Justo cuando iba hacia la salida de la sala de conferencia del Partido Acción Nacional (PAN), con el rostro desencajado por su decisión de renunciar a la presidencia de este partido, después de reunirse largamente con Felipe Calderón por la mañana de este lunes, en Los Pinos, Germán Martínez esquivó las preguntas.
--¿Calderón le pidió la renuncia?
--…
Como respuesta, y sin levantar el rostro, entregó al reportero las cuatro cuartillas que leyó y que, tras el derrumbe electoral del domingo 5, lo llevaron a presentar hoy lunes su renuncia.
--¿Se va como embajador? --le insistí.
--…
Martínez apretó la mandíbula y apuró el paso rodeado de sus colaboradores: el secretario general del CEN, Rogelio Carvajal; el coordinador de Proyectos Especiales, Juan Ignacio Zavala, cuñado de Calderón; el representante ante el IFE, Roberto Gil; su secretario particular, Alberto Novoa, y Héctor Villarreal, coordinador de prensa.
Pálido, a punto del llanto, como ellos, Martínez se refugió en su esposa, Margarita Garmendia, y se dejó conducir a su oficina, donde despachó como presidente del PAN durante año y medio –desde el 7 de diciembre de 2007--, y donde todavía durará al menos un mes, después de que Calderón decida quién se queda a cargo.
Porque, salvo que los panistas lo impidan, será Calderón el que imponga, a través de la mayoría que controla en ese órgano electivo, al sucesor de Martínez, a quien justamente él colocó para que cumpliera –infructuosamente-- sus instrucciones.
Y es que, además del objetivo obvio de ganar la mayoría en la Cámara de Diputados y las gubernaturas en disputa, la estrategia del PAN de convertir la elección del 5 de julio en un plebiscito sobre la gestión del gobierno federal tuvo una apuesta encubierta: Legitimar a Calderón.
El primer objetivo ha resultado un fiasco por el desplome que coloca al PAN en los niveles que tenía a principios de la década de los 90, cuando comenzó a recibir los beneficios de la cohabitación con Carlos Salinas, pero la apuesta, de suyo imposible cualitativamente --la condición espuria es imborrable--, fue también cuantitativamente una bofetada de los ciudadanos a Calderón.
Esta doble derrota no pudo ser evitada por la estrategia diseñada por Antonio Solá, el español que es también mexicano por naturalización, y Juan Ignacio Zavala, cuñado de Calderón y responsable formal del proyecto de recuperación electoral del PAN, cuyo presidente, Germán Martínez, fue impuesto por Calderón justamente para cumplir con ambos propósitos.
Prácticamente desde el 2006, pero sobre todo desde que Martínez sustituyó a Manuel Espino, en diciembre de 2007, como una sola entidad --una simbiosis partido-gobierno que les era repugnante cuando eran oposición--, el PAN y el gobierno federal hicieron uso de todo para ganar posiciones y, de ese modo, legitimar a Calderón.
La estrategia era clara: Usar al Ejército y a la "guerra" contra al narcotráfico para, al mismo tiempo, ocultar el desastre económico traducido en la mortandad de empresas y la pérdida de casi un millón de empleos, justamente lo contrario a lo que ofreció Calderón en su campaña.
Pero los espectaculares operativos policiaco-militares contra el narcotráfico --que han regado el país de más de 11 mil cadáveres-- no se tradujeron en votos
Ni el uso propagandístico de los programas sociales.
Ni el manejo personalista de la epidemia de la influenza, que "salvó a la humanidad".
Ni el fomento de la leyenda negra priista.
Ni las filtraciones y embates contra opositores, incluyendo a los leales, como el gobernador de Michoacán, Leonel Godoy.
Ni el pacto con Televisa y Televisión Azteca para reventar la reforma electoral que significa la firma de Martínez y los candidatos del PAN a la iniciativa de Martí.
Ni siquiera el repartido de despensas y otros mecanismos de coacción del voto, incluyendo el uso de armas por parte de sicarios de Demetrio Sodi.
Nada le sirvió al PAN y a Calderón para cumplir con sus objetivos y la debacle es evidente respecto de 2006, cuando lograron 207 diputados, pero es peor aún que el desplome de 2003, cuando sólo ganaron 150 diputados y ahora sólo tendrán 146.
En los seis gobiernos estatales que se disputaron el PAN ganará, si acaso, Sonora, cuyo lucro electoral de la tragedia de la guardería ABC de Hermosillo, fue más que obvia: La víspera de las elecciones, el sábado 4, se informó del libramiento de órdenes de aprehensión contra los propietarios, entre ellos la prima de Margarita y Juan Ignacio Zavala.
El PAN edificó, sin escrúpulos, un triunfo sobre una tragedia, como si cuerpecitos de 48 niños fueran carroña. Y se puede anticipar su respuesta: Haiga sido como haiga sido.
La simbiosis PAN-Calderón no puede ser más evidente con la reunión que se celebró este lunes 6, desde muy temprano, en Los Pinos entre ese individuo y Martínez, su empleado.
--¿Debe renunciar Germán Martínez? –le pregunté la víspera a Manuel Espino, expresidente del PAN.
--No, yo creo que no. Ese precedente no lo podemos dejar en el PAN. Germán Martínez fue electo para tres años, yo favorecí esa elección, yo pedí el voto unánime de los consejeros para Germán. Ahora sí que nos cumpla o nos deje como estábamos, pero Germán tiene que cumplir esos tres años.
En la entrevista que se publica en la edición de esta semana de Proceso, que por las elecciones comenzará a circular mañana martes 7, Espino alertó sobre una salida que Calderón quiere darle a Martínez:
"Yo no quiero pensar que sea cierto lo que me han dicho: que ya está arreglada su salida del PAN, que se va de embajador. No. Lo queremos dirigiendo al partido, pero corrigiendo lo que hizo mal. Y por lo menos aceptando, como hombre de bien, que se equivocó en establecer en el país un precedente de guerra sucia y que eso nos trae como consecuencia el demérito y el desprestigio de Acción Nacional."
Pero Martínez ya se fue…
Apuntes
Otro que debe irse es Jesús Ortega, el peor presidente que ha tenido el PRD en su historia de dos décadas. Pero, como no tiene ni siquiera la vergüenza de Martínez –que ya es mucho--, jamás lo hará y quiere encubrir su fracaso con una purga, como lo dictaminó la noche del domingo: "Aquellos que desde las filas del partido hicieron trabajo de zapa, los que fueron apoyando a otros partidos y proyectos, fuera están, ésa fue su decisión y que cada quien asuma las consecuencias."… Pese a sus aplastantes victorias, o precisamente por ellas, los priistas y sus facciones comenzarán a devorarse entre sí para quedarse con la candidatura en el 2012…
delgado@proceso.com.mx
sábado, 11 de julio de 2009
La delegación Benito Juárez
Bernardo Bátiz V.
Tengo mucho que agradecer a quienes confiaron en el cambio y pensaron como yo, que podríamos remontar a base de votos ciudadanos libres y conscientes, las elecciones en la delegación Benito Juárez. Las Brigadas del Sol, Persistencia Civil (de la Del Valle), Buzón Ciudadano, TUYO (Trabajadores Unidos y Organizados), la CUT, la ANAD y otros muchos grupos y muchos ciudadanos sin afiliación alguna; los partidos PT y Convergencia por la Democracia y las corrientes del PRD, destacadamente Izquierda Social e Izquierda Democrática, todos convencidos de sus principios, alegres e incansables.
Ciertamente, nos enfrentamos, ya lo sabíamos, a un PAN apoyado desde los centros del poder: el local, la delegación, y el nacional: Los Pinos; uno de los contendientes fue César Nava, el único de cierto nombre, amigo de Felipe Calderón, (el presidente en entredicho) y ex director jurídico de Pemex, cargo en el que se vio involucrado en litigios y contratos oscuros, en los que hubo prevaricación y malos resultados por componendas y arreglos con empresas de parientes, nunca aclarados con nitidez. En la campaña enseñó el cobre, como se dice, ofreciendo de todo a los votantes, pero el extremo fue el caso de las sillas de ruedas que prometió a los habitantes, casi todos ancianos y jubilados del Centro Urbano Presidente Alemán, a cambio de su apoyo.
Supimos también desde un principio que hay una franja de la delegación, las colonias Narvarte, Del Valle, Nápoles, cubierta de innumerables edificios de apartamentos, impenetrables a la propaganda política escrita; sus ocupantes generalmente no la aceptaron, todo lo tratan por el interfón, todo lo rechazan y piden que se le entregue al conserje, es imposible hablar con ellos cara a cara.
Son el núcleo conservador, no fanático, por que ni de eso son capaces, a los que José Angel Conchello llamó alguna vez el homo narvartinus, personas que tienen poco o ningún contacto con su entorno social, sabe poco de sus vecinos y nada de su comunidad, viven corriendo entre sus torres de viviendas y sus torres de oficinas, su contacto con el mundo es la televisión y el celular, sus preocupaciones son el nuevo automóvil, el ascenso al que aspiran, las palmas de sus superiores y su problema mayor es decidir a donde irán en las próximas vacaciones.
Sabíamos todo eso y por ello y a pesar de ello, emprendimos la campaña y tenemos la satisfacción de que fue intensa, alegre, festiva y esperanzada. Personalmente aprecié en mis improvisadas encuestas callejeras, en avenidas, mercados, tianguis y reuniones domiciliarias, la preferencia por el cambio y el apoyo entusiasmado a mi persona. De cada diez, dos o tres no recibían el mensaje, pero siete u ocho se interesaban y hacían corrillos para saludarme y escucharnos a mis compañeros y a mí; la intención del voto favorable era evidente.
Por ello, ante los resultados oficiales, no podemos en la Benito Juárez, quedarnos cruzados de brazos, hemos impugnado y las razones son varias; la más importante, por el rebase insultante del tope de campaña; si en materia electoral se aceptara como prueba la “fama pública”, no necesitaríamos otra, a todos les consta el despliegue de mantas y pendones de los panistas, que no dejaron libre ni un poste, ni un mueble urbano, ni un puente. Todo quedó cubierto y se gastó sin medida y se cubrió de plásticos la delegación, lo que sólo se explica mediante el aparato oficial que se desplegó. Comidas, comilonas, taquizas y regalos, muchos regalos para comprar voluntades, muchas de ellas ciertamente necesitadas de todo.
Lo que sigue es mantenernos en pie de lucha; organizados en la delegación, para oponernos, junto con los vecinos interesados, a las construcciones que degradan la calidad de vida de los habitantes de las colonias y pueblos de la Benito Juárez, a los antros, a los negocios de todo tipo en zonas habitacionales y nos sumaremos a los vecinos que defienden sus parques, sus árboles, sus barrios.
A mediano plazo, todos, así lo hemos platicado, de ello estamos convencidos, seguiremos luchando por la “cuarta república”, construida desde abajo, como en Iztapalapa, con democracia auténtica, respeto a la dignidad de las personas y con justicia social.
jusbbv@hotmail.com
Tengo mucho que agradecer a quienes confiaron en el cambio y pensaron como yo, que podríamos remontar a base de votos ciudadanos libres y conscientes, las elecciones en la delegación Benito Juárez. Las Brigadas del Sol, Persistencia Civil (de la Del Valle), Buzón Ciudadano, TUYO (Trabajadores Unidos y Organizados), la CUT, la ANAD y otros muchos grupos y muchos ciudadanos sin afiliación alguna; los partidos PT y Convergencia por la Democracia y las corrientes del PRD, destacadamente Izquierda Social e Izquierda Democrática, todos convencidos de sus principios, alegres e incansables.
Ciertamente, nos enfrentamos, ya lo sabíamos, a un PAN apoyado desde los centros del poder: el local, la delegación, y el nacional: Los Pinos; uno de los contendientes fue César Nava, el único de cierto nombre, amigo de Felipe Calderón, (el presidente en entredicho) y ex director jurídico de Pemex, cargo en el que se vio involucrado en litigios y contratos oscuros, en los que hubo prevaricación y malos resultados por componendas y arreglos con empresas de parientes, nunca aclarados con nitidez. En la campaña enseñó el cobre, como se dice, ofreciendo de todo a los votantes, pero el extremo fue el caso de las sillas de ruedas que prometió a los habitantes, casi todos ancianos y jubilados del Centro Urbano Presidente Alemán, a cambio de su apoyo.
Supimos también desde un principio que hay una franja de la delegación, las colonias Narvarte, Del Valle, Nápoles, cubierta de innumerables edificios de apartamentos, impenetrables a la propaganda política escrita; sus ocupantes generalmente no la aceptaron, todo lo tratan por el interfón, todo lo rechazan y piden que se le entregue al conserje, es imposible hablar con ellos cara a cara.
Son el núcleo conservador, no fanático, por que ni de eso son capaces, a los que José Angel Conchello llamó alguna vez el homo narvartinus, personas que tienen poco o ningún contacto con su entorno social, sabe poco de sus vecinos y nada de su comunidad, viven corriendo entre sus torres de viviendas y sus torres de oficinas, su contacto con el mundo es la televisión y el celular, sus preocupaciones son el nuevo automóvil, el ascenso al que aspiran, las palmas de sus superiores y su problema mayor es decidir a donde irán en las próximas vacaciones.
Sabíamos todo eso y por ello y a pesar de ello, emprendimos la campaña y tenemos la satisfacción de que fue intensa, alegre, festiva y esperanzada. Personalmente aprecié en mis improvisadas encuestas callejeras, en avenidas, mercados, tianguis y reuniones domiciliarias, la preferencia por el cambio y el apoyo entusiasmado a mi persona. De cada diez, dos o tres no recibían el mensaje, pero siete u ocho se interesaban y hacían corrillos para saludarme y escucharnos a mis compañeros y a mí; la intención del voto favorable era evidente.
Por ello, ante los resultados oficiales, no podemos en la Benito Juárez, quedarnos cruzados de brazos, hemos impugnado y las razones son varias; la más importante, por el rebase insultante del tope de campaña; si en materia electoral se aceptara como prueba la “fama pública”, no necesitaríamos otra, a todos les consta el despliegue de mantas y pendones de los panistas, que no dejaron libre ni un poste, ni un mueble urbano, ni un puente. Todo quedó cubierto y se gastó sin medida y se cubrió de plásticos la delegación, lo que sólo se explica mediante el aparato oficial que se desplegó. Comidas, comilonas, taquizas y regalos, muchos regalos para comprar voluntades, muchas de ellas ciertamente necesitadas de todo.
Lo que sigue es mantenernos en pie de lucha; organizados en la delegación, para oponernos, junto con los vecinos interesados, a las construcciones que degradan la calidad de vida de los habitantes de las colonias y pueblos de la Benito Juárez, a los antros, a los negocios de todo tipo en zonas habitacionales y nos sumaremos a los vecinos que defienden sus parques, sus árboles, sus barrios.
A mediano plazo, todos, así lo hemos platicado, de ello estamos convencidos, seguiremos luchando por la “cuarta república”, construida desde abajo, como en Iztapalapa, con democracia auténtica, respeto a la dignidad de las personas y con justicia social.
jusbbv@hotmail.com
¿Asumirá el PRI el costo político de más impuestos?
Los "nuevos" diputados del PRI, entre los que hay muchos que en pasadas legislaturas aprobaron medidas impopulares que causaron serios descalabros al partido, ¿asumirán otra vez "los costos políticos" (como alardearon en esas ocasiones) de sus pifias por complacer al Supremo de Los Pino y corresponder al maiceo generosamente repartido? Regarla una vez es error, pero insistir en lo mismo ya no tiene perdón. A ver si por una vez en su historia, el PRI soslaya el maiceo que ya tiene listo Hacienda de los "fideicomisos privados" con los subejercicios "ahorrados", para que le aprueben nuevas alzas de impuestos. ¿O volverán a insistir los priístas en su "responsabilidad hacia el país" para seguir destruyéndolo? Ya vieron como le fue a la "Acción Responsable" que ostentó el PAN. A ver si aprendieron algo...
Elabora Jesús Ortega lista de traidores al PRD; pide se les apliquen los estatutos
ROSALíA VERGARA
MÉXICO, D.F., 10 de junio (apro).- El presidente nacional del PRD, Jesús Ortega, retomó hoy veladamente sus amenazas de expulsión de militantes que apoyaron a otros partidos en las elecciones del pasado 5 de julio.
Entrevistado antes de iniciar una reunión a puerta cerrada con miembros de la corriente Nueva Izquierda y grupos afines en la búsqueda de apoyos para mantenerse en la presidencia del PRD, Ortega reveló que el Comité Ejecutivo Nacional elabora un expediente con los nombres de los perredistas que apoyaron a otros partidos o fueron candidatos de otros partidos a diputados federales, locales o jefes delegacionales.
Sin mencionar nombres, advirtió que en cuanto quede integrado el expediente remitirá la queja ante la Comisión Nacional de Garantías para que proceda conforme a los estatutos.
El cónclave de Nueva Izquierda ocurre cinco días después del fracaso electoral del PRD en las elecciones del domingo pasado, cuando cayó estrepitosamente en las preferencias del electorado a sólo 12%, el nivel más bajo desde su creación.
Así mismo, señaló que dentro de los órganos jurisdiccionales del perredismo se está evaluando si se concreta la división entre Nueva Izquierda e Izquierda Unida, la corriente afín a Andrés Manuel López Obrador.
"Están pidiendo que ponderemos si es conveniente o no la división del PRD y desde luego yo tengo que ponderar también en el marco de ésta situación si es o no conveniente la división del PRD. En principio creo que nadie estaría de acuerdo en que nuestro partido se dividiera, creo que le haríamos un favor a los que han estado siempre pugnando por debilitar al partido", indicó.
Sobre la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador no asista a la reunión del sábado porque estará en la celebración del triunfo en Iztapalapa, en una asamblea informativa en esa demarcación, Ortega reconoció que, en efecto, le interesa que el tabasqueño esté presente "para avanzar en la unidad".
Por su parte, el coordinador de la fracción perredista en el Senado de la República, Carlos Navarrete, admitió que el PRD será incapaz de construir un proyecto de izquierda rumbo al 2012 sin Andrés Manuel López Obrador.
"Quedamos mal, lastimados y corremos el peligro de convertirnos en espectadores lejanos de la contienda por la Presidencia en 2012", advirtió.
A su llegada a la reunión Navarrete convocó a un pacto refundacional donde todas las expresiones internas tengan cabida en el partido.
Desfiladero. Jaime Avilés.
Hazaña: la rebelión electoral de Iztapalapa
Jaime Avilés
Apenas 31 meses, cuatro días y algunas horas duró el gobierno” espurio de Felipe Calderón: menos de tres años. En las elecciones del domingo pasado, con todos los poderes fácticos a su favor, Calderón perdió la mayoría en la Cámara de Diputados; perdió las gubernaturas de Nuevo León, Quéretaro, San Luis Potosí y Campeche; perdió los principales municipios del estado de México, los principales municipios de Jalisco y la ciudad de Cuernavaca. Y perdió 13 de las 16 delegaciones del Distrito Federal y entre ellas, de manera aplastante, Iztapalapa.
Junto a Calderón, Diego Fernández de Cevallos perdió el gobierno y los principales municipios de Querétaro; el sanguinario represor de los altermundistas en la cumbre de mayo de 2004 en Guadalajara, Francisco Ramírez Acuña, perdió la capital de Jalisco y los municipios de Zapopan, Tlajomulco de Zúñiga, Tlaquepaque, Tonalá, Lagos de Moreno (base de El Yunque) y Tepatitlán, en los que vive 70 por ciento del electorado estatal. Al mismo tiempo, la superpoderosa y corrupta familia de Juan Camilo Mouriño perdió el gobierno de Campeche y los municipios más importantes de aquella entidad, rica en petróleo y camarones, mientras los panistas del estado de México perdieron Tlalnepantla, Naucalpan y Cuautitlán, municipios estratégicos de la ahora llamada “ex” zona azul.
Al día siguiente de la histórica derrota de la ultraderecha panista, renunció Germán Martínez. Al inicio del sexenio, fue secretario de la Función Pública, dizque contralor del “gobierno”, dizque “vigilante” de la pureza administrativa del espurio. Su papel no pudo ser más inmoral. Se sintió lo bastante listo como para asustar a Vicente Fox, a Marta Sahagún y a los hijos de ésta con el cuento de que iba a encarcelarlos si no le rendían pleitesía al pelele y se puso a modo para que todos ellos lo engañaran. Al echarse a los pies de tamaños delincuentes, Germán se convirtió en caricatura de sí mismo. Hoy deberá cuidarse las espaldas porque, a la primera de cambio, lo destruirán sus “protegidos”.
Sólo alguien tan insoportable como el publicista gachupín Antonio Solá –a quien tanto extrañan en la dirección del PAN capitalino–, pudo haberle aconsejado a Germán Martínez que, para ganar el mayor número de votos, tenía que ser a toda hora el más mamón de los mamones. Y el más pendenciero. Y lo cierto es que obedeció la consigna al pie de la letra y batió récords mundiales de impopularidad.
Lo hizo tan bien que el domingo recibió en justa recompensa la derrota electoral más grande en la historia del panismo. Aquí se abre la siguiente pregunta: si ya no está Germán –se rumora que pronto se irá como embajador de México a Honduras–, quiénes de sus amigos coordinarán la fracción del PAN en la Cámara de Diputados. ¿La pésima ex secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota? ¿El cavernícola Francisco Ramírez Acuña, que perdió todo Jalisco? ¿O el mínimo César Nava, ex abogado general de Pemex, coautor junto con Calderón y otros de un megafraude por al menos 2 mil millones de pesos en Coatzacoalcos, Veracruz?
La cabeza de Germán Martínez rodó el lunes profilácticamente porque después de emitir tantísimos insultos contra los dirigentes del PRI no podía pedirles un borrón y cuenta nueva y decirles, señora, señores, olvidemos lo pasado y sentémonos a discutir el presupuesto de 2010. Eso era imposible. Así que, sin perder tiempo, Calderón lo degolló. Pero si Germán renunció porque perdió todo, ¿qué espera Jesús Ortega para hacer lo propio, si su fracaso no fue menos apabullante?
La derrota de Ortega es todavía más patética. Tres de sus cinco candidatos a gobernadores estatales –el de Campeche, el de Querétaro y el de San Luis Potosí–, renunciaron al PRD en plena campaña para aliarse a sus adversarios... y perdieron, porque apostaron mal. Sus candidatos a todas las presidencias municipales del estado de México –incluyendo las de Ecatepec, Texcoco, Chimalhuacán y otras– perdieron. De los 177 diputados federales que tenía hasta la semana pasada, hoy a duras penas conserva 70, de los cuales 30 se unirán a los 18 del PT y los dos o tres de Convergencia para formar el bloque parlamentario de Andrés Manuel López Obrador. En números redondos, pues, Ortega perdió 137 curules. ¿Por qué no renuncia?
Ah, por una razón muy simple. Porque él, y Jesús Zambrano, y Carlos Navarrete, y Graco Ramírez, y Guadalupe Acosta Naranjo, y René Arce, y Víctor Hugo Círigo, y Ruth Zavaleta y demás cumplen una misión al servicio de la ultraderecha: ellos deben permanecer al frente del PRD para controlar el dinero que ese partido recibe del IFE e impedir que éste financie las actividades del movimiento encabezado por López Obrador. Son unos auténticos secuestradores y allí permanecerán, hasta que las bases emigren masivamente al PT o suceda algo imponderable, que nunca se debe descartar.
Otras renuncias están pendientes, por ejemplo, la de varios miembros del gabinete calderónico como Agustín Cartsens (¿ya olvidamos que él congeló el precio del perejil deshidratado?), Javier Lozano (su pleito con Napoleón Gómez ha devastado a la industria minera), Alberto Cárdenas Jiménez (500 mil campesinos emigran cada año a Estados Unidos y este “secretario” de Agricultura sólo sabe sonreír), Eduardo Medina Mora (“nadie irá a la cárcel por la muerte de los 48 bebés en Hermosillo”), Genaro García Luna (coordinador nacional del crimen organizado), Daniel Karam (director del Seguro Social, que se tardó tres semanas en maquillar las listas de los dueños de las guarderías subrogadas), Fernando Sariñana (director del Canal Once, que ha destruido el proyecto original para poder privatizarlo), y tantos ineptos más.
Las elecciones del domingo pasado, si algo, corroboraron que en 2006 Calderón llegó a la Presidencia por medio de un fraude y que, si desde entonces, para una franja muy amplia de la población mexicana su “gobierno” era espurio e ilegítimo, ahora lo es más en todos los sentidos. No votaron en favor del PAN ni siquiera aquellos que según las encuestas pagadas por Los Pinos le atribuían una “aceptación popular” de 70 por ciento. Mentira: el PAN cosechó a duras penas 27.9 por ciento de los sufragios (o 9 millones 277 mil boletas cruzadas a su favor), que en un universo de 78 millones de ciudadanos empadronados representa un poquito más de 10 por ciento de la población mayor de 18 años. En otras palabras, Calderón cuenta con el apoyo de uno de cada 10 mexicanos adultos: carece de cualquier forma de mayoría y, por lo tanto, sus políticas, especialmente las más dañinas y destructivas, deberían ser discutidas, revisadas y modificadas por el Congreso.
Por un Congreso que estará en manos del PRI y donde sin embargo habrá un grupo parlamentario, de alrededor de 48 o 50 diputados, que sostendrá los proyectos del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, la Economía Popular y la Soberanía Nacional, y que actuará en un escenario donde los priístas estarán divididos en tres corrientes –la de Beatriz Paredes, la de Enrique Peña Nieto y la de Manlio Fabio Beltrones–, y por lo tanto se aliarán, cuando les convenga, con melón o con sandía.
Desde luego, la lección más importante del proceso del domingo pasado la dictó el pueblo de Iztapalapa, que merece una entrega especial de Desfiladero. Con todo en contra –los chuchos, las televisoras ladrando histéricas, el tribunal electoral dictando resoluciones ilegales que obligan a su presidenta, María del Carmen Alanís, a renunciar a su cargo, si un mínimo de decencia le queda–, con la miseria cotidiana encima, con la presión de los compradores de voto, y los engaños y las calumnias, la gente de Iztapalapa se rebeló por la vía electoral y volvió a poner de relieve el valor de la esperanza.
jamastu@gmail.com
Jaime Avilés
Apenas 31 meses, cuatro días y algunas horas duró el gobierno” espurio de Felipe Calderón: menos de tres años. En las elecciones del domingo pasado, con todos los poderes fácticos a su favor, Calderón perdió la mayoría en la Cámara de Diputados; perdió las gubernaturas de Nuevo León, Quéretaro, San Luis Potosí y Campeche; perdió los principales municipios del estado de México, los principales municipios de Jalisco y la ciudad de Cuernavaca. Y perdió 13 de las 16 delegaciones del Distrito Federal y entre ellas, de manera aplastante, Iztapalapa.
Junto a Calderón, Diego Fernández de Cevallos perdió el gobierno y los principales municipios de Querétaro; el sanguinario represor de los altermundistas en la cumbre de mayo de 2004 en Guadalajara, Francisco Ramírez Acuña, perdió la capital de Jalisco y los municipios de Zapopan, Tlajomulco de Zúñiga, Tlaquepaque, Tonalá, Lagos de Moreno (base de El Yunque) y Tepatitlán, en los que vive 70 por ciento del electorado estatal. Al mismo tiempo, la superpoderosa y corrupta familia de Juan Camilo Mouriño perdió el gobierno de Campeche y los municipios más importantes de aquella entidad, rica en petróleo y camarones, mientras los panistas del estado de México perdieron Tlalnepantla, Naucalpan y Cuautitlán, municipios estratégicos de la ahora llamada “ex” zona azul.
Al día siguiente de la histórica derrota de la ultraderecha panista, renunció Germán Martínez. Al inicio del sexenio, fue secretario de la Función Pública, dizque contralor del “gobierno”, dizque “vigilante” de la pureza administrativa del espurio. Su papel no pudo ser más inmoral. Se sintió lo bastante listo como para asustar a Vicente Fox, a Marta Sahagún y a los hijos de ésta con el cuento de que iba a encarcelarlos si no le rendían pleitesía al pelele y se puso a modo para que todos ellos lo engañaran. Al echarse a los pies de tamaños delincuentes, Germán se convirtió en caricatura de sí mismo. Hoy deberá cuidarse las espaldas porque, a la primera de cambio, lo destruirán sus “protegidos”.
Sólo alguien tan insoportable como el publicista gachupín Antonio Solá –a quien tanto extrañan en la dirección del PAN capitalino–, pudo haberle aconsejado a Germán Martínez que, para ganar el mayor número de votos, tenía que ser a toda hora el más mamón de los mamones. Y el más pendenciero. Y lo cierto es que obedeció la consigna al pie de la letra y batió récords mundiales de impopularidad.
Lo hizo tan bien que el domingo recibió en justa recompensa la derrota electoral más grande en la historia del panismo. Aquí se abre la siguiente pregunta: si ya no está Germán –se rumora que pronto se irá como embajador de México a Honduras–, quiénes de sus amigos coordinarán la fracción del PAN en la Cámara de Diputados. ¿La pésima ex secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota? ¿El cavernícola Francisco Ramírez Acuña, que perdió todo Jalisco? ¿O el mínimo César Nava, ex abogado general de Pemex, coautor junto con Calderón y otros de un megafraude por al menos 2 mil millones de pesos en Coatzacoalcos, Veracruz?
La cabeza de Germán Martínez rodó el lunes profilácticamente porque después de emitir tantísimos insultos contra los dirigentes del PRI no podía pedirles un borrón y cuenta nueva y decirles, señora, señores, olvidemos lo pasado y sentémonos a discutir el presupuesto de 2010. Eso era imposible. Así que, sin perder tiempo, Calderón lo degolló. Pero si Germán renunció porque perdió todo, ¿qué espera Jesús Ortega para hacer lo propio, si su fracaso no fue menos apabullante?
La derrota de Ortega es todavía más patética. Tres de sus cinco candidatos a gobernadores estatales –el de Campeche, el de Querétaro y el de San Luis Potosí–, renunciaron al PRD en plena campaña para aliarse a sus adversarios... y perdieron, porque apostaron mal. Sus candidatos a todas las presidencias municipales del estado de México –incluyendo las de Ecatepec, Texcoco, Chimalhuacán y otras– perdieron. De los 177 diputados federales que tenía hasta la semana pasada, hoy a duras penas conserva 70, de los cuales 30 se unirán a los 18 del PT y los dos o tres de Convergencia para formar el bloque parlamentario de Andrés Manuel López Obrador. En números redondos, pues, Ortega perdió 137 curules. ¿Por qué no renuncia?
Ah, por una razón muy simple. Porque él, y Jesús Zambrano, y Carlos Navarrete, y Graco Ramírez, y Guadalupe Acosta Naranjo, y René Arce, y Víctor Hugo Círigo, y Ruth Zavaleta y demás cumplen una misión al servicio de la ultraderecha: ellos deben permanecer al frente del PRD para controlar el dinero que ese partido recibe del IFE e impedir que éste financie las actividades del movimiento encabezado por López Obrador. Son unos auténticos secuestradores y allí permanecerán, hasta que las bases emigren masivamente al PT o suceda algo imponderable, que nunca se debe descartar.
Otras renuncias están pendientes, por ejemplo, la de varios miembros del gabinete calderónico como Agustín Cartsens (¿ya olvidamos que él congeló el precio del perejil deshidratado?), Javier Lozano (su pleito con Napoleón Gómez ha devastado a la industria minera), Alberto Cárdenas Jiménez (500 mil campesinos emigran cada año a Estados Unidos y este “secretario” de Agricultura sólo sabe sonreír), Eduardo Medina Mora (“nadie irá a la cárcel por la muerte de los 48 bebés en Hermosillo”), Genaro García Luna (coordinador nacional del crimen organizado), Daniel Karam (director del Seguro Social, que se tardó tres semanas en maquillar las listas de los dueños de las guarderías subrogadas), Fernando Sariñana (director del Canal Once, que ha destruido el proyecto original para poder privatizarlo), y tantos ineptos más.
Las elecciones del domingo pasado, si algo, corroboraron que en 2006 Calderón llegó a la Presidencia por medio de un fraude y que, si desde entonces, para una franja muy amplia de la población mexicana su “gobierno” era espurio e ilegítimo, ahora lo es más en todos los sentidos. No votaron en favor del PAN ni siquiera aquellos que según las encuestas pagadas por Los Pinos le atribuían una “aceptación popular” de 70 por ciento. Mentira: el PAN cosechó a duras penas 27.9 por ciento de los sufragios (o 9 millones 277 mil boletas cruzadas a su favor), que en un universo de 78 millones de ciudadanos empadronados representa un poquito más de 10 por ciento de la población mayor de 18 años. En otras palabras, Calderón cuenta con el apoyo de uno de cada 10 mexicanos adultos: carece de cualquier forma de mayoría y, por lo tanto, sus políticas, especialmente las más dañinas y destructivas, deberían ser discutidas, revisadas y modificadas por el Congreso.
Por un Congreso que estará en manos del PRI y donde sin embargo habrá un grupo parlamentario, de alrededor de 48 o 50 diputados, que sostendrá los proyectos del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, la Economía Popular y la Soberanía Nacional, y que actuará en un escenario donde los priístas estarán divididos en tres corrientes –la de Beatriz Paredes, la de Enrique Peña Nieto y la de Manlio Fabio Beltrones–, y por lo tanto se aliarán, cuando les convenga, con melón o con sandía.
Desde luego, la lección más importante del proceso del domingo pasado la dictó el pueblo de Iztapalapa, que merece una entrega especial de Desfiladero. Con todo en contra –los chuchos, las televisoras ladrando histéricas, el tribunal electoral dictando resoluciones ilegales que obligan a su presidenta, María del Carmen Alanís, a renunciar a su cargo, si un mínimo de decencia le queda–, con la miseria cotidiana encima, con la presión de los compradores de voto, y los engaños y las calumnias, la gente de Iztapalapa se rebeló por la vía electoral y volvió a poner de relieve el valor de la esperanza.
jamastu@gmail.com
Balance general. Pablo Gómez.
El disimulo de Felipe Calderón no podría ser mayor. No admitió la derrota de su partido, se dirigió a la oposición para llamarla a la colaboración y a la unidad de propósitos, habló de la crisis económica –que nos llegó de fuera, claro— después de meses de soslayarla e ignoró por completo la situación política del país.
Como se sabía, nada ha cambiado. La gente fue a votar –la mitad de los electores, en términos netos—y no ocurrió nada en México. Calderón no ha cambiado y lo único que hizo fue pedir la renuncia de Germán Martínez, como si el verdadero dirigente de la derrota del PAN hubiera sido ese rijoso personaje.
Este es el único país del mundo donde una derrota electoral del gobierno genera un mutismo político del gobierno mismo. Es como si el PAN fuera un partido de oposición y se tuviera que lamer sus heridas dentro de sí mismo. Acción Nacional adoptó como línea de campaña el llamado a apoyar a Calderón y de ahí el énfasis en la dizque guerra contra la delincuencia organizada, siempre llamada crimen. El resultado de la votación fue un desastre para el PAN y Calderón sólo ofrece la cabeza de Germán Martínez pero ningún planteamiento para modificar el programa del gobierno.
La catástrofe ha sido tal para el partido de Calderón y para él mismo que el PAN no tendrá siquiera un tercio de las curules en la Cámara de Diputados, con lo cual el proclamado, aunque inconstitucional, veto presidencial sobre el presupuesto podría quedar anulado si el plan anual de egresos fuera adoptado con los votos unidos del PRI y el PRD (los dos tercios de la Cámara). Es decir, Calderón, en conflicto con el PRI sobre el gasto público, dependería enteramente del PRD, su opositor más fuerte en materia de política económica.
Pero el mutismo es aquí autismo. Ver la catástrofe electoral propia y negarse a prometer cambios en la política gubernamental es una provocación, la cual por desgracia no ha sido respondida por el PRI más que con la aspiración de éste de que se cambien algunos secretarios de Estado, probablemente para poner otros más al gusto de los líderes priistas. ¿Habrán pensado en el secretario de Hacienda, priista y consecuente neoliberal hasta la muerte? Es de dudarse.
El PRI busca regresar a la presidencia de la República como la humedad se mete en los muros, poco a poco, pero no para aplicar un programa diferente sino para otorgar al gobierno otras habilidades como si el problema fuera la capacidad individual de los altos funcionarios y no la política que éstos aplican.
No parece que los cambios pudieran llegar a mayores pues el PRI no los planteó en la campaña electoral y sus líderes no están anunciando nada verdaderamente nuevo y creativo. La simbiosis PAN-PRI fue uno de los factores que llevaron a Calderón al desastre electoral, pues ante los ojos de muchos el PRI era menos malo que el PAN, el cual carecía de una verdadera voluntad de cambio y de mejora de la situación. El pésimo manejo de la crisis económica fue la puntilla para el gobierno.
A lo anterior hay que descontar, naturalmente, el voto comprado con recursos públicos por parte de los gobernadores del PRI con la evidente tolerancia del gobierno federal.
¿Por qué el descontento popular no fue canalizado ahora hacia la izquierda? Ese será el tema de la próxima entrega.
Como se sabía, nada ha cambiado. La gente fue a votar –la mitad de los electores, en términos netos—y no ocurrió nada en México. Calderón no ha cambiado y lo único que hizo fue pedir la renuncia de Germán Martínez, como si el verdadero dirigente de la derrota del PAN hubiera sido ese rijoso personaje.
Este es el único país del mundo donde una derrota electoral del gobierno genera un mutismo político del gobierno mismo. Es como si el PAN fuera un partido de oposición y se tuviera que lamer sus heridas dentro de sí mismo. Acción Nacional adoptó como línea de campaña el llamado a apoyar a Calderón y de ahí el énfasis en la dizque guerra contra la delincuencia organizada, siempre llamada crimen. El resultado de la votación fue un desastre para el PAN y Calderón sólo ofrece la cabeza de Germán Martínez pero ningún planteamiento para modificar el programa del gobierno.
La catástrofe ha sido tal para el partido de Calderón y para él mismo que el PAN no tendrá siquiera un tercio de las curules en la Cámara de Diputados, con lo cual el proclamado, aunque inconstitucional, veto presidencial sobre el presupuesto podría quedar anulado si el plan anual de egresos fuera adoptado con los votos unidos del PRI y el PRD (los dos tercios de la Cámara). Es decir, Calderón, en conflicto con el PRI sobre el gasto público, dependería enteramente del PRD, su opositor más fuerte en materia de política económica.
Pero el mutismo es aquí autismo. Ver la catástrofe electoral propia y negarse a prometer cambios en la política gubernamental es una provocación, la cual por desgracia no ha sido respondida por el PRI más que con la aspiración de éste de que se cambien algunos secretarios de Estado, probablemente para poner otros más al gusto de los líderes priistas. ¿Habrán pensado en el secretario de Hacienda, priista y consecuente neoliberal hasta la muerte? Es de dudarse.
El PRI busca regresar a la presidencia de la República como la humedad se mete en los muros, poco a poco, pero no para aplicar un programa diferente sino para otorgar al gobierno otras habilidades como si el problema fuera la capacidad individual de los altos funcionarios y no la política que éstos aplican.
No parece que los cambios pudieran llegar a mayores pues el PRI no los planteó en la campaña electoral y sus líderes no están anunciando nada verdaderamente nuevo y creativo. La simbiosis PAN-PRI fue uno de los factores que llevaron a Calderón al desastre electoral, pues ante los ojos de muchos el PRI era menos malo que el PAN, el cual carecía de una verdadera voluntad de cambio y de mejora de la situación. El pésimo manejo de la crisis económica fue la puntilla para el gobierno.
A lo anterior hay que descontar, naturalmente, el voto comprado con recursos públicos por parte de los gobernadores del PRI con la evidente tolerancia del gobierno federal.
¿Por qué el descontento popular no fue canalizado ahora hacia la izquierda? Ese será el tema de la próxima entrega.
Serpientes y Escaleras. Salvador García Soto
La izquierda, ¿unida?
Al mismo tiempo que Marcelo Ebrard lanza una ofensiva política para tomar el control del partido y obligar a Los Chuchos a reconocer el liderazgo que le dieron los votos el pasado 5 de julio, las principales cabezas de Nueva Izquierda buscan arropar a su líder, Jesús Ortega, y protegerlo ante la embestida de las tribus lopezobradoristas que exigen la cabeza del dirigente nacional a partir de la debacle electoral que sufrió el PRD en estos comicios
Al mismo tiempo que Marcelo Ebrard lanza una ofensiva política para tomar el control del partido y obligar a Los Chuchos a reconocer el liderazgo que le dieron los votos el pasado 5 de julio, las principales cabezas de Nueva Izquierda buscan arropar a su líder, Jesús Ortega, y protegerlo ante la embestida de las tribus lopezobradoristas que exigen la cabeza del dirigente nacional a partir de la debacle electoral que sufrió el PRD en estos comicios.
Marcelo ya hizo un pacto con Amalia García y Leonel Godoy para que lo acompañen en un frente que busca modificar los equilibrios internos en el partido y obligar a que a los gobernadores, encabezados por Ebrard, se les reconozca como la principal fuerza que tiene el perredismo, pues fueron ellos los únicos que mantuvieron la votación nacional del partido y evitaron un desfonde mayor a 12%.
La respuesta de Nueva Izquierda a la ofensiva ebrardista es una propuesta que causará polémica y que plantea que, más que discutir por liderazgos, el PRD debe preocuparse por construir un “frente unido de izquierda” que aglutine a todos los partidos y corrientes vigentes de la izquierda mexicana para competir juntos, en coalición y con un candidato único, en las elecciones presidenciales de 2012.
Carlos Navarrete y el propio Ortega son los principales impulsores de esa propuesta que comenzarán a esbozar mañana, en la reunión de la Comisión Política Nacional este domingo, y en la que los ex dirigentes nacionales del partido, junto con gobernadores y líderes de las corrientes que integran el PRD, harán la autopsia del desastroso resultado que obtuvo su partido en las elecciones federales.
La idea de unificar a la izquierda para 2012 tiene como modelo el histórico Frente Democrático Nacional, que en 88 estuvo a punto de ganar la Presidencia con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato, y como argumento la aceptación de que, ante la fuerza mostrada por el PRI con el “efecto Peña Nieto” y la previsible ofensiva de Estado del PAN para no perder el poder en las próximas presidenciales, los partidos de izquierda no tendrán, si compiten solos y atomizados, ni la más mínima oportunidad de ganar la sucesión.
Si se juntan los porcentajes de voto que alcanzaron por separado cada uno de los partidos autodenominados de izquierda que contendieron en las elecciones (PRD, PT, Convergencia y PSD), la votación total de esas opciones a nivel nacional sumaría más de 20% del electorado, algo que los volvería competitivos frente a un crecido PRI y un PAN que hará de todo para no perder el poder en 2012.
¿La izquierda unida jamás será vencida?
Al mismo tiempo que Marcelo Ebrard lanza una ofensiva política para tomar el control del partido y obligar a Los Chuchos a reconocer el liderazgo que le dieron los votos el pasado 5 de julio, las principales cabezas de Nueva Izquierda buscan arropar a su líder, Jesús Ortega, y protegerlo ante la embestida de las tribus lopezobradoristas que exigen la cabeza del dirigente nacional a partir de la debacle electoral que sufrió el PRD en estos comicios
Al mismo tiempo que Marcelo Ebrard lanza una ofensiva política para tomar el control del partido y obligar a Los Chuchos a reconocer el liderazgo que le dieron los votos el pasado 5 de julio, las principales cabezas de Nueva Izquierda buscan arropar a su líder, Jesús Ortega, y protegerlo ante la embestida de las tribus lopezobradoristas que exigen la cabeza del dirigente nacional a partir de la debacle electoral que sufrió el PRD en estos comicios.
Marcelo ya hizo un pacto con Amalia García y Leonel Godoy para que lo acompañen en un frente que busca modificar los equilibrios internos en el partido y obligar a que a los gobernadores, encabezados por Ebrard, se les reconozca como la principal fuerza que tiene el perredismo, pues fueron ellos los únicos que mantuvieron la votación nacional del partido y evitaron un desfonde mayor a 12%.
La respuesta de Nueva Izquierda a la ofensiva ebrardista es una propuesta que causará polémica y que plantea que, más que discutir por liderazgos, el PRD debe preocuparse por construir un “frente unido de izquierda” que aglutine a todos los partidos y corrientes vigentes de la izquierda mexicana para competir juntos, en coalición y con un candidato único, en las elecciones presidenciales de 2012.
Carlos Navarrete y el propio Ortega son los principales impulsores de esa propuesta que comenzarán a esbozar mañana, en la reunión de la Comisión Política Nacional este domingo, y en la que los ex dirigentes nacionales del partido, junto con gobernadores y líderes de las corrientes que integran el PRD, harán la autopsia del desastroso resultado que obtuvo su partido en las elecciones federales.
La idea de unificar a la izquierda para 2012 tiene como modelo el histórico Frente Democrático Nacional, que en 88 estuvo a punto de ganar la Presidencia con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato, y como argumento la aceptación de que, ante la fuerza mostrada por el PRI con el “efecto Peña Nieto” y la previsible ofensiva de Estado del PAN para no perder el poder en las próximas presidenciales, los partidos de izquierda no tendrán, si compiten solos y atomizados, ni la más mínima oportunidad de ganar la sucesión.
Si se juntan los porcentajes de voto que alcanzaron por separado cada uno de los partidos autodenominados de izquierda que contendieron en las elecciones (PRD, PT, Convergencia y PSD), la votación total de esas opciones a nivel nacional sumaría más de 20% del electorado, algo que los volvería competitivos frente a un crecido PRI y un PAN que hará de todo para no perder el poder en 2012.
¿La izquierda unida jamás será vencida?
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