La misma estrategia para 2012
Miguel Ángel Velázquez
Después de la campaña mediática para tratar de sustentar y hacer creíble, en términos de limpieza, la elección en el estado de México, en la que ya se dio por triunfador al PRI antes de que los comicios se realicen el próximo domingo, parecería inútil ir a las urnas. “El aparato –tendrían que decir los encabezados– aplastó.”
De eso se trata, de ahuyentar al elector que pretende cambios en serio, mediante una derrota adelantada, por una parte, y por otra de convencer a quienes no fueron alcanzados por el tsunami financiero, que dobló voluntades, de que es mejor estar del lado de quienes obtienen el poder.
Por eso sería un error decir que Eruviel Ávila, el candidato del PRI, o Enrique Peña Nieto ganaron la elección. Lo más certero sería advertir que Peña Nieto le compró el gobierno de la entidad a quien él y su grupo quieren que sea su sucesor, lo que supone obediencia y sumisión de quien recibió el favor.
Si triunfa esta nueva estrategia, la de hacer ganador a un candidato antes de que se dé la votación, estaremos frente a un nuevo argumento del fraude, que se blinda para hacer menos posible el arribo a una elección limpia. Se pueden negar muchas cosas en cuanto a la campaña del PRI, pero no es posible cerrar los ojos a las carretadas de dinero de que ha dispuesto ese partido en la carrera para la sucesión de Peña Nieto.
El costo de esta carrera electoral podría ser una de las más caras. La propaganda en carteles, en obsequios, en mediciones que prefiguran el triunfo, además de las voces que repiten una y otra vez que Eruviel ya ganó, son costos que se suman al peso del aparato que busca pasar por sobre todo para llegar al poder.
Por ello, lo más cierto de todo lo que se ha dicho acerca de la elección en el estado de México es que allí está parte, o toda la estrategia, que seguirá el PRI para la elección presidencial que se tiene enfrente. Todo lo que está pasando en la entidad más poblada del país será –abonan quienes han mirado de cerca el proceso– el mecanismo a utilizar en 2012.
El análisis, paso a paso, de lo que ha sucedido en aquella entidad está en las manos tanto de Marcelo Ebrard como de Andrés Manuel López Obrador, y servirá, desde luego, para tomar todas las previsiones posibles ante los mecanismos del fraude que se pretenden imponer.
Sobre todo se mira muy de cerca lo que se trataría de hacer en el Distrito Federal, donde se quiere colocar al PRI como un competidor de fuerza, aún sin un candidato o candidata más o menos definido, y sin que se tenga, además, una estructura partidista que responda a una elección como la que se efectuará en la capital del país.
Por lo pronto, y sin confiar en las autoridades electorales federales, que ya han dado muestra de que permitirán que el aparato siga adelante, se busca defender el proceso electoral con medidas contrarias a lo que se ha visto en el estado de México, porque en la lucha entre el lodo seguramente ganarían los más sucios. Ni modo.
De pasadita
Y ya que de elecciones hablamos, en el PRD del DF ya se tendría que iniciar el proceso de cambio. El perversor Bejarano ya decidió, así lo dijo en la penúltima misa que celebró con sus militantes, que Manuel Oropeza, actual presidente del organismo en la ciudad, debe continuar al frente, pero no hay acuerdo entre las tribus, es más, seguramente habrá oposición fuerte.
Hasta donde se nos ha dicho hay grupos interesados en dar su apoyo a Jesús Valencia, que hoy día es el segundo en la jerarquía perredista de la ciudad. Esa posible candidatura puede dar al traste con las intenciones del perversor, que busca adueñarse del DF y, para darnos una idea de sus alcances, ha dicho que quien se encargará de aterrizar sus ambiciones es nada más ni nada menos que Agustín Torres, el fracasado delegado de Cuauhtémoc. ¡Qué barbaridad!
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