Adolfo Sánchez Vázquez, filósofo y poeta, maestro e investigador emérito de la UNAM, durante una entrevista en diciembre de 2002 FOTO Cristina Rodríguez
El humanismo teórico-práctico de
Adolfo Sánchez Vázquez
Gabriel Vargas Lozano
Adolfo Sánchez Vázquez nació en Algeciras, Cádiz, en 1915. Algunas de sus experiencias iniciales que influyeron en su formación intelectual y vital han sido recogidas en diversas entrevistas y textos autobiográficos [Álvarez, 1995]. Entre estos últimos, podemos destacar “Mi obra filosófica” (1978) y “Vida y filosofía. Postscriptum político-filosófico” (1985). De acuerdo con ellos, en los años treinta, se inició su interés por la poesía, en Málaga, animado por Emilio Prados. En 1935 se trasladó a Madrid, ingresando a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, en la que habían adquirido una extraordinaria relevancia figuras como José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, García Morente, Julián Besteiro y José Gaos, entre otros. Ya desde su estancia en Málaga, Sánchez Vázquez se había afiliado a la Juventud Comunista como parte de un compromiso político e ideológico con el socialismo y con la lucha antifascista que ha mantenido durante toda su vida. De igual manera, se alistó en el ejército y participó en la Guerra Civil que estalló el 18 de julio de 1936. En 1937, como director del periódico Ahora, de las Juventudes Socialistas Unificadas, asistió al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, realizado en Madrid y que convocara a renombrados escritores. En septiembre de ese año, se incorpora a la 11 División del Ejército y en febrero de 39, ante la derrota de las fuerzas republicanas, se ve obligado a salir al exilio por la frontera francesa. Más tarde, luego de algunos meses de incertidumbre, se acoge a la protección ofrecida por el gobierno del Gral. Lázaro Cárdenas y se embarca hacia México, en el buque Siania llegando al Puerto de Veracruz el 13 de junio de 1939, junto a sus amigos, el escritor Juan Rejano y el poeta Pedro Garfias, entre muchos exiliados.
El exilio
El exilio, en las condiciones en que se efectuó, es decir, en forma involuntaria y violenta, es concebido por Sánchez Vázquez de manera diferente a otros compatriotas. Así, dice en uno de sus textos: “El exiliado ha quedado sin tierra; sin su propia tierra, porque se vio forzado a abandonarla. Es sencillamente un desterrado. Y lo es porque su exilio no es un trans-tierro o el transplante de una tierra a otra –dice en polémica con su maestro José Gaos, quien se consideró a sí mismo, transterrado- que vendría a ser simplemente la prolongación o el rescate de la que ha perdido” [Sánchez Vázquez, 1991: 84] y en otro trabajo titulado “Fin del exilio y exilio sin fin”1 agrega que es un desgarrón que implica un doble proceso: por un lado, al principio se tiene la esperanza de volver pronto a partir de la derrota del fascismo pero, a su vez, a medida en que pasan los años, esa ilusión se va desvaneciendo hasta que termina, objetivamente, con la muerte de Franco y el restablecimiento de la democracia en España; sin embargo, a pesar de que el exiliado vive anhelando su tierra de origen, tiene, forzosamente que enfrentarse a los problemas, grandes o pequeños, de la vida pública o privada, en su nueva residencia y por tanto, va experimentado un proceso de adaptación y arraigo en el país de destino. En palabras de Sánchez Vázquez:
Ciertamente, el exiliado no se encuentra como en su tierra en la nueva que lo acoge. Esta sólo será su tierra, y lo será con el tiempo, no como un don con el que se encuentra a su llegada, sino en la medida en que comparte las esperanzas y sufrimientos de sus habitantes. Y en la medida también en que con su obra-la que hace gracias a ellos y con ellos-, y sin dejar de ser fiel a sus origenes y raíces, se va integrando en la tierra que le brindó asilo [Sánchez Vázquez, 1991: 84].
Como ha sido reconocido, el exilio español constituyó, en su conjunto, una significativa aportación en casi todos los ámbitos de la sociedad. Diversos libros han dado cuenta de la amplia gama de intelectuales, artistas, científicos, literatos y filósofos que vinieron y formaron revistas, instituciones, publicaciones de libros, etc.2
En el caso de la filosofía recordemos que también fueron exiliados, entre otros, José Gaos, Eduardo Nicol, José Manuel Gallegos Rocafull, Wenceslao Roces, Juan David García Bacca, Joaquín Xirau, Ramón Xirau, María Zambrano, quienes realizaron numerosas traducciones de los clásicos de la filosofía; publicaron libros originales y fueron maestros de muchas generaciones.3
Evolución filosófica
Adolfo Sánchez Vázquez se dedicó, los primeros años a la crítica literaria y a la actividad política. Con relación a la primera, participó en la fundación de revistas como Romance, España Peregrina y Ultramar. De igual forma, publicó un libro de poesías que había escrito en los años treinta titulado El Pulso ardiendo (1942). Con relación a su actividad política, continúa su labor como militante del Partido Comunista Español. En su texto autobiográfico “Mi obra filosófica” dice: “una truncada práctica literaria y, más precisamente, poética, me llevó a problematizar cuestiones estéticas y una práctica política me condujo a la necesidad de esclarecerme cuestiones fundamentales de ella y, de esta manera, casi sin proponérmelo, me encontré en el terreno de la filosofía”.4 En 1941 se trasladó a Morelia en donde se casa y tiene su primer hijo, para regresar en 1943 a la Ciudad de México. Prosigue sus estudios de filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y se recibe con una tesis titulada Conciencia y realidad en la obra de arte, publicada en San Salvador, 1965. En 1959 fue nombrado profesor de tiempo completo en la UNAM.
La obra de Sánchez Vázquez se ha desplegado, en disciplinas como la ética, la estética, la filosofía política, la filosofía de la historia y crítica literaria.5
En el campo de la estética, después de su tesis de maestría y varios ensayos, publicó su libro Las ideas estéticas de Marx (1965) al que le sigue una amplia e importante antología de Estética y Marxismo (1970) y otros libros vinculados a esta dimensión. En estas obras sostiene una concepción abierta de la estética concibiendo al arte como una forma de la praxis.
El impacto de su amplia e importante obra respalda los múltiples reconocimientos y distinciones que ha recibido, entre los cuales destacan los Doctorados honoris causa otorgados por la Universidad Autónoma de Puebla (1985), Universidad de Cádiz (1987), Universidad Nacional de Educación a Distancia (1993), Universidad Autónoma de Nuevo León (1994), Universidad Nacional Autónoma de México (1998), Universidad Complutense (2000), Universidad de Buenos Aires (2002), Universidad de Gudalajara (2004), así como el Premio Nacional de Ciencias y Artes por el gobierno de México (2002), el Reconocimiento “Alfonso X el Sabio” del gobierno español, y los nombramientos de Profesor emérito de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Investigador emérito por el CONACYT y de las Cátedras especiales de la Fundación de Investigaciones Marxistas de España y de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla.
Los Manuscritos económico-filosóficos de 1844
Ahora bien, la concepción filosófica de Sánchez Vázquez ha tenido como una de sus referencias fundamentales, la obra juvenil de Carlos Marx titulada los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y que es conocida hasta los inicios del siglo XX.
La importancia de los Manuscritos radica, en que constituyen los fundamentos ontológicos, epistemológicos y antropológicos de la nueva concepción desarrollada por su autor. Se trata también de un libro que, al ser conocido por primera vez, en 1932 (y en español, en 1962, gracias a la traducción de Wenceslao Roces) provoca una profunda revolución en el campo filosófico cuyo debate es analizado por Sánchez Vázquez en un capítulo de su obra Economía y filosofía en el joven Marx titulado: “La querella de los Manuscritos” y en donde expone, en forma crítica, una diversidad de posiciones como las corrientes humanistas de un Fromm o Schaff; anti-humanistas y cientificistas sostenidas por Althusser y su grupo; ontológicas del tipo del materialismo dialéctico; fenomenológicas como la desarrollaron autores como Tran Duc Thao o Karel Kosik6 o praxiológicas como la que sostiene el propio autor.
El estudio de esta obra, permite a Sánchez Vázquez, en primer lugar, liberarse de la ortodoxia soviética que dominaba el ambiente cultural, político e ideológico de los años cuarenta y cincuenta en el ámbito de la izquierda. En efecto, en ese periodo, la política oficial de la URSS, bajo el stalinismo y especialmente bajo las formulaciones de Zhdanov, consideraba que el realismo socialista era la única concepción adecuada para la nueva sociedad. Sánchez Vázquez demuestra que en Marx, la estética está vinculada a la praxis creadora y que el arte tiene características que van más allá de las condiciones históricas en que surge. Marx escribe también en su Introducción General de 1857, que el arte no puede dejar de reflejar las condiciones históricas en que se gesta y pone de ejemplo el arte griego pero también, por otro, que lo importante es saber en qué sentido vale de manera universal.
En la obra juvenil de Marx se elaboran las tres más agudas críticas de la modernidad capitalista: a) la tesis de que el hombre, a pesar de que potencialmente debería vivir en un mundo extraordinariamente rico, sin embargo, debido a las múltiples formas que ha adquirido la enajenación, vive cada vez más pobre; b) la necesidad de que se superen las múltiples enajenaciones que oprimen y agobian a los hombres y, finalmente c) el señalamiento de la necesidad imperiosa de superar esta condición.
La primera crítica no sólo se mantiene vigente sino que se ha profundizado en forma inaudita en el mundo contemporáneo. No creo necesario insistir en la monstruosa cosificación que ha sufrido la humanidad mediante el predominio del valor de cambio; la automatización producida por las nuevas tecnologías; la posible transformación de la naturaleza humana a partir del uso inadecuado de la clonación de seres humanos y la violencia extrema que desprecia la vida y la naturaleza.
La segunda crítica continúa también vigente debido a que mientras más agudos son los fenómenos de fetichismo; la inconsciencia; la manipulación de las conciencias mediante la política o la religión; la creencia de que “lo natural” es lo superficial y ficticio, más cobra vigencia ética, la necesidad de realizar otro tipo de ser humano. En el libro que comentamos, Sánchez Vázquez nos ofrece un análisis de “La concepción del hombre en el joven Marx” como un ser universal, libre y total.
Pero lo más complejo y difícil es el tercer aspecto ya que, hasta ahora, no se han podido superar las condiciones de enajenación del capitalismo.
El valor del socialismo
Con relación a este punto, considero que Sánchez Vázquez ha desarrollado una larga meditación sobre el intento más formidable que ha hecho la humanidad por superar al capitalismo: la lucha por realizar el ideal socialista.
Uno de sus primeros textos que le permitieron realizar una profundización sobre el concepto de “utopía” es Del Socialismo científico al socialismo utópico, cuya primera versión data de 1971, publicada en el libro titulado Crítica de la utopía en el que se recogieron las intervenciones de un célebre coloquio realizado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y en el que participaron también Edgar Morin, Lezek Kolakowsky y Lucio Colletti. En ese texto, en contradicción con la tesis anti-utópica sostenida por los clásicos, mantiene la importancia de la utopía.7
Posteriormente, en la medida en que se conocían más datos sobre el desarrollo del socialismo en Europa del Este y la URSS, no mediante la propaganda interesada del capitalismo sino a partir de los análisis de los propios marxistas, Sánchez Vázquez inicia un proceso de radicalización de su crítica a los regímenes del Este. Sobre esta crítica quisiera decir que mientras existió el bloque socialista se adoptaron dos posiciones: en el llamado “socialismo real” se condenó a toda reflexión crítica desde el marxismo, como un “revisionismo”. Esta posición dogmática impidió el desarrollo de la teoría y la necesaria autocrítica que hubiera podido evitar el derrumbe de los regímenes del Este (1989-1991) en la medida en que se hubieran tomado las medidas adecuadas. La segunda posición fue sostenida principalmente por los partidos comunistas pro-soviéticos de Occidente en el sentido de que “toda crítica al socialismo real” implicaba una colaboración con el enemigo. Desde luego que toda crítica sería aprovechada por el sistema capitalista pero tenía que hacerse. En Occidente, diversos intelectuales se atrevieron a realizar importantes estudios críticos sobre el socialismo, desde la izquierda como Bettelheim, Marcuse, Schaff, Bahro, Claudín, Mandel y otros. Después de estudiar estas posiciones, Sánchez Vázquez sostuvo, la siguiente tesis:
... el socialismo real no es realmente socialista; tampoco puede considerársele como una sociedad capitalista peculiar. Se trata de una formación social específica surgida en las condiciones históricas concretas en que se ha desarrollado el proceso de transición –no al comunismo, como había previsto Marx- sino al socialismo” [Sánchez Vázquez, 1983: 109].
Naturalmente esta tesis no fue aceptada por muchos y produjo un fuerte impacto en muchos más, sin embargo, en mi opinión, tuvo un valor desmitificador. Aún hoy queda todavía abierto el debate sobre las características socialistas de aquellas sociedades. El debate podría girar sobre la forma en que Marx había concebido el socialismo;8 sobre las condiciones históricas en que se gestó en la URSS; sobre el asedio del capitalismo; sobre la creación de un régimen burocrático que impidió el desarrollo de una democracia radical y sobre la lucha entre los bloques que dominó gran parte del siglo XX.
El análisis de lo que pensaban los clásicos sobre la sociedad alternativa al capitalismo y la evaluación de toda la experiencia socialista deberá llevar a construir, en un futuro, una nueva teoría de la justicia que tenga la función de guiar a la práctica.
Filosofía de la praxis.
En 1967, Sánchez Vázquez publicará otro libro fundamental como lo fue su tesis doctoral, Filosofía de la praxis. Posteriormente, este libro ha sido sujeto a diversas ampliaciones en sus ediciones posteriores.9
¿En qué radica el valor de este libro?
Como es sabido, durante el siglo XX se desarrolló un amplio e inclusive enconado debate sobre el significado de la filosofía en el pensamiento de Marx.
Las causas fueron de diverso tipo: por un lado, el hecho de que el propio Marx no dejara un texto amplio sobre la forma en que concebía a la filosofía después de haber efectuado su revolución en el campo de la historia.
Otra causa de la polémica provino del empleo de diferentes tradiciones filosóficas y científicas en el análisis de la obra de Marx y de nuevos campos temáticos, desde concepciones como el historicismo; el estructuralismo; la fenomenología; el hegelianismo; el humanismo y otras y que llevaron a conclusiones encontradas dentro del mismo paradigma.
Todo ello ha implicado que el debate no halla terminado. Ettiene Balibar, por ejemplo, en un libro relativamente reciente, hace una afirmación paradójica: “No hay ni habrá jamás filosofía marxista, en cambio, la importancia de Marx para la filosofía es más grande que nunca” aunque, a continuación profundice sobre el contenido filosófico del autor de El Capital [Balibar, 2000: 5].
Ahora bien, independientemente de las indudables aportaciones que han hecho todas las corrientes filosóficas que he mencionado, considero que Sánchez Vázquez, al colocar a la praxis en el centro de su reflexión filosófica, dio en el blanco; en el corazón mismo del planteamiento de Marx y de su revolución teórica.
Podemos discutir el tema de si todo el marxismo con sus aspectos económicos, históricos o políticos debería entenderse como una “filosofía” o tratar de entenderla solo como el fundamento ontológico, epistemológico, ético y estético de su concepción, sin embargo, no se puede dudar que la interpretación de Sánchez Vázquez cuando dice que “... con Marx, el problema de la praxis como actividad humana transformadora de la naturaleza y la sociedad pasa al primer plano. La filosofía se vuelve conciencia, fundamento teórico e instrumento de ella” [Balibar, 2000: 127]. es la que más responde al espíritu de su planteamiento.
Para Sánchez Vázquez:
La introducción de la praxis como categoría central no sólo significa reflexionar sobre un nuevo objeto –dice en un texto posterior llamado “La filosofía de la praxis” y publicado en la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía- sino fijar asimismo el lugar de la teoría en el proceso práctico de transformación de lo real. Pero, a su vez, determina la naturaleza y función de los distintos aspectos del marxismo como crítica, proyecto de emancipación, conocimiento y vinculación con la práctica [Quesada, 1997: 54].
Con esto, Sánchez Vázquez pone el acento en la categoría central del pensamiento de Marx y en esto radica una de sus diferencias con la filosofía anterior y posterior. En efecto, mientras Aristóteles habla del ser; Kant de la crítica de la razón; Hegel del espíritu absoluto; Wittegeinstein del lenguaje; Heidegger del dasein; Mounier de la persona, Marx considera que el centro es la praxis. Y la praxis es definida como una actividad transformadora.
A partir de este punto, va a esclarecer el concepto y a ampliar y profundizar problemas como: la relación entre teoría y praxis; las formas de praxis (creadora y reiterativa; espontánea y reflexiva); el tema fundamental para la práctica política de la relación entre la organización y la conciencia de clase que le lleva a un deslinde con las tesis de Lenin; la cuestión de la relación entre causalidad y teleología en la historia, que fue objeto de una polémica con Luis Villoro y un tema central para nuestro tiempo, el vínculo entre praxis y violencia.
En el caso de nuestro país, el libro Filosofía de la praxis abrió una nueva perspectiva para el desarrollo del marxismo en México y por extensión en Latinoamérica, frente a las versiones ontologizante; epistemológica y humanista. La ontologizante era representada por el dia-mat ; la epistemológica por Louis Althusser, Ettiene Balibar y Nikos Poulantzas, entre otros;10 la lógica dialéctica sostenida por Eli de Gortari y las concepciones humanistas de Erich Fromm.
Pero si la posición de Sánchez Vázquez es novedosa con respecto a las otras maneras de interpretar la filosofía dentro y fuera del marxismo, el análisis sobre la filosofía de la praxis permanece como una tarea que requiere nuevas reflexiones. Por ejemplo, en el propio marxismo, otro autor como Antonio Gramsci también habló de “filosofía de la praxis” pero, a diferencia de Sánchez Vázquez profundiza sobre las estructuras ideológicas y políticas que conforman tanto un bloque histórico como la forma en que ejerce la hegemonía, entre otros problemas. Aquí la filosofía de la praxis requiere una nueva síntesis.
La ética
Mucho se puede hablar de la reflexión ética en Sánchez Vázquez. Su primer texto sistemático data de 1968, fecha que ha quedado marcada en la historia como el año de los movimientos estudiantiles en el mundo y de la tragedia en México por la forma en que el gobierno decidió detener a un movimiento rebelde pero pacífico por las libertades democráticas en nuestro país. Nos referimos a la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Toda esta crisis que expresaban estos movimientos llevaron a Sánchez Vñazquez a escribir un libro de texto dedicado justamente a esa generación y en el que abordó una temática que no había sido analizada en forma adecuada en el marxismo. Problemas como el de la definición de la moral y la ética; sus relaciones con la filosofía y con la ciencia; la coacción externa y la responsabilidad moral; la dialéctica de la libertad y la necesidad o el tema de los valores, son abordados en este importante libro que ha servido de guía a numerosas generaciones.
El tema de la ética será estudiado por el autor, también en su interesante estudio sobre el Ché Guevara, a unas semanas de su asesinato y a partir de su obra “El hombre y el socialismo en Cuba”; será analizado en su texto “Once tesis sobre socialismo y democracia” así como su estudio sobre las relaciones entre ética y política o sobre las características de la izquierda. Podríamos hacer un análisis más amplio de ello pero baste esta mención para expresar la idea de que la ética es una problemática que ha sido objeto de preocupación del autor durante toda su vida.11
Vicisitudes del humanismo
La concepción humanista ha estado presente en toda su obra. Ya hemos considerado el análisis de la obra del joven Marx y en especial, dos ensayos sobre los conceptos de esencia humana y enajenación. Para Marx, como dice en las Tesis sobre Feuerbach, la esencia humana no es algo abstracto sino el “conjunto de las relaciones sociales”. En otros términos, el hombre es producto de su propia praxis así como del conjunto de condiciones sociales que se desarrollan en cada período histórico, sin embargo, el hombre “transforma también sus propias circunstancias”. En tema de la enajenación es también central ya que para que el ser humano (hombres y mujeres) pueda liberarse requiere eliminar las condiciones objetivas y subjetivas que las crea. La concepción de Marx implica un humanismo pleno, histórico y creador.
Sánchez Vázquez aborda también el tema del humanismo, al someter a crítica el pensamiento de Louis Althusser que, como se recordará, consideraba que Marx sostenía un “anti-humanismo teórico”. Esta tesis es incorrecta ya que en Marx está presente siempre el humanismo a pesar de que, aparentemente, desaparezca en el proceso de mercantilización del capitalismo. La apuesta de Marx es la realización plena del ser humano.
Sánchez Vázquez expresa, de igual manera, en forma muy fina, la diferencia entre el anti-humanismo y el humanismo de Marx es en el análisis sobre la “Carta sobre el humanismo” de Martín Heidegger [Sánchez Vázquez, 1997]. En este texto, Sánchez Vázquez no se referirá tanto al silencio de Heidegger frente a uno de los más monstruosos crímenes de la humanidad como lo fue “el holocausto”, hecho ya de por sí imperdonable, sino a la posición filosófica que asume Heidegger en su “Carta”, en la que no sólo critica a los humanismos anteriores (el moderno, el cristiano o el marxista) sino que adoptará una posición que implica la fundamentación de un humanismo idealista que acaba expulsando al hombre sufriente de carne y hueso para hundirse en las profundas aguas de la metafísica. En efecto, para Heidegger, el único ser que puede realizar la pregunta por el “Ser mismo” es el hombre. El Ser se descubre a través del dasein. “La esencia del dasein reside en su existencia” pero Heidegger habla de la Ek-sistenz, es decir, del hombre en su expectación. Es por ello que el hombre no es, como considera Sartre, el centro, lo que implicaría, en opinión de Heidegger seguir concibiendo al ser como ente. Según Heidegger, el hombre es “pastor del ser”. Esta posición lleva a Heidegger a sostener, en opinión de Sánchez Vázquez, un anti-humanismo ontológico. “De ahí que Heidegger concluya que todo humanismo es metafísico no sólo en cuanto presupone un ‘olvido del Ser’, sino al pretender determinar la humanidad del hombre al margen de su relación con el ser” [Sánchez Vázquez, 2003: 356]. Lo que termina por aislar del mundo de la vida, el autor de Ser y Tiempo, es al ser humano, en su enajenación y condiciones reales y efectivas.
Conclusión.
El presente trabajo ha querido ser, por un lado, una semblanza de la vida del filósofo hispano-mexicano; una exposición sobre su lucha permanente por ideales de justicia para la humanidad que identificará con una ética socialista así como una mirada sobre una reflexión profunda y creativa que se desplaza a través de géneros como la poesía, la crítica literaria, en el análisis político pero sobre todo, de la reflexión filosófica y que muestran una sostenida coherencia entre lo que se piensa y lo que se es, como alguna vez afirmó Fichte.
Bibliografía
Directa
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Notas
1 Publicado en un libro colectivo titulado Exilio. Prologado por Gabriel García Marquez.
2 Un amplio balance general puede encontrarse en el libro El exilio español en México.
3 Un estudio que se ha publicado al respecto es el de José Luis Abellán, El exilio filosófico en América. Los transterrados de 1939.
4 Sánchez Vázquez ha escrito varios textos autobiográficos. Entre ellos “Mi obra filosófica” de 1978 y “Vida y filosofía. Postsriptum político-filosófico” 1985.
5 Una obra que constituye una muestra de dichas expresiones es A tiempo y destiempo. Prólogo de Ramón Xirau.
6 Como se sabe, Sánchez Vázquez dio a conocer la obra de Kosik, Dialéctica de lo concreto en español.
7 Aún hoy, se mantiene en la izquierda una crítica a la utopía. Desde mi punto de vista, la utopía es censurable cuando es usada como ideología legitimadora de un estado de cosas y no cuando se mantiene su carácter original de crítica indirecta a lo existente. En esa dirección encontramos en otro autor marxista, el filósofo Ernst Bloch, una concepción muy importante y vigente de la utopía en su obra Principio Esperanza.
8 Adolfo Sánchez Vázquez estudia las características del socialismo propuestas por Marx: propiedad común de los medios de producción; substitución del estado capitalista por el estado obrero e inicio de su extinción; a cada cual según su necesidad y de cada quien según su capacidad; democracia directa y autogestión. Desde luego que se dirá que Marx nunca enfrentó los problemas de realización de una sociedad como ésta y se tendrá razón pero en su obra encontramos ciertos principios básicos que tenían que haber sido desarrollados en aquellas sociedades.
9 La primera edición fue publicada por Editorial Grijalbo. En 1980, la misma editorial publica una nueva edición a la que se agregan los capítulos “La concepción de la praxis en Lenin” y “Conciencia de clase, organización y praxis”. Finalmente, en 2003 se publica una nueva versión por Siglo XXI Editores y en la que se agregan los capítulos sobre la “esencia humana” y la “enajenación”; un epílogo titulado “Balance de la filosofía de la praxis” y un prólogo de Francisco José Martínez.
10 El althusserianismo en México adquirió una fuerte presencia a fines de la década de los sesenta y durante los setenta. Tuvo la virtud de renovar el panorama teórico con nuevos problemas y enfoques provenientes de la filosofía de la ciencia, sin embargo, muchas de sus tesis sobre la evolución del pensamiento de Marx suscitaron diversas polémicas por su carácter equívoco y rígidamente estructuralista. Frente a las posiciones de Althusser, Sánchez Vázquez escribió su riguroso libro, Ciencia y revolución, el marxismo de Althusser, que tuve el privilegio de presentar, como hice también con el voluminoso texto crítico de Enrique González Rojo, titulado Epistemología y socialismo, de 350 páginas, en defensa de Althusser.
11 Durante el año de 2003, Sánchez Vázquez impartió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, una serie de conferencias sobre ética y que seguramente conformarán un próximo libro.
Gabriel Vargas Lozano
Departamento de Filosofía de la
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
Actualizado, septiembre 2006