domingo, 25 de julio de 2010
Calderón: el rompimiento---- Jorge Camil
En La mafia que se adueñó de México… y el 2012, el reciente libro de Andrés Manuel López Obrador, el autor afirma que quienes impusieron a Felipe Calderón le achacan hoy el desastre: lo están exhibiendo como el único responsable, y añade: “han echado a andar una operación de recambio (…) que con el apoyo de los medios busca inducir la idea de que la solución (…) radica en el regreso del PRI”. El libro de AMLO resultó premonitorio. Un mes después apareció en Reforma un artículo de opinión de Claudio X. González Guajardo, presidente de la Fundación Televisa, quien a título personal condenó a Calderón al fracaso. El fulminante título de su colaboración degrada a Calderón: De Presidente de México a presidente del PAN (el autor es hijo de Claudio X. González Laporte, conocido asesor salinista, ex presidente del Consejo Coordinador Empresarial y consejero de innumerables empresas nacionales y extranjeras).
Calderón es un hombre valiente, pero lleno de obsesiones y prejuicios, comienza González Guajardo, fincando la valentía en el lugar común de la guerra contra el crimen organizado, algo que todos reconocemos como una de sus actuales obsesiones. La otra es ganar las elecciones de 2012. El autor interpretó puntualmente un fenómeno que se comenzó a gestar en Los Pinos, cuando la guerra contra el crimen organizado se convirtió inesperadamente en lucha por la seguridad pública. Muchos hicimos una lectura equivocada del cambio. Lo interpretamos como una estrategia electoral con miras al 4 de julio pasado, o simplemente como un reconocimiento del destino inexorable de una guerra imprudente, desatada sin objetivos claros ni estrategia de salida. González Guajardo, en cambio, atribuye la súbita retirada de la guerra contra el crimen a una acendrada debilidad personal del mandatario: el PAN y la política de oposición.
Cuatro años y 24 mil 800 muertos después, cansado de los molinos de viento del narcotráfico y cubierto con el polvo de la derrota, Calderón regresa al único puesto en donde se siente cómodo: la trinchera del PAN. Más que estadista, el artículo de González Guajardo reconoce en el mandatario a un arraigado hombre de partido, un acendrado político de oposición: es en la oposición donde Felipe Calderón funciona mejor.
Después analiza detenidamente la carrera del mandatario, desde que era un joven político, arrojado, idealista, perseverante, obsesionado con sacar al PRI de Los Pinos, hasta el momento actual, en el que su obsesión es ganar la elección de 2012. Muestra a un Calderón que durante el sexenio de Fox languidece en puestos administrativos, que sin ser menores producían magros resultados. Dice que al llegar la campaña presidencial de 2006, cuando regresa a la trinchera del PAN, le arrebata la candidatura a Creel, y luego la Presidencia a López Obrador. Arrebatar fue un verbo a la medida, usado deliberadamente por alguien que sin ser periodista ni hombre de letras lanzó esta lapidaria condena contra Felipe Calderón: es un árbol bajo cuya sombra no crece nada.
La sugerencia es que Calderón abandonó todo para regresar a dirigir las elecciones del 4 de julio, que según los oráculos de la política nacional serían la puerta para el 2012; regresó a dirigir las alianzas con el PRD (“César Nava no dirige nada –sentencia González Guajardo–, es el operador de Felipe Calderón”). Qué razón tenía López Obrador: los empresarios sellaron al mismo tiempo el rompimiento con Calderón y el compromiso matrimonial con el PRI.
Por otra parte, es un hecho que las experiencias de 12 años de panismo confirman su debilidad congénita para gobernar. Continúa siendo un partido que nació y se desarrolló oponiéndose al autoritarismo del PRI, ejerciendo la estéril brega de eternidad de fundadores que jamás se imaginaron despachar en Los Pinos. El dorado acceso al poder vendría mucho tiempo después, cuando el oportunista ranchero de Guanajuato arrastró el partido a Los Pinos, descansando en el hartazgo producido por los excesos salinistas, la incipiente apertura democrática, las contribuciones ilegales de los Amigos de Fox y la exitosa estrategia electoral de asesores estadunidenses.
González Guajardo termina con una frase que no deja lugar a dudas: “ha terminado la etapa de Felipe Calderón como presidente de México y comenzado (su) segunda etapa (…) como presidente del PAN. Lástima”. El regreso de Calderón a la dirección del PAN se confirma con los últimos cambios: la salida del vocero presidencial, Max Cortázar, para reposicionar la imagen del PAN; la salida de Fernando Gómez Mont, opositor de las alianzas, y la llegada de José Francisco Blake, un político desconocido, que administrará Gobernación mientras su jefe dirige de tiempo completo la campaña presidencial de 2012.
Analizando los factores que contribuyen a dejar un legado histórico, Luis Rubio (Reforma, 18/07/10) concluyó que trascienden aquellos presidentes que “construyen consensos (…) y saben )… cambiar de dirección”. El ejemplo usado fue Clinton. Tuvo, como diría el rector José Narro, visión del porvenir, en vez de la siguiente elección.
Publicado por Marissarp007 en viernes, julio 23, 2010
'Va pa' tras'
Por Denise Dresser
Grupo Reforma
Ciudad de México, México (may 17 2010 12:00am).- Basta con ver la cara de los priistas en cualquier acto público. Basta con advertir las sonrisas compartidas, los rostros complacidos, los abrazos entusiastas. Están felices y se les nota; están rebosantes y no lo pueden ni lo quieren ocultar. Saben que vienen de vuelta, saben que están de regreso, saben que encuesta tras encuesta los coloca en el primer lugar de las preferencias en las elecciones estatales y cada vez más cerca de recuperar el control del gobierno federal.
El PRI resurge, el PRI revive, el PRI resucita. Beneficiario del panismo incompetente y del perredismo auto-destructivo, el Revolucionario Institucional está a un paso de alcanzar el picaporte de Los Pinos tan sólo dos sexenios después de haber sido expulsado de allí.
Para muchos mexicanos esta posibilidad no es motivo de insomnio ni de preocupación. Hablan del retorno del PRI como si fuera un síntoma más de la normalidad democrática. Un indicio más de la alternancia aplaudible. Un indicador positivo de la modernización que México ha alcanzado y que ya sería imposible revertir. "El país ya no es el mismo que el de 1988", advierten quienes no se sienten alarmados por la resurrección priista. "El PRI no podría gobernar de manera autoritaria como lo hizo alguna vez", sugieren quienes celebran los logros de la consolidación democrática. "Los priistas se verían obligados a instrumentar las reformas que hasta ahora han rechazado", auguran los oráculos del optimismo. Y ojalá tuvieran razón las voces de aquellos a quienes no les quita el sueño la posibilidad de Enrique Peña Nieto en Los Pinos, Manlio Fabio Beltrones en la Secretaría de Gobernación, Beatriz Paredes en cualquier puesto del gabinete, y Emilio Gamboa en la presidencia del PRI.
Ojalá fuera cierto que una nueva era de presidencias priistas sería señal de alternancia saludable y no de regresión lamentable. Ojalá fuera verdad que tanto el país como el PRI han cambiado lo suficiente como para prevenir el resurgimiento de las peores prácticas del pasado. Pero cualquier análisis del priismo actual contradice ese pronóstico, basado más en lo que sus proponentes quisieran ver que en la realidad circundante. Como lo escribe el columnista Tom Friedman en The New York Times, en México hoy coexisten tres grupos: "Los Narcos, los No's y los NAFTA's": los capos, los beneficiarios del statu quo y los grupos sociales que anhelan el progreso y la modernización. Y hoy el PRI es, por definición, "El Partido del No". El que se opone a las reformas necesarias por los intereses rentistas que protege; el que rechaza las candidaturas ciudadanas por la rotación de élites que defiende; el que rehúye la modernización sindical por los "derechos adquiridos" que consagró; el que no quiere tocar a los monopolios porque fue responsable de su construcción. El PRI y sus bases son los "No's" porque constituyen la principal oposición a cualquier cambio que entrañaría abrir, privatizar, sacudir, confrontar, airear o remodelar el sistema que los priistas concibieron y del cual viven.
A quien no crea que esto es así, le sugiero que lea los discursos atávicos de Beatriz Paredes, que examine la oposición pueril de Enrique Peña Nieto a la reelección, que reflexione sobre los intereses cuestionables de Manlio Fabio Beltrones, que estudie los negocios multimillonarios de Emilio Gamboa, nuevo dirigente de la CNOP y próximo presidente del partido. Allí está el PRI clientelar, el PRI corporativo, el PRI corrupto, el PRI que realmente no cree en la participación ciudadana o en los contrapesos o en la rendición de cuentas o en la apertura de la vida sindical al escrutinio público. Si la biografía es micro-historia, entonces se vuelve indispensable desmenuzar la de Emilio Gamboa ya que su selección reciente para una de las posiciones más importantes del priismo revela mucho sobre el ideario, los principios y el modus operandi de la organización. Emilio Gamboa, descrito en el libro coordinado por Jorge Zepeda Patterson, Los intocables, como el broker emblemático de la política mexicana; el intermediario entre el dinero y el poder político. Vinculado al Pemexgate, al quebranto patrimonial en Fonatur, al crimen organizado vía su relación con Marcela Bodenstedt y el Cártel del Golfo, a las redes de pederastia, al tráfico de influencias. De nuevo en la punta del poder dentro de su propio partido.
Ése es el PRI del 2010, y si no lo fuera, su dirigencia ya habría denunciado a Emilio Gamboa junto a tantos que se le parecen. Pero no es así. El PRI nuevo milenio y el que se apresta a gobernar a la República sigue siendo un club transexenal de corruptos acusados y corruptos exonerados; de cotos construidos sobre la intersección de la política y los negocios; de redes tejidas sobre el constante intercambio de favores y posiciones, negociadas a oscuras. En una conversación telefónica grabada y ampliamente diseminada -que a pesar de ello no ha hecho mella en su carrera política- Emilio Gamboa le dice a Kamel Nacif: "va p'a tras". Y ése es el mismo mensaje que el PRI envía sobre el país bajo su mando.
El secretario del Trabajo busca dinamitar posible acuerdo: senadores
Andrea Becerril
Periódico La Jornada
Domingo 25 de julio de 2010, p. 3
Legisladores priístas y perredistas exigieron al gobierno federal actuar con seriedad, sin dobles discursos, para resolver el conflicto con el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), ya que el secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, pretende “dinamitar” la posibilidad de un acuerdo.
Los senadores priístas Carlos Jiménez Macías y Francisco Arroyo Vieyra coincidieron en que es preocupante que el titular del Trabajo trate de echar abajo el intento de diálogo iniciado por el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora.
“Ojalá en el gobierno federal no traten de engañarnos con un doble juego donde el secretario de Gobernación, en un afán de legitimarse, esté jugando al bueno, y le dejan el papel de malo, de golpeador, a Lozano”, expresó Arroyo Vieyra.
Resaltó que desde la Comisión Permanente se pidió a Blake Mora que reanudara el diálogo con el SME, y “le vamos a exigir que sea serio y cabal, porque no se vale que después de que los trabajadores levantaron la huelga de hambre sólo les den largas y el secretario del Trabajo insista en los planteamientos que ha esgrimido hasta ahora y han llevado a un callejón sin salida”.
Jiménez Macías comentó que la actitud “de nuevo arrogante” de Lozano parece “querer dinamitar” toda posibilidad de arreglo, porque lo que se vio como buena señal del secretario de Gobernación se diluye ante las declaraciones del titular del Trabajo, al que no se ve voluntad de resolver el problema.
“La intención es clara: en el gobierno están dando largas al conflicto del SME para tratar de debilitar a los trabajadores y lograr que se desistan de seguir en su movimiento.”
Por lo anterior, agregó, el Congreso debe mantenerse alerta y mediante el grupo plural de la Comisión Permanente vigilar que se dé el diálogo “de buena voluntad” y se encuentre una salida justa.
El senador perredista Carlos Sotelo consideró que ya en otras ocasiones comisiones plurales de legisladores han podido suplir la ausencia de mecanismos de diálogo en busca de solución a conflictos creados desde el poder.
Agregó que lo fundamental es que se reintegre en sus puestos a los electricistas, ya que Felipe Calderón y su secretario del Trabajo se niegan a reconocer la figura de patrón sustituto porque detrás de la liquidación de Luz y Fuerza del Centro (LFC) está la decisión de profundizar en la privatización del servicio eléctrico.
Insistió en que desde el Congreso hay “otra ruta de salida” al conflicto: insistir en la controversia constitucional contra Calderón, por haber liquidado LFC sin crear un organismo encargado de proporcionar el servicio de electricidad en la zona centro, como señala la ley.
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