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los profetas que anuncian los males que amenazan a su pueblo se les ignora, sobre todo si sus profecías se cumplen. Hace 70 años (1946), Daniel Cosío Villegas elaboró una profecía en un ensayo llamado
La crisis de México, advirtió el agotamiento de las metas de la Revolución, que él juzgaba certeras: el régimen presidencialista tenía un gran poder, pero no se utilizaba para transformar a México, ni impulsar la democracia política, ni mejorar la distribución del ingreso, ni fortalecer nuestra soberanía, sino para garantizar el autoritarismo y la impunidad. Advirtió que, de no rectificar, confiaríamos la solución de nuestros problemas a la sumisión a Estados Unidos (EU). La profecía se cumplió. Caímos en una especie de crisis permanente o en una decadencia lenta. No encontramos recursos propios para superarla y acudimos a EU en demanda de dinero, adiestramiento, consejo e incluso asumimos su tabla de valores tan distinta a nuestra cultura. Cosío afirmó que el sacrificio de la nacionalidad traería
la pérdida de la seguridad, el dominio y la dicha de quien consigue labrar su propio destino. Esto es lo que ha sucedido y el origen de la pesadilla en que vivimos.
La protección que nuestros gobiernos han buscado en EU no nos ha traído ningún mejoramiento ni social ni económico. En los últimos 33 años el avance del PIB se ha anulado por el crecimiento de la población. La corrupción y la impunidad se han magnificado al punto que hasta el gobierno estadunidense dice preocuparse por la falta de respeto al estado de derecho y la corrupción generalizada (Knochenhauer,
Trabaja EU contra la corrupción en México.El Financiero, 10/3/16). Se tomarán medidas intervencionistas y nosotros no diremos nada. También se cumplen 40 años de la muerte de Cosío que por sus aportaciones a México parece un miembro rezagado de la generación liberal que Justo Sierra llamó de gigantes. Cosío fue un liberal moderno y progresista, creía en la necesidad de la intervención del Estado en la economía, en que la democracia estuviera orientada a mejorar la distribución del ingreso y además fue patriota, aunque nunca xenófobo o antiestadunidense. A pesar de ello su crítica al macartismo le costó la cancelación de su visa estadunidense.
Hoy, si algún nuevo profeta vaticinara un colapso, nadie lo vería como un radical rencoroso, como se vio a don Daniel cuando publicó
La crisis de México. Somos testigos de la etapa final de la devastación de nuestro proyecto nacional. La descomposición y la violencia avanzan. Podríamos decir que el único rayo de esperanza está en las elecciones presidenciales de 2018. Para muchos, y para mí también, se trata de una última oportunidad.
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