JUDITH AMADOR TELLO
Mientras que el historiador del arte Alberto Híjar realiza una valoración histórica para determinar la vigencia de los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón con su lucha revolucionaria, el sociólogo Armando Bartra prefiere destacar, también desde una perspectiva de izquierda, cómo se desempeñaron “ante una situación desgarradora”, a manera de ejemplo para la actualidad.
Hoy como hace más de 100 años:
“Cuando la justicia se corrompe, cuando alguna vez las causas se deciden más por consideraciones extrañas a la ley que por la ley misma, ¿qué corresponderá hacer a los que ejercen la noble profesión del postulante o a los que velan por intereses que no tienen más garantía para su vida y desarrollo, que una honrada administración de justicia? ¿No deberíamos todos, llegado el caso, constituir en el acto un grupo firme como una muralla para resistir injustos ataques, o vigoroso como una falange griega, para atacar injustas resistencias?”
Con esta cita, que parece de un opositor al régimen actual, salió a la luz pública, el 7 de agosto de 1900, el primer número del periódico Regeneración, dirigido por Jesús y Ricardo Flores Magón junto con Antonio Horcasitas.
Fue un fragmento del discurso pronunciado por Luis Méndez al reanudarse las sesiones de la Academia Central Mexicana de Jurisprudencia y Legislación. La publicación se presentaba añadiendo esta breve pero contundente frase:
“Este periódico es el producto de una convicción dolorosa.”
Escrito a mano, se puede leer en uno de los ejemplares recopilados y digitalizados en el archivo de la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (http://archivomagon.net):
“Nuestra primera arma contra el tirano.”
Cuando el medio gubernamental planea celebrar con fastuosidad el Centenario del inicio de la Revolución Mexicana, dejando de lado la reflexión, vale evocar a los hermanos Jesús, Ricardo y Enrique Flores Magón. Y recordar que el pasado 21 de noviembre se cumplieron 87 años de la muerte de Ricardo, en la prisión de Leavenworth, Kansas, sin que los programas oficiales le dedicaran el más mínimo acto, salvo una ceremonia en la Rotonda de las Personas Ilustres por parte del Gobierno de la Ciudad de México.
Sobre los hermanos, considerados precursores intelectuales del movimiento, hablan el sociólogo Armando Bartra y el historiador de arte Alberto Híjar, fundador del Taller de Construcción del Socialismo (Tacoso), quienes coinciden en que sus ideas siguen vigentes. Quedaron plasmadas en los artículos 27 y 123 de la Constitución Política, y ahora que el modelo de civilización capitalista muestra signos de su fracaso, queda claro que siempre tuvo resistencia.
Teoría y praxis
Entrevistado por Proceso en la DEH, al término de su ponencia sobre la revolución agraria, en la que expuso que la historia de México es la historia de la resistencia a ese modelo, Bartra destaca que, más allá de analizar si el proyecto de país planteado por los Flores Magón es aún válido, se debe reconocer la forma en que enfrentaron, “como mexicanos preocupados y sensibles, una situación social insostenible, desgarradora”.
Fue en su natal Oaxaca, en las comunidades zapotecas de la Sierra Juárez, así como en su formación en la Ciudad de México y en su trato con sectores medios y de la intelectualidad, donde los hermanos adquirieron la conciencia social y el reto de servir al pueblo de México, explotado por el régimen porfirista.
Y aunque casi de manera automática se relaciona a los Flores Magón con el anarquismo, Bartra refiere que su intención de servir no fue una cuestión doctrinaria. Comenzaron haciendo periodismo, “un periodismo crítico, de denuncia, de sátira, de caricatura, incendiario pues”, mediante el cual denunciaron las barbaridades del orden porfirista que presumía de modernidad. Después decidieron fundar un partido de oposición al régimen.
Así nace en julio de 1906 el Partido Liberal Mexicano (PLM), cuyo programa se publicó en los números 3 y 6 de Regeneración en marzo y abril de 1906, dirigido ya por Ricardo Flores Magón. Ahí se proponían, entre otros objetivos, hacer efectivas las Leyes de Reforma, leyes en beneficio de las clases trabajadoras, educación laica, restitución de ejidos a los pueblos despojados, supresión de la reelección y abolición de la pena de muerte.
En este partido, dice Bartra, recogen la historia del liberalismo del siglo XIX como una política progresista, pues consideraban que Porfirio Díaz había traicionado ese liberalismo:
“Asumen la creación de un partido político que recupere la tradición revolucionaria que para ellos es la tradición liberal del siglo XIX: Benito Juárez, la lucha contra la intervención extranjera, contra los privilegios del clero, contra la desigualdad, etcétera.
“Ese partido es reprimido, sus periódicos son cerrados, se enfrentan a la represión y su respuesta es radicalizarse políticamente. Es decir: ‘Si no podemos hacer periodismo crítico, no podemos hacer oposición política legal, no nos dejan más que la oposición ilegal, la clandestinidad’. No la eligen, son empujados a ella. Esto los lleva al exilio y desde ahí siguen trabajando y organizan un partido, que se va afiliando a ideas cada vez más radicales que ya no son las del liberalismo del siglo XIX, sino las del anarquismo.”
Es entre 1904 y 1905, refiere, cuando son ya anarquistas, y deben emigrar a Estados Unidos, donde comienzan el trabajo clandestino con el anarquismo como ideario para hacer una revolución libertaria, “no un cambio político, porque ellos no creen en un gobierno político diferente”. Juzgan que en México no hay las condiciones para una transformación de esa índole:
“No hay derechos para la organización sindical, no hay derecho de huelga, no hay democracia política ni cívica, los campesinos no tienen tierra, los mínimos derechos democráticos y de justicia social no se cumplen.”
Anarquía, pero con orden
Pero más que la historia, quizá hasta personal, de cómo se van radicalizando, para Bartra lo importante es que en determinado momento, en lugar de anteponer “la función ácrata y sacar la bandera rojinegra” y el rechazo a cualquier tipo de gobierno, los Flores Magón decidieron formular un programa democrático acorde con lo que el pueblo requería. Se necesitaba tierra, libertad municipal, derechos, salario mínimo, respeto a las elecciones, que la Iglesia no se entrometiera en asuntos civiles:
“No confunden sus ideales doctrinarios –que no abandonan y que siguen difundiendo– con las necesidades concretas que movilizan a la gente, y plantean el programa de 1906 con reivindicaciones democráticas que tiene que ver con los derechos agrarios y los del trabajo y, básicamente, con los derechos políticos y ciudadanos.”
Podría parecer un programa “muy tibio”, pero a decir suyo es una clara muestra de su sensibilidad política. Entendieron que antes que los propios ideales, las doctrinas, las utopías, estaba el compromiso con la gente que se mueve en una huelga, toma tierras o pelea por sus derechos y libertades:
“A pesar de ser anarquistas, recogieron, sistematizaron y sintetizaron los deseos de la gente. No es casual que de ellos venga el concepto de ‘tierra y libertad’ que retoma el zapatismo.”
Y tras considerar que no importa si fue Antonio Díaz Soto y Gama quien llevó a Morelos la consigna, sostiene que comprendieron que en el zapatismo estaba la verdadera revolución e intentaron establecer una alianza. Destaca también que fueron precursores de levantamientos armados a los cuales dieron contenido doctrinario. Y fueron inspiradores de transformaciones constitucionales al incorporar demandas elementales, como las libertades políticas, sindicales, el derecho a la tierra, que cristalizaron la Revolución.
En la perspectiva histórica, destaca Bartra, los Flores Magón y sus ideas “aguantan la prueba del tiempo”, lo cual no significa sólo reconocer que comenzaron la Revolución y le dieron contenido a las reformas, no se conformaron con la prédica de sus ideas anarquistas, desarrollaron un trabajo para servir a las causas reales:
“Combinan su convicción de principios con una política, digamos, pragmática, el posibilismo: Hacer lo que se puede en el momento en que se puede. Es necesario, porque no participar en una huelga a pesar de que no resuelva los problemas del país, es dejar a los trabajadores sin apoyo; o no formular un programa democrático porque su idea es que debe ser más radical, es dejar desarmado a un pueblo que necesita esta combinación de pragmatismo político con principios. Es lo valioso de los magonistas.”
Desde luego considera también como destacable el haber hecho del periodismo un “instrumento libertario fundamental” y haber logrado que cuando más de 20% de la población no sabía leer, sus periódicos fueran leídos en voz alta para quienes no leían. Y pondera:
“Tan cualitativamente fundamental era ese instrumento en contra de los medios de comunicación masiva de aquel momento, como lo es hoy la prensa escrita frente a la avalancha de los medios electrónicos.”
Y deja caer sorpresivamente:
“Proceso es Regeneración del tercer milenio.”
Con motivo del día de la Libertad de Prensa, el dirigente político Heberto Castillo expuso en este semanario el 14 de junio de 1982 una idea paralela, al comentar el retiro de la publicidad gubernamental como un castigo por ejercer la crítica:
“Que José López Portillo satanice a Proceso, no lo condena a desaparecer. Lo condena, en el caso más extremo, a permanecer, a vivir, como símbolo del periodismo honrado, moderno, al servicio del pueblo; como condenaron a vivir por siempre a Ricardo Flores Magón quienes con su represión hicieron posible que él, imbatible, antes de transigir con la clase dominante opresora de su pueblo, muriera ciego, abandonado en una sórdida prisión en Estados Unidos.”
Línea histórica
Frente a la oleada de diversos grupos que Alfredo Velarde, miembro del Tacoso, califica como “neardenthal”, Alberto Híjar reivindica la figura de los Flores Magón, así como a Regeneración y al mismo PLM. Recuerda que el partido llevaba en su nombre el “escándalo” por haberse apegado a la Constitución de 1857, pero fue con un fin táctico: Echar de la Presidencia a Porfirio Díaz. Su convicción era impulsar la liberación de los trabajadores por sí mismos:
“Una concepción del Estado para luchar contra él y propiciar el poder de los trabajadores. Eso los condujo a deslindarse del sindicalismo pues consideraron que sólo ocuparse de las relaciones laborales, que ellos reivindican en su programa –la jornada de ocho horas, el salario justo–, no es suficiente, porque no afecta las relaciones de explotación.
“Con el triunfo de la revolución rusa en 1917, esto adquirió una importancia estratégica que los deslindó también del proyecto leninista, de la dictadura del proletariado. Les pareció que en su nombre llevaba su límite político: ser una dictadura. Quisieron, en cambio, reivindicar la asociación libre de los productores.”
No obstante, sigue, celebraron el triunfo de los bolcheviques y apoyaron, de manera crítica, a Pancho Villa: “les parecía que hacía un juego peligroso a los terratenientes del norte del país, después corrigieron, advirtieron que había formado un ejército muy poderoso”. Y lo valoraron porque consideraban necesaria la lucha armada para derrotar a los federales.
A Francisco I. Madero lo criticaron también por ser un rico hacendado y limitar su lucha al “Sufragio efectivo, no reelección”, y dejar tal cual las relaciones de explotación. Lo hacen, destaca Híjar, desde “sus vidas personales, porque ellos vivieron de manera muy modesta, lo cual los acercaba a los medios en los que se movían, incluyendo los estudiantiles”.
Fueron disciplinados y vivieron de hacer trabajos muy humildes, con bajos salarios para no permitir la deformación de sus principios, lo cual “les trajo mucho prestigio, por esto reivindico la vida modesta de Ricardo Flores Magón, de todos ellos, esa es la manera de prestigiarse entre los compañeros, de producir solidaridad y ganar respeto. Esto me parece con entera vigencia para todos los tiempos”.
Coincide con Bartra en el sentido de que su papel intelectual, como escritores a cargo de diarios, fue fundamental e influyente. Rememora que al salir de la prisión de un año que sufrieron en la cárcel de Belén, donde ahora está el Centro Escolar Revolución, se hicieron cargo de El Hijo del Ahuizote, que había tenido que cerrar su fundador Daniel Cabrera.
Se ocuparon de ese medio mientras reorganizaban Regeneración. Y destaca Híjar que con ese periódico, que editaron en San Luis Missouri, Estados Unidos, lograron expandir al PLM “no en todos los estados, pero sí por todo el país”.
En realidad, dice, los Flores Magón eran reticentes a crear un partido con sus cuadros, pues consideraban que formarían una élite, algo que reprobaban en otros grupos revolucionarios. Por ello formaron clubes liberales que resultaron eficaces para el anarquismo. Con ello se contradice la idea de que constituyeron sólo un pequeño grupo conspirativo. Al contrario, llevaron sus ideas a la Constitución de 1917, aunque fueron perseguidos brutalmente, lo cual condujo a Ricardo a la cárcel “hasta morir en 1922, en Leavenworth, probablemente asesinado”.
Híjar da cuenta de diversos grupos anarquistas que luchan en la actualidad, entre ellos los editores de la revista Autonomía, organizaciones ecologistas y la Asamblea de Artistas Revolucionarios de Oaxaca (Asaro), que a decir suyo ha logrado una poética en la expresión plástica. Así se mantiene vivo el magonismo y su concepto de alejarse del Estado.
A nivel internacional, considera que hay también organizaciones anarquistas serias, como la que se manifestó en noviembre de 1999 en la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Seattle, en 2000 en Davos, en Nápoles en 2001 y en Cancún en 2003. Y ya se advierte que reaparecerá en Copenhague, donde en los primeros días de diciembre se realizará la Conferencia de Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas.
En un texto titulado El otro marxismo, publicado en los cuadernos de Tacoso, Híjar cita a Donald D. Hodges, de la Universidad de Texas, quien “intenta descubrir las raíces de movimientos estudiantiles y guerrilleros recientes, en una línea anarcocomunista propuesta por el Partido Liberal Mexicano de Ricardo Flores Magón, luego el movimiento cañero de Atencingo y Rubén Jaramillo, todo sobre la base del testimonio oral de Mónico Rodríguez Gómez, legendario comunista avecindado en Morelos”.
Se le pregunta entonces si realmente hay ese continuo histórico. Lo que hay, dice, son los grupos mencionados, aunque predominan los “neardenthal” y no hay el rigor de los magonistas de mantener “por dos décadas” un periódico como Regeneración, “con una clara posición frente al Estado y con un discurso impregnado de romanticismo decimonónico”. Considera que Asaro sí tiene una intención claramente renovadora. Han logrado exponer en distintos espacios y difunden sus materiales en internet.
Y sobre la organización de trabajadores, se le pregunta si ante el reciente cierre por decreto presidencial de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro sigue funcionando el Tacoso. Incluso un grupo de intelectuales ya denunció el riesgo para el edificio del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), construido por el célebre arquitecto Enrique Yáñez, y el mural colectivo Retrato de la burguesía, en el cual participaron, entre otros, David Alfaro Siqueiros, Antonio Pujol y Joseph Renau.
Señala Híjar:
“La escuela sigue operando, ahora también como un centro de acopio y punto de reunión de asambleas de organizaciones solidarias. Mientras puedan seguirán trabajando en el propósito del SME ‘de propiciar una cultura de los trabajadores’, lo cual exige defender el edificio de Antonio Caso... Eso le da al SME y a su sindicalismo una dimensión cultural que desborda los límites de los derechos de los trabajadores, tiene que ver con esta tradición de lucha de los sindicatos que no se limitan a defender a los trabajadores.”
–¿Eso da sentido a la idea de que son los trabajadores quienes tienen un proyecto nacional?
–A eso le tiramos, a cumplir con la frase del Manifiesto Comunista: La afirmación de que los proletarios no tenemos patria porque ya nos la quitaron y la pudrieron y la redujeron a rayos láser en el Zócalo, pero somos la única clase capaz de formular un proyecto nacional. ¿Quién más? Quizá movimientos campesinos comunitarios, pero estamos seguros de que la burguesía ya no pudo, están en la rebatinga de los dineros y la profunda corrupción sindical, nada más. Entonces el anarquismo vive y la lucha sigue. l