Hablemos… De Miedo 6/6
■ “El quiebre de la Nación se nos viene y puede terminar con el Ejército en el gobierno… viene entre hoy, y el primer trimestre del año que entra. Lo peor de lo peor, lo vamos a ver en ocho meses…”: Ramón Alberto Garza García, Agosto 30 2010.
(¡Ouch!, ¿Garza García ha perdido la razón? ¿Golpes de Estado en este tiempo? ¿En México? ¡Por favor!, sería la expresión lógica…pero ¿y si tiene razón?... para saberlo estimado leyente, lea y siga leyendo aunque se canse… no le queda de otra, si quiere saber de que se trata)
Pero, qué tiene que ver Juárez, la violencia y el miedo de su población con Estados Unidos y China, me apura con toda diplomacia Ricardo L.
Bien, dando un breve paseo por el mundo, a fin de ubicar el lugar de México en tal circunstancia, apretemos el paso pues.
Le comentaba que estamos en la transición de la estafeta imperial; que China se apresta a una pronta sustitución de Estados Unidos como nación dominante…Esto, si permanece la misma dinámica, que data ya de décadas.
Los imperios siempre han permanecido, menciona la historia registrada, en tanto su élite de pensadores sea capaz de visualizar en tiempo y forma lo necesario para ello. Sino, pues perecen.
En el caso de EU, algunos analistas ubican su agotamiento entre finales de los 60’s y principios de los 70’s; otros al momento del arribo al poder del grupo que llevó a Ronald Reagan a la presidencia en 1982.
Vaya usted a saber, pero lo que sí es una hecho es que China lo vislumbró antes, mucho antes.
Se menciona que el gigante asiático, desde el momento mismo en que se dio el alumbramiento del actual régimen, octubre de 1949, en medio de toda clase de carencias, inició despacio y en sigilo con la adquisición de bonos del tesoro de EU.
Tal vez sea una exageración, pero lo cierto es que hoy China es el mayor tenedor de esos documentos; y los ha acumulado en tal cantidad - ellos dicen que 780 mil millones de dólares- que tienen en sus manos la confianza del dólar como divisa mundial.
Es decir, los asiáticos tienen un cheque por esa cantidad. ¿Y si se les ocurriera cambiarlo? ¿Usted cree que lo harían solos? No, provocarían una estampida de acreedores que pondría en un serio brete al tesoro estadounidense, pues en esa ligas lo que vale no es el papel sino el oro. ¿Cuándo lo va a hacer? Por ahora no parece probable, porque todavía tiene mucho que ganar en el mercado estadounidense, el mayor del mundo.
Ese sólo es un ejemplo de cómo se ha tejido el fin de EU como nación preponderante. Otro más reciente: El mundo se encuentra sumido en la peor crisis económica en 80 años, mientras que China, como si perteneciera a un universo diferente, se ha servido de ella para dar un salto cualitativo en su trayectoria de imparable expansión.
Luego de 28 años consecutivos de crecimiento económico de casi el 10 % anual promedio, que sustentó en gran medida en la exportación de valor agregado y que le han representado la multiplicación en 11 de su capital, en 2009, mientras el mundo se sumía en pérdidas, ese país logró ampliar su Producto Interno Bruto (PIB) en 8 %, y se habla de un 17% en el primer semestre de 2010; ello en base al desarrollo y la consolidación de su mercado interno.
Es el último capítulo de una soterrada guerra que los gigantes han mantenido las últimas décadas, en la que EU no ha podido hacerse de victoria significativa alguna, empezando con su derrota estratégica en Vietnam y continuando con su recién iniciado retiro de Irak, tras poco más de siete años de permanencia a la fuerza.
En medio, hay un sinfín de batallas; uno empecinado en mantener y el otro por ganar la influencia económica y política en gran parte de los países de sus entornos geográficos, de África, Sudamérica, y Medio Oriente. Escenarios principales, que no únicos, en los que China, pareciendo ir dos o tres pasos delante de su competidor, es invicta en lo estratégico.
Sin embargo, esa nación no fue vista como amenaza seria hasta hace relativamente poco tiempo. En la década de los 80’s, observadores y comunidades de inteligencia diversas veían a China como posible nación dominante hasta 2075; había tiempo para cambiar eso.
Durante la década de los 90’s, luego de más de diez años de impresionante crecimiento, la fecha sufrió un ajuste gradual de menos 25 años; habría que hacer algo; y se ha hecho, pero en apariencia no ha servido de mucho, pues la nación asiática continúa como si nada.
Hace tres años, antes de la recesión económica mundial y tras otra década de florecimiento chino, las principales entidades financieras mundiales ajustaron nuevamente la fecha en menos 25 años; y últimamente algunos analistas incluso le ubican en 2018 -nada, si se toma en cuenta que la vida de los imperios se cuenta en generaciones-; la desesperación se hace presente.
En los años del cambio de siglo, poco antes poco después, analistas especializados en geopolítica consignaron que EU, ante el ya claro advenimiento de una China dominante, se habría planteado 3 diferentes escenarios posibles: Permanecer como nación dominante del mundo, el primero; de no ser así, al menos del Continente Americano, el segundo; y sino, el peor: subsistir como nación fuerte.
Permanecer como nación dominante del mundo. Para conseguirlo, habría que hacerse en principio del control de toda reserva importante de energéticos ubicadas en países considerados “débiles”, a fin de retardar el desarrollo de su contrincante. ¿Qué nación puede aspirar a crecer sin energéticos?
Ahí sitúan los observadores los pasos que EU ha dado la última década. Pero las intervenciones en Medio Oriente, su principal teatro de operaciones, le han resultado muy complicadas -algunos le menciona como el Vietnam de siglo XXI.
Pese a la presencia de decenas de miles de ciudadanos estadounidenses enfundados en uniforme de guerra, de miles de sicarios profesionales ejecutando “enemigos”, de su impresionante flota surcando las aguas del Pérsico e Índico, y del empleo de toda su capacidad tecnológica y de Inteligencia - que le han significado una pesada carga económica de unos 800 mil millones de dólares, que es gigantesca si se analizan sus finanzas con números rojos crecientes -, los norteamericanos no han podido imponerse fehacientemente a la feroz resistencia de los habitantes de las latitudes intervenidas, Afganistán e Irak, y últimamente Pakistán.
Y figurando estar dispuesto a todo, han encontrado en la cabeza del gobierno Iraní un contrincante que parece no tener memoria de lo sucedido con su par irakí hace apenas unos cuantos años, que a cada imputación o reproche les receta lo propio, les replica de tú a tú.
En ese escenario, es imposible no imaginarse la invisible presencia china, pues ¿Cómo entender que pese a la gran inversión de los estadounidenses, en medio de comunidades ya físicamente arrasadas, no han podido hasta hoy imponerse a sus enemigos?
De fondo, el panorama en Sudamérica no es diferente, aunque aquí la guerra básicamente se ha circunscrito al ámbito político, con barruntos de brincar a la confrontación armada en algunos momentos –Venezuela 2002, Bolivia 2008, Ecuador 2010.
Cada país de este subcontinente es una encarnizada arena de lucha, en la que en cada elección se dirime, sí el propio personaje político a gobernar, pero también el futuro mediato de EU.
Con el arribo al poder vía las urnas del polémico Hugo Chávez en 1999 en Venezuela, del carismático Luiz Inacio Lula da Silva en 2003 en Brasil, de la dinastía Kirchner en 2003 en Argentina, del aguerrido indio Evo Morales en 2006 en Bolivia, y del brillante Rafael Correa en 2007 en Ecuador, entre otros, la región se ha orientado en rumbo diferente al que lo hizo todo el siglo pasado.
A pesar de los diferentes matices ideológicos, esas naciones han logrado conformar eficaces alianzas que apuntan a su desarrollo económico, pero también a la defensa de la región en lo político y militar, que ante cualquier evento particular reaccionan como uno solo.
En detrimento de EU, por ahora China tiene las mejores cartas, pues ha logrado establecer jugosos convenios económicos con todas ellas, pero particularmente con Venezuela, Brasil, y Perú en lo tocante a los energéticos y minerales.
En África la derrota económica y política de EU es vergonzosa. Ni siquiera ha logrado conseguir un punto geográfico para establecer la base de su comando militar -Africom- en la zona. “En Alemania por el momento, a ser reubicado en África… después”, mencionan sus cartas militares.
Pero el tiempo corre. Hasta hoy nada de lo hecho por EU ha podio frenar a China, y las opciones se agotan. Es aquí cuando toma sentido la alarma iniciada por Fidel Castro el pasado junio sobre la inminencia de la hecatombe nuclear.
Así las cosas y en el más estricto sentido lógico, a Estados Unidos no le quedaría de otra que un rompimiento brusco del orden en que evoluciona el mundo; bajo cualquier pretexto, llámese Corea del Norte, Irán o lo que sea.
¿Pero es factible eso? Es difícil prever cuál será la decisión de la superpotencia al respecto. Si bien es cierto que la trayectoria de sus decisiones los últimos 28 años acerca la probabilidad de la conflagración, también lo es el que hay un factor de disuasión muy potente: El aumento del poderío chino en todos los órdenes, incluido el militar, junto con su reciente alianza defensiva con Rusia.
Todo parece indicar que aún esa medida sería tardía y sin sentido, pues tal como lo señala Castro, sería un exterminio casi total.
Es indudable que hay un sinfín de información de detalle que desconocemos, pero a esta altura ni falta hace, pues la desesperación estadounidense ya es inocultable. Su economía, para cuestiones prácticas, está empantanada; no tiene seguras las reservas energéticas de Medio Oriente; menos aún las de Sudamérica, donde destacan las de Venezuela, Brasil y Bolivia. Al contrario, son los chinos quienes han sentado sus reales ahí. ¿Qué les queda?... Los tiempos se acortan.
En ese contexto es en el que se ubica México y su accidente geográfico junto a la tambaleante superpotencia.
Luego de los ataques del 11 del septiembre de 2001, en octubre de 2002 EU reorganizó sus mapas militares estratégicos y creó el Comando Norte –Northcom-, cuya misión es salvaguardar su territorio.
A la fecha, los militares norteamericanos aprecian al mundo como seis grandes regiones; cada una con diferente grado de prioridad, según los intereses en juego, que cambian día a día.
En la estrategia del Comando Norte, además de estar contemplado su propio territorio, también incluye a México y Canadá; región que para esos efectos conforma su espacio vital.
“El área de responsabilidad de USNORTHCOM incluye las vías de acceso aéreo, terrestre y marítimo y abarca los Estados Unidos continentales, Alaska, Canadá, México y las aguas hasta aproximadamente 500 millas náuticas”, reza en su sitio oficial.
Bajo esa visión, es que los presidentes de los tres países en cuestión signaron en marzo de 2005 el pacto estratégico ASPAN (Alianza para la Prosperidad de América del Norte), y luego, entre EU y México, en marzo de 2007, la Iniciativa Mérida, inspirada en el Plan Colombia, implementado también por EU en ese país una década antes.
Es el ambiente en el que Felipe Calderón inicia en diciembre de 2006 la “guerra contra el narcotráfico”; por lo antes mencionado, indudablemente bajo la puntual atención del vecino del norte.
Faena que finalmente vino a convertirse en el eje central de la política de federal; que fue emprendida cuando en México las guerras entre los cárteles de la droga se dirimían sólo entre sus líderes, y las muertes violentas relacionadas con el trasiego de narcóticos se contaban por decenas; cuando esos eventos, por excepcionales, eran noticia extraordinaria.
Cuatro años después, los muertos se cuentan por decenas… de miles, entre los que lo mismo figuran presuntos delincuentes - que “lo son” gracias a la intensa propaganda oficial y no a un estricto proceso de investigación - que infantes, adolescentes, jóvenes, estudiantes, lideres sociales, maestros, periodistas, doctores,… profesionistas, que caen por las balas de presuntos sicarios, de la Policía Federal y del Ejército.
Cuatro años después, la confusión –gracias a la intensa propaganda oficial, al vacío informativo, y a la desinformación – se transforma en la “certeza” de que todo ello es resultados de la guerra entre bandas del narcotráfico, “que se han vuelto más sanguinarias debido a los fuertes golpes que el gobierno federal les ha asestado”; y los números siguen a la alza.
Cuatro años después, pese a la “guerra contra el narcotráfico”, el consumo de drogas, tanto en México como en Estados Unido, ha aumentado.
Cuatro años después, el miedo los es de tantos, que ya se puede tipificar como colectivo.
Cuatro años después, en el discurso oficial se “confunde”, convenientemente, el concepto de “Seguridad Pública” con el de “Seguridad Nacional” y viceversa; y se acusa a los presuntos delincuentes de violar los derechos humanos, cuando por definición sólo las autoridades podrían incurrir en esa falta; y peor aún, cuando éstas así lo hacen, se dice que son “falsos” y por ende no se les expía.
Cuatro años después, importantes apartados de Constitución, sin que se les haya ejercido cabalmente, comienzan a ser mutados -“para combatir con eficiencia al crimen organizado”- contraviniendo su esencia humanista y de libertad.
Cuatro años después, opinadores de aquí y de allá, acicateados unos por sus intereses cercanos a la oficialidad y otros por el agobio del miedo, claman por dejar a un lado el “fuera moda” precepto de la Soberanía Nacional y piden la entrada de las tropas norteamericanas y la creación de autoridades de orden supranacional.
Cuatro años después, al sustantivo “narcotráfico”, desde el norte se le añade el sufijo “terrorismo” e “insurgencia”.
Se celebran reuniones de alto nivel México-EU en las que el tema principal es la violencia en México y se anuncian “planes piloto” para las urbes más castigadas, entre ellas Ciudad Juárez, a la par que la creación de entidades binacionales para enfrentar a los “narcoterroristas” o “narcoinsurgentes”.
El embajador de EU en México, Carlos Pascual, como si fuera un funcionario más del gabinete federal, da “vistos buenos” a obras públicas y a medidas soberanas de combate a la delincuencia, e imparte cátedras en las que detalla programas para subsanar el tejido social de la Comunidad Fronteriza.
Se hace pública la “importancia estratégica” de México para EU y se apura a Obama para que aumente la ayuda a su vecino del sur. Todo ello bajo el criterio de “la cooperación”.
De que México es para Estados Unidos parte de su espacio vital para permanecer ya no como imperio sino como nación fuerte no cabe duda, y menos los últimos tiempos.
Antes se ha mencionado que México no está solo… desde hace quinientos años que no lo está. Primero fue el imperio español y luego la naciente nación del norte, que a la postre se convirtió en el imperio vigente.
En los doscientos años que nuestro país presume de independencia, muy pocos eventos trascendentes se han desarrollado sin la intervención directa o indirecta de EU.
Para no ir muy lejos, durante la Revolución Mexicana fue factor decisivo en su desenlace. Arguyendo la defensa de sus intereses –petróleo- el 09 abril de 1914 un pequeño contingente militar desembarcó en Tampico, y al ser enfrentados y detenidos - gran agravio al honor de Washington-, entonces vino la invasión a gran escala con el desembarco de 15 mil militares en el puerto de Veracruz y el bloqueo de los puertos mexicanos - “Para conservar intocada nuestra gran influencia al servicio de la libertad”, se dijo en su Congreso.
Más tarde, en 1915, en batallas cruciales entre tropas de Francisco Villa y Venustiano Carranza, tomaron claro partido, y actuaron en consecuencia, por este último.
En abril de ese año, le escamotearon a Villa el carbón y las balas, ya pagadas, mientras se libraban las importantes batallas de Guanajuato, elemento que, entre otros consignados por los historiadores, habría contribuido a su derrota.
En Octubre siguiente, ya reconocido el gobierno de Carranza, permitieron el traslado de tropas carrancistas por territorio norteamericano -de Coahuila a Sonora- para asestar el golpe mortal a la gloriosa División del Norte en noviembre siguiente, en lo que se conoce como la batalla de Agua Prieta. Luego vino la represalia de Villa con el ataque a Columbus, que propició la entrada de tropas estadounidenses, ahora por el norte, y la imposibilidad de que Villa aspirara a levantar cabeza.
En hechos más recientes, se encuentra la imposición a través de las instituciones financieras mundiales de la política económica que han seguido las administraciones federales los últimos 28 años, conocida como neoliberalismo – doctrina patrocinada por el Fondo Monetario Internacional (léase EU), e implementada a partir del mandato de Miguel de la Madrid Hurtado hasta nuestros días.
(A la fecha, todavía se argumenta la naturaleza corrupta de los gobiernos precedentes para la aplicación de tal cambio de rumbo e inclusive para mantenerlo; y en parte tienen razón, no siendo ajenos a esa falta.
Sin embargo, el hecho es que al correr de los años, lo prometido, la mejora económica de la población, no ha llegado y sí lo contrario.)
Frente a esto estimado leedor ¿Es pensable que la esencia intervencionista de esta nación ya no exista en este 2010 para con México? ¿Por qué con México habría de ser diferente, mientras persiste en esa práctica en Medio Oriente y Sudamérica?
Tampoco cabe duda que México es un país privilegiado por la naturaleza; lo tiene todo: Mar, agua dulce, petróleo, gas, bosques, tierra cultivable, minerales…Pero también es un país agobiado por la pobreza, multiplicada las últimas décadas tras cinco descalabros económicos mayúsculos -1982, 1994, 2000, 2008…9…10…- , que se ha acentuado por la aplicación de infortunadas políticas públicas y el ejercicio de medidas económicas de rapiña, con las que ha resultado beneficiado un pequeño grupo de magnates, con Slim a la cabeza.
Pese a la propaganda oficial en contrario, la pobreza en México crece a pasos agigantados, y su gente busca opciones de cambio.
En 2006 se sucedió una elección presidencial ampliamente cuestionada, cuyo resultado finalmente fue decidido por un tribunal.
El candidato más destacado de la oposición, Andrés Manuel López Obrador, de haber accedido a la posición, lo más seguro es que habría cambiado el derrotero que el país ha seguido las últimas tres décadas, de acuerdo a sus prédicas.
Pasado el tiempo y a la luz de todo lo antes expuesto ¿cree usted que EU permitiría tal cambio de rumbo de nuestro país, que finalmente vendría trastocar su posibilidad de subsistir, en el peor de los escenarios, como nación fuerte ante el nuevo mapa mundial?
En 2006 estuvo a un tris de que aconteciera, y para 2012 hay indicios de que se pudiera repetir.
El pasado agosto, el destacado periodista Ramón Alberto Garza García, en conferencia impartida en la Universidad Autónoma de Tamaulipas advirtió sobre la inminencia de un golpe de Estado. “El quiebre de la Nación se nos viene y puede terminar con el Ejército en el gobierno… el que no quiera entender que ya estamos en una guerra civil… está ciego”, dijo.
Ante ello, Garza García mencionó que la única opción que hay es la llegada de un líder que “convoque a conspirar con inteligencia y en la legitimidad” y aseguró que una salida inevitable es que la izquierda llegue al poder. “…Y ojo ¡eh!: no le quiten la vista a López Obrador. No soy obradorista, no soy panista, no soy priista: soy un periodista. Este señor, a quien todos daban por muerto hace apenas un mes, sin ningún motivo aparente, volvió a llenar el Zócalo”.
“Vivimos en un Estado donde no se te garantiza ni tu vida, ni tu libre tránsito; es un Estado Fallido. Traemos un cáncer, estamos en coma o a punto de morir… a lo mejor quienes están en esos lugares [autoridades], son cómplices de los que están afuera haciendo el daño”, presumió.
“El quiebre que viene –detalló el comunicador- no tardará mucho: viene entre hoy, y el primer trimestre del año que entra. Lo peor de lo peor, lo vamos a ver en ocho meses y el rebote lo vamos a ver en el 2012”; y confió que para entonces, México llegue como un país democrático que decida en las urnas su futuro…”Lo tomamos por las urnas, tranquilo, pausado o…”.
Tres semanas más tarde, abordando el asunto, el analista Jorge Fernández Menéndez pregunta: “¿Usted cree que México está a punto de sufrir un golpe de Estado militar?, ¿que la única alternativa a ese golpe es el triunfo de la izquierda en 2012?, ¿que los grupos "parapoliciales" son los que están generando la violencia en México?”
Y luego reprocha: “La facilidad con que muchos actores políticos sueltan sin mayores argumentos las tesis más tremendas y simplistas, debería ser un factor de preocupación porque no se trata de disentir, sino de plantear un escenario, una realidad, simplemente ficticia. O tratar de generar tendencias que permitan que las profecías se cumplan… La agenda del derrumbe y la caída anticipada del gobierno ahí está desde hace tiempo. Algún día la anunció públicamente Porfirio Muñoz Ledo… y a ella se han sumado algunos actores y medios que apuestan o que quieren crear artificialmente una disyuntiva… Aunque ni siquiera nos digan por qué el país tendrá que enfrentarse a la misma sin ninguna otra opción”.
Si sólo se toman en cuenta factores domésticos, las observaciones de Fernández Menéndez podrían pasar por buenas, pero ante lo antes descrito, el entorno mundial, ¿Cree usted estimado lector que la tesis del periodista Garza García sea tremendista?
¿Por qué un periodista de la trayectoria de Garza García se arriesga a dibujar tal escenario? ¿Está enloqueciendo - tal como le han recriminado a Castro- o sabe algo que nosotros no?
A eso, agréguele la presencia de la guerrilla, principalmente en la parte centro y sur de la República. Aunque la mayoría de los analistas no le conceden gran potencial, lo cierto es que ésta existe en nuestro país desde mediados de la década de los 60’s; tiempo en el que se ha multiplicado según cifras oficiales - se reconocen ocho organizaciones, pero extra oficialmente se habla de más de la veintena.
A la fecha, se dice que incluso para las propias autoridades es un enigma la capacidad que la insurgencia haya desarrollado en sus décadas de existencia, pero recientemente ha dado motivos de preocupación.
A una de esas organizaciones se le atribuyen los disturbios en la capital de Oaxaca en 2006, a los que observadores les clasificaron como “ensayos para un alzamiento nacional”; y las explosiones en los ductos de PEMEX en julio de 2008 en Guanajuato y Querétaro, que provocaron el desabasto de energéticos en una docena de entidades. En tregua desde esa fecha, en junio pasado ha amenazado con reiniciar sus ataques.
¿Cree usted, dado el escenario mundial, que EU permanezca impasible ante la existencia de entes claramente contrarios a sus intereses?
Pero ¿qué hacer para cerrar el paso a esos elementos que amenazan su cinturón de seguridad, uno por la vía electoral y otro por el de las armas? ¿Qué hacer ante una eventual confluencia de ambos o entre cualquier de ellos y la sociedad civil? ¿Qué hacer si las condiciones políticas de la nación en cuestión no permiten una intervención abierta -hasta ahora ?
Estados Unidos se enfrenta al peor momento de su historia. El mundo se le va de las manos. Resumiendo, en frente tiene un rival que le ha ido derrotando en todos los escenarios con sus propias armas: el libre mercado.
Abajo, a un grupo de naciones que no le dan pretexto para la intervención armada, como lo hizo todo el siglo pasado, pues sus gobernantes han accedido al poder también con una de sus armas: La Democracia, el voto universal. Que defienden y fortalecen con todo sus posiciones.
En Medio Oriente, los pueblos perecen por el fuego de su metralla, pero no retroceden.
La por siglos maltratada África al fin encuentra, o cree haber encontrado en China, quien le trate con menos irrespeto y comercie con ella de igual a igual.
La Europa unificada le da su apoyo en las formas, pero en los hechos, cada uno de sus componentes comienza a ver por sus propios intereses, según su grado de dependencia con China o sus aliados.
Pero junto a él está México, que le garantiza el suministro de incontables riquezas naturales –el petróleo sobre todo-, y una enorme provisión de mano de obra barata para competir modestamente ante el nuevo panorama internacional.
Sin embargo, la lastimada economía de este país - resultado en gran medida de su insensible doctrina financiera implantada por alumnos egresados de sus universidades- es una variable que provoca una gran incertidumbre del derrotero que habrá de tomar en el futuro inmediato, pues mientras sus gobernantes, corruptos aún más que sus predecesores de corte nacionalista, se pliegan incondicionalmente sus designios, su gente parece querer seguir los pasos de sus hermanos sudamericanos.
Hasta aquí los hechos.
Pero luego de todo lo antes expuesto ¿qué se puede inducir? ¿cree usted que el nefasto ambiente de inseguridad, en lo fundamental, sea obra de la espontaneidad? ¿O, tal como desliza Garza García, sea resultado de la complicidad de las autoridades con entidades “parapoliciales”?
En este punto es cuando cada opinión mencionada en la anterior misiva podría tener sentido, por que en efecto, sí se vislumbran grandes transformaciones en México y el mundo; sí hay un ambiente de revolución en apariencia sin rumbo y sin sentido; sí, a la par que las matanzas se multiplican, también los hacen los juicios sumarios y el militarismo. El miedo se generaliza.
Pero ¿Cómo explicar las flagrantes omisiones en la aplicación del Estado de derecho?
¿Cómo explicar que pese a la militarización de las urbes los hechos delictivos en vez de disminuir se disparen exponencialmente?
¿Cómo explicar los dislates del discurso oficial? que un día acusa a inocentes de pandilleros como si por ello se justificara el que sean ejecutados; otro niega el sistemático abuso de las fuerzas federal para con la población; y después, como si no fuera de su incumbencia, critica la impartición de la justicia en los estados de la República y no hace mención de que la principal omisión ha sido la de la PGR a su cargo.
¿Cómo explicar todas las inconsistencias de una presunta guerra entre bandas del crimen organizado, que lo mismo asesina a políticos, masacra a decenas de migrantes, balea centrales policiales o arroja explosivos en plazas públicas?
¿Como explicar el aumento del consumo de drogas en medio de la cruzada oficial que busca precisamente lo contrario?
¿Cómo explicar el no ejercicio de la Inteligencia?
¿Cómo explicar el apuro por cambiar la Constitución en detrimento de las libertades?
¿Cómo explicar el que se persista en una estrategia de combate a la delincuencia ya claramente fallida, cuando buena parte de la opinión ha clamado por un cambio de rumbo y otra ya no la quiere?
¿Cómo explicar el silencio cómplice de EU ante la gravedad de los hechos en nuestro país, cuando por sucesos infinitamente menores en naciones con gobiernos no alineados con sus intereses suelta fortísimas condenas?
¿Cómo explicar el creciente intervencionismo de EU en la vida pública del país?
¿Es esto obra de la corrupción y/o de la descomposición espontánea de las instituciones del Estado?
¿Lo es de omisiones deliberadas? ¿O, tal como se desprende de las afirmaciones de Garza García, de la complicidad entre gobierno y criminales, para propiciar las condiciones para un gobierno de corte militar; o peor aún, una escalada intervencionista en aras de asegurar espacios vitales?
Aun pareciendo descabellada, sólo una respuesta afirmativa a estas última preguntas podría explicar las anteriores, y desgraciadamente todas las variables del entorno mundial y nacional refuerzan tal hipótesis.
La violencia en México, con Ciudad Juárez a la cabeza, no se explica en términos lógicos sino en la tesis de una estrategia deliberada para generar el miedo colectivo que reina ya en gran parte de nuestra nación. Condición que ante un escenario adverso en lo político, posibilitaría el control de la población mediante su inmovilización, primero, y después, ante la amenaza del incendio social, mediante la imposición de un régimen de corte totalitario, por vía de las leyes o por golpe de estado.
La táctica no es nueva. Lo hicieron los romanos hace poco más de 2 mil años para infundir el terror en la población y eliminar detractores político durante el segundo triunvirato; lo hicieron los conservadores franceses para impedir las protestas y revueltas prerrevolucionarias que finalmente desembocaron en la revolución de 1789 y la remoción de la monarquía; lo hicieron en Brasil en 2006 la víspera de las elecciones presidenciales para tratar de impedir un segundo periodo de Lula...
Para crear tal ambiente no se crea que se requiere de un gran plan, complejo y sesudo. Con las condiciones de pobreza económica y cultural existentes en México, lo único que hace falta es permitir que la criminalidad en todos sus órdenes (llámese organizada, común, tranza, corrupción, por omisión, por comisión…) actúe sin recato; hacer como que se imparte justicia, y que la impunidad haga el resto. Claro, seguramente habrá pinceladas de terror que irán delineando el rumbo y exacerbando el miedo.
Y luego, en fogosos discursos -pero sólo ahí- propalar la condena al crimen organizado “que no respeta los derechos humanos”; la exhibición como culpables de presuntos “peligrosos delincuentes” - para que todo el mundo vean que sí se combate al crimen- aunque a la hora de la comprobación de cargos … ¿cuáles? si no hay investigación. Y listo, lo demás es cosa de saber administrar al miedo para conseguir algún fin último diferente al enunciado.
Todo indica que la raíz del miedo en Ciudad Juárez y en gran parte de México abreva en corrientes de intereses ajenos a los de la Nación; y en ese sentido el señor Calderón junto con su partido conservador, contrario a lo que se piensa, estaría haciendo una excelente labor; tal como lo hicieron sus predecesores ideológicos en los años sesenta del siglo XIX, cuando derrotados en la arena política por los liberales, con Benito Juárez a la cabeza, acudieron a sus iguales europeos, primero por apoyo militar y luego por un monarca para que gobernara al país.
Parece que el señor Murillo Gonzáles tiene razón cuando menciona que “… la llamada ‘guerra contra el narcotráfico’ no es más que una más de las líneas políticas estadounidenses para México”.
Bajo esta óptica, todos, sin distinción, seríamos carne de cañón, pues las decisiones estarían siendo tomadas al norte del Río Bravo por una cúpula de señores de la guerra y acatadas en el centro de México por otra de desleales a la patria, quienes sólo en discurso predican el bien del país, pero en los hechos - unos bajo el influjo del fanatismo conservador y otros obedeciendo a intereses meramente mercantiles- no les importa la muerte de decenas de miles de ciudadanos.
Bajo esta óptica, es imposible dejar de sentir dolor y tristeza ante el truncamiento de tantas y tantas vidas de niños, policías, estudiantes, mujeres, jóvenes, militares, viejos, periodistas, líderes sociales… todas “justificadas” por la coartada perfecta: “la guerra contra el narcotráfico”: una astilla que se desprende del cuerpo del imperio estremecido por el temblor mundial.
El poder del rayo asusta, lo sigue haciendo; pero antes, cuando se desconocía su naturaleza, se le atribuían hasta orígenes místicos, y en su presencia, además de terror, la gente sentía culpabilidad, pues se le asociaba al enojo de alguna deidad.
La violencia que vivimos asusta, y lo seguirá haciendo, pues sus manifestaciones se alejan cada vez más de cualquier relato de ficción, superándoles.
Pero no obstante eso, en la medida en que seamos capaces de ponerle rostro, de explicar su naturaleza, su origen, estaremos creando la posibilidad de que nuestras decisiones, sin importar cuales sean, partan de una base racional y no del miedo básico.
Estaremos en posibilidad de enfrentar con pensamiento sólido la trampa que día a día tienden los medios masivos de comunicación en afán de querer sembrar la culpa en el ciudadano de bien, cuando afirman que “todos somos responsables de…”, cuando practicando un reduccionismo a conveniencia predican que las virtudes son “el camino a la felicidad”… en medio de la mortandad diaria y la ausencia del Estado de derecho.
Podremos, en ejercicio de la Dignidad y el Derecho, exigir a los poderes constituidos el cumplimento de los preceptos plasmados en nuestra Constitución, que han jurado respetar y hacer respetar… o que si no pueden, que se vayan.
PD: “Tanta es la falta de justicia, tanta es la desolación e impotencia que sienten distintos sectores. Y, mientras tanto, el primer mandatario pontifica sobre la paz como si se tratara de algo real, y envía una carta a todas las familias del país en donde dice que el color blanco de nuestra bandera nacional es el de ‘la paz que hemos conquistado’…Ese mensaje es una afrenta para los mexicanos…En México hemos llegado al punto en el que es necesario –y urgente– adoptar otro tipo de medidas para obligar a las autoridades establecidas por la ley a ofrecer respuestas más contundentes. La capacidad de tolerancia de tantos ciudadanos dolidos ha llegado a su límite; no cuentan ya esas autoridades con nuestra anuencia ni con nuestra confianza”: Denise Dresser, ¿Qué quieren de nosotros?, Proceso, septiembre 2010