Enólogo por afición, sociólogo para la simulación, inútil por vocación, Leonardo Valdés Zurita abandona la presidencia del Instituto Federal Electoral llevándose el descrédito de esa instancia pública y el desprestigio personal que lo acompañará por el resto de sus días, equivalente (lo que se antojaba imposible) al de su antecesor, Luis Carlos Ugalde.
Vazurita, como lo rebautizó Julio Hernández López, colgándole un temprano mote que resultaría fiel reflejo de su calidad moral y humana, recibirá como última prebenda del sistema corrupto que ayudó a perpetuar, un cheque por 4.6 millones de pesos.
Una suma idéntica premiará a los consejeros “ciudadanos” Macarita Elizondo Gasparín, Francisco Guerrero Aguirre y Alfredo Figueroa Fernández, que se irán con él junto con 50 ujieres, lebreles y lacayos, entre los cuales serán repartidos otros siete millones de pesos.
Casi 30 millones costará al pueblo el pase a retiro de estas nulidades y su cohorte. El balance histórico de su gestión dirá que ellos, y los consejeros que seguirán en sus puestos, dinamitaron la vía electoral como única forma pacífica de cambiar el régimen de gobierno.
En otras palabras, consolidaron la vieja dictadura del fraude, que restauraron Vicente Fox y Felipe Calderón en 2006 mediante la desastrosa gestión de Luis Carlos Ugalde al frente del IFE que construyó y dejó con magnífica reputación nacional e internacional José Woldemberg, pero que hoy debe ser examinado con nuevos ojos.
Durante las largas décadas del autoritarismo granítico del PRI, el gobierno organizaba, calificaba y validaba las elecciones, siempre a favor de sus propios candidatos. En 1946, el presidente Ávila Camacho crea la Comisión Federal de Vigilancia Electoral integrada por el secretario de Gobernación, un senador del PRI, un diputado del PRI, dos representantes del PRI y dos representantes del PAN. Para que no digan que no había pluralismo.
Luis Echeverría, en 1973, la convierte en Comisión Federal Electoral, presidida por el titular de Gobernación y conformada por un representante del PRI, otro del PAN, otro del PARM y otro del PPS, partidos que eran tan paleros como hoy lo son el PRD, el Panal o el Verde Farmacéutico.
Tras el histórico fraude que le robó la Presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas el 6 de julio de 1988, Carlos Salinas de Gortari ordenó en 1990 que la comisión se transformara en instituto, presidido por el secretario de Gobernación y compuesto por seis “consejeros magistrados”, valga decir, ciudadanos ilustres sin filiación partidista, pero tan dóciles al PRI que en los comicios de 1991 ese partido se apoderó de la Cámara de Diputados para garantizar las reformas salinistas que progresivamente reducirían a polvo la Constitución de 1917.
La rebelión zapatista de enero de 1994 --los 12 días de combate en los Altos de Chiapas y la convulsión nacional que generaron--, obligó a Salinas a sustituir la figura de “consejeros magistrados” por “consejeros ciudadanos”. Sin embargo, el uso del terror psicológico insuflado a grandes capas de población a través de los medios electrónicos, a raíz del asesinato de Luis Donaldo Colosio, así como la colaboración del subcomandante Marcos y Diego Fernández de Cevallos a favor de Ernesto Zedillo, en detrimento de Cárdenas, permitieron que en las elecciones del 21 agosto de ese año triunfara el PRI gracias al voto del miedo.
Para cumplir el pacto secreto que Salinas de Gortari hizo con el PAN –darle la Presidencia a ese partido de 2000 a 2012, a cambio de que aceptara la falsa “victoria” del PRI en 1988--, Zedillo encomendó a José Woldemberg profundizar el carácter ciudadano del IFE, misión que fue cumplida con tal éxito, que el instituto fue llamado a asesorar la organización de elecciones en países como Timor Oriental, Irak y otros.
Claro está que gracias al apoyo del aparato del gobierno –Zedillo por ejemplo designó candidato del PRI a un antipático, torvo y lento de reflejos como Francisco Labastida (creador, por cierto, de la Policía Federal)--, el 2 de julio de 2000Vicente Fox se alzó con el triunfo sin despeinarse, mientras Cárdenas era vapuleado nueva y ferozmente por Marcos, al tenor de un arreglo entre los panistas y el vocero del EZLN, que durante el primer sexenio panistas concentró sus baterías sólo en Andrés Manuel López Obrador.
¿Fue, de veras, tan eficaz, transparente y democrático el IFE de Woldemberg? La verdad es que no hay manera de saberlo. Zedillo arregló las cosas de tal modo, que el árbitro de los comicios del año 2000 no tuvo necesidad de soplar el silbato, amonestar jugadores, sacar tarjetas amarillas. Fue, dentro de la cancha, un espectador más y prácticamente salió en hombros.
Para la sucesión presidencial de 2006, sin embargo, ese IFE cayó en manos del hampa. Tengo en mi poder una copia del acta matrimonial de Luis Carlos Ugalde y Lía Limón García, que se casaron en Tepoztlán el 6 de diciembre de 2003. El documento está firmado, entre otros testigos, por Jesús Federico Reyes Heroles González Garza, y a la boda asistieron como invitados del novio Felipe Calderón y Margarita Zavala.
Gracias a una recomendación de Elba Esther Gordillo, Ugalde quedó al frente del IFE. Como dueño de la casa encuestadora GEA-ISA, Reyes Heroles “pronosticó”, en 2006, que Calderón empataría a López Obrador en la intención de voto, poco antes de las elecciones del 6 de julio. Su profecía se cumplió con exactitud.
Ugalde, separado ya de Lía Limón hacía mucho, por incompatibilidad de preferencias sexuales y desordenado amor a los niños, consumó el fraude utilizando las reglas de juego legadas por Woldemberg. Reyes Heroles, cómo olvidarlo, fue elevado a la dirección general de Pemex.
Quemado como un Judas en Sábado de Gloria, Ugalde fue sustituido por Vazurita. Aún recuerdo al perredista sinaloense Juan N. Guerra --leal a Rosario Robles y a toda la banda de la ex presidenta del PRD que se alió a Salinas en 2006-- en una reunión cuando me dijo: “Leonardo Valdés Zurita es una garantía porque no lo va a manipular Andrés Manuel”. “¿Así como manipuló a Ugalde?”, le reviré. Desde entonces no nos hablamos.
Pero Juan N. Guerra llevaba razón. A Vazurita lo manipularon Felipe Calderón, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa, Luis Videgaray y demás miembros de la mafia tecnocrática. Antes de las elecciones presidenciales de 2012, rechazó sistemáticamente las quejas presentadas por el equipo de campaña de López Obrador ante los faraónicos gastos publicitarios de Peña Nieto y el PRI.
Quien agregará a su hoja de servicio el título de ex presidente del IFE a partir de la semana próxima, debe ser repudiado en cualquier espacio público donde se presente, ya sea un restaurante o una sala de conferencias. No olvidemos que es un vil cómplice de quienes destrozaron este país y nos mantienen en la ruina.
Sólo una intensa, extensa y profunda movilización social podrá desechar el modelo de Woldemberg para reabrir la vía electoral, clausurada por Fox, Calderón, Ugalde y Vazurita. Mientras ello no suceda, pensar en competir por la Presidencia, en las actuales condiciones, es una pérdida de tiempo. Hay que buscar alternativas y hay que construirlas ya.
Mañana se llenará el Zócalo para atestiguar la nueva ficha que utilizará Morena en este lento arranque de la partida de ajedrez por la defensa de Pemex y contra la privatización del petróleo. Y el martes, por fin, en el Senado, veremos de qué lado masca la iguana y se peina el león, cuando suba al pleno la Reforma Fiscal y se concrete o no la alianza de panistas anticalderónicos, perredistas antichuchos y legisladores independientes con AMLO.
Yo, entre tanto, por si ocupan, estaré en Twitter, en @Desfiladero132...