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asta ahora, la visita del papa Francisco se ha desarrollado en dos planos, que no son complementarios, sino contradictorios. Viene como jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano (donde funge como monarca), pero en realidad ha actuado principalmente como pastor en gira de proselitismo social y de afianzamiento de su estructura local de gobierno transnacional. Ha
regañadoa la clase política y al alto clero (como si a éstos les preocupara mucho escuchar palabras), pero no ha tocado un tema definitorio en México, que es la desaparición de 43 jóvenes y tampoco se ha referido en esta primera parte (con relevancia oficialista) de su viaje, a un punto que enteramente le corresponde abordar, el de la pederastia clerical, en sí misma y, en particular, como un crimen ocultado y protegido por la jerarquía episcopal y el propio Vaticano.
Francisco ha pronunciado (hasta ahora, pues cierto es que aún falta por ver si con sentido táctico ha dejado lo más fuerte de sus palabras y gestos para el final de la visita) discursos en consonancia con su talante crítico, removedor e incómodo para las élites, pero lo ha hecho justamente en una convivencia excesiva con los personajes de la política, el dinero y la Iglesia que representan a los ojos populares la construcción y conservación del modelo político y económico que hoy tiene a México en una crisis generalizada. Esas cúpulas entre las cuales Francisco se ha mantenido cada uno de los días que lleva en México, aplauden y se emocionan con las palabras del argentino, que en realidad deberían avergonzarlos y moverles a un intento de cambio verdadero (el autor de estas columnas aún cree en los Reyes Magos).
Identificados con su crítico, oídos sordos a palabras en Palacio Nacional, buscadores de fotografías que les muestren ante sus gobernados como piadosos creyentes, besadores de la mano del pontífice (Manuel Velasco y Claudia Pavlovich, gobernadores de Chiapas y Sonora, respectivamente, y el de Nayarit, Roberto Sandoval, cayendo en trance de oración), los principales responsables de la situación del país se sintieron alentados incluso a corear una solicitud de
bendición, bendición(sin que Francisco la otorgara) en la sede del Poder Ejecutivo mexicano por primera vez pisada por un papa, en un grave retroceso generalizado respecto a la laicidad que en nuestro país no es una antigualla sin sentido, sino una mínima protección del poder público ante el poder religioso cuyas cúpulas han estado históricamente del lado opuesto a los intereses populares y nacionales.
Un primer saldo de esta gira católica es altamente favorable para Enrique Peña Nieto, su esposa, su gabinete y, en general, para lo que suele ser llamado
el sistema. De viernes a domingo, el atlacomulquense y su cónyuge han estado junto al Papa en diversos actos. Incluso asistió a misa en la Basílica de Guadalupe el ex gobernador del estado de México e hizo que fuera en Ecatepec el primer acto masivo (pues el del Zócalo fue tan rigurosamente
controladoque estuvo semivacío, en un tema de
descoordinaciónque no ayudó a Miguel Ángel Mancera en su puntaje rumbo a 2018). La misa en Ecatepec cayó de perlas al aparato gubernamental mexiquense especializado en
movilizacionesno sólo por motivos electorales, y alienta las expectativas de Eruviel Ávila como precandidato presidencial paisano, es decir, PPP.
Angélica Rivera de Peña tuvo su momento estelar en la tarde de domingo en que el visitante argentino acudió a un hospital para niños, en el contexto del disco de temas alusivos al viaje que coordinó Rivera, con la participación de conocidos músicos y cantantes de Televisa. Un detalle muy positivo del asomo al mencionado hospital es que la esposa Rivera pudiera asumir a plenitud las funciones de trabajo asistencial en el DIF nacional, de las que en general se le ha visto ausente o poco entusiasmada.
Así como el golpe a la laicidad del Estado mexicano será negativamente trascendente, es inexplicable que las finanzas públicas se hayan volcado en favor de una gira que de manera principal y clara ha servido para la promoción de una de las religiones que se practican en México, así sea la mayoritaria (a la baja). El gobierno federal y los estatales (entre éstos, de manera notable el de la Ciudad de México) están gastando millones de pesos sin una justificación que no sea la de quedar bien con el que discursivamente les reprende. La fuerza del catolicismo mexicano debió haber sufragado las actividades privadas de su jefe máximo, sin cargarlas a las debilitadas finanzas de la nación. Pero se ha vivido una cargada presupuestal de Los Pinos y gobernadores estatales para remozar, dar viabilidad, vigilar y
apoyartodo lo relacionado con estos actos de culto religioso.
En ese contexto de uso de recursos públicos para intereses privados, y de un entreveramiento sistemático con los personajes de la élite política mexicana, es que resultan solamente oratorias las exhortaciones de Francisco a los obispos reunidos en la Catedral Metropolitana (a cargo del políticamente desahuciado Norberto Rivera) para no dejarse corromper por los
faraonesdel narcotráfico. Esos
faraonesno son solamente los capos explícitos, caricaturizados con apariencia rústica, sino también una parte de los políticos de traje y corbata que brillan en este sistema de injusticia y corrupción. Es decir, también son
faraonesrepudiables muchos de quienes auspiciaron y financiaron la visita discursivamente noble.
Ayer mismo, en Ecatepec, luego de hablar de tres tentaciones, Francisco exhortó a meterse en la cabeza que
con el demonio no se puede dialogar, porque nos va a ganar siempre. En ese juego de dobles planos que ha caracterizado su visita, habrá de contrastarse el contenido de sus palabras ante multitudes llenas de esperanza y el diálogo político, que en realidad, ha venido sosteniendo con parte de los causantes del infierno mexicano, los demonios que al final de la gira tal vez proclamen la bienaventuranza de los faraones. ¡Hasta mañana!
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