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Aurelio Nuño y Enrique Peña Nieto en Los Pinos. |
MÉXICO, D.F. (apro).- Corrupción, represión, impunidad e ineptitud marcan el gobierno de Enrique Peña Nieto, expuestos sólidamente en
El regreso autoritario del PRI, libro de Arturo Rodríguez García, pero también es nítido ya el sello de su relación con los medios: privilegios para los aliados, represalias para los enemigos.
Esos vicios de la incultura priista que ha infectado casi todo, notoriamente a los principales partidos y a las instituciones nacionales –y ahora Televisa como garante de la justicia–, no desaparecerán obviándolos, sino exponiéndolos para no volvernos cínicos, sobre todo los que somos periodistas.
Lo hace Arturo Rodríguez García con El regreso autoritario del PRI. Inventario de una nación en crisis, y lo hace también el director del semanario Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda, quien en el prólogo del libro cuenta un episodio emblemático de la relación del gobierno de Peña con el semanario fundado por Julio Scherer García.
En noviembre del 2012, unos días antes de la toma de posesión de Peña, Aurelio Nuño Mayer, miembro del equipo de transición del presidente electo y actual jefe de la Oficina de la Presidencia, se reunió con el director de Proceso en el restaurante Lipp, del hotel JW Marriot.
“Sin clientela a esa hora, la ríspida conversación no tuvo más testigos que los propios interlocutores”, inicia el relato de Rodríguez Castañeda.
–¿Cómo ven a Proceso? –pregunté para entrar al único tema posible entre ambos.
–Lo vemos como lo que son: enemigos políticos del gobierno que viene… Cada domingo recibimos Proceso sobre el escritorio. Acaso leemos la portada y la hacemos a un lado. Sabemos, sin leer el contenido, lo que dicen. No sorprenden a nadie.
No podía creer el grado de intolerancia que demostraban las palabras de Nuño. ¿Hacer periodismo crítico e independiente lo convierte a uno en enemigo del gobierno?
–No acepto esos términos –le dije–. Somos periodistas, no somos políticos y no aspiramos al poder…
–Son enemigos del presidente Peña Nieto. Hicieron todo lo posible para que no alcanzara el triunfo electoral.
–Puedes decir cualquier cosa –lo interrumpí–. Que nos excedemos, si así lo quieres ver, que somos radicales. ¿Pero enemigos del presidente? Por favor…
–¿Y qué dices de aquella portada de Proceso cuando la muerte de la esposa del entonces gobernador Peña Nieto, “las dudas” a las que se refirieron? El presidente no lo perdona.
–Por eso, Aurelio, pueden llamarnos excesivos, pero no pueden darnos trato de enemigos políticos…
–Para nosotros, eso son. Pero… hasta con los enemigos puede uno entenderse.
Nos retiramos. Su café y mi agua mineral quedaron sin tocar.
Por supuesto, el gobierno de Peña Nieto y Proceso nunca se han entendido.
Hasta ahí el relato de ese encuentro que hace el director de la revista, quien enseguida, luego de un tercio del gobierno de Peña, rubrica:
“Aquel episodio auguraba lo que vendría. Y lo que vino y está presente en el México de hoy es el autoritarismo del que da cuenta el libro de Arturo Rodríguez.”
Apuntes
El mismo sábado 28 de febrero que se presentó el libro de Arturo Rodríguez, en la Feria del Palacio de Minería, se hizo lo propio con Batallas de Michoacán. Autodefensas, el proyecto colombiano de Peña Nieto, de José Gil Olmos, también compañero de Proceso, sobre el infierno que vive esa entidad. En ambos casos, se trata de trabajos periodísticos oportunos: que aparecen cuando deben decirse las cosas, no a toro pasado como el periodismo servil.