8
de enero de 2014. Cuando la
pequeña Cesna en que volaba el doctor José Manuel Mireles Valverde
se desbarató al tocar tierra, el pasado sábado 4 de enero, en un
paraje de La Huacana, la PGR se apresuró a decir que el médico
venía de Guadalajara, “donde sostuvo pláticas de paz”, y se
dirigía a Tepalcatepec, municipio donde tiene su casa.
Basta
un vistazo al mapa michoacano para comprobar que esto es falso.
Imaginemos la carátula de un reloj. Pongamos que arriba, en el 12,
está el municipio de Parácuaro. En el 4, el municipio de La
Huacana. Y en el 9, el de Tepalcatepec. Perfecto: ya nos situamos.
Pensemos, ahora, que en el centro del reloj está el municipio de
Apatzingán, bastión de los Caballeros Templarios.
Según
la PGR, la Cesna despegó de Guadalajara a las 17: 34. En nuestro
reloj, esa ciudad queda afuera del cuadrante, a la izquierda, muy
lejos del número 12. ¿Por qué si la nave iba de Guadalajara hacia
el número 9 del reloj se estrelló en el número 4?
Tepalcatepec
está exactamente en la frontera de Jalisco y Michoacán, en tanto La
Huacana se ubica más bien cerca de los límites de Michoacán y
Guerrero. ¿Por qué si Mireles regresaba a su casa, desde
Guadalajara (según la PGR), no voló en línea recta hacia
Tepalcatepec? O dicho de otro modo: ¿por qué, si venía de
Guadalajara, se fue casi hasta el otro lado de Michoacán?
Todas
estas preguntas tienen una sola respuesta: el sábado 4 de enero
Mireles no estuvo en Guadalajara, donde nada tenía qué hacer, sino
en Parácuaro, donde coordinó la toma del palacio municipal al
frente de cientos de hombres armados alrededor de las dos de la
tarde.
Una
vez que la situación quedó bajo control de las autodefensas
locales, apoyadas por una eufórica ciudadanía que al fin, después
de muchos años, se sentía a salvo de los Templarios, Mireles
despegó de Parácuaro hacia La Huacana, para rodear el territorio de
Apatzingán por el este, con la idea de continuar hacia el sur, antes
de recorrer el tramo final de la ruta hacia el noroeste, es decir,
hacia Tepalcatepec, pero la PGR dijo que volvía de Guadalajara, para
librarlo de toda culpa por la toma de Parácuaro y poder brindarle
atención médica y protección inmediata, después de su accidente,
custodiado por el ejército y la Policía Federal, hasta ponerlo a
salvo en un hospital de la ciudad de México, cerca del Campo Militar
Número Uno.
El
plan paramilitar de EPN
Durante
su gestión (desastrosa) como gobernador del estado de México,
Enrique Peña Nieto visitó en varias ocasiones al que entonces era
presidente de Colombia, el conocido exterminador llamado Álvaro
Uribe, que para combatir a las guerrillas asociadas a los cárteles
del narcotráfico creó un gigantesco ejército de paramilitares,
cuyos jefes, líderes y representantes llegaron a ocupar más de la
mitad de las sillas en el Congreso de aquel país.
Uno
de los militares que tuvo a su cargo la creación y el desarrollo de
esos grupos de hombres fuertemente armados, que llenaron miles y
miles de fosas clandestinas, fue el general Óscar Naranjo.
Condecorado con el título de “mejor policía del mundo”, tras el
desmantelamiento de los cárteles de Cali y de Medellín, Naranjo se
convirtió a finales de 2012 en “asesor externo” de Peña Nieto
y, por lo visto, trabajó con gran rapidez porque, en febrero de
2013, en medio de un gran sigilo, el doctor Mireles al frente de
muchos hombres muy bien armados tomó Tepalcatepec, donde reside
desde que volvió a México en 2007, el año en que Felipe Calderón
desplegó su política genocida por todo nuestro (ex) país.
¿Quién
es Mireles? El columnista de Reforma, Roberto Zamarripa, reveló el
pasado lunes 13 de enero que el carismático doctor estuvo preso en
Michoacán precisamente por narcotráfico en 1989. Tim Johnson,
reportero de la poderosa cadena de medios impresos y electrónicos de
Estados Unidos llamada McClatchyDC, lo entrevistó en noviembre de
2013 en Tepalcatepec.
Johnson
contó que de 1997 a 2007, Mireles Valverde vivió en Modesto, un
pueblo situado en el norte de California, donde, como no podía
ejercer su profesión, porque las autoridades gringas no reconocieron
su título profesional expedido por la Universidad Nicolaíta, hizo
de todo para ganarse la vida, desde picar piedra en una cantera hasta
empacar pollos, pero los sábados y domingos, junto con su hija, era
traductor voluntario para la oficina de la Cruz Roja local. Otras
versiones, no confirmadas, aseguran que fue médico del ejército de
Estados Unidos.
Desde
que se “levantó en armas” en febrero de 2013, en Tepalcatepec,
hasta que se lesionó seriamente en La Huacana a principios de 2014,
Mireles había logrado tomar 11 municipios (incluido Parácuaro) que
estaban sometidos y asolados por los Caballeros Templarios, a ciencia
y paciencia de los gobiernos estatales y con la anuencia de Felipe
Calderón.
En
la actualidad, voceros de las tropas paramilitares de Naranjo en
Michoacán, acaudilladas por Mireles y otros líderes locales,
aseguran que suman ya 25 mil hombres y mujeres. En su gran mayoría
–todas las fotos lo dicen– cuentan con fusiles de asalto AK-47 y
R.15, camionetas último modelo, pintadas de negro y balizadas con
números de serie y distintivos del Concejo de Autodefensas, así
como potentes aparatos de comunicación, además de una red de
informantes que interactúan en Twitter mediante la cuenta
@ValorMichoacan.
Pero
las autodefensas –hoy tan populares y aclamadas en las redes
sociales por quienes quieren ver en ellas una auténtica fuerza
rebelde que ha puesto en marcha una revolución contra los narcos y
el PRI, lo que de ninguna manera es cierto–, no son el único grupo
civil alzado en armas en Michoacán, pues no lejos de Pátzcuaro,
desde hace muchos años, están los comuneros purhépechas de Cherán,
quienes de acuerdo con sus usos y costumbres ancestrales protegen sus
bosques de los talamontes y luchan por un verdadero cambio político.
Además
de las autodefensas de Mireles-Naranjo en Tierra Caliente y los
comuneros de Cherán, que son dos organizaciones muy distintas e
ideológicamente contrapuestas, existen focos de resistencia
indígena, de origen nahua, en la región de la costa del Pacífico,
que han sufrido la violencia de sicarios apoyados por grandes
compañías mineras internacionales –de India, Italia y Argentina–
ansiosas por apoderarse de los ricos yacimientos de fierro, plomo y
otros metales que hay por ahí, muy cerca de la espectacular playa El
Tamarindillo, que Lázaro Cárdenas junior regaló a Vicente Fox para
agradecerle el detallazo de haberle permitido llegar a la
gubernatura.
Hoy,
Marta Sahagún y sus insaciables retoños están montando en El
Tamarindillo un desarrollo turístico de superlujo, asociados a
empresas españolas que son líderes en el ramo del turismo.
Ahora
bien, si las autodefensas de Mireles-Naranjo-Peña Nieto-Obama no son
la única organización civil armada, los Templarios tampoco son el
único cártel que opera en Michoacán, donde también andan como
Pedro por su casa los del grupo llamado Jalisco Nueva Generación,
ligado al Chapo Guzmán y al cártel de Sinaloa, que desde el sexenio
de Miguel de la Madrid (1982-1988) hasta hoy, es el de los narcos
“buenos”, es decir, el de los amigos y colaboradores de todos los
gobiernos neoliberales que habido en México durante las últimas
tres décadas.
Paramilitares
para qué
Desde
el accidente del 4 de enero, que hizo visibles sus nexos con Mireles,
pues lo obligó a encubrirlo con mentiras absurdas (“venía de
Guadalajara”), y a transportarlo en un helicóptero Black Hawk de
la Policía Federal hacia un hospital militar para salvarle la vida,
el gobierno de Peña Nieto no sabe qué hacer para desaparecer a las
autodefensas de la escena pública.
Con
ese propósito, Miguel Angel “Velorio” Chong, secretario de
Gobernachong, envió esta semana 11 mil soldados, 11 helicópteros de
la PGR y un número desconocido de tanquetas antimotines (¿contra
los narcos o contra la población civil?), pero lo hizo con tal
desaseo que provocó una oscura matanza en la comunidad de Antúnez,
Nueva Italia, y tras anunciar que iba a “desarmar” a las
autodefensas las convirtió en héroes epónimos.
Ahora,
en las redes sociales ya les compusieron corridos y se multiplican
los tuits a su favor, pues la opinión pública se ha fascinado con
las mujeres y los hombres que con toda razón, pero ingenuamente,
engrosan las filas de la estructura paramilitar diseñada por el
general Óscar Naranjo con el apoyo económico y logístico de Obama
y el gobierno de los Estados Unidos.
La
situación se complica día tras día. El supuesto gobernador de
Michoacán, el fantasmagórico priísta Fausto Vallejo, aparece
vinculado al cártel Jalisco Nueva Generación, mientras su segundo
de a bordo, el secretario de Gobierno y ex gobernador interino, Jesús
Reyna García, está claramente ligado a los Templarios.
Estando así las cosas, el doctor
Mireles no vaciló en celebrar el retorno de Fausto Vallejo al poder
(es un decir), cuando se repuso de los graves
achaques que lo tuvieron meses y meses en la lona. Sin embargo, para
ocultar los nexos de Mireles con Vallejo, el aparato de propaganda de
las autodefensas maldice día y noche al escuálido gobernador, pero
al márgen de esta táctica publicitaria observadores
internacionales afirman que hay una alianza entre Mireles, Vallejo y
el cártel Jalisco Nueva Generación, contra los Templarios y Jesús
Reyna.
Para echarle más pepitas de ajonjolí al mole, en medio
de esta maraña de relaciones peligrosas, el
gobierno federal ha decidido imponerles, a Vallejo y Reyna, un
“comisionado especial de seguridad”, que
actuará como gobernador de facto, y tomará la batuta para dirigir
las operaciones del ejército y la Policía Federal, supuestamente,
contra los Templarios, cuando en realidad su cometido consistirá en
sacar de escena a las autodefensas mientras el ruido se calma, para
volver a utilizarlas cuando otros escándalos distraigan la atención
del público.
¿Ocultar a las autodefensas para volver a
utilizarlas más tarde? Así es. ¿Contra quién? Obvio: contra los
Templarios, pero también contra los comuneros de Cherán, contra los
nahuas de la costa y contra toda forma de legítima rebelión que
surja eventualmente en el estado. Esos mismos
actores sociales fueron los que destriparon los paramilitares de
Naranjo, en el proceso de “pacificación” de Uribe, que dejó
tantas decenas de miles de muertos en Colombia. No puede ni debe
ocurrir lo mismo en México. Las autodefensas,
por más que nos duela y cueste aceptarlo, trabajan, a sabiendas o
no, para el enemigo.