Carlos Salinas de Gortari consumando la usurpación |
JENARO VILLAMIL
2011-10-29 23:28:07 · POLÍTICA
Conocido por su proclividad a irrumpir en el escenario público para denostar a sus enemigos, esta vez Carlos Salinas escogió entre sus blancos al historiador Lorenzo Meyer, a quien califica en su libro ¿Qué hacer? La alternativa ciudadana, como “uno de los intelectuales vinculados al neopopulismo” en México. Entrevistado al respecto, Meyer asegura que, al igual que Antonio López de Santa Anna, el exmandatario no quiere admitir que su régimen fue un fracaso. “Lo que Salinas no sabe es que la obsesión por el poder termina en la locura”…
“Carlos Salinas de Gortari ha llevado al extremo el síndrome de Antonio López de Santa Anna”, el militar que ocupó la Presidencia de la República 11 veces a lo largo del siglo XIX, que perdió más de la mitad del territorio nacional ante Estados Unidos y que fue derrotado por la Revolución de Ayutla de 1857, afirma el historiador Lorenzo Meyer.
Lo singular en el caso de Santa Anna es que “a pesar de que fracasó de manera rotunda y escandalosa, no se quiso ir nunca de la política”, sostiene Meyer, doctor en relaciones internacionales e investigador y profesor en El Colegio de México.
Autor de una decena de libros sobre historia nacional, abunda: “Cuando la Revolución de Ayutla decididamente lo marginó, Santa Anna insistió. A veces andaba en el exilio, al igual que Salinas, pero volvió. Cuando le ofreció sus servicios al imperio de Maximiliano, éste lo echó a un lado. Finalmente Santa Anna se volvió loco”.
Meyer es señalado por Salinas de Gortari en su reciente libro ¿Qué hacer? La alternativa ciudadana como uno “de los intelectuales vinculados al neopopulismo” en México.
Entrevistado al respecto, Meyer evita hablar sobre los juicios que el exmandatario hace de su obra, en particular sobre un texto suyo publicado en marzo de 2006 en el cual “hace una defensa abierta del neopopulismo”. Prefiere analizar, dice al reportero, la insistencia de Salinas en defender su legado y en atacar a sus críticos.
“El de Salinas no es el debate de las ideas, es un debate por el poder. Si no, para qué está detrás o al lado de Peña Nieto”, advierte.
–¿Cuál es exactamente el síndrome de Santa Anna? ¿El deseo continuo de retornar al poder? –se le inquiere.
–No. El gobierno de Santa Anna termina en un fracaso; entonces él quiere defenderse ante la historia. No quiere pasar como un militar que perdió la guerra contra Estados Unidos ni el último presidente que tuvo que vender una parte del territorio, como fue La Mesilla.
El síndrome, precisa, “es una búsqueda de que la historia no lo juzgue así. Él quiere volver a ser útil a la patria hasta que termina en la locura”.
–¿Esto sucede con Salinas?
–Hay algo de eso. Salinas no perdió Texas ni la guerra contra Estados Unidos, pero el 6 de julio del 88 no se olvida. Él llega con una ilegitimidad evidente. Hasta la prensa extranjera, que siempre fue sostén del régimen, tuvo que admitirlo. Ahí están las crónicas de Alan Riding en The New York Times.
“Es el 88 y es el 94. Y el colofón de ese año trágico fue el llamado ‘error de diciembre’, que Salinas quiere atribuir a Zedillo, pero no hay nadie que pueda aceptar eso porque toda la razón de esa caída está en las decisiones económicas tomadas en el salinismo. Zedillo ni conocía bien Los Pinos en diciembre de 94, cuando se le viene abajo la economía.”
–¿Esa es la obsesión de Salinas, ocultar ante la historia la ilegitimidad de origen y el fracaso de 1994?
–Yo diría esto: qué nos importa si fue lo uno o lo otro… Lo que él piense me tiene sin cuidado. Eso debe tenerle sin cuidado a muchos mexicanos, a menos que seamos psiquiatras o psicólogos. Nos debe interesar a nosotros lo que pensamos de su sexenio, la imagen que tenemos de él. El fracaso que fue el final de su gobierno.
Premio Nacional de Periodismo en 1989 por sus columnas de análisis político, profesor en distintas universidades mexicanas y estadunidenses, comentarista en el programa de televisión Primer plano de Canal Once, colaborador de la mesa de análisis del noticiario radiofónico de Carmen Aristegui en MVS y del periódico Reforma, Meyer no niega su apoyo al movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador, tal como lo señala Salinas en su libro.
–¿Por qué esta obsesión de Carlos Salinas contra López Obrador y sus supuestos “intelectuales orgánicos”, como le llama a usted?
–Porque López Obrador es el único que le representa un reto de fondo. El PAN no lo es desde que lo hizo parte de su bloque de poder en su sexenio. El PAN es actor político que ha tenido acuerdos con Salinas. En el PRI hay un sector que es el de Salinas. En el PRD hay un sector acomodaticio.
“El único actor político importante al que Salinas no se le puede acercar y no tiene acuerdo con él, es López Obrador. Pero no es la persona en sí misma, sino el movimiento y los más de 4 millones de seguidores que tiene lo que lo hace importante a los ojos de Salinas.”
–¿Por qué apoya usted a López Obrador?
–Si hiciéramos una cola o una reunión de los críticos de López Obrador llenaríamos el estadio Azteca. Y yo no formo parte de ese grupo; hay que recordar lo que decía Aristóteles sobre “la justa medianía”. Creo que es necesario ponderar de un lado… Yo no pretendo ser objetivo ni presumirme como tal, a fin de cuentas, nadie lo puede ser en las circunstancias actuales.
Los expresidentes y su protagonismo
La entrevista con el autor de Su majestad británica contra la Revolución Mexicana se inicia con una pregunta de comparación histórica.
–¿Es novedoso que un expresidente como Salinas insista tanto en mantenerse vigente en el debate político o hay algún antecedente?
–Su antecedente más claro es Antonio López de Santa Anna. En ese México del siglo XIX que todavía no era nación, se convirtió en el hombre que simbolizaba el poder político –el poco que había– y en un proyecto de futuro. Fracasó de manera rotunda y escandalosa pero no se quiso ir nunca de la política.
“Finalmente se volvió loco… Su mujer le pagaba a algunas personas para que lo fueran a ver a su casa, le hicieran antesala y le pidieran su consejo político. Así que el caso Salinas enteramente novedoso no lo es.”
Meyer hace un apretado recorrido histórico sobre los otros antecedentes: “Juárez se murió en el poder. Porfirio Díaz se fue al exilio. Carranza y Madero fueron asesinados. Obregón sí maniobró. Ese es el otro. Estuvo ahí como poder tras el trono en una diarquía. Mientras Obregón vivió, Calles fue presidente, pero no enteramente. Ahí estaba al lado, era muy visible la sombra de Álvaro Obregón, hasta que se reelige y lo asesinan.
“El otro expresidente que qué lata dio fue Calles. Entra y sale del gobierno. Está en el Banco de México, en Ferrocarriles y sobre todo está en la designación de gobernadores y presidentes, hasta que lo sacan del país. Y cuando vuelve, regresa más o menos como Santa Anna, muy disminuido.
“Luego viene la revolución institucionalizada. Lázaro Cárdenas es el que pone el ejemplo. Es un presidente fuerte, el más fuerte hasta ese momento. Y, sin embargo, es el que va a dejar libre a su sucesor, aunque Ávila Camacho lo llama a su gabinete, lo hace ministro de Defensa. Llegado el final, antes de que termine el sexenio, Cárdenas se va.
“Está con muchísima discreción en la vida política mexicana. Hace unas declaraciones. No ataca. A pesar de que traicionan el ideario cardenista y lo destruyen, Cárdenas no dice nada.”
–¿No intentó con Miguel Alemán un debate como el que ahora emprende Salinas entre “neoliberales” y “neopopulistas”?
–No. Lo intentó de manera indirecta. Y muy buena. Uno de sus cercanos, Natalio Vázquez, publicó en El Nacional un artículo en contra de los contratos de riesgo que Pemex había firmado con empresas norteamericanas. Era un mensaje para que lo leyera Alemán. El grueso de los mexicanos no se dio cuenta. Cárdenas lo hizo muy sutilmente.
“Algo tiene que ver de manera muy indirecta Cárdenas en contra del intento de reelección de Miguel Alemán, pero no apoya directamente a Henríquez Guzmán. Probablemente algo hizo en el 68 para que Díaz Ordaz no fuera a hacer más barbaridades.”
–¿Por qué Cárdenas no defiende públicamente su ideario traicionado?
–Cárdenas se respeta a sí mismo. Se sabe legítimo. Respeta su legado. Y se comporta como tal, hasta el día que pierde su batalla en contra del cáncer.
“Alemán, en cierto sentido, es parecido a Cárdenas. Es la otra cara. Es el representante de la derecha oficial, de los grandes negocios, de la gran corrupción, pero bastante moderado fuera del poder presidencial. Él y Abelardo Rodríguez son los representantes del anticomunismo oficial, pero con voz muy baja.
“Ruiz Cortines se murió. López Mateos se murió. Díaz Ordaz es incapaz de reponerse de la barbaridad que hizo y no juega ningún papel posterior. Echeverría se recluye y nadie le pide que salga. López Portillo hace los desfiguros de su vida privada con Sasha Montenegro y finalmente muere sin nada.”
–López Portillo publicó Mis tiempos para defenderse también, ¿no?
–Él lo publica y deja que sean el lector y la historia quienes se encarguen de juzgarlo. Se mete en su vida privada. Deja su testimonio y su defensa porque termina en un desastre, pero no se mete en la política interna del PRI ni nada de eso.
–¿Luis Echeverría quiso maniobrar como si fuera Lázaro Cárdenas?
–Como Cárdenas, pero no lo era. Y se dio una caja de resonancia que fue el Centro de Estudios del Tercer Mundo. Era como Fox antes de Fox, pero se lo cerró Jesús Reyes Heroles. Él lo puso en su lugar. Cerrado y muerto el instituto, por andar haciendo un poquito al hombre que ya no tiene poder, pero que produce ideas.
“Echeverría no producía ideas, pero dirigía un equipo internacional que producía tesis en relación con el Tercer Mundo y se lo cierra Reyes Heroles. De ahí en adelante, la única defensa de sí mismo es cuando lo van a ver legisladores (por la matanza estudiantil del 68). Echeverría ya es una figura patética. Cuando dice ‘no coordino ni a mis nietos’ es que ya está fuera de circulación.”
–¿Y Ernesto Zedillo y Miguel de la Madrid Hurtado?
–Zedillo hace algo similar a Santa Anna: se va al exilio, a disfrutar de los puestos que le dan las empresas extranjeras. Eso sí es nuevo. Un expresidente que se convierte en empleado del capital externo. Zedillo se queda callado. No interviene en nada de lo interno porque a él se le derrumbó lo que quedaba del régimen de la posrevolución.
“De la Madrid, por su enfermedad, no interviene. Y cuando intenta decir algo, sus propios hijos lo callan y lo declaran loco.
“Sí tiene antecedentes Salinas, pero él lleva al extremo el síndrome de Santa Anna.”
Salinas y Meyer
No es la primera vez que Salinas insiste en encajonar a Meyer como “intelectual orgánico” del “neopopulismo”. Lo hizo en su libro anterior, Democracia republicana: ni Estado ni mercado, una alternativa ciudadana e insiste en la nueva edición simplificada ¿Qué hacer? La alternativa ciudadana, publicado recientemente.
“Los populismos empleados por Meyer como ejemplos para refutar las críticas al neopopulismo autoritario mexicano (ruso y estadunidense) no tienen nada que ver con el que se implantó en América Latina en años recientes y con el cual López Obrador ha dejado ver una gran afinidad”, sostiene Salinas en la página 161 de su libro.
El expresidente se vale del “destacado periodista Carlos Marín”, director de Mileno Diario, para afirmar que Meyer tiene una “cuestionable credibilidad y deshonestidad intelectual”. El 1 de diciembre de 2010 Marín anunció en el programa Tercer grado, de Televisa, que demandaría a Lorenzo Meyer por difamarlo. El pasado 28 de septiembre un juez de lo civil del DF falló a favor del profesor de El Colegio de México al considerar improcedente la demanda.
Salinas no menciona este episodio, pero cita en dos líneas a Carlos Marín para sustentar su ataque contra las posiciones de Meyer y definirlo como “afín” al “neopopulismo autoritario”.
–¿Tuvo usted alguna relación con Salinas durante su sexenio? –se le cuestiona a Meyer.
–Nos conocíamos desde antes, nos habíamos visto algunas veces. En su sexenio, el presidente de El Colegio de México, Mario Ojeda, me pidió que fuera el coordinador de una serie sobre historia contemporánea de México, siguiendo la tradición de las anteriores series de Daniel Cosío Villegas, que incluyera el salinismo.
“Fui a Los Pinos a plantearle el proyecto a Salinas y a Ernesto Zedillo, su secretario de Educación Pública. Yo expuse el proyecto. No pedí nada. Fui como parte de una institución. Se suponía que El Colegio de México iba a conseguir los recursos. Y nada pasó.
“Nos hicieron esperar en Los Pinos. Nos atacaron los mosquitos hasta que nos llegó el aviso del Estado Mayor de que pasáramos. Nos recibió Salinas, le presenté el proyecto, le hice la broma de que yo tenía más doctorados en mi equipo que en su gabinete. ‘¿Cambiamos?’ –bromeé.
“Total, que como tantas cosas no se hizo absolutamente nada. El Colegio de México no puso mucho énfasis. La serie incluiría el sexenio de Salinas. Y él sabía de qué pie cojeaba. Prosalinista no era, ni de broma. Creo que desde el principio lo rechazó, pero como juega el poder, hizo como que le interesaba.
–¿Ese fue el único encuentro?
–Ese fue el más sustantivo. El primero fue cuando presentó su tesis recién doctorado en El Colegio de México. Manuel Camacho me pidió si podía hacer un seminario para que Salinas lo presentara. Yo fui director del Centro de Estudios Internacionales durante tres años y entre las penosas obligaciones está la de hacer presentaciones y seminarios.
“No fue mucha gente a ese seminario de Salinas. Camacho tenía que estar ahí y hubo cuatro personas más. Estuvo bien la presentación. Después me di cuenta de que esa tesis era el Pronasol en ciernes.
“Salinas es una persona inteligente, de eso no hay duda”, rememora Meyer. Y remata: “Tiene una obsesión por el lugar que quiere ocupar en la historia”.
–Este protagonismo de Salinas, ¿es un problema del vacío de poder actual en la institución presidencial?
–Es un problema de la etapa que vivimos. Si hubiera madurado la democracia, si la transición democrática se hubiera afianzado, los expresidentes serían algo secundario, como en cualquier país.
“Pero en 2003, con Vicente Fox, se echó a perder todo. Ahora no sabemos a dónde vamos ni qué va a suceder.”
–¿A mayor debilidad del presidente, mayor fortaleza de los expresidentes y otros poderes?
–A mayor debilidad institucional del presidente en turno, mayor fortaleza de los poderes fácticos. Salinas está en la banda de los poderes fácticos, como Televisa, TV Azteca, Telmex, Cemex, los bancos, Bimbo, el narcotráfico…
2011-10-29 23:28:07 · POLÍTICA
Conocido por su proclividad a irrumpir en el escenario público para denostar a sus enemigos, esta vez Carlos Salinas escogió entre sus blancos al historiador Lorenzo Meyer, a quien califica en su libro ¿Qué hacer? La alternativa ciudadana, como “uno de los intelectuales vinculados al neopopulismo” en México. Entrevistado al respecto, Meyer asegura que, al igual que Antonio López de Santa Anna, el exmandatario no quiere admitir que su régimen fue un fracaso. “Lo que Salinas no sabe es que la obsesión por el poder termina en la locura”…
“Carlos Salinas de Gortari ha llevado al extremo el síndrome de Antonio López de Santa Anna”, el militar que ocupó la Presidencia de la República 11 veces a lo largo del siglo XIX, que perdió más de la mitad del territorio nacional ante Estados Unidos y que fue derrotado por la Revolución de Ayutla de 1857, afirma el historiador Lorenzo Meyer.
Lo singular en el caso de Santa Anna es que “a pesar de que fracasó de manera rotunda y escandalosa, no se quiso ir nunca de la política”, sostiene Meyer, doctor en relaciones internacionales e investigador y profesor en El Colegio de México.
Autor de una decena de libros sobre historia nacional, abunda: “Cuando la Revolución de Ayutla decididamente lo marginó, Santa Anna insistió. A veces andaba en el exilio, al igual que Salinas, pero volvió. Cuando le ofreció sus servicios al imperio de Maximiliano, éste lo echó a un lado. Finalmente Santa Anna se volvió loco”.
Meyer es señalado por Salinas de Gortari en su reciente libro ¿Qué hacer? La alternativa ciudadana como uno “de los intelectuales vinculados al neopopulismo” en México.
Entrevistado al respecto, Meyer evita hablar sobre los juicios que el exmandatario hace de su obra, en particular sobre un texto suyo publicado en marzo de 2006 en el cual “hace una defensa abierta del neopopulismo”. Prefiere analizar, dice al reportero, la insistencia de Salinas en defender su legado y en atacar a sus críticos.
“El de Salinas no es el debate de las ideas, es un debate por el poder. Si no, para qué está detrás o al lado de Peña Nieto”, advierte.
–¿Cuál es exactamente el síndrome de Santa Anna? ¿El deseo continuo de retornar al poder? –se le inquiere.
–No. El gobierno de Santa Anna termina en un fracaso; entonces él quiere defenderse ante la historia. No quiere pasar como un militar que perdió la guerra contra Estados Unidos ni el último presidente que tuvo que vender una parte del territorio, como fue La Mesilla.
El síndrome, precisa, “es una búsqueda de que la historia no lo juzgue así. Él quiere volver a ser útil a la patria hasta que termina en la locura”.
–¿Esto sucede con Salinas?
–Hay algo de eso. Salinas no perdió Texas ni la guerra contra Estados Unidos, pero el 6 de julio del 88 no se olvida. Él llega con una ilegitimidad evidente. Hasta la prensa extranjera, que siempre fue sostén del régimen, tuvo que admitirlo. Ahí están las crónicas de Alan Riding en The New York Times.
“Es el 88 y es el 94. Y el colofón de ese año trágico fue el llamado ‘error de diciembre’, que Salinas quiere atribuir a Zedillo, pero no hay nadie que pueda aceptar eso porque toda la razón de esa caída está en las decisiones económicas tomadas en el salinismo. Zedillo ni conocía bien Los Pinos en diciembre de 94, cuando se le viene abajo la economía.”
–¿Esa es la obsesión de Salinas, ocultar ante la historia la ilegitimidad de origen y el fracaso de 1994?
–Yo diría esto: qué nos importa si fue lo uno o lo otro… Lo que él piense me tiene sin cuidado. Eso debe tenerle sin cuidado a muchos mexicanos, a menos que seamos psiquiatras o psicólogos. Nos debe interesar a nosotros lo que pensamos de su sexenio, la imagen que tenemos de él. El fracaso que fue el final de su gobierno.
Premio Nacional de Periodismo en 1989 por sus columnas de análisis político, profesor en distintas universidades mexicanas y estadunidenses, comentarista en el programa de televisión Primer plano de Canal Once, colaborador de la mesa de análisis del noticiario radiofónico de Carmen Aristegui en MVS y del periódico Reforma, Meyer no niega su apoyo al movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador, tal como lo señala Salinas en su libro.
–¿Por qué esta obsesión de Carlos Salinas contra López Obrador y sus supuestos “intelectuales orgánicos”, como le llama a usted?
–Porque López Obrador es el único que le representa un reto de fondo. El PAN no lo es desde que lo hizo parte de su bloque de poder en su sexenio. El PAN es actor político que ha tenido acuerdos con Salinas. En el PRI hay un sector que es el de Salinas. En el PRD hay un sector acomodaticio.
“El único actor político importante al que Salinas no se le puede acercar y no tiene acuerdo con él, es López Obrador. Pero no es la persona en sí misma, sino el movimiento y los más de 4 millones de seguidores que tiene lo que lo hace importante a los ojos de Salinas.”
–¿Por qué apoya usted a López Obrador?
–Si hiciéramos una cola o una reunión de los críticos de López Obrador llenaríamos el estadio Azteca. Y yo no formo parte de ese grupo; hay que recordar lo que decía Aristóteles sobre “la justa medianía”. Creo que es necesario ponderar de un lado… Yo no pretendo ser objetivo ni presumirme como tal, a fin de cuentas, nadie lo puede ser en las circunstancias actuales.
Los expresidentes y su protagonismo
La entrevista con el autor de Su majestad británica contra la Revolución Mexicana se inicia con una pregunta de comparación histórica.
–¿Es novedoso que un expresidente como Salinas insista tanto en mantenerse vigente en el debate político o hay algún antecedente?
–Su antecedente más claro es Antonio López de Santa Anna. En ese México del siglo XIX que todavía no era nación, se convirtió en el hombre que simbolizaba el poder político –el poco que había– y en un proyecto de futuro. Fracasó de manera rotunda y escandalosa pero no se quiso ir nunca de la política.
“Finalmente se volvió loco… Su mujer le pagaba a algunas personas para que lo fueran a ver a su casa, le hicieran antesala y le pidieran su consejo político. Así que el caso Salinas enteramente novedoso no lo es.”
Meyer hace un apretado recorrido histórico sobre los otros antecedentes: “Juárez se murió en el poder. Porfirio Díaz se fue al exilio. Carranza y Madero fueron asesinados. Obregón sí maniobró. Ese es el otro. Estuvo ahí como poder tras el trono en una diarquía. Mientras Obregón vivió, Calles fue presidente, pero no enteramente. Ahí estaba al lado, era muy visible la sombra de Álvaro Obregón, hasta que se reelige y lo asesinan.
“El otro expresidente que qué lata dio fue Calles. Entra y sale del gobierno. Está en el Banco de México, en Ferrocarriles y sobre todo está en la designación de gobernadores y presidentes, hasta que lo sacan del país. Y cuando vuelve, regresa más o menos como Santa Anna, muy disminuido.
“Luego viene la revolución institucionalizada. Lázaro Cárdenas es el que pone el ejemplo. Es un presidente fuerte, el más fuerte hasta ese momento. Y, sin embargo, es el que va a dejar libre a su sucesor, aunque Ávila Camacho lo llama a su gabinete, lo hace ministro de Defensa. Llegado el final, antes de que termine el sexenio, Cárdenas se va.
“Está con muchísima discreción en la vida política mexicana. Hace unas declaraciones. No ataca. A pesar de que traicionan el ideario cardenista y lo destruyen, Cárdenas no dice nada.”
–¿No intentó con Miguel Alemán un debate como el que ahora emprende Salinas entre “neoliberales” y “neopopulistas”?
–No. Lo intentó de manera indirecta. Y muy buena. Uno de sus cercanos, Natalio Vázquez, publicó en El Nacional un artículo en contra de los contratos de riesgo que Pemex había firmado con empresas norteamericanas. Era un mensaje para que lo leyera Alemán. El grueso de los mexicanos no se dio cuenta. Cárdenas lo hizo muy sutilmente.
“Algo tiene que ver de manera muy indirecta Cárdenas en contra del intento de reelección de Miguel Alemán, pero no apoya directamente a Henríquez Guzmán. Probablemente algo hizo en el 68 para que Díaz Ordaz no fuera a hacer más barbaridades.”
–¿Por qué Cárdenas no defiende públicamente su ideario traicionado?
–Cárdenas se respeta a sí mismo. Se sabe legítimo. Respeta su legado. Y se comporta como tal, hasta el día que pierde su batalla en contra del cáncer.
“Alemán, en cierto sentido, es parecido a Cárdenas. Es la otra cara. Es el representante de la derecha oficial, de los grandes negocios, de la gran corrupción, pero bastante moderado fuera del poder presidencial. Él y Abelardo Rodríguez son los representantes del anticomunismo oficial, pero con voz muy baja.
“Ruiz Cortines se murió. López Mateos se murió. Díaz Ordaz es incapaz de reponerse de la barbaridad que hizo y no juega ningún papel posterior. Echeverría se recluye y nadie le pide que salga. López Portillo hace los desfiguros de su vida privada con Sasha Montenegro y finalmente muere sin nada.”
–López Portillo publicó Mis tiempos para defenderse también, ¿no?
–Él lo publica y deja que sean el lector y la historia quienes se encarguen de juzgarlo. Se mete en su vida privada. Deja su testimonio y su defensa porque termina en un desastre, pero no se mete en la política interna del PRI ni nada de eso.
–¿Luis Echeverría quiso maniobrar como si fuera Lázaro Cárdenas?
–Como Cárdenas, pero no lo era. Y se dio una caja de resonancia que fue el Centro de Estudios del Tercer Mundo. Era como Fox antes de Fox, pero se lo cerró Jesús Reyes Heroles. Él lo puso en su lugar. Cerrado y muerto el instituto, por andar haciendo un poquito al hombre que ya no tiene poder, pero que produce ideas.
“Echeverría no producía ideas, pero dirigía un equipo internacional que producía tesis en relación con el Tercer Mundo y se lo cierra Reyes Heroles. De ahí en adelante, la única defensa de sí mismo es cuando lo van a ver legisladores (por la matanza estudiantil del 68). Echeverría ya es una figura patética. Cuando dice ‘no coordino ni a mis nietos’ es que ya está fuera de circulación.”
–¿Y Ernesto Zedillo y Miguel de la Madrid Hurtado?
–Zedillo hace algo similar a Santa Anna: se va al exilio, a disfrutar de los puestos que le dan las empresas extranjeras. Eso sí es nuevo. Un expresidente que se convierte en empleado del capital externo. Zedillo se queda callado. No interviene en nada de lo interno porque a él se le derrumbó lo que quedaba del régimen de la posrevolución.
“De la Madrid, por su enfermedad, no interviene. Y cuando intenta decir algo, sus propios hijos lo callan y lo declaran loco.
“Sí tiene antecedentes Salinas, pero él lleva al extremo el síndrome de Santa Anna.”
Salinas y Meyer
No es la primera vez que Salinas insiste en encajonar a Meyer como “intelectual orgánico” del “neopopulismo”. Lo hizo en su libro anterior, Democracia republicana: ni Estado ni mercado, una alternativa ciudadana e insiste en la nueva edición simplificada ¿Qué hacer? La alternativa ciudadana, publicado recientemente.
“Los populismos empleados por Meyer como ejemplos para refutar las críticas al neopopulismo autoritario mexicano (ruso y estadunidense) no tienen nada que ver con el que se implantó en América Latina en años recientes y con el cual López Obrador ha dejado ver una gran afinidad”, sostiene Salinas en la página 161 de su libro.
El expresidente se vale del “destacado periodista Carlos Marín”, director de Mileno Diario, para afirmar que Meyer tiene una “cuestionable credibilidad y deshonestidad intelectual”. El 1 de diciembre de 2010 Marín anunció en el programa Tercer grado, de Televisa, que demandaría a Lorenzo Meyer por difamarlo. El pasado 28 de septiembre un juez de lo civil del DF falló a favor del profesor de El Colegio de México al considerar improcedente la demanda.
Salinas no menciona este episodio, pero cita en dos líneas a Carlos Marín para sustentar su ataque contra las posiciones de Meyer y definirlo como “afín” al “neopopulismo autoritario”.
–¿Tuvo usted alguna relación con Salinas durante su sexenio? –se le cuestiona a Meyer.
–Nos conocíamos desde antes, nos habíamos visto algunas veces. En su sexenio, el presidente de El Colegio de México, Mario Ojeda, me pidió que fuera el coordinador de una serie sobre historia contemporánea de México, siguiendo la tradición de las anteriores series de Daniel Cosío Villegas, que incluyera el salinismo.
“Fui a Los Pinos a plantearle el proyecto a Salinas y a Ernesto Zedillo, su secretario de Educación Pública. Yo expuse el proyecto. No pedí nada. Fui como parte de una institución. Se suponía que El Colegio de México iba a conseguir los recursos. Y nada pasó.
“Nos hicieron esperar en Los Pinos. Nos atacaron los mosquitos hasta que nos llegó el aviso del Estado Mayor de que pasáramos. Nos recibió Salinas, le presenté el proyecto, le hice la broma de que yo tenía más doctorados en mi equipo que en su gabinete. ‘¿Cambiamos?’ –bromeé.
“Total, que como tantas cosas no se hizo absolutamente nada. El Colegio de México no puso mucho énfasis. La serie incluiría el sexenio de Salinas. Y él sabía de qué pie cojeaba. Prosalinista no era, ni de broma. Creo que desde el principio lo rechazó, pero como juega el poder, hizo como que le interesaba.
–¿Ese fue el único encuentro?
–Ese fue el más sustantivo. El primero fue cuando presentó su tesis recién doctorado en El Colegio de México. Manuel Camacho me pidió si podía hacer un seminario para que Salinas lo presentara. Yo fui director del Centro de Estudios Internacionales durante tres años y entre las penosas obligaciones está la de hacer presentaciones y seminarios.
“No fue mucha gente a ese seminario de Salinas. Camacho tenía que estar ahí y hubo cuatro personas más. Estuvo bien la presentación. Después me di cuenta de que esa tesis era el Pronasol en ciernes.
“Salinas es una persona inteligente, de eso no hay duda”, rememora Meyer. Y remata: “Tiene una obsesión por el lugar que quiere ocupar en la historia”.
–Este protagonismo de Salinas, ¿es un problema del vacío de poder actual en la institución presidencial?
–Es un problema de la etapa que vivimos. Si hubiera madurado la democracia, si la transición democrática se hubiera afianzado, los expresidentes serían algo secundario, como en cualquier país.
“Pero en 2003, con Vicente Fox, se echó a perder todo. Ahora no sabemos a dónde vamos ni qué va a suceder.”
–¿A mayor debilidad del presidente, mayor fortaleza de los expresidentes y otros poderes?
–A mayor debilidad institucional del presidente en turno, mayor fortaleza de los poderes fácticos. Salinas está en la banda de los poderes fácticos, como Televisa, TV Azteca, Telmex, Cemex, los bancos, Bimbo, el narcotráfico…