lunes, 30 de agosto de 2021

Iberdrola, la empresa que contrató a Felipe Calderon




 Iberdrola: atraco en despoblado// Buitre con principios éticos// Consumidores desamparados

L

os españoles de a pie ya no sienten lo duro sino lo tupido por el constate cuan brutal aumento de las tarifas eléctricas, que mes tras mes rompen récord sin visos de que se vaya a revertir. Al contrario, las empresas privadas (que todo el día cacarean que trabajamos para tu bienestar) dedicadas a estos menesteres han rebasado toda proporción, entre ellas destaca una que llegó a México con la cínica promesa de modernizar el sistema eléctrico nacional y favorecer a los consumidores. Se trata, obvio, de Iberdrola, trasnacional gachupina que aquí obtiene jugosas ganancias gracias a los contratos leoninos (subsidios incluidos) que les otorgaron Borolas y Peña Nieto.

Los mexicanos saben de qué se trata, pero la crónica de Armando Tejeda, corresponsal jornalero en España, es más que ilustrativa: “María del Rosario Quelez es voluntaria en un banco de alimentos desde hace tres años y su diagnóstico es diáfano sobre el aumento de la pobreza y el riesgo de exclusión social a raíz de la escalada histórica en el precio de la energía eléctrica en España: Lo vemos todos los días, familias que prefieren hacer las colas en nuestros centros para recibir una bolsa de comida antes que utilizar sus electrodomésticos para cocinar en casa. El precio de las cosas, no sólo de la luz, también del agua, de los servicios, de la gasolina, está provocando auténticos estragos en el tejido social.

Ante la pasividad de un gobierno fracturado y sin un plan para atajar la crisis, el precio de la luz en España superó por tercera vez en menos de tres meses su máximo precio, al alcanzar 122.7 euros (alrededor de 2 mil 924 pesos mexicanos) por megavatio, lo que se traduce en que poner una lavadora, una lavavajillas, el aire acondicionado o un ventilador en casa cuesta más del doble de lo que se pagaba hace sólo un año.

Tejeda da cuenta de que el problema se ha agudizado, sobre todo en agosto, cuando además del precio histórico en el precio de la luz se alcanzaron temperaturas insoportables, que sólo se podían paliar con un poco de aire del ventilador o el aire acondicionado. La mezcla fue letal; mientras en algunos pueblos del sur de España se superaron los 47 grados centígrados en la hora del día de más calor, las empresas eléctricas, desde los despachos de los grandes directivos, hacían caja especulando en los mercados financieros para subir los precios y provocar que los clientes en España paguen un precio por el servicio nunca visto.

La situación es socialmente explosiva, mientras los políticos que nos gobiernan miran a otro lado o se echan la culpa entre ellos. Una vergüenza. Muchas familias han tenido que acudir en varias ocasiones a las llamadas colas del hambre, donde reciben comida y enseres básicos de los bancos de alimentos, que en meses recientes dan de comer a más de 600 mil personas a diario. Y desde el gobierno español, integrado por una coalición de izquierdas del Partido Socialista Obrero Español y Unidas Podemos no hay ni una respuesta clara ni un plan específico, a pesar de que uno de sus lemas antes de llegar al poder era poner fin a la pobreza energética.

Se trata de la misma trasnacional, Iberdrola, a la que los gobiernos neoliberales en México le abrieron las puertas de par en par por tratarse –versión oficial– de una empresa limpia que llegó a nuestro país a coadyuvar en la modernización (léase privatización) del sistema eléctrico nacional y ofrecer menores tarifas para beneficio de los hogares.

En julio pasado el citado corresponsal jornalero detalló que “en la misma semana en la que el precio de la energía eléctrica alcanzó su máximo histórico en España, la red de complicidades, chantajes y espionaje que hay alrededor de este negocio multimillonario se va despejando. Y en la mira hay una empresa, la hegemónica y poderosa Iberdrola (…) una de las trasnacionales españolas que más lucran con el negocio de la electricidad y las energías alternativas o renovables”. Y agosto resultó peor, con ganas de que septiembre lo supere, ante la pasividad de la autoridad.

Y en México, en nombre de la competencia y la libertad empresarial todavía hay quienes defienden a capa y espada a este tipo de buitres que contribuyen al bienestar de los consumidores y presumen principios éticos (Iberdrola dixit).

Las rebanadas del pastel

Atento saludo de López Obrador para ciertos aliados de la 4-T: ni el Frena ni la CNTE detienen al Presidente.

jueves, 19 de agosto de 2021

La iglesia católica es procapitalista, no le interesan los pobres.

 Joseph Ferraro, México, UAM-Iztapalapa



La lucha de la Iglesia contra el comunismo

 

Tanto el quehacer político como el religioso parten de una concepción del bien o deber para la sociedad. Esta idea no se restringe al espacio público y privado de la acción de los individuos, también concierne a la orientación y construcción de la subjetividad. Este objetivo ha tomado distintos nombres en la cultura occidental, en una y otra disciplina, y se ha valido de éste o aquel medio (material o simbólico). Y, dentro de los sistemas de control forjados en la modernidad y los siglos posteriores que han hecho suyo tal principio, se puede hablar de capitalismo-liberalismo/Iglesia católica romana/socialismo-comunismo. En este esquema, las "justificaciones" del hacer social de cada instancia dependen del interés ideológico, material, de los fines que se persigan y del poder que se detente y ejerza. Por ello, no es de extrañar que a partir del segundo tercio del siglo XX se hayan presentado discusiones y luchas entre los extremos y el centro del trinomio por el control y dominio de los estratos social, político, económico y cultural.

Ahora bien, a partir de los supuestos y referentes que del quehacer político se exaltan y arguyen en el imaginario colectivo, tanto en su aspecto teórico como en el descriptivo, sostengo lo siguiente, fundado en la deducción que el acaecer histórico permite: la religión, en cuanto cúpula de poder dentro de un Estado, no sólo atañe a la "interioridad del individuo", sino a la relación del pensamiento con la realidad práctica de la cual se puede obtener cierto beneficio. De acuerdo con ello, constituye un fenómeno que pasa por la conciencia y expresa una representación del mundo, es decir, manifiesta una directriz de las estructuras que norman la conducta del hombre. De hecho, si se quiere tener una representación científica de la religión, habrá de elaborarse un diagrama racional de la representación de la sociedad en sus variantes primarias, política y economía, para ver de qué forma influye en los lineamientos de comportamiento de los seres humanos en su esfera personal y colectiva.

En el precedente entramado ideológico-político-económico-religioso, se inscribe el libro de Joseph Ferraro, La lucha de la Iglesia contra el comunismo.1 En él, el autor toma parte de las líneas del primer párrafo del Manifiesto del Partido Comunista, de Carlos Marx y Federico Engels, para contextualizar sus hipótesis. El discurso original sentencia: "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes" (Marx, 1983: 51).2

Ferraro subraya la fuerza de la Iglesia católica representada por el Papa, pues, según él, en 1846 Pío IX, en su encíclica Quipluribus, condenó a la doctrina comunista. Esta misma orientación siguió León XIII, quien en 1891 calificó al socialismo de "un cáncer que pretendía destruir los fundamentos mismos de la sociedad moderna" (p. 12); Pío XI hizo lo propio en 1937, al afirmar que el fin del comunismo es destruir la religión y la civilización; por su parte, Juan XXIII trazó los lineamientos del Concilio Vaticano II (1962-1965) (Wilde, 2007: 2-4), y pronunció el discurso inaugural, titulado "El principal objetivo del Concilio", el 11 de octubre de 1962, con miras a la supervivencia de la Iglesia y la contención del comunismo.3 Tras la muerte de este pontífice, ocurrida el 3 de junio de 1963, tomó su lugar Pablo VI, quien continuó las líneas rectoras de su predecesor y las expuso en su encíclica Ecclesiam suam, el 6 de agosto de 1964. En ella pidió que la Iglesia tomara conciencia de sí y de su importancia "para la salvación de la sociedad humana". En suma, los dos últimos discursos fueron relevantes por su anhelo de paz; pero, afirma Ferraro: "No era una paz neutral de los dos bloques ideológicos existentes en el mundo de sus días; la paz deseada, y para la cual trabajaba la Iglesia, era una paz orientada al rescate y a la reforma del capitalismo, y la eliminación del comunismo" (p. 95).

Al respecto, el Concilio se enfocó en la necesidad de una renovación espiritual por parte de los fieles, en la urgencia de que los laicos se dieran cuenta de sus obligaciones sociales, se preocuparan por los pobres, asumieran un compromiso político para cambiar las estructuras que hacían injusta la vida, que difundieran la doctrina social de la Iglesia, pues la finalidad del Vaticano II era conseguir la paz y la justicia, lo que incluía cambios litúrgicos y el movimiento ecuménico. Pero todo esto, en el fondo, sostiene Ferraro, estuvo encaminado a contrarrestar los adelantos socialistas. Por esta razón la doctrina social católica no condenaba al capitalismo, sino los abusos cometidos por la clase capitalista: "Se trataba de una doctrina de justicia social frente al comunismo en la que tanto el trabajo como el capital tenían derecho a participar en los beneficios; de tal forma se mantenía intacta la existencia de las relaciones productivas capitalistas y se proveía al capitalismo de una legitimación ética" (p. 13).

Antes de seguir con la exégesis pontificia en contra del comunismo, de León XIII, hasta la significación del Concilio Vaticano II, como se plantea en la obra en estudio, quiero fijar la atención en la génesis y el resultado del Concilio Vaticano I, para tener un continuum y cierta teleología de la Iglesia católica en los terrenos de la vida pública.4

La idea de un Concilio Vaticano nace en Pío IX el 6 de diciembre de 1864, durante la asamblea de la congregación de ritos. En esa ocasión el Papa interrumpió los trabajos, hizo salir a los funcionarios y se quedó con los cardenales, ante quienes expuso:

Le estaba dando vueltas a una idea relativa al bien de toda la Iglesia y era la de convocar a un concilio universal para con este medio extraordinario acudir a las necesidades también extraordinarias del pueblo cristiano. [Pues] existía la convicción de que la boga de opiniones contrarias a la doctrina de la Santa Sede y la situación de zozobra de la Iglesia hacían necesario el empleo del medio más extremado, pues la condenación de los errores contemporáneos por el Papa no era bastante (Ranke, 1988: 601).

Entre los preparativos de este Concilio estuvieron las sesiones de marzo de 1865, mayo de 1866 y julio de 1867. Estas reuniones previas, desde el punto de vista del Estado, tenían el supuesto de que "si se convoca a un concilio universal era con la intención de consagrar de nuevo las doctrinas y los intereses del papado y de condenar las doctrinas contrarias, por muy extendidas que estuviesen" (Ranke, 1988: 603). Además, a Pío IX le urgía el Concilio por dos motivos: a) la presión del poder civil de anexar el "Estado de la Iglesia" (Roma) a la Unidad Nacional (años después se conocería como Unificación Italiana, 1870), y b) el antagonismo con el rey de Italia, Francisco II (1836-1894), rey de las Dos Sicilias. Finalmente, el 8 de diciembre de 1869 se inauguró el Concilio Vaticano I en la basílica de San Pedro. Mas:

Los propósitos del Papa, que sólo pensaba en una consolidación del poder máximo en el sentido tradicional, se enfrentaban a las ideas de toda una serie de obispos y también de laicos, espiritualmente interesados, que esperaban una transformación del poder eclesiástico en un sentido que correspondiera a las exigencias del siglo (Ranke, 1988: 605).

Los trabajos se extendieron hasta el 18 de julio de 1870, cuando se aprobó la infalibilidad del Papa, con una votación de 533 a favor y dos non placet. Esto significó el reconocimiento de una autoridad apoyada en la acción divina, lo que contrastaba con los altercados político-sociales del mundo de aquella época, necesitado de un guía, de un poder conciliador de los intereses nacionales, estatales y grupales.5

Con sustento en lo anterior, y de vuelta con la argumentación de Joseph Ferraro, las "condenas" de la Iglesia hacia el comunismo inician con León XIII, quien sube al trono de San Pedro en 1875. Una vez ahí se enfrenta al mundo del capitalismo, donde el trabajador necesita del capitalista, y éste de alguien que venda su fuerza física: el obrero. El rechazo hacia el comunismo se ubica en 1891, con la encíclica Rerum novarum (define el concepto de justicia, coadyuva a la doctrina social de la Iglesia), donde León XIII encara "el prurito revolucionario que agita a los pueblos" y arguye que "cuando los socialistas, soslayando por completo la providencia de los padres, hacen intervenir a los poderes públicos, obran contra la justicia natural y destruyen la organización familiar" (p. 19). Lo importante, históricamente, y sin tomar partido de uno u otro lado, es ver cómo se introduce el comunismo en la "conciencia epocal" y de qué forma cambia la manera de hacer política y de ejercer la libertad de creencias de los sujetos,6 así como las trabas u obstáculos que la institución política más antigua de la modernidad, la Iglesia, pone para conservar sus privilegios.

Desde un enfoque formal, la tesis de La lucha de la Iglesia contra el comunismo es que el Concilio Vaticano II realmente no fue un concilio religioso, sino un congreso político que dictó cambios en su estructura para impartir el credo con fines ideológicos: los de conservar y fortalecer la existencia del capitalismo durante una época en crisis.7 Así, la renovación espiritual estuvo presente en el mensaje de apertura a todos los hombres (Ad omnes homines), de los padres conciliares, el 11 de septiembre de 1962; ahí Juan XXIII habló de los compromisos con la paz, la justicia, la renovación espiritual y la preocupación por el estado de los pobres. Su discurso se orientó a hacer la doctrina social católica más eficaz, más acorde con las necesidades y exigencias del sistema político predominante. En síntesis, los objetivos del Vaticano II pretextaban la fe y buena voluntad en su proceder, pero el interés encubierto era acrecentar su poder temporal, nada trascendente a lo económico y político.

El eje rector que sostiene la proposición del libro de Ferraro está en el develamiento de la raíz de las preocupaciones papales, llámense renovación cristiana de la sociedad, difusión de la doctrina del bien común, jerarquía católica abocada a los pobres, apostolado laico, concordia entre los católicos, ecumenismo, libertad religiosa, unidad en la diversidad, desasosiego por la paz y la justicia, lucha contra el ateísmo o cambio litúrgico. Ahí, afirma Ferraro, con el conocimiento crítico de fuentes directas, y a pesar del matiz humanitario y esperanzador que pudieran tener las consignas, subyacen en esencia objetivos políticos.

La contraparte de la tesis e hipótesis intuidas está en la conclusión a la que llega el autor:

Para el cristiano debe ser evidente que la transformación del orden temporal debe realizarse no para salvar al capitalismo durante una época de relativa crisis del sistema, sino para que los hombres y mujeres puedan relacionarse mejor con Dios. Dios en un fin, pero los teólogos del Concilio lo convirtieron en un medio; querían quedar bien con la sociedad burguesa para tenerla como aliada en contra del comunismo (p. 154).

Por consiguiente, la Iglesia se fue adaptando a la cultura moderna, principalmente en aquellos sectores que implicaban una ganancia. Como ejemplo se puede aludir a la inclusión de la autonomía de lo terreno, la libertad de conciencia y de pensamiento, el espíritu democrático, la subjetividad del ser humano, el uso del diálogo para llegar al consenso y el respeto al pluralismo, dentro de los postulados del Concilio. Esto, más allá de idealizaciones, significó el esfuerzo de la Iglesia por entender su lugar y misión en el mundo, pero, también, es el destello prolongado de una transformación pertinente con los capitales en pugna.

El pontificado de León XIII fue notorio por su acercamiento a la modernidad. Para él, la doctrina social de la Iglesia no era contraria al capitalismo, sino que se oponía a los abusos del "sistema". De ahí que se definiera la justicia de tal modo que las relaciones productivas capitalistas sigan operando y se consideren como parte del orden de Dios. En concordancia, la construcción de la paz deriva de tal noción, y, ya sea desde un punto de vista marxista o capitalista, la paz no es una categoría neutra, sino algo moldeable de acuerdo con las convicciones o prejuicios partidistas.

Ferraro señala que León XIII condenó el socialismo, pero no el capitalismo; sin embargo, censuró la avaricia de los potentados particulares en cuanto causa de sufrimiento, pobreza y desesperación en los proletarios. El autor enfatiza que su doctrina fue antisocialista y defensora de las relaciones productivas capitalistas, por tener éstas un origen divino. Además:

León XIII consideró que la Iglesia, en aquella época, tenía como parte de su misión combatir el comunismo; vio la íntima conexión entre la injusticia, la perturbación del orden social y el crecimiento del socialismo, y propuso la práctica de la justicia como medio para lograr la paz social y vencerlo (p. 24).

En el caso de Pío XI, el capitalismo no es condenable por sí mismo ni vicioso por naturaleza, sino violador del "recto orden" sólo cuando abusa de los obreros y de la clase proletaria. Empero, considera la propiedad privada (bienes sociales de producción) como un derecho natural, según la encíclica Quadragesimo anno, de 1931.

Mientras, en Divini redemptoris, de 1937, exhorta a los sacerdotes a ir al obrero, a los necesitados, como mandan las enseñanzas de Jesús, pero la enmienda no es humanitaria y desinteresada del todo. Ferraro se apoya en una sentencia de esa encíclica y hace saber que tal actitud respondió a que dicho sector social era el más expuesto a las maniobras de los agitadores que explotan la mísera situación de los menesterosos para encender en su alma la envidia contra los ricos y excitarlos a tomar por la fuerza lo que, según ellos, la fortuna les ha negado injustamente. "Pero si el sacerdote no va al obrero y al necesitado para prevenirlo o para desengañarlo de todo prejuicio y de toda teoría falsa, ese obrero y ese necesitado llegarán a ser presa fácil de los apóstoles del comunismo" (p. 42).

Entre tanto, la renovación espiritual era impostergable para hacer una doctrina social católica "más justa", para que los ricos practicaran la equidad con sus obreros, para que éstos no se convirtieran en revolucionarios y para que los laicos tomaran su responsabilidad en el apostolado social. Sin embargo, bajo este papado se promulgaron cuatro documentos con matices que obstaculizaban el comunismo: el Decreto sobre el ecumenismo, el Decreto sobre las Iglesias orientales católicas, la Declaración de las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, y la Constitución sobre la sagrada liturgia.

Sumado a esto, la jerarquía católica impulsó una serie de cambios donde todos los hombres -sobre todo los cristianos- se unieran en un "escuadrón en contra del enemigo común". Para ello, el Concilio recalcó la importancia de la diversidad dentro de la unidad prevaleciente en el seno de la Iglesia. Además, propuso la posibilidad de la conservación de ritos, costumbres, tradiciones espirituales, etcétera, no sólo de los protestantes y ortodoxos, sino de las religiones no cristianas al convertirse cualquiera de éstas a la fe católica. Y, una vez satisfechas las posibles demandas, guiarlos en contra del comunismo.

Por esta razón, las modificaciones en la liturgia sobrepasaron la "practicidad del mensaje" y se perfilaron hacia la esfera sociopolítica. El reformismo posconciliar intraeclesial no fue algo netamente religioso, sino una estratagema cargada de ideología procapitalismo. Hechos desacreditados por Ferraro; así como las posturas papales relativas al derecho de propiedad, la comunidad de bienes, la concepción de la libertad, la enajenación del trabajo en unas cuantas manos y la organización familiar, pues le parecen puntos estratégicos del encausamiento de la subjetividad.

jueves, 12 de agosto de 2021

El Yunque, el PAN y la ODCA. Carlos Fazio

 

Neonazis en Puebla, vinculados al PAN

Las revelaciones de Wikileaks sobre las organizaciones de ultraderecha Hazte Oír (HO) y Citizen Go (CG), con asiento originario en México y España y ramificaciones en 50 países, vienen a arrojar mayor visibilidad sobre una añeja y vasta red subversiva dirigida a penetrar y desestabilizar países y/o derrocar gobiernos considerados enemigos por Estados Unidos.

Según la nota “México, un eje del financiamiento a la derecha en Europa: Wikileaks” ( La Jornada, 6/8/21), Hazte Oír y Citizen Go serían estructuras de fachada de la organización secreta (o reservada) ultracatólica y anticomunista El Yunque (de origen paramilitar y legalizada en España y México bajo el nombre Asociación del Bien Común), y tienen entre sus principales aliados locales sectores reaccionarios del Partido Acción Nacional (PAN) y personajes desprendidos de éste, como los hermanos Margarita y Juan Ignacio Zavala, esposa y cuñado, respectivamente, del ex presidente Felipe Calderón. Asimismo, contarían con el aval de obispos conservadores de la Iglesia católica e instituciones como la Universidad Panamericana y los institutos tecnológicos Autónomo de México (ITAM) y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM).

Ambas plataformas −que cuentan con dos estructuras o tapaderas: Citizen Go México y Yo Incluyo−, promueven una agenda ultrarreligiosa antiabortista, de intolerancia frente a la comunidad de la diversidad sexual, contra la eutanasia, y a menudo xenófoba (antinmigrante) y de un nacionalismo exacerbado. Yo Incluyo tiene como directora a Rosa Abascal Olascoaga, hija mayor de Carlos María Abascal Carranza (a su vez hijo de Salvador Abascal Infante, el jefe de la Unión Nacional Sinarquista que quería ser un führer mexicano), uno de los fundadores de El Yunque y secretario de Trabajo y de Gobernación en el sexenio de Vicente Fox. En España, sus principales aliados políticos son el Partido Popular (PP), constituido en sus orígenes por la extrema derecha neofranquista de carácter nacional-populista, y un desprendimiento de éste, el grupo de la ultraderecha católica neofascista Vox, fundado en 2013.

Los datos precedentes exhiben los nexos ya no tan secretos de la Organización Nacional del Yunque y sus plataformas de fachada (CG, HO, Yo Incluyo) con el PAN, en México, y con el PP y Vox, en España. Fundado en 1953 en Puebla por Ramón Plata Moreno y Manuel Díaz Cid, para defender a la religión católica de sus adversarios: el comunismo, el pueblo judío y la masonería, la organización con inicio paramilitar contó entonces con dos grupos de fachada: el Frente Universitario Anticomunista (FUA), en la capital poblana, respaldado por el arzobispo local Octaviano Márquez y Toriz, y el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), que mantuvo una relación tirante con el arzobispo primado de México, Miguel Darío Miranda, y operó como grupo de choque en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En 1964, Manuel Buendía denunció que el MURO era manejado por varias sociedades secretas o reservadas: la Legión Juvenil Cristiana, la Legión Juana de Arco, la Liga Universitaria Nacionalista y Vanguardia Integradora de la Mexicanidad, las dos últimas con sede en Puebla, y nexos con las bandas fascistas de Los Tecos (de la Universidad Autónoma de Guadalajara, subsidiada por EU a través de la Agencia Internacional para el Desarrollo [USAID], tapadera de la Agencia Central de Inteligencia); la organización extremista argentina Tacuara y la Falange Española.

En los años 70, en el marco de la denominada Operación Prometeo, el inicial rechazo de El Yunque a la participación en grupos políticos fue sustituido por la infiltración en el PAN y organismos civiles y del gran capital como el Consejo Coordinador Empresarial y la Coparmex. Los calificativos predilectos de la organización: judíomasóncomunista, fueron desplazados por otros propios de la guerra fría impulsada por Estados Unidos, tales como criptocomunistafilomarxistacastrocomunista.

Desde comienzos del siglo XXI se hicieron públicos los estrechos vínculos de Vicente Fox y el ex presidente del gobierno español José María Aznar, con la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), de Miami, Florida, que financió las campañas a la presidencia de ambos con la anuencia de la administración de George Bush padre. Desde entonces México pasó a ser una de las rutas del dinero para la subversión en Cuba. El operador del radical viraje político-diplomático fue el ex canciller foxista Jorge G. Castañeda Gutman: México se consolidó como cabeza de playa de grupos terroristas anticastristas y los intentos de EU por derrocar a Fidel Castro.

A su vez, la senadora panista Cecilia Romero se convirtió en anfitriona de los cada vez más frecuentes viajes a México de dirigentes de la organización fundada por Jorge Mas Canosa. Ya entonces, la FNCA financiaba redes de contrabandistas de cubanos en la ruta Pinar del Río-Quintana Roo-Florida. El sexenio siguiente, como titular de Migración de Felipe Calderón, Cecilia Romero se hizo de la vista gorda de ese negocio criminal que sigue hasta nuestros días.

Con Fox también se dio la consolidación de los nexos del PAN con la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), ligada a la democracia cristiana alemana y a su diplomacia informal, la Fundación Konrad Adenahuer; el PP español; el Instituto Republicano Internacional (brazo propagandístico del Partido Republicano de EU), y el Directorio Democrático Cubano, un engendro de la CIA en Miami financiado por la Usaid.

El pasado 13 de julio, René Bolio Hollarán, suplente de la senadora Romero en la Legislatura 58, miembro de la ODCA y presidente de la Comisión Mexicana de Derechos Humanos (otro grupo fachada de El Yunque), orquestó una provocación frente a la embajada de Cuba en México y durante un incidente con un funcionario de la misión diplomática, sentenció: ¡No me toques, maricón, no me toques! ¡Estás muerto, maricón! Luego alegó: El guardia negro que estaba ahí me empujó en territorio mexicano. En 2012, como senador del PAN, el racista y homofóbico Bolio estuvo involucrado en un operativo para introducir propaganda anticastrista a la isla durante la visita del papa Benedicto XVI, a través de ocho jóvenes mexicanos pagados e instruidos por Orlando Gutiérrez Boronat, dirigente del miamense Directorio Democrático Cubano. Dios los cría y ellos se juntan.

Escándalos de Luis Mendoza Acevedo