E
nrique Peña Nieto asiste impávido a su lenta cocción en el fuego de la incapacidad. El gran escándalo, el que le va tumbando puntos de popularidad y aumenta las versiones de que podría llegar al punto de ser sustituido como candidato presidencial, no proviene en sí de la degradante escena que protagonizó en la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, sino, en realidad, de la exhibición pública, rotunda y constante, que de impotencia y torpeza ha venido dando frente a aquel episodio que otro hombre bien forjado en la política habría superado sin mayores problemas, sin abonar el terreno para que creciera y se multiplicara (sobre todo en el nuevo mundo de la crítica libre que florece en Internet) hasta llegar a los niveles actuales.
No hay punto de comparación entre el sobrado gobernador del estado de México, que dejaba el puesto a un propio y que se erigía en virtual candidato presidencial arrollador, con el personaje huidizo, propenso al tropiezo en cuanto le retiran el tutelaje aislante, silenciado por la fuerza de los yerros, que hoy recurre al discurso prefabricado, la frase preparada o la entrevista previamente arreglada. Los destellos del faraonismo precoz que hacía frotarse las manos a los cuadros priístas por un supuesto retorno inminente a Los Pinos han ido entrando en una fase precavida, de apenas disimulada reflexión.
El rostro elegido para hacer campaña frívola y superficial permitió antes de tiempo que se conocieran sus trascendentes defectos, y ahora el temor lleva a esos estrategas de tres colores a preguntarse qué pasará cuando el hombre sin tres libros que marcaran su vida se enfrente a los retos de los debates sin protección, a los cuestionamientos a fondo, a la exigencia de respuestas sin apuntador. Tal vez si los comicios fueran hoy Peña Nieto aún ganaría, pero cada día de exposición a la lupa ciudadana añade pérdidas a la cuenta recibida con amplio superávit.
Tanto es el bombardeo al copete antes puntero, que ayer mucho sufrió el siempre correcto Pedro Joaquín Coldwell (PJC) a la hora de dar su primera conferencia de prensa como presidente nacional del PRI. El tema central era, evidentemente, la postración intelectual del candidato a la Presidencia de la República. No hubo ni tenía por qué haber misericordia de los reporteros, y uno de ellos preguntó (entre carcajadas de los periodistas, según narra Enrique Méndez en la nota del portal de La Jornada) si habría capacitación del partido de tres colores hacia su abanderado. El quintanarrooense que por arreglos de transición encabeza el PRI hubo de hacer de tripas corazón y negó que al mexiquense le faltara capacitación pues, arguyó, había estudiado en dos instituciones
muy prestigiadas, que le habrían dado
una sólida formación(la Universidad Panamericana, donde cursó la licenciatura en derecho, y el Tec de Monterrey, donde alcanzó el grado de maestría en administración de empresas; centros académicos que bien podrían hoy demandar:
no me defiendas, alumno).
Faltaba aún a Joaquín Coldwell pasar el amargo trago de la pregunta respecto de las posibilidades de que el Copete que Cae pudiera ser sustituido. El simple hecho de que esa eventualidad haya alcanzado tales dimensiones en el debate público y en el bagaje periodístico representa por sí mismo una anormalidad que debería preocupar a todo dirigente o estratega. Pero, obviamente, el sucesor de Humberto Moreira apostó por la contestación heterodoxa, la del librito de instrucciones ante momentos críticos: “Tenemos el candidato más sólido en muchos años, el mejor posicionado en las encuestas… Está plenamente capacitado para gobernar al país y tiene las destrezas que debe tener un político”, dijo PJC, según el relato del reportero Méndez.
Es evidente que la tregua de temporada caerá como bendición en las atribuladas filas del peñanietismo, pero no es de esperarse que el paso del tiempo se constituya en solución mágica. Suficientes días han pasado desde la catástrofe de la FIL sin que hasta ahora el atropellado Enrique haya acertado a enhebrar una postura inteligente y eficaz que le permita salir del pantano y recuperar puntaje o cuando menos frenar la disminución. Si de esa manera enfrenta el candidato puntero un problema menor, relacionado con lecturas, que dejó crecer hasta convertirse en su pesadilla, hay fundamento para preguntarse de qué manera enfrentará problemas de índole superior y que afectarían gravemente no sólo la imagen de un político sino el destino de un país.
Absolutamente impensable, dijo Joaquín Coldwell que es cualquier consideración respecto de un cambio en la candidatura del tricolor. Como suele suceder con esas reacciones sentenciosas que pretenden acallar críticas o discusiones mediante la simple emisión de sonidos de
autoridad, el enunciado es por sí mismo absolutamente falso. El propio Coldwell, al pensar en el tema y la respuesta, consideró tales posibilidades. Y muchos priístas, y muchos ciudadanos, también se preguntan si el PRI no tiene una mejor presentación a ofrecer al público electoral del año entrante que la de un personaje que no puede salir de un problema menor. Absolutamente de pensarse.
Astillas
Marcelo Ebrard agradeció a AMLO el
gestode considerarlo como futuro secretario de Gobernación pero, en un fraseo que mucho dice sin decir, no se comprometió explícitamente más que a desear
que triunfe el proyecto progresista para el país y si tengo que participar lo haré(sin precisar un
sía la invitación concreta que el tabasqueño le hizo) y a que
si se integra un gobierno así, por supuesto que simpatizamos y lo apoyaríamos…
Otro invitado, Juan Ramón de la Fuente, dijo que
pensaráel asunto, según mencionó el propio AMLO, quien habló de que el ex rector de la UNAM pasa por un momento personal difícil...
Y, mientras Calderón y Madero hacen lo necesario en Sinaloa para unir en su contra a nivel nacional los apellidos Fox, Clouthier y Creel, ¡hasta mañana, con el batidillo Pemex-Sacyr-Repsol!
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