domingo, 5 de octubre de 2008
El pasado presente : Denisse Dresser
¿Qué pasaría si hoy se repitieran los eventos del 2 de octubre de 1968? ¿Qué ocurriría si al hijo de cualquier lector lo acribillaran mañana en la calle? ¿Cómo respondería el sistema jurídico en estos tiempos? ¿Qué tipo de investigación emprendería el Ministerio Público? ¿Cuál sería el comportamiento de la Suprema Corte de Justicia de la Nación o de la PGR?
¿Qué posición asumirían la Comisión Nacional de Derechos Humanos y su titular, José Luis Soberanes? ¿Qué tipo de cobertura le darían las televisoras al caso? ¿Acaso el andamiaje institucional actual reaccionaría ante la impunidad de manera distinta a como lo hizo entonces?
Probablemente no, y ese es el problema que aqueja a México 40 años después de un episodio que muchos han querido enterrar. Pero al hacerlo contribuyen a que el pasado sea presente. A que la impunidad de antes se repita ahora.
Alguna vez Vaclav Havel escribió que para poder ver las estrellas había que descender hasta el fondo del pozo. Para cambiar la realidad es necesario conocer la verdad sobre ella y eso implica saber de dónde venimos y cómo llegamos hasta aquí. Pero en México el escrutinio del hoyo negro en el cual se ha convertido nuestro pasado es aún una tarea pendiente.
Ante la guerra sucia del pasado prevalecen las incógnitas del presente. Ante los abusos de ayer persisten los abusos de hoy. Al lado de las familias deshechas de 1968 está parada de la familia de Fernando Martí, entre tantas más. Pasa el tiempo y el esclarecimiento se convierte en una demanda de ciudadanos ignorados, en una colección de hojas marchitas, en una amnesia obligada.
Una amnesia peligrosa, porque como dice la frase célebre de George Santayana, "aquellos que se olvidan del pasado están condenados a repetirlo". En México hubo y hay muertos y heridos producto de la violencia desde el Estado. En México hubo y hay perseguidos y desaparecidos.
Allí están sus rostros desfigurados, sus narices rotas, sus ojos amoratados, sus familiares desesperados. Aunque Miguel Nazar Haro lo niegue, aunque Luis de la Barreda lo haya logrado eludir, aunque Luis Echeverría no quiera reconocerlo, aunque Ulises Ruiz haya logrado escabullirse, aunque la Fiscalía Especial para Movimientos Políticos y Sociales del Pasado haya fracasado, aunque los responsables de Atenco no hayan pagado un precio por lo que provocaron.
La impunidad persiste a 40 años del 68 porque nunca ha sido verdaderamente combatida. Porque nunca se dieron las consignaciones a los responsables de la matanza del 10 de junio de 1971. Porque nunca hubo asignación de responsabilidades a Luis Echeverría y a Mario Moya Palencia y a Pedro Ojeda Paullada y al Ejército Mexicano.
Porque Fiscalía Especial nunca obtuvo los recursos humanos y materiales que necesitaba; nunca obtuvo el acceso a los documentos desclasificados que requería; nunca obtuvo la cooperación prometida por parte del Ejército; nunca obtuvo la actuación eficaz de la Agencia Federal de Investigación, encargada de encontrar a aquellos contra quienes se habían girado órdenes de aprehensión. Porque nunca hubo un rompimiento claro con el pasado.
Cuando el fiscal Ignacio Carrillo Prieto aceptó el puesto, preguntó si iba a ser posible encarar a todos los responsables de la guerra sucia, aunque hubieran estado en la punta del poder. Y se le dijo: "todos son todos". Pero al final del día todos fueron sólo uno: Miguel Nazar Haro y nadie más. Otros están prófugos, otros tienen protección política. Y entonces -como se preguntó Human Rights Watch- ¿para qué se creó la fiscalía especial si estaba condenada al fracaso?
Más allá de lo que hizo o no hizo, Carrillo Prieto se enfrentó a un pecado original, a un problema de origen. La fiscalía dependía de las instancias a las que investigaba: dependía de la buena voluntad del Ejército para obtener información sobre su comportamiento, dependía de la colaboración de las corporaciones policiacas para denunciar a quienes antes operaban dentro de ellas, dependía del apoyo del Estado mexicano para averiguar qué hizo mal en el pasado.
Y de allí su parálisis. De allí su falta de resultados. La opción mexicana para lidiar con el pasado sugiere que nunca hubo una voluntad real de hacerlo. A la fiscalía no se le dio la autonomía que necesitaba, el poder que requería, los recursos que hubieran hecho viable su gestión.
Por ello, su desempeño constata que fue creada para fracasar. Que fue creada para prevenir la confrontación. Que fue creada sólo para permitirle a Vicente Fox decir que existía. Que fue una opción suave para evadir una opción dura. Como argumenta Sergio Aguayo, la Fiscalía Especial contribuyó a que el gobierno de Vicente Fox le otorgara una amnistía de facto a los perpetradores del viejo régimen.
Porque el escrutinio del pasado a muchos incomoda. A muchos asusta. A la élite empresarial y a los políticos que promueve. Al Ejército y a los culpables que protege. A los priistas con la conciencia intranquila y las manos sucias. A los cómplices, a los callados, a los represores, a los culpables, a los que actuaron sin límites en el pasado y no quisieran revivirlo. A los que no quieren responder a la pregunta persistente: "¿Y mi hijo? ¿Sabe algo?".
Todos los defensores del statu quo argumentan que perseguir el pasado colocaría a México al borde del abismo, polarizaría al país, generaría un alto grado de incertidumbre, impediría las reformas estructurales, debilitaría al Estado, acorralaría a la Presidencia.
Pero paradójicamente todos esos escenarios ya están ocurriendo. Se están dando. México ya está parado en un lugar precario, ya enfrenta la polarización, ya vive la incertidumbre, ya padece un Estado débil, ya presencia las reformas postergadas, ya sufre una Presidencia acorralada. Lo único que ha producido el esfuerzo por enterrar al pasado es la perpetuación de sus peores prácticas en el presente.
Basta con pensar en Vicente Fox y Marta Sahagún abrazados bajo un árbol, presumiendo su rancho. Roberto Madrazo con los brazos en alto, celebrando su triunfo en el maratón de Berlín. Mario Marín en una reunión reciente de la Conago, sonriendo mientras platica con sus contrapartes. Ulises Ruiz de la mano de su esposa, paseando por un hotel de lujo en la playa. Arturo Montiel, en un resort invernal, esquiando de cuesta en cuesta. Emilio Gamboa sentado en la Cámara de Diputados, negociando las reformas a la medida del priismo desde allí.
Personajes impunes, progenitores de la desconfianza, patrones de la trampa, emblemas de la nación, faros de la mentira e iconos de la República. Protagonistas del país que reproduce lo más criticable del pasado, una y otra vez.
El país donde siempre hay corruptos señalados pero nunca corruptos encarcelados. Y donde todo esto es normal. Los errores, los escándalos y las fallas no son indicio de catástrofe sino de continuidad.
El coyotaje practicado por la primera dama o la pederastia protegida por un gobernador o la fortuna ilícita acumulada por un candidato presidencial o las negociaciones turbias entre un senador y un empresario no son motivo de alarma sino de chisme. No son síntoma de un cáncer a punto de metástasis, sino de una urticaria con la cual el país se ha acostumbrado a convivir.
La permanencia en el poder público de quienes violan sus reglas más elementales desde 1968 es lo acostumbrado, tolerado, aceptado.
Porque en todos los casos de impunidad, no importa la evidencia sino la coyuntura política. La correlación de fuerzas en el Congreso. El calendario electoral. Las negociaciones entre los partidos y sus objetivos de corto plazo. La relación entre el presidente y la oposición que busca acorralarlo. Las conveniencias coyunturales de los actores involucrados. Los intereses de los medios con agenda propia y preferencias políticas particulares.
En un contexto así, el combate a la impunidad con la cual cargamos desde 1968 se vuelve una variable dependiente, residual. No es un fin en sí mismo que se persigue en aras de fortalecer la democracia, sino una moneda de cambio usada por quienes no tienen empacho en corroerla. Hay demasiados intereses en juego, demasiados negocios que cuidar, demasiados personajes que proteger.
Desde la elección de 2000 se nos dice que ahora sí, la impunidad terminará. Ahora sí, la Secretaría de la Función Pública -de verdad- actuará. En el gobierno del "México ganador" -de verdad- los juicios políticos ocurrirán. Todos los esfuerzos se encaminan en esa dirección, afirman los vendedores de la inmunidad gubernamental.
El gobierno de la República trabaja para ti -anuncian- mientras parece hacerlo siempre para ellos, los mismos de siempre. Los Echeverría o los Salinas o los Cabal Peniche o los Madrazo o los Montiel o los Marín o los Ruiz o los Gamboa o los Bribiesca Sahagún.
Desde hace décadas, el gobierno como la explotación organizada, como la depredación institucionalizada. Así se vive la política en México. Así la padecen sus habitantes, víctimas involuntarias de una clase política que como sentencia el Financial Times, "sigue sirviéndose a sí misma".
Y precisamente por ello, a 40 años del 68 no son tiempos de olvidar y archivar. Siguen siendo tiempos de esclarecer y sancionar. No son tiempos de perdón y olvido. Siguen siendo tiempos de justicia y memoria. No son tiempos de celebrar lo mucho que México ha cambiado. Siguen siendo tiempos de reconocer cuánto le falta por hacerlo. No son tiempos de celebrar la transición electoral como un avance. Siguen siendo tiempos de exigir que quienes gobiernan tengan un mínimo de decencia.
No son tiempos de aplaudir que por los menos hay "paz social". Son tiempos de gritar que los mexicanos se merecen más que Luis Echeverría y Miguel Nazar Haro y Arturo Montiel y Roberto Madrazo y Mario Marín y sus facsimilares a lo largo del país. No son tiempos de punto final. Son tiempos de renglón seguido.
Porque como ha escrito Gilberto Rincón Gallardo sobre quienes murieron aquella tarde del 2 de octubre de 1968: "Podían haberlos detenido. Podían haberlos consignado. Podían haberlos juzgado". Y ese sigue siendo el reto ante quienes participaron y siguen participando en actos de violencia y corrupción y encubrimiento estatal. Denunciarlos, detenerlos, juzgarlos, castigarlos. Hoy y siempre, para que el pasado no empañe al presente.
¿Qué posición asumirían la Comisión Nacional de Derechos Humanos y su titular, José Luis Soberanes? ¿Qué tipo de cobertura le darían las televisoras al caso? ¿Acaso el andamiaje institucional actual reaccionaría ante la impunidad de manera distinta a como lo hizo entonces?
Probablemente no, y ese es el problema que aqueja a México 40 años después de un episodio que muchos han querido enterrar. Pero al hacerlo contribuyen a que el pasado sea presente. A que la impunidad de antes se repita ahora.
Alguna vez Vaclav Havel escribió que para poder ver las estrellas había que descender hasta el fondo del pozo. Para cambiar la realidad es necesario conocer la verdad sobre ella y eso implica saber de dónde venimos y cómo llegamos hasta aquí. Pero en México el escrutinio del hoyo negro en el cual se ha convertido nuestro pasado es aún una tarea pendiente.
Ante la guerra sucia del pasado prevalecen las incógnitas del presente. Ante los abusos de ayer persisten los abusos de hoy. Al lado de las familias deshechas de 1968 está parada de la familia de Fernando Martí, entre tantas más. Pasa el tiempo y el esclarecimiento se convierte en una demanda de ciudadanos ignorados, en una colección de hojas marchitas, en una amnesia obligada.
Una amnesia peligrosa, porque como dice la frase célebre de George Santayana, "aquellos que se olvidan del pasado están condenados a repetirlo". En México hubo y hay muertos y heridos producto de la violencia desde el Estado. En México hubo y hay perseguidos y desaparecidos.
Allí están sus rostros desfigurados, sus narices rotas, sus ojos amoratados, sus familiares desesperados. Aunque Miguel Nazar Haro lo niegue, aunque Luis de la Barreda lo haya logrado eludir, aunque Luis Echeverría no quiera reconocerlo, aunque Ulises Ruiz haya logrado escabullirse, aunque la Fiscalía Especial para Movimientos Políticos y Sociales del Pasado haya fracasado, aunque los responsables de Atenco no hayan pagado un precio por lo que provocaron.
La impunidad persiste a 40 años del 68 porque nunca ha sido verdaderamente combatida. Porque nunca se dieron las consignaciones a los responsables de la matanza del 10 de junio de 1971. Porque nunca hubo asignación de responsabilidades a Luis Echeverría y a Mario Moya Palencia y a Pedro Ojeda Paullada y al Ejército Mexicano.
Porque Fiscalía Especial nunca obtuvo los recursos humanos y materiales que necesitaba; nunca obtuvo el acceso a los documentos desclasificados que requería; nunca obtuvo la cooperación prometida por parte del Ejército; nunca obtuvo la actuación eficaz de la Agencia Federal de Investigación, encargada de encontrar a aquellos contra quienes se habían girado órdenes de aprehensión. Porque nunca hubo un rompimiento claro con el pasado.
Cuando el fiscal Ignacio Carrillo Prieto aceptó el puesto, preguntó si iba a ser posible encarar a todos los responsables de la guerra sucia, aunque hubieran estado en la punta del poder. Y se le dijo: "todos son todos". Pero al final del día todos fueron sólo uno: Miguel Nazar Haro y nadie más. Otros están prófugos, otros tienen protección política. Y entonces -como se preguntó Human Rights Watch- ¿para qué se creó la fiscalía especial si estaba condenada al fracaso?
Más allá de lo que hizo o no hizo, Carrillo Prieto se enfrentó a un pecado original, a un problema de origen. La fiscalía dependía de las instancias a las que investigaba: dependía de la buena voluntad del Ejército para obtener información sobre su comportamiento, dependía de la colaboración de las corporaciones policiacas para denunciar a quienes antes operaban dentro de ellas, dependía del apoyo del Estado mexicano para averiguar qué hizo mal en el pasado.
Y de allí su parálisis. De allí su falta de resultados. La opción mexicana para lidiar con el pasado sugiere que nunca hubo una voluntad real de hacerlo. A la fiscalía no se le dio la autonomía que necesitaba, el poder que requería, los recursos que hubieran hecho viable su gestión.
Por ello, su desempeño constata que fue creada para fracasar. Que fue creada para prevenir la confrontación. Que fue creada sólo para permitirle a Vicente Fox decir que existía. Que fue una opción suave para evadir una opción dura. Como argumenta Sergio Aguayo, la Fiscalía Especial contribuyó a que el gobierno de Vicente Fox le otorgara una amnistía de facto a los perpetradores del viejo régimen.
Porque el escrutinio del pasado a muchos incomoda. A muchos asusta. A la élite empresarial y a los políticos que promueve. Al Ejército y a los culpables que protege. A los priistas con la conciencia intranquila y las manos sucias. A los cómplices, a los callados, a los represores, a los culpables, a los que actuaron sin límites en el pasado y no quisieran revivirlo. A los que no quieren responder a la pregunta persistente: "¿Y mi hijo? ¿Sabe algo?".
Todos los defensores del statu quo argumentan que perseguir el pasado colocaría a México al borde del abismo, polarizaría al país, generaría un alto grado de incertidumbre, impediría las reformas estructurales, debilitaría al Estado, acorralaría a la Presidencia.
Pero paradójicamente todos esos escenarios ya están ocurriendo. Se están dando. México ya está parado en un lugar precario, ya enfrenta la polarización, ya vive la incertidumbre, ya padece un Estado débil, ya presencia las reformas postergadas, ya sufre una Presidencia acorralada. Lo único que ha producido el esfuerzo por enterrar al pasado es la perpetuación de sus peores prácticas en el presente.
Basta con pensar en Vicente Fox y Marta Sahagún abrazados bajo un árbol, presumiendo su rancho. Roberto Madrazo con los brazos en alto, celebrando su triunfo en el maratón de Berlín. Mario Marín en una reunión reciente de la Conago, sonriendo mientras platica con sus contrapartes. Ulises Ruiz de la mano de su esposa, paseando por un hotel de lujo en la playa. Arturo Montiel, en un resort invernal, esquiando de cuesta en cuesta. Emilio Gamboa sentado en la Cámara de Diputados, negociando las reformas a la medida del priismo desde allí.
Personajes impunes, progenitores de la desconfianza, patrones de la trampa, emblemas de la nación, faros de la mentira e iconos de la República. Protagonistas del país que reproduce lo más criticable del pasado, una y otra vez.
El país donde siempre hay corruptos señalados pero nunca corruptos encarcelados. Y donde todo esto es normal. Los errores, los escándalos y las fallas no son indicio de catástrofe sino de continuidad.
El coyotaje practicado por la primera dama o la pederastia protegida por un gobernador o la fortuna ilícita acumulada por un candidato presidencial o las negociaciones turbias entre un senador y un empresario no son motivo de alarma sino de chisme. No son síntoma de un cáncer a punto de metástasis, sino de una urticaria con la cual el país se ha acostumbrado a convivir.
La permanencia en el poder público de quienes violan sus reglas más elementales desde 1968 es lo acostumbrado, tolerado, aceptado.
Porque en todos los casos de impunidad, no importa la evidencia sino la coyuntura política. La correlación de fuerzas en el Congreso. El calendario electoral. Las negociaciones entre los partidos y sus objetivos de corto plazo. La relación entre el presidente y la oposición que busca acorralarlo. Las conveniencias coyunturales de los actores involucrados. Los intereses de los medios con agenda propia y preferencias políticas particulares.
En un contexto así, el combate a la impunidad con la cual cargamos desde 1968 se vuelve una variable dependiente, residual. No es un fin en sí mismo que se persigue en aras de fortalecer la democracia, sino una moneda de cambio usada por quienes no tienen empacho en corroerla. Hay demasiados intereses en juego, demasiados negocios que cuidar, demasiados personajes que proteger.
Desde la elección de 2000 se nos dice que ahora sí, la impunidad terminará. Ahora sí, la Secretaría de la Función Pública -de verdad- actuará. En el gobierno del "México ganador" -de verdad- los juicios políticos ocurrirán. Todos los esfuerzos se encaminan en esa dirección, afirman los vendedores de la inmunidad gubernamental.
El gobierno de la República trabaja para ti -anuncian- mientras parece hacerlo siempre para ellos, los mismos de siempre. Los Echeverría o los Salinas o los Cabal Peniche o los Madrazo o los Montiel o los Marín o los Ruiz o los Gamboa o los Bribiesca Sahagún.
Desde hace décadas, el gobierno como la explotación organizada, como la depredación institucionalizada. Así se vive la política en México. Así la padecen sus habitantes, víctimas involuntarias de una clase política que como sentencia el Financial Times, "sigue sirviéndose a sí misma".
Y precisamente por ello, a 40 años del 68 no son tiempos de olvidar y archivar. Siguen siendo tiempos de esclarecer y sancionar. No son tiempos de perdón y olvido. Siguen siendo tiempos de justicia y memoria. No son tiempos de celebrar lo mucho que México ha cambiado. Siguen siendo tiempos de reconocer cuánto le falta por hacerlo. No son tiempos de celebrar la transición electoral como un avance. Siguen siendo tiempos de exigir que quienes gobiernan tengan un mínimo de decencia.
No son tiempos de aplaudir que por los menos hay "paz social". Son tiempos de gritar que los mexicanos se merecen más que Luis Echeverría y Miguel Nazar Haro y Arturo Montiel y Roberto Madrazo y Mario Marín y sus facsimilares a lo largo del país. No son tiempos de punto final. Son tiempos de renglón seguido.
Porque como ha escrito Gilberto Rincón Gallardo sobre quienes murieron aquella tarde del 2 de octubre de 1968: "Podían haberlos detenido. Podían haberlos consignado. Podían haberlos juzgado". Y ese sigue siendo el reto ante quienes participaron y siguen participando en actos de violencia y corrupción y encubrimiento estatal. Denunciarlos, detenerlos, juzgarlos, castigarlos. Hoy y siempre, para que el pasado no empañe al presente.
Calderón : el autoritario. Jorge Carrasco A.
MÉXICO, D.F., 3 de octubre (apro).- Superado no sólo por la crisis de inseguridad, sino por las malas perspectivas económicas del país, Felipe Calderón muestra cada vez más síntomas autoritarios.
La detención por parte del Estado Mayor Presidencial (EMP) de los jóvenes Andrés Leonardo Gómez Emilson y Marco Virgilio Jiménez Santiago es un grave signo de la desesperación en que se encuentra, cuando ni siquiera ha cumplido dos años en la Presidencia de la República.
En un hecho agraviante para el régimen de libertades democráticas, elementos de ese enclave autoritario que es el EMP detuvieron a los dos jóvenes por protestar en contra de Calderón durante la ceremonia que se realizaba en el Palacio Nacional, a propósito de la entrega del Premio Nacional de la Juventud.
Uno de los galardonados, por mérito académico, Andrés Leonardo, de 17 años y becado en Noruega, fue detenido por gritarle "espurio", mientras que Marco Virgilio, quien se encontraba entre el público, al darse cuenta de la detención gritó: "¡No hay libertad en este país!". El EMP también arremetió contra él.
En los países democráticos, es común que los jefes de Estado o de gobierno o cualquier alta autoridad sean impugnados por sus actos en el ejercicio público.
Le ha ocurrido, desde luego, a George Bush en Estados Unidos, a Nicolas Sarkozy en Francia, a José Luis Rodríguez Zapatero en España, a Ignacio Lula Da Silva en Brasil, o a Michelle Bachelet en Chile. Es decir, tanto a gobernantes conservadores como a quienes se les identifica con ideas progresistas.
Es parte del ejercicio del poder, independientemente de las razones o sinrazones de la protestas.
Las dictaduras o totalitarismos no soportan la disidencia. Arremeten contra ella. Lo hizo Pinochet durante la dictadura militar chilena; ocurre en la Cuba castrista, lo mismo que en la pragmática China de partido único
En México parecían superados esos tiempos. Justo cuando se conmemoran los 40 años de la represión del movimiento estudiantil de 1968, punto de quiebre en la democratización del país, Calderón se encargó de recordar que aún existen actitudes y bolsones autoritarios que atentan contra la democracia en el país.
Por si su llegada al poder no estuviera marcada por la violación al equilibrio de la competencia democrática, la detención de los jóvenes muestra el verdadero talante de quien habita Los Pinos.
Desde luego, el EMP no actuó por sí mismo. Su función está limitada a la salvaguarda del Presidente de la República y a algunas otras actividades relacionadas con el protocolo y la visitas de dignatarios extranjeros.
La detención de los jóvenes no pudo ser más que con previo acuerdo con su jefe. No era la primera vez que Calderón era increpado, por lo que ya no estaba dispuesto a soportar más disidencia.
La Presidencia explicó el proceder del EMP en el "cumplimiento de las obligaciones contenidas en la legislación que regula el funcionamiento" de ese numeroso y costoso cuerpo de cerca de dos mil efectivos del Ejército y la Marina, y civiles que están al servicio del presidente.
Nada más alejado de la realidad, pues la razón de ser del EMP es la de salvaguardar la seguridad del Presidente de la República. ¿En qué amenazaban la integridad de Calderón las consignas en su contra?
Un día antes de ese grave precedente contra la libertad de expresión, Calderón se había llenado la boca en nombre de la democracia.
En un auditorio integrado por niños, dio clases de democracia y fustigó con alusiones a su principal opositor, Andrés Manuel López Obrador.
"Hay quienes teniendo ya muchos años y diciéndose muy demócratas, la verdad no respetan las ideas de la democracia y podrían hacerle mucho daño al país".
¿Acaso sus actitudes autoritarias no le hacen daño al país?
El Estado Mayor Presidencial es, precisamente, uno de esos bolsones del autoritarismo. Se trata de una costosa estructura que no obedece a nadie más que al presidente en turno. Por eso se le conoce como "un ejército dentro del Ejército".
No son pocos los militares, tanto en activo como en retiro, que reconocen la obsolescencia de esta fuerza que, por lo demás, termina como "sirviente" del presidente y su familia. ¿Acaso ese cuerpo sin contrapesos es propio de la democracia?
Durante una hora y media no se supo de los jóvenes detenidos hasta que fueron presentados en una agencia del Ministerio Público del DF "por la probable realización de conductas sancionadas penal o administrativamente".
De esa manera, le endilgó a la justicia del Distrito Federal la responsabilidad de castigar o exonerar a los jóvenes que increparon a Calderón.
Al final, un juez cívico los dejó en libertad porque la Presidencia no levantó ningún cargo en contra de ellos. No era necesario, el mensaje a los mexicanos ya había sido dado: Calderón no sólo no está dispuesto a soportar la discrepancia, sino a castigar a quien lo impugne.
jcarrasco@proceso.com.mx
La detención por parte del Estado Mayor Presidencial (EMP) de los jóvenes Andrés Leonardo Gómez Emilson y Marco Virgilio Jiménez Santiago es un grave signo de la desesperación en que se encuentra, cuando ni siquiera ha cumplido dos años en la Presidencia de la República.
En un hecho agraviante para el régimen de libertades democráticas, elementos de ese enclave autoritario que es el EMP detuvieron a los dos jóvenes por protestar en contra de Calderón durante la ceremonia que se realizaba en el Palacio Nacional, a propósito de la entrega del Premio Nacional de la Juventud.
Uno de los galardonados, por mérito académico, Andrés Leonardo, de 17 años y becado en Noruega, fue detenido por gritarle "espurio", mientras que Marco Virgilio, quien se encontraba entre el público, al darse cuenta de la detención gritó: "¡No hay libertad en este país!". El EMP también arremetió contra él.
En los países democráticos, es común que los jefes de Estado o de gobierno o cualquier alta autoridad sean impugnados por sus actos en el ejercicio público.
Le ha ocurrido, desde luego, a George Bush en Estados Unidos, a Nicolas Sarkozy en Francia, a José Luis Rodríguez Zapatero en España, a Ignacio Lula Da Silva en Brasil, o a Michelle Bachelet en Chile. Es decir, tanto a gobernantes conservadores como a quienes se les identifica con ideas progresistas.
Es parte del ejercicio del poder, independientemente de las razones o sinrazones de la protestas.
Las dictaduras o totalitarismos no soportan la disidencia. Arremeten contra ella. Lo hizo Pinochet durante la dictadura militar chilena; ocurre en la Cuba castrista, lo mismo que en la pragmática China de partido único
En México parecían superados esos tiempos. Justo cuando se conmemoran los 40 años de la represión del movimiento estudiantil de 1968, punto de quiebre en la democratización del país, Calderón se encargó de recordar que aún existen actitudes y bolsones autoritarios que atentan contra la democracia en el país.
Por si su llegada al poder no estuviera marcada por la violación al equilibrio de la competencia democrática, la detención de los jóvenes muestra el verdadero talante de quien habita Los Pinos.
Desde luego, el EMP no actuó por sí mismo. Su función está limitada a la salvaguarda del Presidente de la República y a algunas otras actividades relacionadas con el protocolo y la visitas de dignatarios extranjeros.
La detención de los jóvenes no pudo ser más que con previo acuerdo con su jefe. No era la primera vez que Calderón era increpado, por lo que ya no estaba dispuesto a soportar más disidencia.
La Presidencia explicó el proceder del EMP en el "cumplimiento de las obligaciones contenidas en la legislación que regula el funcionamiento" de ese numeroso y costoso cuerpo de cerca de dos mil efectivos del Ejército y la Marina, y civiles que están al servicio del presidente.
Nada más alejado de la realidad, pues la razón de ser del EMP es la de salvaguardar la seguridad del Presidente de la República. ¿En qué amenazaban la integridad de Calderón las consignas en su contra?
Un día antes de ese grave precedente contra la libertad de expresión, Calderón se había llenado la boca en nombre de la democracia.
En un auditorio integrado por niños, dio clases de democracia y fustigó con alusiones a su principal opositor, Andrés Manuel López Obrador.
"Hay quienes teniendo ya muchos años y diciéndose muy demócratas, la verdad no respetan las ideas de la democracia y podrían hacerle mucho daño al país".
¿Acaso sus actitudes autoritarias no le hacen daño al país?
El Estado Mayor Presidencial es, precisamente, uno de esos bolsones del autoritarismo. Se trata de una costosa estructura que no obedece a nadie más que al presidente en turno. Por eso se le conoce como "un ejército dentro del Ejército".
No son pocos los militares, tanto en activo como en retiro, que reconocen la obsolescencia de esta fuerza que, por lo demás, termina como "sirviente" del presidente y su familia. ¿Acaso ese cuerpo sin contrapesos es propio de la democracia?
Durante una hora y media no se supo de los jóvenes detenidos hasta que fueron presentados en una agencia del Ministerio Público del DF "por la probable realización de conductas sancionadas penal o administrativamente".
De esa manera, le endilgó a la justicia del Distrito Federal la responsabilidad de castigar o exonerar a los jóvenes que increparon a Calderón.
Al final, un juez cívico los dejó en libertad porque la Presidencia no levantó ningún cargo en contra de ellos. No era necesario, el mensaje a los mexicanos ya había sido dado: Calderón no sólo no está dispuesto a soportar la discrepancia, sino a castigar a quien lo impugne.
jcarrasco@proceso.com.mx
De Proceso : ...Y gritó : "¡Espurio!"
Al fin se vio la eficacia del aparatoso dispositivo de seguridad y logística que se despliega en los actos públicos del presidente Felipe Calderón: el viernes 3, elementos del Estado Mayor logra-ron someter a los estudiantes Andrés Gómez y Marco Virgilio Jiménez, que increparon al mandatario durante la entrega del Premio Nacional de la Juventud por lo que consideraron un discurso "hipócrita" y "falso" acerca de la libertad y la democracia. Aunque en términos de seguridad fue un incidente menor, los estudiantes de esta época lograron resquebrajar -a cuatro décadas de la matanza de Tlatelolco- al menos la impunidad verbal.
Si una de las jornadas más aciagas para el presidente Felipe Calderón fue la del 15 de septiembre -tras el estallido de dos granadas en pleno festejo patrio en el zócalo de Morelia-, el viernes 3 quedará en las crónicas de su sexenio como el día en que un estudiante de 18 años, Andrés Gómez Emilsson, le gritó "¡espurio!" en pleno Palacio Nacional.
Esa mañana Calderón llegó al patio central para encabezar la entrega del Premio Nacional de la Juventud 2007, cuyo inicio estaba programado a las 10:30 horas. Llevaba un traje gris claro y camisa blanca. Sonreía. Fue saludando a los galardonados formados frente al templete: de beso a las mujeres y con un fuerte apretón de mano a los hombres.
Le tocó el turno a Andrés Gómez, que cursa el bachillerato internacional becado en Oslo, Noruega, gracias a su alto rendimiento en matemáticas.
Pelirrojo y vestido con un sencillo traje negro, Andrés le dijo a Calderón: "No, no te puedo saludar", y enfatizó su negativa cruzando las manos a su espalda. Movía la cabeza y agitaba su larga cabellera. "Está bien, muchacho", le respondió el presidente y le dio una palmada a la altura de la cadera.
Los militares del EMP, encabezados por el general Jesús Castillo, lo mismo que el equipo de logística, no tuvieron tiempo de actuar en ese momento. De todas formas, el joven no parecía haber llamado mucho la atención y permaneció en el templete, sentado con el resto de los galardonados que esperaban ser llamados uno a uno.
Paciente, Andrés presenció desde la tercera fila el discurso de Isabel Priscila Vera Hernández, directora del Instituto Mexicano de la Juventud y encargada de elaborar la lista de invitados especiales. También escuchó a Eufrosina Cruz Mendoza, quien no pudo ser presidenta municipal de Santa María Quiegolani, Oaxaca, por el delito imperdonable de ser mujer e indígena. También habló la secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota.
Poco después llegó el turno de Felipe Calderón, quien al prometerle todo su apoyo a Eufrosina Cruz decía: "Quien te niega, se niega a reconocer tus derechos, y los de tu gente y los de las mujeres en su comunidad, no puede permanecer impune. Por eso, cuenta con nuestro apoyo, por la dignidad humana, por la de las mujeres indígenas, por la democracia...".
Apenas estaba terminando de pronunciar la última palabra cuando Andrés Gómez ya estaba de pie, señalándolo con el índice derecho. Su grito resonó en el Palacio: "¡Espurio!".
El estudiante -hijo del catedrático Luis Gómez, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México- permaneció de pie, mirando fijamente a Calderón. "Lo hice para llamar la atención", reconoce en la noche, en entrevista con Proceso.
El presidente miró de reojo al muchacho, hizo una breve pausa y continuó con su discurso. A partir de entonces improvisó:
"Nuestro país necesita mexicanos como ustedes, que pueden hablar con toda libertad, expresarse con cualquier tipo de mecanismos pacíficos. Y creo que lo que marca nuestro país, precisamente, a diferencia de lo que ocurría no hace muchos años, hace 40 años, donde por cierto muchos de quienes ahora no reconocen o recriminan al gobierno federal participaban en aquel régimen autoritario. Hace 40 años no había libertad; hoy tenemos libertad, hoy tenemos instituciones democráticas que pueden tener espectáculos como éste."
Uno de los jóvenes que estaba sentado entre los invitados, Marco Virgilio Jiménez -tesista de la licenciatura en Historia de la UNAM- le gritó también a Calderón: "¿Cuál libertad? ¡No hay libertad!".
Desde el templete, Andrés Gómez levantaba su brazo derecho y decía: "¡No, no... no es cierto!". Dos elementos del EMP ubicados atrás de él trataban de tranquilizarlo, pero lo jaloneaban para retirarlo del estrado. El muchacho se zafaba con manazos y codazos.
Calderón perdió la concentración, se enredó:
"Nuestro país necesita, precisamente, hoy que conmemoramos 40 años, al día de ayer, de la masacre de Tlatelolco que fue, precisamente, uno de los momentos más tristes de la historia del México contemporáneo y, a la vez, de un momento que marcó el inicio de una nueva etapa de lucha democrática para el país..."
Mientras Calderón concluía esta "reflexión", Marco Virgilio fue sacado en vilo por un grupo de militares. Lo sometieron por la espalda con una llave de judo. A Andrés Gómez unos efectivos del EMP lo seguían jalando del saco para bajarlo del estrado pero no podían porque les estorbaban las sillas. Además, la prensa lo estaba fotografiando sin cesar y frente a donde ocurría el forcejeo estaba sentada la secretaria de Educación Pública.
Calderón continuaba su deshilado discurso sobre el 2 de octubre de 1968. Dijo que México debe fortalecerse para que nunca más vuelvan a repetirse hechos tan lamentables. "Hoy México, como se acaba de ver, nuevamente tiene espacios de libertad y tolerancia que entonces hubiesen sido inimaginables; tiene instituciones democráticas sólidas, fundamentadas en la libertad y en la pluralidad de ideas", agregó abriendo los brazos y con media sonrisa.
Los invitados aplaudieron. En el estrado, Andrés Gómez era custodiado por dos o tres militares. En esos momentos Marco Virgilio ya era interrogado en algún lugar de Palacio Nacional.
"Estoy convencido -agregó Felipe Calderón- que sólo por la vía del diálogo, sólo por la vía de la democracia, sólo por la vía del respeto recíproco, los mexicanos podremos prosperar, que es, precisamente, la construcción de un México distinto y mejor lo que debe unirnos y debe darnos la capacidad de entendernos..."
Cuando terminó el discurso, los ganadores del Premio Nacional de la Juventud fueron invitados a colocarse al frente para una fotografía con el presidente. En el grupo de galardonados faltaba el matemático en ciernes, ya que antes de que pudiera abotonarse el saco el EMP lo bajó del estrado.
El catedrático Luis Gómez comenzó a buscar a su hijo. Le preguntaba a la directora del Instituto Mexicano de la Juventud por el paradero de su hijo, pero ni Isabel Priscila Vera ni el personal de la Presidencia le dieron una respuesta concreta.
"El Estado Mayor se lo llevó, dicen que ahorita me lo van a traer. Ellos están hablando de tolerancia, de respeto a la opinión de los demás, de libertad, y se lo llevan. Me parece aberrante que se lo llevaran para que no saliera en la foto. Mi hijo lo único que hizo fue no estar de acuerdo con una declaración del presidente. Es una estupidez que lo hayan sacado del evento", argumentaba el padre de Andrés.
También los reporteros le preguntaban a Isabel Priscila Vera, que iba con prisa, buscando la salida: "¿Dónde está el muchacho?". Su respuesta: "¿Me permiten pasar por favor?". Tenía la voz quebrada y las manos temblorosas.
Entre las 11:55 y las 12:45 no hubo pistas sobre el paradero de los muchachos. Corrió el rumor de que ambos jóvenes eran trasladados a la Agencia 33 del Ministerio Público, pero no se sabía qué cargos les imputarían.
En los portales electrónicos de algunos diarios ya se reportaba la desaparición de los estudiantes, cuando la Presidencia emitió un comunicado:
"El día de hoy elementos del Estado Mayor Presidencial, en cumplimiento de las obligaciones contenidas en la legislación que regula la organización y funcionamiento de este cuerpo castrense, pusieron a disposición de las autoridades competentes del Distrito Federal a los jóvenes Andrés Leonardo Gómez Emilsson y Marco Virgilio Jiménez Santiago, por la probable realización de conductas que son sancionadas penal o administrativamente por la legislación vigente. La Presidencia de la República anticipó que no formulará cargos contra estos jóvenes."
El reglamento del EMP sólo establece que su obligación es garantizar la seguridad del mandatario, pero no especifica cómo debe proceder en estos casos.
u u u
Cuando Andrés Gómez vio a Marco Virgilio sentado en la habitación del Palacio Nacional, custodiado por la Policía Federal y el EMP al igual que él, le preguntó:
-¿Y tú quién eres? ¿Qué haces aquí?
-Yo fui quien te aplaudió y gritó que en este país no hay libertad.
Marco Virgilio, de 24 años, acudió al acto invitado por las autoridades educativas después de presentar un proyecto para el Concurso Nacional de Ensayo Político Juvenil.
"Ya dijiste lo que querías, y ya te cargó la chingada", le dijeron los militares mientras lo sometían para sacarlo del patio central del Palacio. Recuerda que le prohibieron hacer llamadas telefónicas y que abiertamente policías y militares discutían si lo llevarían a un cuartel o a las instalaciones de la Policía Federal.
Cuando preguntó de qué lo acusarían, un elemento del EMP le respondió: "Pregúntale a tu pinche conciencia".
Ya en la habitación donde los aislaron, los dos estudiantes escucharon que un oficial del EMP reprendió a uno de los organizadores del acto por "haber dejado entrar esa gente". Luego fueron interrogados y fotografiados con teléfonos celulares y cámaras digitales. También les hizo unas fotos "un tipo que llevaba una cámara impresionante, supuestamente era el fotógrafo de Calderón", recuerda Marco Virgilio.
El acoso acabó cuando los subieron a una patrulla de la Policía Preventiva. "Incluso los policías simpatizaron con nosotros, celebraron que le hubiera gritado 'espurio' a Calderón y que Marco me hubiera apoyado", dice Andrés en la entrevista telefónica.
Relata que sólo había pensado negarse a saludar a Calderón, como en efecto hizo en dos ocasiones: cuando llegó al Palacio Nacional y cuando recibió el reconocimiento. No obstante, dice, no pudo aguantar callado el discurso "hipócrita" sobre la libertad y la democracia.
Andrés Gómez Emilsson tiene un historial académico destacado, según él "accidentalmente". Ha sido premiado en olimpiadas nacionales de matemáticas, representó a México en la Olimpiada de Matemáticas de Centroamérica y el Caribe, donde obtuvo la medalla de plata, así como en la Olimpiada de Matemáticas de la Cuenca del Pacífico, donde alcanzó el bronce.
Volvió a obtener bronce en la Primera Olimpiada Internacional Juvenil de Ciencias, en Indonesia, y luego ganó el primer lugar en el concurso Leamos la Ciencia para Todos, del Fondo de Cultura Económica.
De igual forma, obtuvo un reconocimiento por haber obtenido 120 de 128 aciertos posibles en el examen único de bachillerato de la UNAM, y como estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades plantel sur fue becado por la Asociación Mexicana Pro Colegios del Mundo para estudiar en Noruega.
En ese país ganó el quinto lugar de un concurso de matemáticas y se ubicó en séptimo lugar dentro de su materia en la región escandinava.
u u u
La patrulla de la Policía Preventiva llevó a los estudiantes al Juzgado Cívico 33, que está a un costado de la estación Pino Suárez del Metro. Ya estaba con ellos el padre de Andrés. Les explicaron que estaban en calidad de "presentados por disturbio de ceremonia solemne", lo que implicaría faltas administrativas y por lo tanto sanciones como arresto o multa.
En tanto, Marco Virgilio recibió muestras de solidaridad de la secretaria general de la Facultad de Filosofía y Letras, Tatiana Sule Fernández, quien le ofreció asesoría jurídica.
Ambos permanecieron 50 minutos en el juzgado. Marco Virgilio dice que él se considera la oveja negra de su familia, que vive en Monterrey y a la que califica de "reaccionaria y panista".
"No me retracto de nada, asumo las consecuencias. Lo que me incomodó fue el interrogatorio y que tengan todos mis datos. Eso me tiene tenso, que haya represalias a mediano o largo plazo", comenta.
Por su parte, Andrés Gómez sostiene que fue congruente con sus convicciones: "Estoy inconforme con este presidente y con el anterior (Vicente Fox); era el colmo que hablara de valores democráticos cuando hizo fraude en 2006, y eso no es una opinión, es un análisis de datos".
Explica que al término de la jornada electoral del 2 de julio de 2006 realizó un análisis estadístico de la información difundida por el Programa de Resultados Electorales Preliminares durante varios meses, y llegó a la conclusión de que hubo un fraude electoral.
Se define como un "ciudadano del mundo" y "no como un ferviente promotor de un partido político, pero sí de la democracia". Por eso considera que es una "gran paradoja hipócrita" el hecho de que, después de que Calderón se refiriera al 2 de octubre de 1968, militares del EMP lo detuvieran y lo sacaran de la premiación.
Al quedar libres, Andrés Gómez y su familia se dirigieron al hotel Fiesta Americana, donde se alojaron los galardonados. Algunos de sus compañeros lo felicitaron e incluso le pidieron autógrafos.
Nacido el 23 de septiembre de 1990 en la Ciudad de México, Andrés dijo que Salvador Martínez della Rocca, amigo de su padre, lo comunicó con el jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard.
"Marcelo estaba encantado y agradecidísimo de que se lo comunicara", relata Martínez della Rocca, diputado de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), quien recuerda que él llamaba a Andrés El Ciclón cuando tenía cinco años, porque desde entonces expresaba una curiosidad intelectual destacada.
"Este muchacho nos reivindicó a nosotros, a la generación del 68, reivindicó a nuestros hijos y a nuestros nietos", dice el exdirigente estudiantil, que piensa llevar a la tribuna de la ALDF una denuncia pública por la detención ilegal de los dos jóvenes.
Luis Gómez Sánchez, quien fuera asesor de Martínez Della Rocca en la LVI Legislatura federal, señala que aunque la privación ilegal de la libertad de la que su hijo fue víctima amerita una denuncia penal, no la presentará.
"Considero que no haber formulado cargos es una disculpa, que acepto, aunque no admito que se le haya detenido ilegalmente. No haremos más, porque generó una bola de nieve, una reacción que expresa la polarización de este país: por un lado quienes apoyan a Andrés y otros que lo denuestan."
Como hombre de izquierda, dice el catedrático, "respeto a mi hijo, yo no sé si hubiera sido capaz de hacer lo que hizo, porque junto a mí había padres que reprobaban en voz baja lo que decía Calderón, pero sólo Andrés se atrevió a gritar lo que pensaba".
Si una de las jornadas más aciagas para el presidente Felipe Calderón fue la del 15 de septiembre -tras el estallido de dos granadas en pleno festejo patrio en el zócalo de Morelia-, el viernes 3 quedará en las crónicas de su sexenio como el día en que un estudiante de 18 años, Andrés Gómez Emilsson, le gritó "¡espurio!" en pleno Palacio Nacional.
Esa mañana Calderón llegó al patio central para encabezar la entrega del Premio Nacional de la Juventud 2007, cuyo inicio estaba programado a las 10:30 horas. Llevaba un traje gris claro y camisa blanca. Sonreía. Fue saludando a los galardonados formados frente al templete: de beso a las mujeres y con un fuerte apretón de mano a los hombres.
Le tocó el turno a Andrés Gómez, que cursa el bachillerato internacional becado en Oslo, Noruega, gracias a su alto rendimiento en matemáticas.
Pelirrojo y vestido con un sencillo traje negro, Andrés le dijo a Calderón: "No, no te puedo saludar", y enfatizó su negativa cruzando las manos a su espalda. Movía la cabeza y agitaba su larga cabellera. "Está bien, muchacho", le respondió el presidente y le dio una palmada a la altura de la cadera.
Los militares del EMP, encabezados por el general Jesús Castillo, lo mismo que el equipo de logística, no tuvieron tiempo de actuar en ese momento. De todas formas, el joven no parecía haber llamado mucho la atención y permaneció en el templete, sentado con el resto de los galardonados que esperaban ser llamados uno a uno.
Paciente, Andrés presenció desde la tercera fila el discurso de Isabel Priscila Vera Hernández, directora del Instituto Mexicano de la Juventud y encargada de elaborar la lista de invitados especiales. También escuchó a Eufrosina Cruz Mendoza, quien no pudo ser presidenta municipal de Santa María Quiegolani, Oaxaca, por el delito imperdonable de ser mujer e indígena. También habló la secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota.
Poco después llegó el turno de Felipe Calderón, quien al prometerle todo su apoyo a Eufrosina Cruz decía: "Quien te niega, se niega a reconocer tus derechos, y los de tu gente y los de las mujeres en su comunidad, no puede permanecer impune. Por eso, cuenta con nuestro apoyo, por la dignidad humana, por la de las mujeres indígenas, por la democracia...".
Apenas estaba terminando de pronunciar la última palabra cuando Andrés Gómez ya estaba de pie, señalándolo con el índice derecho. Su grito resonó en el Palacio: "¡Espurio!".
El estudiante -hijo del catedrático Luis Gómez, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México- permaneció de pie, mirando fijamente a Calderón. "Lo hice para llamar la atención", reconoce en la noche, en entrevista con Proceso.
El presidente miró de reojo al muchacho, hizo una breve pausa y continuó con su discurso. A partir de entonces improvisó:
"Nuestro país necesita mexicanos como ustedes, que pueden hablar con toda libertad, expresarse con cualquier tipo de mecanismos pacíficos. Y creo que lo que marca nuestro país, precisamente, a diferencia de lo que ocurría no hace muchos años, hace 40 años, donde por cierto muchos de quienes ahora no reconocen o recriminan al gobierno federal participaban en aquel régimen autoritario. Hace 40 años no había libertad; hoy tenemos libertad, hoy tenemos instituciones democráticas que pueden tener espectáculos como éste."
Uno de los jóvenes que estaba sentado entre los invitados, Marco Virgilio Jiménez -tesista de la licenciatura en Historia de la UNAM- le gritó también a Calderón: "¿Cuál libertad? ¡No hay libertad!".
Desde el templete, Andrés Gómez levantaba su brazo derecho y decía: "¡No, no... no es cierto!". Dos elementos del EMP ubicados atrás de él trataban de tranquilizarlo, pero lo jaloneaban para retirarlo del estrado. El muchacho se zafaba con manazos y codazos.
Calderón perdió la concentración, se enredó:
"Nuestro país necesita, precisamente, hoy que conmemoramos 40 años, al día de ayer, de la masacre de Tlatelolco que fue, precisamente, uno de los momentos más tristes de la historia del México contemporáneo y, a la vez, de un momento que marcó el inicio de una nueva etapa de lucha democrática para el país..."
Mientras Calderón concluía esta "reflexión", Marco Virgilio fue sacado en vilo por un grupo de militares. Lo sometieron por la espalda con una llave de judo. A Andrés Gómez unos efectivos del EMP lo seguían jalando del saco para bajarlo del estrado pero no podían porque les estorbaban las sillas. Además, la prensa lo estaba fotografiando sin cesar y frente a donde ocurría el forcejeo estaba sentada la secretaria de Educación Pública.
Calderón continuaba su deshilado discurso sobre el 2 de octubre de 1968. Dijo que México debe fortalecerse para que nunca más vuelvan a repetirse hechos tan lamentables. "Hoy México, como se acaba de ver, nuevamente tiene espacios de libertad y tolerancia que entonces hubiesen sido inimaginables; tiene instituciones democráticas sólidas, fundamentadas en la libertad y en la pluralidad de ideas", agregó abriendo los brazos y con media sonrisa.
Los invitados aplaudieron. En el estrado, Andrés Gómez era custodiado por dos o tres militares. En esos momentos Marco Virgilio ya era interrogado en algún lugar de Palacio Nacional.
"Estoy convencido -agregó Felipe Calderón- que sólo por la vía del diálogo, sólo por la vía de la democracia, sólo por la vía del respeto recíproco, los mexicanos podremos prosperar, que es, precisamente, la construcción de un México distinto y mejor lo que debe unirnos y debe darnos la capacidad de entendernos..."
Cuando terminó el discurso, los ganadores del Premio Nacional de la Juventud fueron invitados a colocarse al frente para una fotografía con el presidente. En el grupo de galardonados faltaba el matemático en ciernes, ya que antes de que pudiera abotonarse el saco el EMP lo bajó del estrado.
El catedrático Luis Gómez comenzó a buscar a su hijo. Le preguntaba a la directora del Instituto Mexicano de la Juventud por el paradero de su hijo, pero ni Isabel Priscila Vera ni el personal de la Presidencia le dieron una respuesta concreta.
"El Estado Mayor se lo llevó, dicen que ahorita me lo van a traer. Ellos están hablando de tolerancia, de respeto a la opinión de los demás, de libertad, y se lo llevan. Me parece aberrante que se lo llevaran para que no saliera en la foto. Mi hijo lo único que hizo fue no estar de acuerdo con una declaración del presidente. Es una estupidez que lo hayan sacado del evento", argumentaba el padre de Andrés.
También los reporteros le preguntaban a Isabel Priscila Vera, que iba con prisa, buscando la salida: "¿Dónde está el muchacho?". Su respuesta: "¿Me permiten pasar por favor?". Tenía la voz quebrada y las manos temblorosas.
Entre las 11:55 y las 12:45 no hubo pistas sobre el paradero de los muchachos. Corrió el rumor de que ambos jóvenes eran trasladados a la Agencia 33 del Ministerio Público, pero no se sabía qué cargos les imputarían.
En los portales electrónicos de algunos diarios ya se reportaba la desaparición de los estudiantes, cuando la Presidencia emitió un comunicado:
"El día de hoy elementos del Estado Mayor Presidencial, en cumplimiento de las obligaciones contenidas en la legislación que regula la organización y funcionamiento de este cuerpo castrense, pusieron a disposición de las autoridades competentes del Distrito Federal a los jóvenes Andrés Leonardo Gómez Emilsson y Marco Virgilio Jiménez Santiago, por la probable realización de conductas que son sancionadas penal o administrativamente por la legislación vigente. La Presidencia de la República anticipó que no formulará cargos contra estos jóvenes."
El reglamento del EMP sólo establece que su obligación es garantizar la seguridad del mandatario, pero no especifica cómo debe proceder en estos casos.
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Cuando Andrés Gómez vio a Marco Virgilio sentado en la habitación del Palacio Nacional, custodiado por la Policía Federal y el EMP al igual que él, le preguntó:
-¿Y tú quién eres? ¿Qué haces aquí?
-Yo fui quien te aplaudió y gritó que en este país no hay libertad.
Marco Virgilio, de 24 años, acudió al acto invitado por las autoridades educativas después de presentar un proyecto para el Concurso Nacional de Ensayo Político Juvenil.
"Ya dijiste lo que querías, y ya te cargó la chingada", le dijeron los militares mientras lo sometían para sacarlo del patio central del Palacio. Recuerda que le prohibieron hacer llamadas telefónicas y que abiertamente policías y militares discutían si lo llevarían a un cuartel o a las instalaciones de la Policía Federal.
Cuando preguntó de qué lo acusarían, un elemento del EMP le respondió: "Pregúntale a tu pinche conciencia".
Ya en la habitación donde los aislaron, los dos estudiantes escucharon que un oficial del EMP reprendió a uno de los organizadores del acto por "haber dejado entrar esa gente". Luego fueron interrogados y fotografiados con teléfonos celulares y cámaras digitales. También les hizo unas fotos "un tipo que llevaba una cámara impresionante, supuestamente era el fotógrafo de Calderón", recuerda Marco Virgilio.
El acoso acabó cuando los subieron a una patrulla de la Policía Preventiva. "Incluso los policías simpatizaron con nosotros, celebraron que le hubiera gritado 'espurio' a Calderón y que Marco me hubiera apoyado", dice Andrés en la entrevista telefónica.
Relata que sólo había pensado negarse a saludar a Calderón, como en efecto hizo en dos ocasiones: cuando llegó al Palacio Nacional y cuando recibió el reconocimiento. No obstante, dice, no pudo aguantar callado el discurso "hipócrita" sobre la libertad y la democracia.
Andrés Gómez Emilsson tiene un historial académico destacado, según él "accidentalmente". Ha sido premiado en olimpiadas nacionales de matemáticas, representó a México en la Olimpiada de Matemáticas de Centroamérica y el Caribe, donde obtuvo la medalla de plata, así como en la Olimpiada de Matemáticas de la Cuenca del Pacífico, donde alcanzó el bronce.
Volvió a obtener bronce en la Primera Olimpiada Internacional Juvenil de Ciencias, en Indonesia, y luego ganó el primer lugar en el concurso Leamos la Ciencia para Todos, del Fondo de Cultura Económica.
De igual forma, obtuvo un reconocimiento por haber obtenido 120 de 128 aciertos posibles en el examen único de bachillerato de la UNAM, y como estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades plantel sur fue becado por la Asociación Mexicana Pro Colegios del Mundo para estudiar en Noruega.
En ese país ganó el quinto lugar de un concurso de matemáticas y se ubicó en séptimo lugar dentro de su materia en la región escandinava.
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La patrulla de la Policía Preventiva llevó a los estudiantes al Juzgado Cívico 33, que está a un costado de la estación Pino Suárez del Metro. Ya estaba con ellos el padre de Andrés. Les explicaron que estaban en calidad de "presentados por disturbio de ceremonia solemne", lo que implicaría faltas administrativas y por lo tanto sanciones como arresto o multa.
En tanto, Marco Virgilio recibió muestras de solidaridad de la secretaria general de la Facultad de Filosofía y Letras, Tatiana Sule Fernández, quien le ofreció asesoría jurídica.
Ambos permanecieron 50 minutos en el juzgado. Marco Virgilio dice que él se considera la oveja negra de su familia, que vive en Monterrey y a la que califica de "reaccionaria y panista".
"No me retracto de nada, asumo las consecuencias. Lo que me incomodó fue el interrogatorio y que tengan todos mis datos. Eso me tiene tenso, que haya represalias a mediano o largo plazo", comenta.
Por su parte, Andrés Gómez sostiene que fue congruente con sus convicciones: "Estoy inconforme con este presidente y con el anterior (Vicente Fox); era el colmo que hablara de valores democráticos cuando hizo fraude en 2006, y eso no es una opinión, es un análisis de datos".
Explica que al término de la jornada electoral del 2 de julio de 2006 realizó un análisis estadístico de la información difundida por el Programa de Resultados Electorales Preliminares durante varios meses, y llegó a la conclusión de que hubo un fraude electoral.
Se define como un "ciudadano del mundo" y "no como un ferviente promotor de un partido político, pero sí de la democracia". Por eso considera que es una "gran paradoja hipócrita" el hecho de que, después de que Calderón se refiriera al 2 de octubre de 1968, militares del EMP lo detuvieran y lo sacaran de la premiación.
Al quedar libres, Andrés Gómez y su familia se dirigieron al hotel Fiesta Americana, donde se alojaron los galardonados. Algunos de sus compañeros lo felicitaron e incluso le pidieron autógrafos.
Nacido el 23 de septiembre de 1990 en la Ciudad de México, Andrés dijo que Salvador Martínez della Rocca, amigo de su padre, lo comunicó con el jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard.
"Marcelo estaba encantado y agradecidísimo de que se lo comunicara", relata Martínez della Rocca, diputado de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), quien recuerda que él llamaba a Andrés El Ciclón cuando tenía cinco años, porque desde entonces expresaba una curiosidad intelectual destacada.
"Este muchacho nos reivindicó a nosotros, a la generación del 68, reivindicó a nuestros hijos y a nuestros nietos", dice el exdirigente estudiantil, que piensa llevar a la tribuna de la ALDF una denuncia pública por la detención ilegal de los dos jóvenes.
Luis Gómez Sánchez, quien fuera asesor de Martínez Della Rocca en la LVI Legislatura federal, señala que aunque la privación ilegal de la libertad de la que su hijo fue víctima amerita una denuncia penal, no la presentará.
"Considero que no haber formulado cargos es una disculpa, que acepto, aunque no admito que se le haya detenido ilegalmente. No haremos más, porque generó una bola de nieve, una reacción que expresa la polarización de este país: por un lado quienes apoyan a Andrés y otros que lo denuestan."
Como hombre de izquierda, dice el catedrático, "respeto a mi hijo, yo no sé si hubiera sido capaz de hacer lo que hizo, porque junto a mí había padres que reprobaban en voz baja lo que decía Calderón, pero sólo Andrés se atrevió a gritar lo que pensaba".
Respalda AMLO a joven que gritó “espurio” a Calderón
Fabiola Martínez
La Jornada On Line
4 de octubre de 2008
“Lo que dijo ayer mi tocayo es verdad. Calderón es un usurpador”, dijo el político tabasqueño desde Nuevo León.
19:13. Rayones, NL. Andrés Manuel López Obrador expresó hoy sábado su respaldo a lo dicho por su “tocayo”, el estudiante Andrés Leonardo Gómez Emilsson, quien ayer, durante la entrega del Premio Nacional de la Juventud, gritó “espurio” a Felipe Calderón.
“Lo que le dijo ayer mi tocayo es verdad. Calderón es un usurpador”, dijo el político tabasqueño desde este municipio enclavado en la Sierra Madre Oriental.
Señaló que sus detractores pueden acusar al estudiante -merecedor del premio por mérito académico en matemáticas- de lo que quieran, pero jamás de mentiroso porque Calderón no ganó y se robó la presidencia de la República.
Agregó que Calderón “sabe perfectamente que se robó la presidencia de la República y que pisoteó la dignidad de millones de mexicanos”, y atribuyó las expresiones ciudadanas de inconformidad contra el panista a su negativa de efectuar un recuento de los votos de la elección presidencial de 2006.
López Obrador visita este sábado siete municipios de diferentes regiones de Nuevo León, desde donde ha subrayado que resulta una “vulgaridad y estupidez” que Calderón y su gabinete afirmen que la crisis de Estados Unidos no nos va a afectar en un rango importante.
Sostuvo que Calderón y su gobierno no han hecho absolutamente nada frente a la grave crisis económica, y expresó que es necesario tomar medidas urgentes para evitar un mayor crecimiento de los índices de desempleo, pobreza, carestía, violencia e inseguridad.
Advirtió que ya es tiempo de que el presupuesto público se destine a satisfacer las necesidades básicas del pueblo de México, en lugar de destinarlo a especuladores financieros, banqueros, políticos corruptos y traficantes de influencias.
Por último, afirmó que convocará a una movilización nacional hasta parar a la nación si los legisladores del PRI y del PAN intentan aprobar la reforma energética de Calderón.
La Jornada On Line
4 de octubre de 2008
“Lo que dijo ayer mi tocayo es verdad. Calderón es un usurpador”, dijo el político tabasqueño desde Nuevo León.
19:13. Rayones, NL. Andrés Manuel López Obrador expresó hoy sábado su respaldo a lo dicho por su “tocayo”, el estudiante Andrés Leonardo Gómez Emilsson, quien ayer, durante la entrega del Premio Nacional de la Juventud, gritó “espurio” a Felipe Calderón.
“Lo que le dijo ayer mi tocayo es verdad. Calderón es un usurpador”, dijo el político tabasqueño desde este municipio enclavado en la Sierra Madre Oriental.
Señaló que sus detractores pueden acusar al estudiante -merecedor del premio por mérito académico en matemáticas- de lo que quieran, pero jamás de mentiroso porque Calderón no ganó y se robó la presidencia de la República.
Agregó que Calderón “sabe perfectamente que se robó la presidencia de la República y que pisoteó la dignidad de millones de mexicanos”, y atribuyó las expresiones ciudadanas de inconformidad contra el panista a su negativa de efectuar un recuento de los votos de la elección presidencial de 2006.
López Obrador visita este sábado siete municipios de diferentes regiones de Nuevo León, desde donde ha subrayado que resulta una “vulgaridad y estupidez” que Calderón y su gabinete afirmen que la crisis de Estados Unidos no nos va a afectar en un rango importante.
Sostuvo que Calderón y su gobierno no han hecho absolutamente nada frente a la grave crisis económica, y expresó que es necesario tomar medidas urgentes para evitar un mayor crecimiento de los índices de desempleo, pobreza, carestía, violencia e inseguridad.
Advirtió que ya es tiempo de que el presupuesto público se destine a satisfacer las necesidades básicas del pueblo de México, en lugar de destinarlo a especuladores financieros, banqueros, políticos corruptos y traficantes de influencias.
Por último, afirmó que convocará a una movilización nacional hasta parar a la nación si los legisladores del PRI y del PAN intentan aprobar la reforma energética de Calderón.
PANazis Amenazan de Muerte a Periodista : Por Roberto Rodríguez Baños
LIBRES POR LA PALABRA LIBRE
Molinos de viento de antier (La guerra contra México, 02.10.2008) tuvo pronta respuesta de uno de los voceros del méxican güey: mauro1943@aol.com, quien con el encabezado Imbécil dirigido a mi modesta persona, en el renglón que aol (american on line, of course) pone a disposición de sus usuarios para definir el tema de sus comunicaciones, suscribe el siguiente texto:
DELE GRACIAS A LA LIBERTAD DE EXPRESION, QUE UD. PUEDE HABLAR ASI, SIN RESPETO AL PRESIDENTE Y AL EJERCITO. IDIVIDUOS COMO UD. SON LOS QUE CON MUCHA FREQUENCIA MATAN Y OJALA LO SIGAN HACIENDO . UD ES UNO MAS DE LOS ENEMIGOS DE MEXICO.
(sic)
Don Mauro1943 Arroba Aoelepuntocom es libre de expresar su opinión sobre mis puntos de vista. Quizá el uso de la q donde debiera haber ido una c (¿frequently por frecuencia?) pudiera significar una pista sobre la filiación del morigerado lector. Debe ser uno de los jardineros multimillonarios de la primera oleada de los convenios migratorios entre el prian y el partido republícrata gringo, los contratos de alta jardinería y arquitectura del paisaje de que hablaba Fox, según todos recordamos. Naturalmente, en mi opinión el enemigo de México es él.
No estaría por demás, señor Aoelepuntocom, recordarle que el nombre de la patria por usted tan celosamente defendido lleva acento en la e, aun cuando se escriba en mayúsculas (inteligente ardid de que se valen para no comprometerse con ese signo ortográfico quienes --como el personaje de la anécdota, cuando enfrentan dilemas de tal naturaleza-- prefieren recurrir a los sinónimos, si disponen de ellos).
Al terminar el texto de hoy, invito a reflexionar lo que los rudimentos más elementales de la antropología social podrían revelarnos tras la sentida jaculatoria de don Mauro, ejemplificadora de la capacidad de respuesta del sistema. Evidentemente, lo que sigue son los balazos, el atropellamiento automotriz, el secuestro. O, quizá... pero mejor no darles ideas. Por poquitas que tengan, ya con esas bastante daño han hecho.
Y tampoco sería prudente ignorar la amenaza de muerte contenida en el mensaje de don Mauro, cuyo correo electrónico debe poder dar una pista a las instancias judiciales encargadas de velar por la seguridad de los mexicanos. Aunque los periodistas no usemos pasamontañas, ni armas largas de alto poder, ni hayamos suscrito pactos con los compradores de países.
Molinos de viento de antier (La guerra contra México, 02.10.2008) tuvo pronta respuesta de uno de los voceros del méxican güey: mauro1943@aol.com, quien con el encabezado Imbécil dirigido a mi modesta persona, en el renglón que aol (american on line, of course) pone a disposición de sus usuarios para definir el tema de sus comunicaciones, suscribe el siguiente texto:
DELE GRACIAS A LA LIBERTAD DE EXPRESION, QUE UD. PUEDE HABLAR ASI, SIN RESPETO AL PRESIDENTE Y AL EJERCITO. IDIVIDUOS COMO UD. SON LOS QUE CON MUCHA FREQUENCIA MATAN Y OJALA LO SIGAN HACIENDO . UD ES UNO MAS DE LOS ENEMIGOS DE MEXICO.
(sic)
Don Mauro1943 Arroba Aoelepuntocom es libre de expresar su opinión sobre mis puntos de vista. Quizá el uso de la q donde debiera haber ido una c (¿frequently por frecuencia?) pudiera significar una pista sobre la filiación del morigerado lector. Debe ser uno de los jardineros multimillonarios de la primera oleada de los convenios migratorios entre el prian y el partido republícrata gringo, los contratos de alta jardinería y arquitectura del paisaje de que hablaba Fox, según todos recordamos. Naturalmente, en mi opinión el enemigo de México es él.
No estaría por demás, señor Aoelepuntocom, recordarle que el nombre de la patria por usted tan celosamente defendido lleva acento en la e, aun cuando se escriba en mayúsculas (inteligente ardid de que se valen para no comprometerse con ese signo ortográfico quienes --como el personaje de la anécdota, cuando enfrentan dilemas de tal naturaleza-- prefieren recurrir a los sinónimos, si disponen de ellos).
Al terminar el texto de hoy, invito a reflexionar lo que los rudimentos más elementales de la antropología social podrían revelarnos tras la sentida jaculatoria de don Mauro, ejemplificadora de la capacidad de respuesta del sistema. Evidentemente, lo que sigue son los balazos, el atropellamiento automotriz, el secuestro. O, quizá... pero mejor no darles ideas. Por poquitas que tengan, ya con esas bastante daño han hecho.
Y tampoco sería prudente ignorar la amenaza de muerte contenida en el mensaje de don Mauro, cuyo correo electrónico debe poder dar una pista a las instancias judiciales encargadas de velar por la seguridad de los mexicanos. Aunque los periodistas no usemos pasamontañas, ni armas largas de alto poder, ni hayamos suscrito pactos con los compradores de países.
El despertar : José Agustín Ortiz Pinchetti
■ Por qué no se olvida
Cada quien, de quienes la vivimos, recuerda a su modo la noche de Tlatelolco. Yo tenía 30 años, estaba reciéncasado y prosperaba. Mi hijo Esteban estaba a punto de nacer. Trabajaba en un despacho importante, en un ambiente muy conservador. El movimiento estudiantil nos había sacudido. Algunos de los jóvenes estábamos en favor, pero la mayoría de los abogados estaban con Díaz Ordaz. Aquella tarde discutíamos un problema legal. Por el ventanal se veía el Palacio de Bellas Artes. De pronto, las sirenas de ambulancias nos hicieron suspender la conversación. Pasaron por Niño Perdido (Lázaro Cárdenas) ambulancias y carros del Ejército y de la policía. Se oían claramente detonaciones. Alguno comentó que eran cohetes. Pero el señor Murphy, un ejecutivo estadunidense quien era veterano de guerra, nos dijo: “son tiros de verdad, y de armas largas”.
La junta terminó y yo salí; tomé mi coche y me dirigí a Tlatelolco. Las Olimpiadas estaban ya muy cerca y el movimiento se había replegado. Me dirigí al complejo de las Tres Culturas en mi pequeño Renault. La zona estaba acordonada, pero pude dar la vuelta bordeando la calle Manuel González (hoy Eje 2 norte). Había pelotones de soldados que bajaban de los edificios. Algunos de ellos cargaban muertos en camillas. Oí claramente cómo continuaba el tiroteo y me fui a mi casa. Hacia las 9 de la noche nos llamaron para decirnos que mi hermano Francisco, entonces periodista de Excélsior, había sido herido en el mitin. Paco, como un enjambre de periodistas nacionales y extranjeros, había estado en el fatídico piso tercero del edificio Chihuahua, desde donde se dirigía el mitin. A las 6 de la tarde vio cómo estallaban en el aire las señales de bengala. Instantes después, un grupo de asalto, vestido de civil y con guantes blancos, atacó. Obligaron a todos los estudiantes y periodistas a tirarse al suelo y empezaron a disparar hacia la plaza. Abajo, sobre la multitud, avanzaban a bayoneta calada soldados que respondieron con ráfagas de ametralladora los tiros que les disparaban el batallón Olimpia y otros francotiradores apostados en las ventanas del edificio. Los olímpicos empezaron a gritar aterrorizados y mi hermano tuvo la impresión de que había una confusión entre francotiradores y soldados. Excélsior, que empezaba a ser dirigido por don Julio Scherer, publicó un cartón de Abel Quezada. Un cuadro en negro titulado ¿Por qué? Esto hizo que Díaz Ordaz atacara con saña al periódico y a Scherer durante años.
A partir del día siguiente, la televisión, los medios, la Iglesia, los empresarios y la clase política cerraron filas en torno de Díaz Ordaz. La versión oficial sobre la matanza estudiantil no ha cambiado hasta ahora. El recuerdo de la infamia no se borra de la memoria pública. Ni los autores ni los cómplices fueron castigados. Todo quedó oculto e impune. Pero, sobre todo, la perversidad que produjo el desastre sigue vigente.
Cada quien, de quienes la vivimos, recuerda a su modo la noche de Tlatelolco. Yo tenía 30 años, estaba reciéncasado y prosperaba. Mi hijo Esteban estaba a punto de nacer. Trabajaba en un despacho importante, en un ambiente muy conservador. El movimiento estudiantil nos había sacudido. Algunos de los jóvenes estábamos en favor, pero la mayoría de los abogados estaban con Díaz Ordaz. Aquella tarde discutíamos un problema legal. Por el ventanal se veía el Palacio de Bellas Artes. De pronto, las sirenas de ambulancias nos hicieron suspender la conversación. Pasaron por Niño Perdido (Lázaro Cárdenas) ambulancias y carros del Ejército y de la policía. Se oían claramente detonaciones. Alguno comentó que eran cohetes. Pero el señor Murphy, un ejecutivo estadunidense quien era veterano de guerra, nos dijo: “son tiros de verdad, y de armas largas”.
La junta terminó y yo salí; tomé mi coche y me dirigí a Tlatelolco. Las Olimpiadas estaban ya muy cerca y el movimiento se había replegado. Me dirigí al complejo de las Tres Culturas en mi pequeño Renault. La zona estaba acordonada, pero pude dar la vuelta bordeando la calle Manuel González (hoy Eje 2 norte). Había pelotones de soldados que bajaban de los edificios. Algunos de ellos cargaban muertos en camillas. Oí claramente cómo continuaba el tiroteo y me fui a mi casa. Hacia las 9 de la noche nos llamaron para decirnos que mi hermano Francisco, entonces periodista de Excélsior, había sido herido en el mitin. Paco, como un enjambre de periodistas nacionales y extranjeros, había estado en el fatídico piso tercero del edificio Chihuahua, desde donde se dirigía el mitin. A las 6 de la tarde vio cómo estallaban en el aire las señales de bengala. Instantes después, un grupo de asalto, vestido de civil y con guantes blancos, atacó. Obligaron a todos los estudiantes y periodistas a tirarse al suelo y empezaron a disparar hacia la plaza. Abajo, sobre la multitud, avanzaban a bayoneta calada soldados que respondieron con ráfagas de ametralladora los tiros que les disparaban el batallón Olimpia y otros francotiradores apostados en las ventanas del edificio. Los olímpicos empezaron a gritar aterrorizados y mi hermano tuvo la impresión de que había una confusión entre francotiradores y soldados. Excélsior, que empezaba a ser dirigido por don Julio Scherer, publicó un cartón de Abel Quezada. Un cuadro en negro titulado ¿Por qué? Esto hizo que Díaz Ordaz atacara con saña al periódico y a Scherer durante años.
A partir del día siguiente, la televisión, los medios, la Iglesia, los empresarios y la clase política cerraron filas en torno de Díaz Ordaz. La versión oficial sobre la matanza estudiantil no ha cambiado hasta ahora. El recuerdo de la infamia no se borra de la memoria pública. Ni los autores ni los cómplices fueron castigados. Todo quedó oculto e impune. Pero, sobre todo, la perversidad que produjo el desastre sigue vigente.
La columna de hoy de Julio Hernández
Astillero
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ Felipe ante su fantasma
■ Impericia grave
■ Pasmo de “civiles”
■ Control militar
Ampliar la imagen
CRíTICO PRESIDENCIAL Andrés Leonardo Gómez Emilsson fue detenido el viernes por el EMP por protestar en Palacio Nacional
Foto: María Luisa Severiano
Felipe Calderón mostró una peligrosa impericia el viernes pasado a la hora de enfrentar las manejables protestas de dos jóvenes en Palacio Nacional. Tomado absolutamente sin sorpresa, pues Andrés Gómez le hizo saber con toda anticipación su claramente impugnadora negativa a saludarlo, el ocupante de la Presidencia de la República perdió el control político del incidente, al tratar de hilar improvisaciones discursivas sobre la libertad y la tolerancia mientras a sus ojos Mario Virgilio Jiménez era sacado del lugar por miembros del Estado Mayor Presidencial y otros de ellos “controlaban” mediante amenazantes órdenes y acoso físico a quien había gritado “espurio” al funcionario michoacano que permitió el actuar represivo de sus cuidadores militares sin atreverse a dar el golpe básico de inteligencia política que hubiera significado el ordenar en público e instantáneamente a su cuerpo castrense de elite que dejara en paz a los jóvenes y respetara su libre expresión.
Lo más grave no fue, sin embargo, la comprobación pública de la reducida estatura política de quien está encaramado en la cúspide de la pirámide de la administración federal, ni su comportamiento lleno de trastiendas donde se almacenan resentimientos e inseguridad, sino el hecho palmario de que durante dos horas y media quien ejerció el poder fue el Estado Mayor Presidencial, con ausencia operativa absoluta de los funcionarios civiles integrantes del aparato presidencial cuando menos hasta la torpe y deshilachada emisión, presuntamente el finiquito del asunto, de un comunicado de prensa en el que el ocupante de Los Pinos justifica y se hace corresponsable de la acción de sus custodios, quienes habrían cumplido con sus obligaciones reglamentarias y legales al detener a los dos jóvenes, encerrarlos durante una hora y media en oficinas de Palacio Nacional convertidas en cárceles preventivas, someterlos a interrogatorios y tratamientos amenazantes, entregarlos sin razón jurídicamente fundada ni formalizada a policías del Distrito Federal y, dejando asomar el rostro oscuro de la posibilidad de enjuiciarlos por delitos de corte político, beneficiarlos con un gesto de presunta generosidad al “anticipar” que no se formularían “cargos contra estos jóvenes”, lo cual constituyó la primera amnistía del régimen calderónico a presos políticos que a pesar de la brevedad de su detención y el desistimiento de su parte acusadora podrían ahora entablar demandas contra quienes los sometieron a todas las arbitrariedades citadas e incluso contra el licenciado Calderón, que se la pasa solicitando a los desprotegidos ciudadanos que denuncien los presuntos delitos que cometan peligrosos y vengativos criminales pero que él mismo, en medio de sus fortalezas blindadas, fue incapaz de sostener acusaciones contra quienes sí consideró probables responsables “de conductas que son sancionadas penal o administrativamente por la legislación vigente”.
El episodio del viernes deja lamentables saldos. Calderón careció de la grandeza política para enfrentar una protesta juvenil previsible y acotada y, a pesar de las palabras que dijo, permitió que el par de jóvenes fuese arrestado, en clara convalidación práctica del intento en curso de criminalizar toda protesta política y social. Calderón no puede aducir que ignoraba el actuar represivo de sus escoltas, pues a Mario Virgilio Jiménez lo “retiraron” del público invitado mientras él, Felipe, cambiaba el giro de su discurso, tocaba el tema del 68 y hablaba de que ahora sí se podía dar el “espectáculo” de impugnar al poderoso sin que –cajum, cajum– le sucediera nada a los disidentes, y la ausencia de Andrés Gómez era evidente a la hora en que, al final del acto, los jóvenes premiados se tomaron una fotografía oficial con el michoacano que no pudo sustraerse a la tentación menor de contaminar su discurso con las referencias a quienes ahora le niegan reconocimiento como presidente pero 40 años atrás formaban parte de aquel “régimen autoritario”.
Otro detalle grotesco fue la virtual huida de personajes del gobierno federal a la hora de atender el caso de los jóvenes desaparecidos durante más de 90 minutos. Ningún funcionario hizo nada que no fuera abandonar con rapidez el escenario candente. La máxima burócrata del instituto juvenil federal, convocante del acto, se quedó pasmada, muda, incapaz de algo más que pedir en estado zombi a los reporteros que la dejaran pasar. Por cierto, esta presidenta del Instituto Mexicano de la Juventud, Priscila Vera, fue impuesta por Mariana Gómez del Campo, familiar de la señora Margarita, para que ese instituto sea fuente de recursos para actividades panistas en la capital y de negocios para beneficio de esa camarilla blanquiazul. En realidad, el acto juvenil fue pensado originalmente para centrar el discurso felipense en el encomio de la lucha política de la oaxaqueña Eufrosina Cruz, a quien arrebataron un triunfo electoral a cuenta de usos y costumbres indígenas contrarios a la participación de las mujeres. Calderón no había hablado del 68 ni lo haría en este acto sino de manera sesgada, reconociendo el valor de los jóvenes mexicanos estudiosos y dedicados y estableciendo referentes cómodos para él, como el caso de Eufrosina. Las circunstancias le obligaron a atender improvisadamente el tema indeseado, con tan poca habilidad que acabó confirmando, involuntariamente y entre tropiezos, un día después del Dos de Octubre, los peligros de las instituciones civiles rebasadas y del poder militar sustituto.
Y, mientras los narcos van subiendo el rango políticos de sus víctimas, esta vez al asesinar al presidente municipal de Ixtapan de la Sal, y el cártel del Golfo se desmarca mediante Manta News de las granadas de Morelia y ofrece millonaria recompensa en dólares para encontrar a los culpables, y en Chiapas mueren campesinos enmedio del desgobierno del alegre Juan Sabines II, ¡hasta mañana, con los primeros partes de la guerra electoral de Guerrero, en la que el PRD-Chucho/Gobierno va con todo el arsenal mapache en Acapulco!
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ Felipe ante su fantasma
■ Impericia grave
■ Pasmo de “civiles”
■ Control militar
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CRíTICO PRESIDENCIAL Andrés Leonardo Gómez Emilsson fue detenido el viernes por el EMP por protestar en Palacio Nacional
Foto: María Luisa Severiano
Felipe Calderón mostró una peligrosa impericia el viernes pasado a la hora de enfrentar las manejables protestas de dos jóvenes en Palacio Nacional. Tomado absolutamente sin sorpresa, pues Andrés Gómez le hizo saber con toda anticipación su claramente impugnadora negativa a saludarlo, el ocupante de la Presidencia de la República perdió el control político del incidente, al tratar de hilar improvisaciones discursivas sobre la libertad y la tolerancia mientras a sus ojos Mario Virgilio Jiménez era sacado del lugar por miembros del Estado Mayor Presidencial y otros de ellos “controlaban” mediante amenazantes órdenes y acoso físico a quien había gritado “espurio” al funcionario michoacano que permitió el actuar represivo de sus cuidadores militares sin atreverse a dar el golpe básico de inteligencia política que hubiera significado el ordenar en público e instantáneamente a su cuerpo castrense de elite que dejara en paz a los jóvenes y respetara su libre expresión.
Lo más grave no fue, sin embargo, la comprobación pública de la reducida estatura política de quien está encaramado en la cúspide de la pirámide de la administración federal, ni su comportamiento lleno de trastiendas donde se almacenan resentimientos e inseguridad, sino el hecho palmario de que durante dos horas y media quien ejerció el poder fue el Estado Mayor Presidencial, con ausencia operativa absoluta de los funcionarios civiles integrantes del aparato presidencial cuando menos hasta la torpe y deshilachada emisión, presuntamente el finiquito del asunto, de un comunicado de prensa en el que el ocupante de Los Pinos justifica y se hace corresponsable de la acción de sus custodios, quienes habrían cumplido con sus obligaciones reglamentarias y legales al detener a los dos jóvenes, encerrarlos durante una hora y media en oficinas de Palacio Nacional convertidas en cárceles preventivas, someterlos a interrogatorios y tratamientos amenazantes, entregarlos sin razón jurídicamente fundada ni formalizada a policías del Distrito Federal y, dejando asomar el rostro oscuro de la posibilidad de enjuiciarlos por delitos de corte político, beneficiarlos con un gesto de presunta generosidad al “anticipar” que no se formularían “cargos contra estos jóvenes”, lo cual constituyó la primera amnistía del régimen calderónico a presos políticos que a pesar de la brevedad de su detención y el desistimiento de su parte acusadora podrían ahora entablar demandas contra quienes los sometieron a todas las arbitrariedades citadas e incluso contra el licenciado Calderón, que se la pasa solicitando a los desprotegidos ciudadanos que denuncien los presuntos delitos que cometan peligrosos y vengativos criminales pero que él mismo, en medio de sus fortalezas blindadas, fue incapaz de sostener acusaciones contra quienes sí consideró probables responsables “de conductas que son sancionadas penal o administrativamente por la legislación vigente”.
El episodio del viernes deja lamentables saldos. Calderón careció de la grandeza política para enfrentar una protesta juvenil previsible y acotada y, a pesar de las palabras que dijo, permitió que el par de jóvenes fuese arrestado, en clara convalidación práctica del intento en curso de criminalizar toda protesta política y social. Calderón no puede aducir que ignoraba el actuar represivo de sus escoltas, pues a Mario Virgilio Jiménez lo “retiraron” del público invitado mientras él, Felipe, cambiaba el giro de su discurso, tocaba el tema del 68 y hablaba de que ahora sí se podía dar el “espectáculo” de impugnar al poderoso sin que –cajum, cajum– le sucediera nada a los disidentes, y la ausencia de Andrés Gómez era evidente a la hora en que, al final del acto, los jóvenes premiados se tomaron una fotografía oficial con el michoacano que no pudo sustraerse a la tentación menor de contaminar su discurso con las referencias a quienes ahora le niegan reconocimiento como presidente pero 40 años atrás formaban parte de aquel “régimen autoritario”.
Otro detalle grotesco fue la virtual huida de personajes del gobierno federal a la hora de atender el caso de los jóvenes desaparecidos durante más de 90 minutos. Ningún funcionario hizo nada que no fuera abandonar con rapidez el escenario candente. La máxima burócrata del instituto juvenil federal, convocante del acto, se quedó pasmada, muda, incapaz de algo más que pedir en estado zombi a los reporteros que la dejaran pasar. Por cierto, esta presidenta del Instituto Mexicano de la Juventud, Priscila Vera, fue impuesta por Mariana Gómez del Campo, familiar de la señora Margarita, para que ese instituto sea fuente de recursos para actividades panistas en la capital y de negocios para beneficio de esa camarilla blanquiazul. En realidad, el acto juvenil fue pensado originalmente para centrar el discurso felipense en el encomio de la lucha política de la oaxaqueña Eufrosina Cruz, a quien arrebataron un triunfo electoral a cuenta de usos y costumbres indígenas contrarios a la participación de las mujeres. Calderón no había hablado del 68 ni lo haría en este acto sino de manera sesgada, reconociendo el valor de los jóvenes mexicanos estudiosos y dedicados y estableciendo referentes cómodos para él, como el caso de Eufrosina. Las circunstancias le obligaron a atender improvisadamente el tema indeseado, con tan poca habilidad que acabó confirmando, involuntariamente y entre tropiezos, un día después del Dos de Octubre, los peligros de las instituciones civiles rebasadas y del poder militar sustituto.
Y, mientras los narcos van subiendo el rango políticos de sus víctimas, esta vez al asesinar al presidente municipal de Ixtapan de la Sal, y el cártel del Golfo se desmarca mediante Manta News de las granadas de Morelia y ofrece millonaria recompensa en dólares para encontrar a los culpables, y en Chiapas mueren campesinos enmedio del desgobierno del alegre Juan Sabines II, ¡hasta mañana, con los primeros partes de la guerra electoral de Guerrero, en la que el PRD-Chucho/Gobierno va con todo el arsenal mapache en Acapulco!
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