ALTO A LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES. Integrantes de grupos feministas marcharon de la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México al Hemiciclo a Juárez en protesta por el aumento de feminicidios y desapariciones de mujeres en todo el paísFoto Cristina Rodríguez
H
a sido exagerada, fuera de contexto y desmemoriada la cargada de personajes mexicanos (e
hispanoso
latinos, en general) en apoyo a Hillary Clinton para que presida Estados Unidos. La explicable repelencia a las posturas del republicano Donald Trump, explícitamente adverso a nuestro país, se ha convertido en una suerte de legitimación torpe y oportunista del perfil de la demócrata Clinton, cuyo historial y posturas solamente son menos estridentes que las del verboso multimillonario nacido en junio de 1946 en Queens, Nueva York.
De los besos y cánticos del emblemático charro Vicente Fernández, a la exhortación hecha por el cantante del grupo Maná (Fher Olvera) a votar por el partido
que no es racista(ha de entenderse que se refiere al Demócrata), el abanico de apoyos a Clinton ha ido hilando una historia sonrosada de la política nacida en Chicago en octubre de 1947. No es desorbitado señalar que la esposa de Bill Clinton es, hoy, la
candidatade las élites mexicanas, incluyendo al gobierno peñista que ha buscado de manera desesperada desmarcarse del error del último día de agosto (cuando Trump fue recibido en Los Pinos) y que ahora ha promovido cuanta forma de
apoyoa Hillary Diane Rodham le ha sido posible.
La campaña de beatificación política de la candidata Clinton, tan circunstancial como injustificada, no ha recibido a cambio ninguna promesa de milagro por realizar, salvo el posible efecto visual de que el nicho de la Casa Blanca sea ocupado por alguien distinto al satanizado Trump. Pareciera una estrategia de extrema inteligencia ajedrecística, en la que se infló a las amenazantes piezas negras varoniles para que las femeninas, igualmente negras, parecieran blancas a los ojos de las futuras víctimas de cualquiera de los dos verdugos, el escandaloso Donald o la taimada e incluso más peligrosa Hillary. Y, en esa partida, los peones mexicanos, desde abajo del tablero, han pretendido jugársela primero con el inmobiliario, y luego, cuando los momios variaron, con la ex secretaria de Estado. Y a los mexicanos se les ha suministrado medicamento mediático de emergencia para hacerles creer que con la dama demócrata se estará
ganando, a contracorriente de lo que sucedería con el alfil republicano.
Ingredientes de corte delictivo y mafioso han trastocado en días recientes lo que parecía un enfilamiento claro de la Clinton hacia una victoria final. Ni más ni menos que la FBI se ha convertido en factor de rediseño del escenario electoral, luego de dar a conocer que revisa correos electrónicos que son un punto particularmente débil de la ex jefa de la diplomacia estadunidense, y apenas ayer, al difundir por Twitter el expediente de 15 años atrás sobre el muy significativo perdón de Bill Clinton, en el último día de su gobierno, a un multimillonario (Marc Rich, ya muerto) que había sido acusado de tratos con miembros del crimen organizado, evasión de impuestos por millones de dólares y compras ilegales de petróleo. La esposa de Rich era en aquellas fechas uno de los principales donantes de fondos para el Partido Demócrata, el de los Clinton.
Nada en el historial de Hillary permite entenderla en disposición de ayudar a los intereses populares mexicanos. Todo lo contrario, el conglomerado de intereses y apoyos a los que sirve y de los que se sirve representan una abierta y sabida amenaza a los valores de la nación mexicana, aunque en pleno entendimiento con ciertos segmentos de las cúpulas de nuestro país.
Gane quien gane en esta final que cada día parece más cerrada, con algunas encuestas de opinión asegurando que Trump va rebasando ligeramente a Clinton, México habrá sufrido un desgaste como nunca en este proceso electoral estadunidense. Sea hombre o mujer quien llegue a la Casa Blanca, será obligado para el ocupante tomar en cuenta el peso de un enardecido segmento de votantes que se ha manifestado en contra de la migración ilegal de mexicanos a Estados Unidos y de su permanencia en este país. Si Clinton ganara, el reconocimiento de su triunfo y su viabilidad política estarían condicionadas al cumplimiento de algunas de las principales propuestas de Trump, entre ellas, de manera principal, las relacionadas con mexicanos y musulmanes.
Hay otro flanco delicado que ha quedado abierto. El equívoco activismo peñista en el proceso electoral estadunidense, los actos, campañas, declaraciones y definiciones de personajes mexicanos respecto de la manera de votar de ciudadanos de otro país justificará una recíproca intervención gringa en los comicios mexicanos de 2018, con la embajadora Roberta S. Jacobson como adelantado ejemplo, tan
amabley
sonrientecomo Clinton. ¿Quién podrá intentar poner un alto al abierto injerencismo estadunidense en las próximas elecciones presidenciales mexicanas si este año se ha producido la más abierta de las intervenciones mexicanas en los comicios del país vecino?
Sigue en penumbras el caso de quien ya es llamado
justiciero, que este lunes habría asesinado a cuatro presuntos asaltantes en un tramo de la carretera México-Toluca, a la altura de la Marquesa. Los familiares de los difuntos ya recogieron los cuerpos y un dirigente de la sección mexiquense de una cámara del autotransporte federal aseguró,
sin temor a equivocaciones, que los asesinados eran asaltantes consuetudinarios. Pero aún no se tienen datos firmes respecto del pasajero que con una pistola calibre nueve milímetros disparó con precisión y frialdad contra los ladrones y los remató afuera del autobús, dejándolos tirados en el asfalto. La falta de claridad en el tema ha permitido que corran versiones que asignan la identidad del
justicieroa algún militar o policía federal, tal vez como parte de un operativo secreto de ajusticiamiento directo de ese tipo de delincuencia. Terrible sería que se entrara a un esquema de
vigilanteso
justicierosparamilitares, auspiciados por segmentos gubernamentales
pragmáticos. ¡Hasta mañana!
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