hidalgo y el infierno
La carta, en cambio, es la que decretó la excomunión de don Miguel Hidalgo el 13 de octubre de 1810 y fue reproducida y distribuida la noche del miércoles en la Plaza de las Tres Culturas por cuatro círculos de reflexión del movimiento obradorista –San Simón Ticumac, Buzón Ciudadano, Camellón por la IV República y La Moderna–, quizá para desmentir al cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, quien asegura que el genial cura michoacano, taurino, rebelde y políglota, murió reconfortado con el auxilio espiritual de la Iglesia. He aquí una breve síntesis del texto de Pío VII, nomás para que ustedes juzguen...
“Por la autoridad de Dios Todopoderoso, el Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de los santos cánones de la Inmaculada Virgen María [y de los] ángeles, arcángeles, tronos, dominios, papas, querubines y serafines, y de todos los santos patriarcas y profetas [y un larguísimo etcétera], lo excomulgamos y anatemizamos, y secuestramos de los umbrales de la iglesia del Dios omnipotente, para que pueda ser atormentado por eternos y tremendos sufrimientos...
“Que el Hijo, que sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo que nos fue dado en nuestro bautizo lo maldiga [...] Que el Cristo de la Santa Virgen lo condene. Que todos los santos lo condenen. Que sea condenado donde quiera que esté, en la casa o en el campo; en los caminos o en las veredas; en las selvas o en el agua, o aún en la iglesia. Que sea maldito en el vivir y en el morir; en el comer y en el beber; en el ayuno o en la sed; en el dormitar o en el dormir o en la vigilia; estando de pie o sentado; acostado o andando; mingiendo o cancando, y en todas las sangrías.
“Que sea maldito interior y exteriormente. Que sea maldito en su pelo. Que sea maldito en su cerebro. Que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes, en su frente y en sus oídos; y en sus cejas y en sus mejillas; en sus quijadas y en sus narices; en sus dientes anteriores y en sus molares; en sus labios y en su garganta; en sus hombros y en sus muñecas; en sus brazos, en sus manos y en sus dedos, y en todas las vísceras de su cuerpo. Que el Hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga, y que el cielo con todos sus poderes se subleve contra él, lo maldiga y lo condene. Amén”.
Al margen de tantos disparates perpetrados por la oligarquía y su jefe mínimo para despachar los trámites de este año, el Instituto Mexicano de Cinematografía que dirige Marina Stavenhagen tuvo el acierto de promover la coproducción de cuatro películas, alusivas todas a nuestros estallidos sociales. Una, al de 1810 (Hidalgo, la historia jamás contada, de Antonio Serrano); dos, al de 1910 (Chico Grande, de Felipe Cazals, y El atentado, de Jorge Fons) y la cuarta, al de 2010 (El infierno, de Luis Estrada). De todas, ésta es sin duda la mejor. Con la penetrante ironía de Kusturica en Underground, Estrada explica el fenómeno de la violencia ligada al narcotráfico y muestra las ruinas físicas y morales del norte del país, destruido por la guerra calderónica.
Durante la proyección, la gente permanece electrizada y sale mentando madres contra el “gobierno” espurio, llena de angustia, de alarma y de urgencia por organizarse y actuar para detener esta debacle. ¿Quién dijo que “hacer cine sobre el narcotráfico es reproducir la mierda”? El infierno, con las soberbias actuaciones de Joaquín Cosío, Damián Alcázar, Jorge Zárate, María Rojo y Ernesto Gómez Cruz, es una película extraordinaria. Ahora bien, si ustedes quieren reírse un poco más de nuestra pesadilla cotidiana, no se pierdan el espectáculo que Jesusa Rodríguez presenta hoy a las 19:00 y los próximos jueves, viernes y sábados a la misma hora en el museo Universum de la UNAM. Las crudas del bicentenario es una nueva joya del teatro de cabaret. Y si no, como dicen los columnistas que toman refresco sin hielo, al tiempo.
Desfiladero saluda el nacimiento de Lucio, que el pasado 11 de septiembre vino al mundo para transformarlo, y el cumpleaños número 25 de la abogada Christianne, que emergió de las entrañas de su madre el 19 de septiembre de 1985, dos horas después del terremoto. ¡Felicidades a todas y a todos! ¿Nos robaron el 15 y el 16 de septiembre? Pues alégrense. Ya es 18 y pronto será 23...
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El cinismo del "niño de la fiesta" :
El funcionario federal promete que también organizará una celebración “bellísima” para conmemorar el Centenario de la Revolución.
Ya con “la pila cargada”, pasado el primer episodio de las fiestas patrias, Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública, se dice “ciento por ciento satisfecho” con el balance de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y se compromete: el festejo del Centenario de la Revolución también “será algo bellísimo”.
¿Quedas satisfecho ciento por ciento con el espectáculo, con el desfile de la tarde en Reforma, con los conciertos y luego con lo que vimos en el Zócalo por la noche el 15 de septiembre?
Vi a la gente contenta de ver algo hermoso, de ver expresiones de nuestra cultura mexicana muy bien logradas. Los asistentes fueron el alma de la fiesta, por supuesto los 7 mil voluntarios también, y cabe destacar la actuación de las autoridades, Seguridad Pública, Secretaría de Gobernación, Gobierno del Distrito Federal y los medios masivos.
Debe haber algún punto, algún momento, algún hecho que no te dejó plenamente satisfecho. ¿O estás satisfecho al ciento por ciento con lo que vimos?
Hombre, sí. Yo quedó muy satisfecho. Como responsable último siempre hay una tensión, que evoluciona casi cada minuto, resolviendo los pequeños asuntos que iban surgiendo sobre la marcha.
“La gente finalmente disfrutó el momento, quienes lo vieron por la televisión, los millones que lo vieron, pues vieron algo muy hermoso. Yo te diría que sí, ciento por ciento satisfecho.
“Yo estoy muy contento, plenamente satisfecho, y especialmente orgulloso de que la gente estuviera tan contenta, tan entusiasmada y que también subrayáramos el orgullo de ser mexicanos a través de expresiones de nuestra cultura tan hermosa.”
¿Tienes el dato ya de cuánta gente vio la televisión? ¿Lo consultaron con Ibope?
No tengo el dato todavía. Por supuesto está la complejidad también de saber cuántas personas estaban en el Zócalo. El dato lo pidió Comunicación Social de la Secretaría de Educación Pública, pero estamos en estos días de vacaciones, peculiares, y seguramente nos lo ofrecerán un poco más adelante para tener una idea más precisa de cuál fue la audiencia, que debió ser realmente fantástica.
¿Hablaste ya con el Presidente, después de la fiesta, tuviste tiempo de hacerlo?
Pues la verdad, no, no con detalle. Estuve con él, por supuesto, durante toda la tarde, dándole seguimiento a lo que sucedía, y tomando decisiones con él, por supuesto...
¿Pero reunión de evaluación?
No la hemos tenido en buena medida porque me fui con él, por supuesto, también a Dolores, y estuvimos ahí acompañados en todo momento de los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado, de titular de la Suprema Corte de Justicia, tocando otros temas. No, no ha habido todavía una reunión para ese propósito.
Sabes que uno de los puntos más criticados de estos festejos es que fueron muy caros. ¿Dónde vamos a encontrar la información de cuánto fue lo que se gastó, peso por peso?
Fueron 580 millones de pesos más IVA... incluido el desfile y todo. Ahora que los 2 mil 900 del fideicomiso no están todos erogados. Están comprometidos en contratos y no tenemos nada que ocultar.
¿Qué viene ahora para el Centenario de la Revolución, luego de que se echó la casa por la ventana con el Bicentenario?
Por su belleza y su espectacularidad yo diría que sí, pero bueno, ya lo verán ustedes. El 20 de noviembre, el Centenario, es un gran momento. Te diría que veremos algo bellísimo, por supuesto, y también muy significativo de lo que supone el arranque de la Revolución maderista.
Ciro Gómez Leyva
Porfirio Muñoz Ledo
Este es el aniversario mayor de la República: el grito de Dolores. Manifestación de la entraña, como en un parto: la voluntad de ser que se define en tanto angustia y promesa. No conozco ningún pueblo que así se afirme, como si todos fuésemos uno y el mismo o como si ese conjuro bicentenario nos transformara en nación.
Es un acto de rebeldía radical a la par que de impotencia heredada. Es una negación del coloniaje y, por tanto, el estallido de la rabia acumulada y la erupción de nuestra valía compartida. No es todavía la independencia jurídica ni la fundación de un Estado, pero encierra el diseño del país que aquellos adelantados pretendían construir.
Conmemoramos un ciclo histórico y un hecho fundacional. El periodo se inicia en 1808: la convocatoria del estamento criollo de la Nueva España cuando la captura del monarca por las tropas napoleónicas. Primo de Verdad y sus compañeros del Ayuntamiento de la Ciudad de México reclaman la asunción de la soberanía por las comunidades electas. Disuelto el empeño democrático, la conspiración se traslada a Querétaro y brota más tarde en Dolores, con la fuerza de las corrientes subterráneas. La aparición amotinada de la naturaleza pluriétnica y multicultural de la sociedad. Aquello no fue propiamente un ejército, sino una sucesión de levantamientos populares.
Hidalgo, decía Alfonso Reyes, fue como los adalides griegos: libro, arado y espada. Transitó de la inconformidad intelectual a la rebeldía social y a la sublevación armada. Se transmutó en caudillo: más incendiaba a la gente, más crecía su liderazgo. Este perdura, a despecho de los reaccionarios que han convertido en credo hipócrita los inmundos epítetos de la Inquisición.
Todas las guerras son sangrientas. Se distinguen por las causas que sostienen. Esa es la única moral posible de la historia. La de 1810 fue una hazaña libertaria inconclusa. Sus ejes ideológicos: igualdad entre los hombres y autodeterminación de los pueblos. Cuando algunos se arrogan el derecho de dominar a otros, el concepto de humanidad se corrompe y desintegra en cadena.
Todas las naciones invocan un sueño original. El nuestro se resume en la redención de los oprimidos, la moderación de los poderosos, el combate a los abusivos, el imperio de las leyes y la creación de un espacio propio en el mundo para desarrollarnos en la medida de nuestra imaginación, determinación y grandeza.
El ciclo se completa con la reciedumbre de Morelos. Los Sentimientos de la Nación, el Congreso del Anáhuac y la Constitución de Apatzingán son la trilogía épica de nuestra historia. La conquista no genera derechos, el objetivo del Estado es la igualdad, el presidencialismo es la magnificación del caciquismo y la educación debe ser promovida por el gobierno con todo su poder.
La identidad mexicana debiera ser resultante de esos postulados, de modo alguno la caricatura de nuestros rasgos externos por la propaganda oficial. No hay futuro compartido en la abdicación del mandato insurgente para integrar una patria equitativa y dueña de sus decisiones. Las últimas tres décadas engavillan un compendio de traiciones al proyecto esencial de la nación.
Mandatarios enclenques cedieron atributos soberanos ante el chantaje de la nueva metrópoli y gobiernos corruptos hasta la médula prostituyeron las instituciones republicanas. La rendición del interés nacional a un proyecto de acumulación global. Por esa vía perversa, el grito de independencia fue estrangulado. Como en 1810, la vía de salvación exige decisiones patrióticas insobornables.
El camino de la derrota está pavimentado por los fragmentos inconexos de ambiciones minúsculas. Una mayoría legislativa estancada que se inclina ante un Ejecutivo dudoso, por no llamarlo espurio, y mal intencionado. Un sistema representativo que no acaba de encarnar el consenso nacional. Una clase política incapaz de corregir un ápice el rumbo catastrófico de la historia reciente. Impotentes confesos y víctimas de la insoportable levedad del ser.
La patria no es reparto de botines: la piñata del antiguo régimen que sació la codicia de los audaces. Es un proyecto de reconstrucción nacional: forjado en la congruencia y animado por la grandeza. Tiene nombre y destinatario: la refundación de la República.
Una generación entera de mexicanos se ha despeñado en la dolosa negación de los ideales de independencia que pretendemos celebrar. Ha sido condenada a la subordinación, el exilio, la exclusión, la criminalidad, la injusticia, la ignorancia y la indigencia clandestina de la informalidad. Sombras humanas que se desvanecen en la abolición implacable de su dignidad.
Debiéramos arrancarnos toda máscara: ¿cuál sería hoy nuestro servicio verídico a la causa de quienes nos entregaron una nación libre? El sacrificio, en sentido esencial. Renuncia a las migajas esparcidas por un pluralismo infecundo. Compromiso mayor con el cambio histórico y la regeneración nacional.
Incapaces de concertar en este Congreso una sola reforma sustantiva o apuntar un rumbo nuevo para el país, aceptemos el agotamiento de un sistema político precario, maniatado por los poderes reales que secuestraron su autoridad y decretaron la decadencia colectiva.
Convoquemos a la insurgencia cívica. Impulsemos resueltamente un proceso constituyente. La Nueva República, la cuarta de la historia, es la única misión consecuente con los fastos heroicos que celebramos, con el grito de nuestros insomnios y con la esperanza de nuestros amaneceres. Que así sea, por la pervivencia de México.
Diputado federal del PT
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