Álvaro Delgado
Las consecuencias aún están por verse, pero el mensaje de Andrés Manuel López Obrador, a un mes de tomar posesión como presidente de México, es inequívoco: reduce a cascajo la obra insignia de Enrique Peña Nieto para reafirmar la autonomía del Estado y trazar los linderos entre el poder económico y el poder político.
Con una consulta con tantos fallos que es calificada hasta de “payasada”, López Obrador ratifica con esta decisión la renovación tajante prometida para acabar con la corrupción, que deberá serle recordada a diario: “Ya no se van a privilegiar intereses personales o de grupo. Ésta es una muestra: no se permitieron presiones de nadie”.
Y contrastando las críticas a su decisión, avalada por 1% del padrón electoral, desdeñó el “miedo”inducido: “Imagínense, el Estado mexicano, un Estado democrático de derecho -porque a esto aspiramos- supeditado a mercados financieros, ¿Quién manda? ¿No es el pueblo? ¿No son los ciudadanos? ¿No es eso la democracia? Ése es el c…