Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)
2 de mayo de 2014. Aristóteles Sandoval, supuesto “gobernador” de Jalisco, estaba ayer, viernes, a las 10 de la mañana, desayunando rodeado de “líderes obreros”, cuando su secretario de Gobierno, Roberto López Lara, salió para recibir una llamada y no regresó a su sitio. Dato muy importante: 10 de la mañana.
López Lara colgó y le mandó un mensajito de celular a Aristóteles. Ambos se enteraron, con dos o tres minutos de diferencia, de que cuatro o cinco horas antes, un helicóptero del Ejército había sido atacado cuando trataba de detener Nemesio Oseguera Ramos, El Mencho, líder del cártel Jalisco Nueva Generación.
Aristóteles no estaba al tanto de nada. Todo sugiere que Peña Nieto, Osorio Chong, los titulares de Defensa y Marina, no sólo no le tuvieron confianza, sino que estrangularon las comunicaciones internas para que el aparato estatal de seguridad lo mantuviera al margen.
Una versión confiable señala que El Mencho se escapó, y su ejército paramilitar empezó a quemar coches y camiones en Guadalajara, y en diversos puntos de la entidad, así como en Colima y Guanajuato, para ayudarlo a huir, cosa que logró aparentemente. Esta es la segunda vez en menos de tres años que ocurre lo mismo.
El 26 de agosto de 2012, cinco helicópteros Black Hawk y un Mi-17 de la Policía Federal, volaron de Guadalajara a Tonaya “siguiendo reportes de inteligencia”. Ese mismo día, horas después, fuentes oficiales anunciaron la captura de El Mecho, lo que de inmediato desató una serie de narcobloqueos, igualito que hoy, pero de menor envergadura.
La noticia resultó falsa. El Mencho no fue presentado en aquella oportunidad, así como tampoco se sabe dónde está ahora. Pero a la luz de la información que se ha acumulado a lo largo del trienio de Peña Nieto, caben ciertas interpretaciones.
En su magnífico libro, Los señores del narco (Grijalbo, 2008), Anabel Hernández predijo que se acercaba a su fin el reinado de Joaquín el Chapo Guzmán, quien ya andaba preparando su jubilación y negociando su entrega al gobierno, para vivir el resto de sus días descansando en la cárcel.
Enrique Peña Nieto, como supuesto “gobernador” del estado de México, fue a Bogotá en varias ocasiones, para reunirse con el que era entonces presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez. Éste le presentó al general Óscar Naranjo, director de la Policía Nacional, y creador de los paracos –las hordas paramilitares– que asesinaron a decenas de miles de personas dizque para acabar con la guerrilla de las FARC y la violencia del narcotráfico.
Cuando Peña sucedió a Felipe Calderón, Naranjo fue nombrado asesor externo del gobierno de México en materia de seguridad. Y el general colombiano puso de inmediato manos a la obra. Como lo relaté en el Desfiladero del sábado pasado, su proyecto de formar un ejército irregular para combatir al narcotráfico empezó en Michoacán.
Ejército, Marina y Policía Federal distribuyeron armas entre la población de la Tierra Caliente michoacana y en los límites de Michoacán con Jalisco. Pronto, el doctor José Manuel Mireles, Hipólito Mora y Estanislao Beltrán, alias Papá Pitufo, empezaron a descollar en la toma de municipios controlados por el cártel de La Familia.
En todo momento se supo que, además de los civiles, el modelo contaba con el apoyo del entonces flamante gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, y del Mencho y Jalisco Nueva Generación, en el entendido de que esta empresa criminal entraría al relevo, como efectivamente entró, del cártel de Sinaloa, antes de la jubilación y entrega negociada del Chapo a las autoridades, que se verificó el 22 de febrero de 2014.
Mucha gente ingenua, y de buena fe, se incorporó a la “revolución” michoacana, excepto los guardias comunitarios de la región maderera de Cherán, que se negaron a pactar con Mireles.
Mientras Naranjo planeaba extender su proyecto a Veracruz, al ver el alzamiento popular que se estaba extendiendo por todo Michoacán, los jefes de las fuerzas armadas presionaron a Peña para que el general regresara a su país y su experimento fuera desmantelado.
Peña dio marcha atrás y nombró a Alfredo Castillo, comisionado de seguridad en Michoacán. Éste se instaló en Morelia y comenzó a dar órdenes como un virrey. Hizo que los grupos de autodefensa creados por Naranjo se integraran a la estructura de la policía del estado.
Con sobornos y prebendas coptó a Papá Pitufo y se dedicó a perseguir a Hipólito Mora y a Mireles. Hoy, después de una corta estancia en la cárcel, Mora es candidato a diputado por Movimiento Ciudadano, en tanto Mireles continúa preso en Hermosillo.
Castillo negoció además con Servando Gómez, la Tuta, jefe de la Familia Michoacana. Éste abandonó aquella empresa y formó un nuevo ejército, el de los Caballeros Templarios. A cambio obtuvo, al igual que el Chapo, una jubilación que se concretó en una entrega negociada y sin balazos ni ruido.
Por último, para cerrar su Operación Limpieza, Castillo montó la masacre de Apatzingán, que se verificó el 6 de enero y que constituye un crimen de lesa humanidad, por el cual debe ser procesado, igual que muchos otros altos funcionarios criminales.
Pero, a todo esto, ¿qué pasó en Jalisco? Si Peña Nieto intervino en agosto de 2012 para que Calderón soltara al Mencho, toda vez que éste iba a ser decisivo para el general Naranjo en Michoacán, ¿cuándo rompió con él? ¿Y cuándo, a su vez, el Mencho rompió con Aristóteles?
El 30 de enero de 2014, en la colonia Patria Nueva de Zapopan, municipio de la zona metropolitana de Guadalajara, alrededor de 80 elementos del Ejército detuvieron a Rubén Oseguera González, el Menchito, hijo de Nemesio. El muchacho pasó casi un año tras las rejas y quedó libre, por “falta de pruebas”, el 25 de diciembre de 2014.
Este incidente dio a entender que aún había buenas relaciones entre el Mencho, Aristóteles y Los Pinos. Sin embargo, tres meses después y por razones que todavía se desconocen, un comando de Nueva Generación emboscó y mató a 15 policías cerca de Ocotlán y el Mencho le declaró la guerra a Aristóteles, con dedicatoria para el procurador de Jalisco (ahora denominado “fiscal” al estilo gringo), Luis Carlos Nájera.
Nájera vive aterrorizado y no ve la hora de irse. La semana pasada, el abogado tapatío,Antonio de Jesús Diocleciano Molina de la Puente, presunto sustituto de Nájera, fue asesinado en una carretera de Jalisco por gatilleros de Nueva Generación. Diocleciano era cercanísimo de Aristóteles, por lo que su homicidio constituye un golpe más al “gobernador” que no se entera de nada.
Como bien dicen los médicos, el diagnóstico es la base de todo pronóstico. El fallido operativo de ayer viernes para detener al Mencho puede convertirse en la antesala de un infierno para impedir las elecciones del 7 de junio, algo que después de todo le convendría a Aristóteles, quien tiene desde ya perdido el municipio de Guadalajara, porque su candidato, el priísta Ricardo Villanueva, va muy detrás de Enrique Alfaro, abanderado de Movimiento Ciudadano.