E
l sexenio de Enrique Peña Nieto termina como se inició: marcado por la lucha de los pobladores de San Salvador Atenco en defensa de sus tierras, de su territorio y del lago de Texcoco.
El 11 de mayo de 2012, el entonces candidato a la Presidencia del PRI visitó las instalaciones de la Universidad Iberoamericana (Uia) en Santa Fe, para sostener un encuentro con los estudiantes. Se topó con una desagradable sorpresa: centenares de jóvenes le reclamaron estruendosamente su papel en la represión a Atenco.
Peña se responsabilizó de los hechos. “Tomé la decisión de emplear el uso de la fuerza pública para restablecer el orden y la paz… fue una acción que asumo personalmente”, respondió. La indignación estudiantil estalló. El candidato abandonó atropelladamente las instalaciones de la Uia entre abucheos y gritos de
¡Fuera Peña!
Surgió entonces un masivo y vigoroso movimiento estudiantil que atravesó sorpresivamente la campaña electoral y marcó a una generación: #YoSoy132. Molestos por la decisión editorial de las televisoras y parte de la prensa de ocultar los hechos, utilizando con imaginación y eficacia las redes sociales, los jóvenes criticaron el papel de los medios de comunicación. Atenco fue la semilla de esta protesta.
A pesar de la inconformidad, el presidente Enrique Peña siguió con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). La megaobra se convirtió en el gran negocio de su administración, en el que se fundieron, en un proyecto transexenal, intereses inmobiliarios y políticos.
Hoy, a menos de un mes de dejar el poder, el todavía inquilino de Los Pinos se encuentra con que el buque insignia de su administración se ha ido a pique. Amparado en una consulta popular en la que participaron poco más de un millón de personas, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, anunció la cancelación del NAIM y la ampliación del aeropuerto en Santa Lucía.
Curiosamente, algo similar a lo que pasó a Peña le ocurrió también a Vicente Fox durante su sexenio. El guanajuatense comenzó su periodo emitiendo un decreto expropiatorio que afectaba tierras ejidales de Atenco para construir un gran aeropuerto. A mediados de 2002, ante la protesta de los campesinos, dio marcha atrás y canceló el proyecto. Cuatro años más tarde, en mayo de 2006, de la mano del entonces gobernador del estado de México, se cobró venganza: reprimió salvajemente a los integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT). Policías asesinaron al estudiante Alexis Benhumea y al menor Javier Cortés, abusaron sexualmente de 26 mujeres, golpearon a mansalva a centenares de pobladores y encarcelaron durante años a los dirigentes. Su sexenio quedó marcado por Atenco.
López Obrador convirtió la consulta sobre la continuidad de la construcción del NAIM en un pulso para ver quién manda en el país: si la alianza de grandes empresarios y políticos que perdieron las elecciones en julio, o él y la coalición por la cuarta transformación. Sin embargo, el sondeo no salda de manera definitiva este combate. El pleito por ver quién está al frente del timón continúa.
En este pulso se metieron de lleno los pueblos y comunidades de Texcoco para hacer valer sus intereses. Los integrantes del FPDT, acosados y arrinconados, encontraron en la coyuntura la forma de reinventarse, acumular fuerzas y reformular su lucha por la defensa de sus tierras. Los resultados de la consulta en Atenco fueron inobjetables: 2 mil 196 votaron en favor de Santa Lucía, mil 73 por Texcoco y 149 anularon. Los campesinos que luchan por sus tierras desde hace 17 años, replantearon su discurso. Junto al equipo Hackear el Aeropuerto –que firma el ejercicio de prácticas narrativas Carta del Lago de Texcoco– y viejos y nuevos aliados, cambiaron la vieja consigna de #NoalAeropuerto, al que no iban a sumarse todos los potenciales opositores, por la campaña #YoPrefieroelLago.
Su actividad en redes fue muy exitosa. Tiene rasgos muy similares a los desplegados en el movimiento #YoSoy132. Algunos de los jóvenes más visibles de aquella protesta se pronunciaron ahora en favor de la defensa del lago de Texcoco. El discurso facilitó la unidad de parte de las diversas izquierdas.
Al poner la defensa del lago en el centro, la campaña construyó un referente que iba más allá de las demandas de un grupo de pobladores. Mostró cómo al defender su territorio se defiende la vida. Desmontó la falacia de que la construcción del NAIM es por el
bien de la nación. Generó empatía con las resistencias de comunidades de Texcoco, en contraste con la devastación provocada por el nuevo aeropuerto. Enmarcó la oposición al NAIM en un contexto más amplio que es la lucha por el paradigma del país. Fue clave en construir las fuerzas para dar jaque mate a los empresarios y su proyecto.
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