enero 28, 2015 - 00:00h
+Obama, The Economist, y los jalones de orejas
+ Sin líder, ¿a dónde va México?
Si alguno suponía –por interés propio o candidez natural-, que terminando 2014 se acabarían los conflictos de poder de Peña Nieto, se equivocó de manera rotunda. Enero fue un mes negro para el presidente mexicano. En México y en el mundo se habla de un mandatario disminuido, confundido, encubridor.
En unos cuantos días, el presidente de México fue exhibido en dos escenarios influyentes y poderosos que no pueden controlar desde Los Pinos con llamadas telefónicas, recomendaciones o dinero: La Casa Blanca y el semanario británico The Economist.
De Washington a Londres, hubo un común denominador: jalón de orejas a Peña Nieto.
Sí: es, el mexicano, un presidente regañado.
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Desde Los Pinos hubo un error de cálculo mayúsculo: pensar que a Barack Obama se le podría tratar como a Eruviel Ávila o a Manuel Velasco (#GoberCachetadas). Creen los toluquitos que todos son de su calaña. Y allí su gran yerro.
¿Por qué lo decimos?
Por una razón de fondo: esperaban Peña y su equipo que Obama les lanzara un salvavidas, les diera el clásico “espaldarazo” a la mexicana, que los enalteciera ante la crisis por Ayotzinapa, y que reconociera al gobierno mexicano como un ente preocupado, ocupado y eficaz, de cara a la desaparición de los 43 normalistas. Pero sucedió lo contrario.
Obama – si los toluquitos hubieran revisado su biografía habrían sabido que, tras titularse en Harvard, prefirió hacer trabajo comunitario en Chicago en lugar de aceptar las jugosas ofertas de trabajo que le ofrecían poderosos bufetes de abogados, lo cual lo pinta como un hombre valioso y con ética-, no sólo no respaldó el pasado seis de enero a Peña Nieto. Su reunión en Washington solamente se recordará por una frase demoledora del presidente estadounidense:
“En Estados Unidos hemos seguido con preocupación los eventos trágicos que atañen a los estudiantes. Nos entristece que se hayan perdido estas vidas”.
Y nada más.
Obama se declaró “triste” por lo de Ayotzinapa.
En el mundo, quien no supiera sobre la vergüenza negra de Iguala, con las palabras del presidente más poderoso del mundo acabaron por enterarse.
Peña Nieto tuvo que tragarse la tristeza con perfil de reproche por parte de Barack Obama.
Ni espaldarazo ni reconocimiento a Peña, como deseaban en Los Pinos.
Se equivocaron con Obama.
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Tras el episodio con Obama, llegó el regaño de The Economist.
En unos cuántos párrafos, el semanario británico – una de las biblias político-financieras que reposan en la cabecera de los influyentes del mundo: los Buffett, Bezos, Gates y compañía-, propinó una reprimenda de antología a Peña Nieto. Diga usted, lector de esta columna, si no fue así:
“El Presidente que no entiende que no entiende…”.
“Tanto el señor Peña como el señor Videgaray insisten en que no han hecho nada ilegal. No lo están entendiendo. En las democracias modernas, a cuyas filas México aspira ingresar, ese tipo de encubrimiento en el que parecen haber participado con Grupo Higa, es visto como un comportamiento inaceptable.
“Nadie ha asumido la responsabilidad ni renunció por las fallas de seguridad, el contrato del tren poco fiable o los conflictos de intereses”.
¡Tómala!
Para The Economist, en interpretación mundana, tenemos un Presidente ciego, necio e ineficaz.
No queda duda sobre ese artículo titulado “El pantano mexicano”: el presidente Peña Nieto no quiere entender que está hasta el cuello con los tráficos de influencias, conflictos de interés, encubrimientos y sospechas de corrupción.
Casi nada.
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Soy de los que creen que Peña Nieto no renunciará, a pesar del hundimiento de su gobierno.
Empero, si me preguntan cómo veo el final del sexenio, mi respuesta es: simplemente no lo veo. Es nebuloso. Amorfo. Confuso. Ni siquiera imagino cómo estarán Peña y el país entre 2017 y 2018.
En los close-up televisivos, veo el rostro de un Enrique Peña Nieto demacrado, enfermizo, con el cuello colgándole en pellejos, a pesar de que es un hombre joven (48 años de edad). Intenta mantener el vigor en su discurso – sin duda buen orador-, pero su imagen, anteriormente su gran activo, hoy lo retrata como un hombre derrotado.
El problema no es Peña Nieto en sí.
El punto es: ¿hacia dónde va México con un presidente disminuido, cuestionado, empequeñecido, ineficaz y nulificado? Todavía faltan cuatro años. Y no tenemos un líder en la presidencia.
Esa es la preocupación que nos asalta.
México y su futuro.
Twitter: @_martinmoreno