En la entrevista que dio a la periodista Carmen Aristegui, incluida en el libro 'Marcial Maciel. La historia de un criminal', Bernardo Barranco habló sobre la visión empresarial de la congregación y sus prácticas de relaciones, compromisos y complicidades.
(Foto: Especial)
En su libro Marcial Maciel. Historia de un criminal (Grijalbo, 2010), la periodista Carmen Aristegui incluye una entrevista a Bernardo Barranco, estudioso de las religiones, en la que habla sobre la crisis en el Vaticano luego de que la jerarquía católica reconoció los abusos sexuales contra menores de edad cometidos por Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.
Durante la entrevista, Barranco también aborda el papel que jugó dicha congregaciónpara evitar que se conociera la conducta de Maciel. A partir de eso, Barranco desgrana la “perversión estructural” con que Maciel creó a los Legionarios, así como su rol como una congregación de élite, en la que prevaleción una visión empresarial y mercantil, basado en una práctica de relaciones, compromisos y complicidades. De ahí, que los llame “empresarios de Dios”.
Barranco habla además de las relaciones de los Legionarios con empresarios y concesionarios de medios de comunicación, a partir de lo cual exhibe la deficienterespuesta del Estado mexicano frente a los escándalos de pederastia clerical.
Esta es la entrevista íntegra de Aristegui a Barranco:
“El caso Maciel no hay que cerrarlo, es una gran oportunidad”
Un cambio cualitativo de primera importancia operó en el caso Maciel en el momento en que el Vaticano lo reconoce como una persona sin escrúpulos, con conductas criminales, y pone en entredicho su carisma. ¿Cuál es tu análisis sobre la trascendencia de este comunicado?
Para poder ubicar ese comunicado es muy importante el entorno en el que se da. Estamos en el periodo marzo-abril de 2010, en que, como nunca antes en la vida moderna de la Iglesia, el Vaticano y el papa fueron literalmente zarandeados por una opinión pública crítica, demandante en torno a los abusos sexuales. Era un comunicado muy esperado, porque hay una crisis planetaria de la Iglesia católica y es un texto que va a delinear la postura del papa frente al tema. En el Vaticano se maneja como una conspiración internacional del New York Times, de los medios manejados por los judíos y por los masones de Washington, incluso con esos calificativos.
Yo creo que no, no es algo que surge por generación espontánea en ese primer trimestre de 2010, es algo que se viene acumulando 10 años antes con el caso de los abusos sexuales en Estados Unidos, del Boston Globe para acá. No es algo que surja como una erupción volcánica, que tomó por sorpresa a todo el mundo. Fue una acumulación de procesos, investigaciones, testimonios, pruebas, etcétera, que precisamente se condensan por la forma en la que el Vaticano trató el problema. Primero lo minimizó; en un segundo momento tuvo una actitud de decir que eran intentos de ataques a la Iglesia, y eso provocó que en diferentes lugares se desatara esta especie de goteo sangriento en el cual el Vaticano se ve involucrado. Yo no puedo decir que sea fruto de una conspiración. Para mí probablemente lo más interesante de esta crisis es que en internet, sobre todo, se condensa y se retoman muchas investigaciones, muchos temas que aparentemente habían quedado ahí y que, dada la circunstancia, el clima mediático que se vive, son catapultados. Pero no es que en ese momento se hayan dado. Y a mí me recuerda mucho lo que se refleja en la gran crisis que señala Hans Küng, que es la Reforma. Las ideas de Lutero no pudieron haberse desarrollado y expandido sin la invención de la imprenta. Son crisis que también pasan por la tecnología; me parece muy interesante tomar ese paralelismo.
¿Qué papel juega un hombre como Benedicto XVI, a su edad y en su circunstancia, en esta crisis planetaria?
Es un pontífice que va a estar marcado por la tragedia, no sólo la de los abusos sexuales, sino también la de una ruptura del consenso que lo lleva al pontificado. Los cardenales conservadores se ponen de acuerdo y ven en él una hipótesis de continuidad. La primera contradicción que enfrenta Benedicto XVI es que en este momento es juez y parte, lo cual lo coloca en una posición de mucha incomodidad frente al tema de los Legionarios y los abusos sexuales. Porque él es parte de ese proceso de complicidades que se fue acumulando durante decenios. Ésa sería una primera cuestión.
Una segunda cuestión: Benedicto XVI tiene demasiados frentes que se le han venido acumulando; el primero es el que expresa Hans Küng: el sector del catolicismo progresista que le reprocha su alejamiento del Concilio Vaticano II.
El consenso que lo llevó al pontificado se rompió. ¿Por qué?
Por la actitud que ha asumido frente a los abusos sexuales. Llegó a ser pontífice por el apoyo de sectores vinculados al Opus Dei y porque era la eminencia gris del pontificado de Juan Pablo II. Había sectores, entre ellos los Legionarios, que apuntaban a figuras más conservadoras, como la de Angelo Sodano. Benedicto asume el pontificado y no tiene ningún compromiso con los Legionarios, porque ellos habían hecho otra apuesta. Por eso toma la decisión del retiro de Maciel en 2006. También se opone a la manera de conducir la Iglesia de ese sector más conservador, que busca una Iglesia de masas, y el control de lo político y de los poderes fácticos, para poder desarrollar la misión de la Iglesia. Su equivalente en México sería el cardenal Norberto Rivera. Es desde el poder donde se busca el posicionamiento de esta institución. Desde el poder mediático, también, el poder —digamos simbólico— de comunicación de masas. Es una Iglesia triunfalista; es la burbuja que creó Juan Pablo II. Benedicto XVI tiene otra trayectoria. Cuando se empiezan a dar estos jaloneos, sobre todo la actitud del papa de negar el perdón y de cuestionar, ciertamente el caso de los Legionarios pone en evidencia y hace vulnerable a este sector, a los halcones del Vaticano, que plantean la hipótesis del enemigo externo. “Es una gran conjura internacional; nos quieren debilitar, nos quieren pegar; me pegan a mí, te pegan a ti.” Algunos vaticanistas hablan del choque de cardenales, como si fuera un choque de trenes.
Cuando Benedicto XVI dice que el principal enemigo de la Iglesia está adentro, ¿a qué se refiere?
A estas tensiones. En dos momentos ha planteado tensiones internas en la Iglesia. Una fue el año pasado, en abril de 2009, cuando ante el fracaso de su política de apertura a los lefebvristas le sale todo mal, cuando éstos se siguen declarando antijudíos, sobre todo en el caso del obispo Wilson, en que inusualmente el papa redacta una carta muy personal en la que plantea que los católicos son los primeros que se hieren y se devoran.
El segundo, ahora en Portugal, cuando habla de que el principal enemigo no está afuera sino adentro de la Iglesia, esto es, en el pecado de la Iglesia. Está claramente contradiciendo la tesis que manejó Sodano, quien dice que es una conjura internacional para debilitar a la Iglesia.
Pero ¿a qué se refiere Benedicto? ¿Habla del fuego amigo o de las debilidades de la Iglesia?
De las dos cosas. En opinión de un vaticanista de primer nivel, Giancarlo Zizola, lo que Benedicto XVI quiere decir con esa expresión es que la Iglesia católica enfrenta una doble perversión: una sexual y una política. Las perversiones sexuales están vinculadas a las perversiones políticas de la Iglesia. El papa quiere retomar una teología de saneamiento, de purificación, frente al pragmatismo que reina en el Vaticano. Y la perversión política es precisamente ese modelo de Iglesia que sacraliza el poder. Sacraliza el poder económico, el mediático y el político. Maciel, dice, es el ejemplo simbólico de esta doble perversión que está presente en la Iglesia. Esta doble perversión se manifiesta en que Maciel lleva una doble vida, tiene un doble discurso, una práctica contradictoria.
Pero la mayor perversión de Maciel no sólo se da en sus perversiones sexuales, sino en el modelo de Iglesia que detenta. Y pone el caso concreto de los vínculos económicos con grupos de Monterrey. Aquí el problema de fondo es la soledad de Benedicto XVI, quien se está quedando solo en el Vaticano, enfrentado con el progresismo católico, con el ala dura, con la vieja curia vaticana que detenta un poder importante. Tiene un grupo muy pequeño que no es capaz de generar consensos. Además, hay un tercer gran bloque de confrontación que son los episcopados nacionales, que están cuestionando desde la época de Juan Pablo II el excesivo centralismo del Vaticano en la toma de decisiones.
¿Crees factible que veamos a Benedicto XVI no tanto como juez y parte, sino como indiciado en un proceso judicial?
Lo veo difícil. Hay una inmunidad indiscutible a la cual el papa podría incluso recurrir en su calidad de jefe de Estado. Pero su prueba de fuego en el caso de los abusos sexuales a nivel internacional son los Legionarios de Cristo, porque representan una especie de aristocracia católica que creció de manera espectacular en los últimos 30 años; un modelo de disciplina, de unidad, de obediencia al pontificado. Por eso es un caso emblemático, que él conoce como pocos. La resolución de los problemas a nivel internacional no va a pasar de que mueva a un obispo a otro país. El caso de los Legionarios, en cambio, es una intervención sistémica a la orden, un proceso de reingeniería, si usamos el lenguaje empresarial.
Pensando que el Vaticano los va a rediseñar, ¿cabe en tu análisis la posibilidad de que los pueda desaparecer?
No creo, no en este contexto de tensiones y jaloneos. No se llegará al extremo de su extinción; lo que sí es que nunca van volver a ser los mismos.
¿Y cómo se traduce todo eso?
Es un conjunto de cosas, el lenguaje del documento ya nos lo indica. Lo que dice es: 1) Maciel dañó la estructura de la congregación con sus actos inmorales, así que se necesita una profunda revisión; 2) purificación; 3) redefinición del carisma. Yo me pregunto qué queda de los Legionarios después de eso. Uno de los aspectos que caracterizan a cualquier congregación es el carisma, que en términos teológicos significa un regalo de Dios, un don que Dios da a una persona para que a través de ella haya un bien colectivo. Hablar de redefinir el carisma es un acto de extrema racionalidad, porque el carisma no se define; es un don, un regalo de Dios. No se le puede exigir al Espíritu Santo que done un carisma. Si el Vaticano desconoce el carisma de la Legión, lo que está haciendo es desconocer la identidad de los Legionarios, su misión misma.
No solamente es que cambies el carisma, sino que cambies un modelo de sometimiento y de manipulación.
Primero hay que ver hasta dónde va a llegar el papa. En esas pugnas internas se va a definir el carácter de la intervención. Segundo comentario: el que interviene a la Legión es el papa, no el delegado. El delegado es alguien que va a tener un mandato; el que toma las decisiones es el papa. Y una tercera cuestión es precisamente el modelo, pero habría que preguntarse cuál es la esencia del modelo de los Legionarios.
Para mí es un modelo empresarial. Hay una frontera muy delgada entre una empresa religiosa y una Iglesia empresarial. Su nicho son los ricos. Los pobres, las obras de caridad y las obras de asistencia, son complementos de un modelo. Son vínculos de un tenue compromiso social, pero la esencia del modelo es cómo adaptar el Evangelio al mundo de los ricos. Cómo ofrecer un proceso pastoral de salvación, cómo consolar a los ricos por el hecho de ser ricos, sobre todo en países con altos niveles de contradicción como los de América Latina.
Liberándolos de cualquier carga de culpa…
No solamente liberándolos, sino consolándolos y acompañándolos. Se trata de hacer soportable el privilegio de ser élite en este país. Yo la llamo una pastoral del privilegio.
En ese modelo de los Legionarios figura de manera prominente la educación. Habría que discutir el modelo de ciudadano, el modelo de persona que construyen.
No estoy seguro si la vocación de los Legionarios es educativa.
¿Y por qué tanto colegio?
Porque es parte de su modelo. Generan recursos y redes de relación. ¿Cuál es la parte operativa del modelo? Son colegios ricos y universidades ricas en las que se hacen los vínculos. No estamos hablando de grandes colegios ni de grandes universidades. Con todo respeto para la Anáhuac, pero no está cotizada como una de las mejores universidades del país. Son colegios de gente rica, donde empiezan a establecer las redes sociales y a hacer los estudios de mercado. Por eso digo que es un modelo empresarial. Ahí empiezan a ver quiénes están mejor posicionados, los más ricos, hay un estudio de mercado y entonces surgen los prospectos. Y después hay un seguimiento en diferentes niveles, en los que los padres Legionarios se van metiendo a la vida; se van introduciendo poco a poco, hasta hacerse parte de las familias. Y es ahí donde se tejen no solamente los donativos, sino las redes, los contactos, los vínculos.
Ahí es donde se puede entender la declaración de Arturo Elías Ayub, el yerno de Carlos Slim: “Nosotros vamos a seguir apoyando a las escuelas de los Legionarios porque nos gusta cómo educan”. Dicha al New York Times, ¿qué te dice esa frase?
Lo que me dice es que se han creado estas redes sociales.
¿Aun después del escándalo?
Aun después hay vínculos que se han ido creando y se han ido fortaleciendo. Por supuesto que el escándalo de Maciel ha sido un golpe durísimo, pero es la misma actitud de los Legionarios cuando dicen: “Es una manzana podrida”. Es la tesis, como fue la del asesino solitario, del pederasta solitario. Aislar, decir que el problema es de la persona, no de la estructura. Creo que lo que está cuestionando Benedicto XVI es el modelo empresarial de los Legionarios. Eso es lo que está en el fondo. La disputa no es si el colegio es bueno o malo; la disputa es cómo la perversidad surge del modelo estructural de esta pastoral del confort y el privilegio que tienen los Legionarios. De llevar y de falsear en muchos términos el Evangelio. ¿Hay un Evangelio para los ricos y otro para los pobres? ¿Hay una perspectiva eclesiológica particular que le permita a un rico vivir su fe de manera confortable a costa de la explotación, de la falta de derechos humanos? ¿Es posible hacer esto? Los Legionarios lo han hecho. Ése es parte del éxito del modelo empresarial y religioso que han desarrollado.
¿Qué te dice la prácticamente nula respuesta de todos los personajes de altísimo nivel frente al escándalo Maciel?
En un primer momento hay una especie de espasmo en las élites ante los hechos contundentes; no saben cómo comportarse. Muchos empresarios están como entrampados y hay algunos que señalan que van a continuar con la causa a pesar de Maciel; otros ya han dicho que lo van a repensar, incluso hay donativos que ya se han detenido. Y hay otros que se están deslindando, como es el caso de Lorenzo Servitje.
Aunque no hay una condena explícita.
No la hay, porque la moneda está en el aire. Mucha culpa la tiene también el papa, que no ha tomado decisiones rápidas.
¿La élite empresarial calla por miedo al ridículo?
Han sido engañados y defraudados por Maciel y se supone que son los más chidos de la pradera, los más exitosos del país. Pero yo creo que más allá de eso hay un problema que se entiende sólo en términos de solidaridad de clase, de vínculos de clase.
Pero queda también el tema de la vergüenza de haber sido partícipes voluntarios o involuntarios de los abusos. El documento señala que Maciel creó una estructura de poder que hizo casi imposible que se conociera su verdadero comportamiento. ¿Cómo diseccionar este fenómeno del entorno político, social y empresarial que lo hizo posible durante décadas?
Maciel creó redes muy fuertes. Parte de ese modelo empresarial de lo religioso es lo que Zizola llamó la sacralización del poder y es algo que ha estado muy metido entre las élites mexicanas: esta manera de entender el Evangelio, esta manera de entenderse un buen católico. Y está en la médula porque estamos hablando de décadas.
Del empresariado y de la propia Iglesia mexicana.
De un sector de la Iglesia cuyo modelo ha sido tremendamente exitoso. Les resulta difícil reaccionar porque no sólo es un discurso, también es una práctica pastoral. Es una práctica de relación, de compromisos y de complicidades que se fueron creando a través de lazos muy fuertes de estos instrumentos aleatorios que creó la Legión, como el Teletón, la Mano Amiga, los colegios para los pobres, las fundaciones de caridad, los fondos de alimentos que tienen (Un Kilo de Ayuda), Compartamos Banco… Esos instrumentos no sólo son obras de caridad, sociales, de asistencia, etcétera; sino estructuras de vínculos y de prácticas de estos sectores que forman lazos e identidades y a su vez son parte de este modelo. No sólo es un deslinde por parte de la élite, un deslinde político, sino que estamos hablando de aspectos subjetivos, de afinidades, de relaciones; estamos hablando de un deslinde muy complejo, de prácticas de decenios que están ahí. La operación de reconversión o de reingeniería de los Legionarios no va a ser una tarea sencilla; no es simplemente cambiar a la élite. Es algo profundo, complejo, delicado, que va a encontrar resistencia en Roma y aquí. El documento indica que va por una transformación radical y que lo que está en el fondo no es un cambio de personas, sino que se trata de cambiar el modelo de la sacralización del poder que los Legionarios han instituido. Los Legionarios han creado una teología del poder.
¿Qué tipo de modelo de Iglesia perfila Benedicto XVI?
No es un catolicismo de masas, sino ortodoxo; no es triunfalista, sino más racional, es decir, más culto, que incorpora el tema de la justicia. Algo que para mí ha sido muy revelador en Benedicto XVI es la humildad con la que últimamente se ha comportado. Se nota incluso en su lenguaje corporal, habla de perdón, habla de humildad; creo que busca desinflar esta burbuja eclesiológica que creó Juan Pablo II e introducir el modelo de humildad, así que se propone desbaratar este patrón soberbio que los Legionarios han creado de una pastoral del privilegio.
Porque la perversión de Maciel no es solamente, como él lo señaló, una perversión sexual; es la perversión estructural con la que formó a los Legionarios: esa visión empresarial, mercantil, y ese pensamiento primitivo de una teología de la justificación, condescendiente, del mundo de los ricos.
Te pregunto por la utilidad del escándalo. Si el escándalo provoca un debate deseable sobre ese nuevo modelo de Iglesia.
Eso es clave. Cuando hablamos de esta intervención del Vaticano no estamos hablando sólo de la suerte de los Legionarios de Cristo, sino de la propia Iglesia. La patología de Maciel es la de la propia Iglesia. En este momento hay reacciones, hay una estrategia defensiva de los halcones del Vaticano. La intervención a la Legión nos va a dar cuenta muy bien de cómo está la Iglesia y hasta dónde quiere llegar; esto va a ser un indicador.
Ahora, tú me metes en el debate de la propia sociedad mexicana, que evidentemente tiene mucho que decir, porque así como lo es de la Iglesia, la patología de Maciel también lo es de la sociedad mexicana. Maciel requirió complicidades para poder construir este imperio económico-religioso: apoyos gubernamentales para terrenos, apoyos empresariales con donativos, apoyos relacionales, redes, contactos, vínculos, reuniones. Es decir, ahí hay décadas de vínculos y de prácticas que explican el fenómeno Maciel. El desentendimiento aparente, por lo menos en público, de los empresarios y de las élites mexicanas frente al caso Maciel, en el fondo está mostrando una resistencia.
O una incapacidad de procesar.
O las dos cosas. Están haciendo la digestión del proceso Maciel y hay una resistencia a hacer cambios de fondo. La sociedad mexicana tendría que decir: “¿Dónde están las voces?” En los periodistas críticos, en los analistas, en los opinadores más independientes, en los sectores más ilustrados. Y no sólo están esas voces sino hay que entender los silencios de la sociedad mexicana y de la propia Iglesia.
¿El espejo de Maciel nos muestra a la sociedad mexicana?
Por supuesto, Maciel refleja nuestro lado oscuro como sociedad mexicana. Los Legionarios de Cristo surgieron en los años cuarenta, en el periodo de los “cachorros de la Revolución”, en ese sueño de modernización de la sociedad mexicana caracterizado por una gran corrupción, que es también la que refleja Maciel. Y ahí no concuerdo con muchos, como Ciro Gómez Leyva, que dice: “¡Ya basta del caso Maciel! ¡Me da asco!” Me extraña. No, yo creo que tenemos que ir más a fondo en la reflexión de lo que representa Maciel en la cultura mexicana, en las élites, entre los empresarios, en los medios de comunicación. El caso Maciel no hay que cerrarlo; es una gran oportunidad que tenemos como país para ver esos lados oscuros que tenemos. Son tan importantes las voces que cuestionan, como los silencios. Y uno de los grandes silencios es el de la propia Iglesia católica que se hace como que la Virgen le habla. Hasta hace poco, un periódico ligado a los Legionarios no quería hablar del tema.
Excélsior. Las voces que se escuchan y las que no se escuchan: Arizmendi.
Me ha decepcionado, porque yo lo consideraba un obispo culto e inteligente y sus últimas declaraciones no han sido ni cultas ni inteligentes. Eso de culpar a la sociedad, eso de hablar de la excesiva sexualidad de los niños mexicanos y de la educación… Yo lo tenía en una perspectiva muy positiva por su indigenismo, por su apertura, pero me lleva a pensar que no es necesariamente un progresismo social en términos de derechos humanos; es lo mismo que un progresismo en materia doctrinal y en materia de moral. Puedes encontrar obispos muy progresistas en el plano político, pero muy conservadores, como Samuel Ruiz, ¡que apoyó a Provida! La Iglesia ha tenido una actitud extremadamente chata. Hay algunos señalamientos pero son aislados, como un documento de la cen, que es muy tibio. Pero este ejercicio que estás proponiendo, una revisión más a fondo de Maciel como un espejo que cimbre, no lo veo en la Iglesia, y es algo que ella debería iniciar por responsabilidad propia.
Hay un desfase a nivel mundial entre la lógica democrática y los criterios que sustentan a la Iglesia católica. Cada vez hay más confrontación en ese sentido. Y ahí entra el tema del fuero.
Es un tema central. Estamos hablando del conjunto de complicidades culturales y sistémicas que otorga la sociedad, en este caso a la Iglesia, en todos los niveles: jurídico, económico, político, judicial. El trato privilegiado. El propio Benedicto XVI ha roto esta cultura del fuero religioso al decir: “No confundamos pecado con delito, ni perdón con justicia”. Hay pasos muy importantes que como sociedad tenemos que dar y que no hemos dado. Este trato no privilegiado, como los impuestos y una serie de cosas en las que el clero tiene que ubicarse en la sociedad moderna. El segundo tema es cómo se traduce esto en el tratamiento de los delitos cometidos por actores religiosos. Si los obispos y los sacerdotes quieren tener los mismos derechos de cualquier ciudadano, también deben tener los mismos deberes.
Y eso pasa por el sometimiento a la justicia y ahí no hay equidad. También está el tema de los derechos humanos en el seno de la Iglesia. Mientras las sociedades han avanzado mucho a contrapelo en derechos humanos, la Iglesia ha retrocedido en esa materia. Las disidencias religiosas internas, el trato de los casos que conocemos de abuso a la dignidad de la persona (como es con estas consagradas, no hay una instancia que opere, es un concepto que no existe dentro de la Iglesia).
¿Y qué decir de la autoridad civil? Porque no tiene visos de querer intervenir de ninguna manera, aunque es evidente que pueden configurarse delitos en prácticas como las de las consagradas.
Ahí entra también el carácter laico del Estado, porque en México tenemos una laicidad torcida históricamente. Desde la época de Juárez estamos discutiendo si la Iglesia debe intervenir o no en la toma de decisiones públicas del Estado mexicano y hasta dónde se entromete en la cuestión política. No hemos sido capaces de ir más allá. Estamos enredados en una disputa del siglo XIX.
Para eso debería servir el escándalo Maciel. Porque el escándalo puede ser socialmente útil si procesas un debate de esa naturaleza que lleve a transformaciones institucionales, y creo que el caso Maciel es inmejorable.
Y es una oportunidad para revisar hasta dónde la justicia hace valer el carácter laico del Estado, como en otros países donde está muy claro: Francia, Alemania, Estados Unidos. Lo que creo que es muy importante es cómo el caso de Maciel y los Legionarios nos obliga a agudizar el carácter laico del Estado. En México tenemos una laicidad de hipocresía: durante 70 años se habló de la separación de la Iglesia y el Estado, pero en realidad la Iglesia siempre ha tenido injerencia absoluta en la toma de decisiones de este país. Muchos de esos viejos sectores priístas se desgarran las vestiduras por las audacias de Vicente Fox o por las tolerancias de Felipe Calderón, pero realmente no hemos tenido un debate de fondo que toque esos temas.
¿Qué dices del asunto de Norberto Rivera, la acusación de Joaquín Aguilar por el caso de Nicolás Aguilar, que es también emblemático del tipo de no respuesta frente a señalamientos específicos que deben ser procesados judicialmente?
Pues es un ejemplo de esta laicidad insuficiente. Se le dio un trato muy personalizado; Carlos Abascal le aseguró todo tipo de protecciones, lo cual nos habla de estas complicidades. La actuación de Norberto Rivera ha sido patética: primero niega, e incluso desprecia el caso, y cuando ve que la cosa va más enfilada y está tomando forma cambia de actitud y dice: “¿Cómo es posible? Yo no me voy a someter a leyes extranjeras”; se pone patriótico. Y luego contrata a los despachos más costosos de Estados Unidos y de México —los de Carlos Slim— para defenderse a muerte. Y lo toma en serio.
Y lo niega aquí. Es un cardenal que miente.
Aquí se siente seguro, porque sabe que hay una estructura que lo protege, sabe que las autoridades no le van a tocar ni siquiera una de las pocas canas que tiene.
En esta revisión necesaria para abrir la posibilidad de una transformación no sólo de la Iglesia sino de la sociedad, ¿cómo ves el papel de los medios en el caso Maciel?
Si investigamos cuántos propietarios de los medios de comunicación son cercanos a los Legionarios, nos sorprenderá constatar que es la mayoría. Hay muchas familias que están cercanas, y no digo en términos de pertenencia orgánica, sino de clase. Forman parte de estas redes, de estos circuitos, de estos lugares de encuentro y socialización.
Que mucho procuraron los Legionarios…
Ellos crearon muchos de esos espacios. Los Legionarios han sido extremadamente parcos y discretos para salir en los medios; no lo necesitan, nunca lo necesitaron. La acción de los Legionarios es hacerse presentes con los concesionarios de los medios. Ahí es donde está el secreto de la relación, los vínculos, hacerse parte de las familias. Como los grandes empresarios, hacer que miembros de esas familias se conviertan en parte de la orden, y en ese sentido encontramos las reticencias en su tratamiento. Yo recuerdo que Norberto Rivera entró con una idea revolucionaria muy al estilo de Maciel: la construcción de un aparato mediático. Y eso ya denota la concepción del lugar que ocupan los medios en este modelo macieliano. Porque ni siquiera creo que sea de los Legionarios; es algo muy de él. Maciel le monta un aparato logístico, incluso con estudiantes y profesores de la Anáhuac; le diseñan la imagen y logran que en poco tiempo el cardenal Norberto Rivera se posicione como la voz de la Iglesia católica. Los medios de comunicación en este país han sido los grandes aliados de los Legionarios y de ese modelo eclesial. Y también han sido los grandes promotores de sus obras y de estos accesorios que forman parte del modelo de Marcial Maciel. El Teletón es una gran alianza de los medios, como también lo es este modelo replicado en la Iniciativa México. Esta misma lógica de una gran alianza de medios para iniciativas sociales es la esencia de la utilización de los Legionarios frente a los medios. Es una gran alianza de los medios para proteger a los Legionarios de Cristo.
Y que sirve para desdentar a la élite. Es ese rostro benefactor que pretende reconciliar a la élite empresarial y política con la sociedad mexicana llena de agravios.
Y es también este componente pentecostal que tiene la fórmula mediática, la utilización de la emoción, de la exaltación, del sentimiento, que es la esencia del Teletón. Los grandes donantes del Teletón no son las grandes empresas, ni los grandes capitales; es la masa a la cual llegan y conmueven, es la conmoción del ciudadano, de la persona que vibra frente al hecho de la desgracia, la discapacidad, etcétera. La gran bolsa de financiamiento que tiene el Teletón no son las grandes empresas: son Chalco, Ciudad Nezahualcóyotl.
Déjame llevarte al terreno de la fascinación por el personaje. ¿Cómo retratarías a Marcial Maciel, con todo lo que ahora se sabe de él?
Yo no lo conocí.
Tú como Servitje.
Pero conozco a muchos Legionarios que probablemente son como él. Muy asépticos, con un lenguaje muy propio, con una apariencia intachable. Lo que me imagino con los Legionarios que he conocido es esa capacidad seductora de Maciel. Maciel ante todo es un vendedor y un embaucador; creo que ésa es la mayor fortaleza que ha tenido Marcial Maciel. Esa actitud de sinceridad, esa capacidad, de hablar desde adentro aparentemente, para convencer y para embaucar a los demás. Yo lo veo así, por los videos que he observado, por las expresiones, por los testimonios. Es un seductor por esencia. Es un vendedor de sueños. Su fórmula cae muy bien, su fórmula de salvación y de equilibrios frente a posturas aparentemente irreconciliables: ser ricos en un país de pobres, ser una persona que viva con la conciencia tranquila cuando la sociedad está llena de injusticias y de polaridades. Engañó a todo el mundo y hasta a sí mismo, porque parecía que tenía una convicción absoluta en lo que decía. Es una persona que no me gustaría encontrarme y que felizmente no me encontré, pero también refleja mucho lo que es la cultura política mexicana. Sin duda es un personaje enfermo, enfermizo y enfermizante; es un cáncer, un tumor canceroso; por eso la postura de la cúpula de los Legionarios es tan endeble: esa idea del pederasta solitario, de la manzana podrida. Creo que deberían tener un poco más de creatividad; no puede ser que sigan con la misma estrategia desde que empezaron, una estrategia de negación.
¿Y cómo definirías a los Legionarios de Cristo?
Empresarios de Dios.
¿Y al contexto que hizo posible a Maciel?
Una cultura enfermiza, un contexto patológico. Una cultura institucional interna que él creó pero también una sociedad patológica que permitió que el fenómeno Maciel se desarrollara
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