México SA
Fábula: príncipe contra dragones
¿Dónde estaba la junta de gobierno?
Carlos Fernández-Vega
Estaba el inquilino de Los Pinos duro y dale con aquello de que la extinción de Luz y Fuerza del Centro fue una decisión que se pospuso y pospuso no sólo durante años, durante décadas”, cuando alguien de su círculo íntimo le dijo: “espérate, Felipe, que tu también tienes tu historia”. Pero estaba tan contento y realizado con sus amigochos de la tele y de la radio, que no escuchó la advertencia y siguió: “… con ese espíritu que antepone el interés de la nación, que el gobierno federal, a mi cargo, tomó la muy difícil, pero indispensable decisión de extinguir la empresa LFC el pasado domingo…. teníamos que resolver un problema, y un problema grave que había sido pospuesto durante mucho tiempo y que había llegado a niveles verdaderamente insostenibles en los últimos años… en la medida en que sepamos los mexicanos enfrentar y no evadir nuestros problemas, por muy difíciles y por muy costosas que sean las soluciones y sus consecuencias, en esa misma medida nuestro querido México será un país mejor”.
Y otra vez, jodón, el del círculo íntimo al oído: “Felipe, bájale, que como secretario de Energía nada hiciste para anteponer el interés de la nación y enfrentar y no evadir los problemas de Luz y Fuerza del Centro, y menos como inquilino de Los Pinos, con todas las herramientas a la mano. Si como titular de la Sener supiste cuál era la situación y qué tan profunda era la bronca, ¿por qué no actuaste cuando, con Fox, presidías la junta de gobierno de LFC? Y, ya instalado en Los Pinos, con el expediente en la mano, ¿por qué tardaste casi tres años?” Pero el aludido nada respondió, atrapado por el desinteresado aplauso de sus amigochos de la tele y la radio.
¡Ah!, qué fábulas tan bonitas. Pero más allá de los cuentos de valerosos cuan entrones príncipes carismáticos que destruyen feroces dragones de 45 mil cabezas, si fuera cierto lo que ayer dijo a los representantes de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión, entonces no cabe duda que seis años atrás Felipe Calderón tendría que haber renunciado a la Secretaría de Energía por posponer lo que “otros” habían pospuesto y “no responder a los intereses de la nación”. Ya como inquilino de Los Pinos, de inmediato debió resolver el problema que “otros” pospusieron y pospusieron. Tampoco fue así, y menos renunció: esperó casi un trienio para proceder, y sólo lo hizo en una coyuntura política para él desastrosa, con el barco a medio hundir, y nada más contra una de las partes del conflicto, “olvidando” que, por ley, Luz y Fuerza del Centro tenía una junta de gobierno, su máximo órgano de administración, que entre sus obligaciones tenía “fijar las políticas administrativas y de organización que le permitan alcanzar una gestión eficiente, productiva, rentable y autosuficiente, acordes con las necesidades de los usuarios, en su ámbito de influencia. Lo anterior, sin perjuicio de las atribuciones que le confieren los distintos ordenamientos legales que resulten aplicables” (artículo quinto del estatuto orgánico de LFC, vigente hasta el pasado 11 de octubre). Todo ello, “en cumplimiento del programa sectorial en cuanto a la prestación del servicio público de energía eléctrica” (ídem).
Además, entre otras “atribuciones indelegables”, la junta de gobierno de LFC establecía “las políticas generales”; definía “las prioridades a las que deberá sujetarse el organismo relativas a producción, productividad, comercialización, finanzas, investigación, desarrollo tecnológico y administración general”; aprobaba “los programas y presupuestos del organismo, así como sus modificaciones, en los términos de la legislación aplicable”; fijaba y ajustaba “los precios de bienes y servicios que produzca o preste el organismo, con excepción de los de aquellos que se determinen por acuerdo del Ejecutivo federal”, y aprobaba anualmente “los estados financieros y autorizaba la publicación de los mismos”.
Entonces, más allá del dragón de 45 mil cabezas y la mítica espada de Felipe El Rabioso, la primera que tendría que haber sido fulminada por no corregir los “niveles verdaderamente insostenibles” en LFC se llama Georgina Kessel, secretaria de Energía del calderonato y presidenta de la junta de gobierno de la paraestatal defenestrada, y de su mano el director general de Luz y Fuerza del Centro, Jorge Gutiérrez Vera, quienes “pospusieron y pospusieron” y no se animaron a “anteponer el interés de la nación” para resolver el entuerto. Junto a ese par, de tiempo atrás un ejército de funcionarios tendría que haber sido dado de baja. El artículo 6 del citado estatuto precisa: “la junta de gobierno (de LFC) se integra por el secretario de Energía, quien la presidirá, y por sendos representantes de las secretarías de Hacienda y Crédito Público; de Desarrollo Social; de Economía; de Medio Ambiente, Recursos Naturales, por conducto de la Comisión Nacional del Agua; asimismo, por el director general de la Comisión Federal de Electricidad, y tres representantes del sindicato titular del contrato colectivo de trabajo que rija las relaciones laborales en el organismo. La junta de gobierno designará a su secretario. Los integrantes de la junta de gobierno nombrarán a sus respectivos suplentes y en ausencia del secretario de Energía la junta de gobierno será presidida por el director general de la Comisión Federal de Electricidad… (además) el representante que al efecto nombre la Secretaría de la Función Pública, y su respectivo suplente”.
Todos ellos, dice Calderón, se doblegaron ante el dragón de las 45 mil cabezas. Sin embargo, como se constata, el SME sólo ocupaba tres sillas en la junta de gobierno, y el gobierno federal las siete restantes, pero –según el inquilino de Los Pinos– ese tercia de asientos “se imponían a la operación de la empresa en el contrato colectivo, obligaban a la misma a ponderar en sus decisiones administrativas, más que las necesidades de los usuarios, las exigencias de los líderes sindicales”. Entonces, con mayor razón, los pusilánimes representantes gubernamentales en LFC se ganaron a pulso el despido, pero se “pospuso y pospuso”.
Lo anterior se redondea con el artículo 7 del mismo estatuto: “la junta sesionará válidamente y sus decisiones serán obligatorias, cuando se reúnan la mayoría de sus integrantes. Las decisiones se tomarán por mayoría de votos y en caso de empate, el presidente (Georgina Kessel en este caso) tendrá voto de calidad…” Y el artículo 8 precisa: “la junta se reunirá una vez cada tres meses, cuando menos (…) Las resoluciones de la junta se tomarán por mayoría de los miembros presentes”.
Las rebanadas del pastel
Entonces, queda la duda: ¿los siete representantes del gobierno calderonista votaron a favor de los tres del SME, o cómo fue?
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