JUEVES 13 DE MARZO DE 2014 23:00
Por Nicola Bizzi
Tras la espectacular confesión del político bosniaco Ibran Mustafic, veterano de guerra, quién devolverá la dignidad a Slobodan Milosevic, muerto en prisión, y a Radovan Karadžic y al general Ratko Mladic, aún retenidos en la Haya?
El historiador ruso Boris Yousef, en un ensayo de 1994, escribió lo que creo que es una verdad absoluta: “Las guerras son un poco como el resfriado común: deben hacer su curso natural. Si un enfermo de resfriado está rodeado por muchos médicos que le hacen tomar los medicamentos más diversos, a menudo con efectos secundarios entre ellos, una enfermedad que generalmente se resuelve en pocos días, es probable que continúe durante semanas y debilite al paciente, minándolo físicamente, y algunas veces de forma permanente e impredecible”. (Análogo al proverbio español “Es peor el remedio que la enfermedad”, N.d.T.)
Yousef escribió esta observación en julio de 1994, en medio de la guerra civil yugoslava, un año antes de la caída de la República Serbia de Krajina y dieciséis meses antes de los acuerdos de Dayton, que dejaron insatisfechas en Bosnia a todas las partes en el conflicto, lo que impuso en la atmósfera un punto muerto potencialmente explosivo. Y creo que esta observación se ajusta perfectamente para el conflicto yugoslavo. Un largo y sangriento conflicto que se inició formalmente en 1991 con la secesión de la Federación de las repúblicas de Eslovenia y Croacia, había estado preparado y planificado desde hacía tiempo por algunas potencias occidentales (lideradas por Austria y Alemania), varios servicios secretos occidentales y grupos de poder ocultos supranacionales y transnacionales (Bilderberg, Trilateral, Pinay , Ert Europa, etc . ) y, en cierto modo, incluso por el Vaticano.
Yugoslavia, fuerte poder económico y militar al frente durante décadas del Movimiento de Países No Alineados, se convirtió tras la muerte en 1980 del mariscal Tito, en un incómodo estorbo, y por lo tanto, era el objetivo geo-estratégico principal de un grupo de buitres que estaban planeando destruir, desmembrar y dividir su botín.
Comenzó así una progresiva desestabilización del país, ya iniciada en el bienio 1986-1987, una desestabilización a la cual sólo se opuso firmemente Slobodan Milosevic, el Presidente de la República Socialista de Serbia; y que alcanzó la cúspide con la creación en Croacia, en mayo de 1989, de la “Unión Democrática Croata” (Hrvatska Zajednica Demokratska, o HDZ ), el partido anti-comunista de la centro-derecha que empezó a retomar las ideas chauvinistas de la Ustasha de Ante Pavelic, liderado por el controvertido ex general de Tito Franjo Tudjman.
Sería largo enumerar aquí todos los pasos que llevaron a la precipitación de los eventos, y la necesidad de las intervenciones de la Narodna Jugoslosvenska Armija (Ejército Nacional Yugoslavo, n.d.T.) primero en Eslovenia, luego en Croacia, y a la separación definitiva de la federación de las dos repúblicas rebeldes y a la ampliación del conflicto en la vecina Bosnia. Estos son eventos sobre los cuales hay una gran cantidad de documentación, la mayoría de la cual, sin embargo, está fuertemente contaminada por las interpretaciones personales por parte de historiadores, o deliberadamente tergiversada por los periodistas para servir al lobby del poder mediático y económico europeo y americano. Periodistas que de Yugoslavia y su historia nunca han entendido nada.
Como he escrito antes, yo creo que la sabia declaración de Boris Yousef se adapta muy bien a la guerra civil yugoslava. Aparte del hecho de que fue generada por una abierta injerencia extranjera, creo que habría acabado de manera “natural” por los militares en unos pocos meses, sin la interferencia constante y la presión de la llamada “comunidad internacional”, de las Naciones Unidas y de muchas otras organizaciones actuando entre bastidores (Fondo Monetario Internacional, la OSCE , el ACNUR , la Unión Europea y el crimen organizado italiano y sudamericano). Fue precisamente esta interferencia (los “efectos de los diferentes fármacos” mencionados en la metáfora de Yousef ) lo que prolongó el conflicto durante años, con la continua demandas procedentes de “arriba”, de treguas imposibles, y con la pretensión de volver a trazar el mapa geográfico sobre la base de las ventajas económicas y no de la realidad étnica y social del territorio.
Sí, Bernard Henry Lévy, el autoproclamado “filósofo francés”, también estuvo en Bosnia. Aquí lo vemos (¿dando instrucciones?) al jefe de los bosniacos musulmanes Alija Izetbegovic…
…quien trajo a Bosnia, para luchar contra “el régimen serbio”, a miles de “muyahidines”internacionales, mayoritariamente de Arabia saudí y de ideología wahabita. Para los casos de Libia y Siria, los Lévy no hicieron más que copiar el guión yugoslavo.
Pero se trata de una historia en gran parte aún no escrita, porque ha existido siempre la complicidad de muchos líderes europeos, una complicidad que desea continuar ocultando y encubriendo. Y es por esta razón que los historiadores siguen haciendo caso omiso de que la Croacia de Tudjman construyó su ejército gracias al tráfico internacional de drogas (todos esos barcos procedentes de América del Sur que echaron el ancla en el puerto de Zadar, según ustedes, qué contenían?). Es por eso que siguen ignorando deliberadamente el hecho de que todo el contenido de los almacenes militares de la extinta República Democrática Alemana terminaron rápidamente en manos de Zagreb.
Estos son eventos que conozco muy bien, porque he pasado una buena parte de los años 90 en los Balcanes, la mayoría de ese tiempo en Belgrado y en Skopje. Puedo hablar y entender todos los idiomas que se hablan en el área, incluyendo sus dialectos, y tuve importantes contactos con la administración de Slobodan Milosevic, a quien tuve el honor de encontrar personalmente en más de una ocasión. Yo era, entre otras cosas, el único político italiano que estuvo presente en su funeral, en un frío día de marzo del 2006.
Por lo tanto, yo fui un testigo directo de los principales acontecimientos que han marcado la historia de la guerra civil yugoslava y de los hechos posteriores a la misma. He visto con mis propios ojos las decenas de miles de refugiados serbios obligados a abandonar Knin y otras ciudades de la Srpska Republika Krajina, la ocupación de sus hogares por parte de los croatas, quienes recibían asistencia del Ejército de EE.UU.
He seguido de cerca todas las etapas del conflicto en Bosnia, los disturbios en Kosovo, la inflación galopante de nueve dígitos que cambiaba en cuestión de horas el valor de un billete de banco. Viví el drama, en 1999, de los criminales bombardeos de Belgrado y otras ciudades serbias por parte de la OTAN. Y es por eso que nunca he creído – con razón - las muchas mentiras que se difundían en la prensa europea e italiana sobre aquellos acontecimientos. Mentiras y desinformación dictadas por operaciones de marketing publicitario (no sabría de qué otra manera llamarlo), planeadas por Washington y Langley que pretendían imponer a la opinión pública en el cuento de los “malvados verdugos serbios” y los pobres e inocentes croatas, albaneses y musulmanes bosnios. Cuento que sin embargo ha funcionado eficazmente durante mucho tiempo, llevando consigo a una inevitable criminalización y demonización de una de las partes en el conflicto, y manteniendo el silencio sobre los crímenes y las atrocidades de los otros bandos.
Los crímenes de “los buenos”
La guerra, y con mayor razón una guerra civil, no es obviamente una cena de gala y no se reparten caramelos y confetti. En una guerra se muere. En la guerra hay que matar o morir. Guerra significa hambre, dolor, frío, barro, sudor, privaciones y sangre. Y en la guerra, naturalmente, también se hace propaganda. Durante la larga guerra civil yugoslava nadie puede negar que muchas atrocidades fueron cometidas, sobre todo, debido al despertar de un estado latente de odios étnicos. Pero nunca ningún conflicto, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, había visto un uso tan masivo de la ‘bandera falsa’ , acciones planificadas casi siempre por servicios de inteligencia, para desencadenar las reacciones del oponente o para atribuírle sus propias culpas. Ya he explicado el concepto de “bandera falsa” en muchos de mis artículos, denunciando la intensificación de su uso en los últimos teatros de guerra.
Hasta ahora, la más conocida de las “banderas falsas” de la guerra civil yugoslava fue la trágica masacre de civiles en el mercado de Sarajevo, que provocó la intervención de la OTAN, que bombardeó varias veces, en represalia, las posiciones de los serbios de Bosnia en las colinas de la ciudad. Se establecería luego con absoluta certeza que el autor del atentado fue el mismo gobierno bosniaco-musulmán de Alija Izetbegovic, matando a decenas de sus ciudadanos en el cañoneo, con el fin de echar la culpa a los serbios.
Y lo que yo siempre he considerado la más colosal ‘ falsa bandera ‘ del conflicto, a saber, la masacre de más de un millar de civiles musulmanes en Srebrenica, de la cual fue culpado el ejército serbo-bosnio al mando del general Ratko Mladic, quien desde entonces fue acusado de “crímenes de guerra” y perseguido por la Corte Penal Internacional de La Haya hasta su detención el 26 de mayo de 2011, finalmente se revela en toda su realidad. En toda la realidad, por supuesto, de “bandera falsa”.
El General Ratko Mladic y el Presidente de la Republika Srpska, Radovan Karadzic
Los diarios italianos, que en el momento escribieron grandes titulares para pintar como un “carnicero” al General Mladic y como un “loco criminal sediento de sangre” al Presidente de la Republika Srpska Radovan Karadžic, quien también fue arrestado en 2008 y sobre cuya cabeza pendía una recompensa de US $ 5 millones de parte de los Estados Unidos por su captura; prácticamente han silenciado una noticia impactante. Una noticia a la que dio espacio en nuestro país sólo el diario Rinascita, dirigido por el amigo Ugo Gaudenzi, una noticia que finalmente hace plena luz sobre los sucesos de Srebrenica, indicando que la culpa no fue de los vituperados serbios, sino de los musulmanes bosniacos.
Ibran Mustafic, veterano de la guerra y político bosniaco-musulmán, probablemente motivado por el remordimiento o por una crisis de conciencia, ha lanzado una confesión impactante para los medios de comunicación: por lo menos un millar de civiles musulmanes bosnios de Srebrenica fueron asesinados por sus propios compatriotas, por las milicias que se suponía iban a ayudarlos y protegerlos durante una fuga a Tuzla en julio de 1995, llevada a cabo tras de la ocupación serbia de la ciudad. Y nos enteramos de que su suerte se estableció en una mesa por las autoridades bosniacas, que inscribieron en sus listas negras a aquellos a los que “había que evitar a toda costa que alcanzasen la libertad.”
Según lo informado por Enrico Vigna en Rinascita, Ibran Mustafic ha publicado un libro, “Caos planificado”, en el que algunos de los crímenes cometidos por soldados del ejército musulmán de Bosnia y Herzegovina contra los serbios son por primera vez admitidos y descritos, así como el continuado suministro ilegal de armas a los separatistas musulmanes bosnios por los occidentales antes y durante la guerra, y – esto es muy importante – incluso durante el período en que Srebrenica era una zona desmilitarizada bajo la protección de las Naciones Unidas.
Naser Oric: Acusado de crímenes de guerra pero “casualmente” absuelto
Mustafic también relata, en detalle, los conflictos entre los musulmanes y el libertinaje general de la administración de Srebrenica, gobernada por la mafia, bajo el comandante militar bosniaco Naser Oric. Debido a la tortura de los ciudadanos de a pie en 1994, cuando Oric y las autoridades locales vendían a precios exorbitantes la ayuda humanitaria en lugar de distribuirla a la población, muchos bosnios huyeron voluntariamente de la ciudad. “Aquellos que han buscado la salvación en Serbia, fueron capaces de llegar a su destino final, pero los que han huido en dirección a Tuzla (gobernada por el ejército bosniaco-musulmán) fueron perseguidos o asesinados”, revela Mustafic. Y, mucho antes de la masacre de civiles musulmanes en Srebrenica en julio de 1995, habían sido perpetrados durante mucho tiempo crímenes indiscriminados contra la población serbia de la zona. Crímenes que Mustafic describe muy bien en su libro, pues los presenció ya en 1992, cuando huyó de Sarajevo a Tuzla.
“Allí – escribe – mi pariente Mirsad Mustafic me mostró una lista de soldados prisioneros serbios, quienes fueron asesinados en un lugar llamado Zalazje. Entre otros estaban los nombres de su compañero de clase Branko Simic y su hermano Petr, el ex juez Slobodan Ilic, el conductor de Zvornik Mijo Rakic, la enfermera Rada Milanovic. Además, en las batallas en torno a y en Srebrenica durante la guerra, había más de 3.200 serbios muertos entre la ciudad y las comunidades vecinas”.
Mustafic nos habla de una confesión terrible del infame Naser Oric, una confesión que no estoy dispuesto a reproducir dada la crudeza sin precedentes con la que este criminal de guerra describe los bárbaros asesinatos cometidos con sus manos a los hombres y mujeres que han tenido la desgracia estar a su merced. Pero quiero hablar de la historia de un tío de Mustafic, también incluída en el libro: “Naser vino y me dijo que me preparara ahora a ir con la Zastava cerca de la prisión en Srebrenica. Me vestí y salí inmediatamente. Cuando llegué a la cárcel, se llevaron todos los capturados previamente a Zalazje y me ordenaron volver a transportarlos allí. Cuando llegamos al vertedero, me ordenaron detenerme y estacionar el camión. Me alejé a una cierta distancia, pero cuando vi su furia y comenzó la masacre, me sentía mal, estaba blanco como un papel. Cuando Zulfo Tursunovic desgarró con su cuchillo el pecho de la enfermera Rada Milanovic, falsamente preguntándose dónde estaba la radio, no tuve el coraje de mirar. Caminé desde el vertedero y llegué a Srebrenica. Ellos tomaron un bus, y yo me fui a casa a Potocari. La pista entera estaba inundado de sangre.”
Por lo que nos cuenta Mustafic, las listas de ‘ bosniacos poco fiables ‘ eran bien conocidos incluso entonces por los dirigentes musulmanes y el Presidente Alija Izetbegovic, y la existencia de estas listas ha sido confirmada por decenas de personas. “Por lo menos diez veces escuché al ex jefe de policía Meholjic mencionar listas. Sin embargo, no me sorprendería si él decidiese negarlo”, dice Mustafic, que también es un antiguo miembro del comité organizador de los acontecimientos de Srebrenica. Según Mustafic, las listas eran elaboradas por la mafia en Srebrenica, que se dedicaba a la dirección política y militar de la ciudad desde 1993. Los ”dueños de la vida y la muerte en la zona”, como él los llama en su libro. Y, sin dudarlo, dijo: “Si tuviera que juzgar a Naser Oric, el asesino de más de 3.000 serbios en la zona de Srebrenica (sensacionalmente absuelto por el Tribunal Penal Internacional de La Haya), lo condenaría a veinte años por los delitos cometidos contra los serbios; por crímenes cometidos contra sus compatriotas lo condenaría por lo menos a 200.000 años de prisión. Él es el mayor responsable de Srebrenica, la mancha más grande en la historia de la humanidad”.
Pero la revelación más inquietante y sensacional de Mustafic es el reconocimiento de que el genocidio de Srebrenica fue acordado entre la comunidad internacional y Alija Izetbegovic, y en particular entre Izetbegovic y el presidente de EE.UU. Bill Clinton, para echar la culpa a los serbios, como Ibran Mustafic afirma con convicción total. “Por los crímenes cometidos en Srebrenica, Izetbegovic y Bill Clinton son directamente responsables. Y en lo que a mí respecta, su acuerdo fue el mayor crimen de todos, por lo que ocurrió en julio de 1995. El momento en el que Bill Clinton entró en el Memorial de Srebrenica fue el momento en que el villano vuelve a la escena del crimen”, dijo Mustafic. El mismo Bill Clinton, debo añadir, se superó a sí mismo en 1999, con la creación de las falsas fosas comunes en Kosovo (otro ejemplo sorprendente de ‘bandera falsa’ ), en las que los pistoleros albaneses del KLA lanzaron a sus propios caídos en combate, e incluso los cuerpos de los muertos exhumados a propósito de cementerios, para inculpar mediáticamente, frente a todo el mundo, al ejército de Belgrado y para ser capaces de poner en marcha una campaña de bombardeos de dos meses contra Serbia.
Como enfatiza Mustafic,en Srebrenica también hubo grandes falsedades acerca de los nombres de las víctimas y exageraciones sobre el número real de muertos. Muchas de las víctimas de las milicias musulmanas no fueron incluidos en esta lista, mientras que hubo ciudadanos de Srebrenica incluídos en ella que habían emigrado hace tiempo o muerto en el extranjero. Y algo similar sucede con la gente que fue torturada o que declaró haberlo sido. “Muchos musulmanes bosnios – dice Mustafic – decidieron declararse víctimas porque no tenían medios de subsistencia y no tenían trabajo, por lo que aprovecharon la ocasión. Otra cosa que no cuadra es que entre 1993 y 1995, Srebrenica era una zona desmilitarizada. ¿Cómo es que de repente tenemos tantos inválidos de guerra en Srebrenica?.
Él cree que va a ser muy difícil determinar el número exacto de muertos y desaparecidos en Srebrenica. “Es muy difícil – argumenta en su libro – porque los hechos de Srebrenica fueron durante mucho tiempo objeto de la desinformación, y el jefe de esa desinformación era el titiritero Amor Masovic, que con la fortuna amasada sobre el escenario de Srebrenica podría vivir holgadamente durante los próximos quinientos años! Sin embargo, había algunos miembros del séquito de Izetbegovic que, desde el verano de 1992, trabajaron para propagar la idea de que los musulmanes bosniacos son las víctimas permanentes y exclusivas de la guerra”.
La masacre de Srebrenica fue utilizada por Bill Clinton como un pretexto para desencadenar, del 30 de agosto al 20 de septiembre de 1995, la infame Operación Deliberate Force, una campaña de bombardeos intensivos, con el uso homicida de bombas de uranio empobrecido, con las cuales las fuerzas de la OTAN destruyeron el comando del ejército serbo-bosnio, devastando sin remedio los sistemas de control en en la zona. Esa operación impulsó a las fuerzas musulmanas bosniacas y croatas para avanzar en la mayor parte de las zonas controladas por los serbios, esa ofensiva sólo se detuvo a las puertas de la capital Banja Luka y obligó a los serbios a un alto el fuego y a la aceptación de Acuerdos de Dayton, que llevaron a una partición de Bosnia entre las dos partes (la musulmana-croata y la serbia). Partición que perjudicó fuertemente a la Republika Srpska, que fue privada de la mayor parte de los territorios ganados con esfuerzo lo largo de tres años de dura lucha.
Alija Izetbegovic, responsable de la separación de Bosnia y Herzegovina de la Federación Yugoslava en 1992 tras de un disputado referéndum muy boicoteado por los ciudadanos de etnia serbia (más de 30% de la población) se mantuvo en el cargo de Presidente del autoproclamado nuevo estado hasta el 14 de marzo 1996, después se convirtió en un miembro de la presidencia colectiva del estado federal impuesta por los Acuerdos de Dayton hasta el 5 de octubre de 2000, cuando fue sustituido por Sulejman Tihic. Murió en su cama en Sarajevo 19 de octubre 2003 y nunca ha pagado por sus crímenes. De hecho, ha recibido prestigiosos premios internacionales, entre ellos los más altos honores de Croacia (en 1995) y Turquía (1997). Y supo bien hacer olvidar a los ojos de la “comunidad internacional” su naturaleza de islamista fanático y fundamentalista y sus numerosos arrestos y largas detenciones en la época de Tito, (especialmente 1946-1949 y 1983-1988) por actividades subversivas y hostiles al Estado.
En su famosa “Declaración islámica”, publicada en 1970, declaró: “Nunca habrá paz ni coexistencia entre la religión islámica y las instituciones sociales y políticas no islámicas” y que “el movimiento islámico puede y debe hacerse con el poder político, ya que es moral y numéricamente tan fuerte que no sólo puede destruir el poder no islámico existente, sino también crear un nuevo poder islámico”. Y mantuvo su fe en estas promesas, convirtiendo a la Bosnia-Herzegovina tradicionalmente secular, donde históricamente siempre convivieron en paz diferentes culturas y diferentes religiones, en una satrapía fundamentalista, con el apoyo y la financiación de Arabia Saudita y otros estados del Golfo y con la importación de miles de muyahidines de diversas partes del Oriente Medio, que sembraron el terror en Bosnia y fueron responsables de masacres atroces.
Slobodan Milosevic, acusado de “crímenes contra la humanidad” (cargos basados principalmente en su supuesta dirección de la masacre de Srebrenica), a pesar de que siempre proclamó su inocencia, fue detenido y llevado a la prisión de La Haya. Siendo un talentoso abogado, optó por representarse a sí mismo ante las acusaciones de la Corte Penal Internacional, pero murió en circunstancias nunca esclarecidas en su celda el 11 de marzo de 2006. Son persistentes los rumores de que fue envenenado porque se consideraba que próximamente ganaría su caso y sería absuelto de todos los cargos, y porque muchos líderes europeos temían el terremoto podrían desatar sus declaraciones.
Radovan Karadžic, el ex presidente de la República Serbia de Bosnia, y el general Ratko Mladic, Comandante en jefe del ejército serbo-bosnio, también fueron detenidos y están en la cárcel de La Haya. Se les acusa de los mismos cargos de “crímenes contra la humanidad”, basados esencialmente en la masacre de Srebrenica.
Ahora que la verdad sobre Srebrenica finalmente sale a la luz, debería ser fácil para ellos obtener una absolución, a menos que alguien haya decidido que tienen que acabar como Milosevic.
Pero, ¿quién les va a devolver a ellos y al fallecido presidente yugoslavo la dignidad y la honorabilidad? Todas las grandes potencias occidentales, de los Estados Unidos a la Unión Europea, deberían admitir que se equivocaron, pero dudo sinceramente que lo harán.