La simpatía por Kate del Castillo no es gratuita. En este perfil, la autora rastrea las claves de la popularidad de la actriz mexicana.
Eileen Truax
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LOS ÁNGELES, CA.– “Ya nos fregaron”. Con tres palabras, el 5 de julio de 2012, Kate del Castillo sintetizó ante las cámaras de televisión el sentimiento de frustración de millones de mexicanos –algunos, como ella, viviendo en Estados Unidos– ante la evidencia de que el PRI regresaba al poder con el triunfo de Enrique Peña Nieto.
La frase le salió del alma mientras llegaba a la Universidad de California Los Ángeles (UCLA) para la presentación de la película Colosio, en la cual interpretó a una periodista cuya pareja investiga el asesinato del candidato presidencial del PRI en 1994 y encuentra indicios de que el crimen se ordenó desde el propio partido. La película se lanzó unas semanas antes de la elección de 2012.
Durante la charla posterior a la proyección, ocurrida a unas horas de haberse dado a conocer los primeros resultados electorales, Kate regresó con dos o tres golpes más contra el PRI y contra el candidato electo. “Me iba a disculpar por mi inglés que no es tan bueno, pero después dije: pues por qué, si es mucho mejor que el de nuestro próximo presidente”, dijo en alusión a Peña Nieto. El público rió. Kate no.
En general, a los mexicanos en Estados Unidos les gusta la actitud de Kate del Castillo. La actriz llegó a la ciudad de Los Ángeles hace una década y ha construido una carrera exitosa entre la población de habla hispana en este país. Aunque no ha logrado que su nombre sea reconocido por la audiencia anglosajona, su aparición en algunos filmes y series, y un par de telenovelas exitosas que abordan el tema del narcotráfico –y que han levantado los ratingsde la cadena Telemundo–, han servido para que Kate tenga presencia entre los 37 millones de personas que hablan español de este lado de la frontera.
Pero además de eso, la fuerte personalidad de la actriz y su estilo directo para decir las cosas, le han ayudado a obtener la empatía de muchos de sus seguidores. Kate es la que escribe una carta abierta a “El Chapo” Guzmán diciéndole que confía más en él que en el presidente que no sabe hablar inglés. Kate recuerda que el régimen priísta tiene deudas con México desde hace décadas, y que más del 60 por ciento de los mexicanos no votaron por Peña Nieto. Kate da una entrevista a un diario en español y habla de las narcofosas en México, de los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, del tráfico humano. Kate dice las cosas que muchos de los mexicanos que viven en Estados Unidos piensan. Kate lo piensa también, pero además lo escribe, lo tuitea, y no se retracta. Kate nunca ofrece disculpas por lo dicho. Es unapologetic, como dicen acá.
El día que se dio a conocer la entrevista realizada por Sean Penn a El Chapo Guzmán, en la que se evidencia el papel que jugó la actriz para establecer contacto con el capo, las redes sociales ardieron en comentarios con respecto a Kate. Pero curiosamente, la mayoría de las menciones venidas desde Estados Unidos la justificaban. Ante la publicación de los mensajes de texto entre Kate y El Chapo, la reacción fue pedir que se den a conocer también los mensajes intercambiados entre los funcionarios de gobierno “que son igual de narcos”. Ante el anuncio de la procuradora de la República sobre el inicio de una investigación a Kate, se exigió que se investigue primero a la primera dama, Angélica Rivera, y el origen de los fondos con los que compró la llamada casa blanca. Ante los ataques a la actriz por ceder al galanteo de El Chapo, la respuesta es “por lo menos tuvo más huevos para encontrarlo que el gobierno mexicano”.
La población de migrantes mexicanos en Estados Unidos lleva al PRI fresco en la memoria. Los padres de las familias que hoy ven en la televisión al personaje de Teresa Mendoza, interpretado por Kate del Castillo, son los que tuvieron que salir de México debido a las políticas implementadas por el PRI. Los migrantes mexicanos que se han establecido en Estados Unidos son aquellos expulsados por la violencia y la persecución de las izquierdas en los años setenta; por la crisis, las devaluaciones y las nacionalizaciones fallidas en los ochenta, y por las consecuencias del Tratado de Libre Comercio (TLC) en los noventa y en el nuevo siglo. El PRI al que hace referencia la protagonista de Colosio es el mismo que llevan guardado en el resentimiento dos generaciones de mexicanos lejos de su país.
Para muestra, el proverbial botón. Durante las elecciones federales del 2012, la segunda elección en la que los mexicanos en el exterior pudieron votar por presidente de la República, 42% de los votos emitidos desde Estados Unidos favorecieron a la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota; 39% al candidato de la coalición por los partidos de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, y sólo 15% al candidato del PRI. La baja participación en el proceso de elegir a quienes administrarán los recursos que se envían desde Estados Unidos en forma de remesas es también un reflejo de la desconfianza que tienen los migrantes en el proceso electoral y en el sistema de partidos mexicano.
No me parece que haya en la reacción de la comunidad mexicana en Estados Unidos una exoneración de Kate del Castillo, pero sí una justificación, si se quiere un poco justiciera, de sus acciones. En las próximas semanas esa Kate, la representante de la Comisión de Derechos Humanos de México contra el tráfico humano; la Kate que junto con otros actores y directores mexicanos en Hollywood se sumó a la Caravana por la Paz de Javier Sicilia para pedir un cese a la violencia en México; la Kate que el día que se volvió ciudadana estadounidense envió un mensaje amenazante a Donald Trump, testificará ante algún funcionario del Consulado de México en Los Ángeles sobre su relación con el narcotraficante más buscado del mundo. Y en Estados Unidos muchos pensarán que, a pesar de todo, la intérprete de Teresa Mendoza por lo menos tiene huevos.
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