miércoles, 11 de julio de 2018

Sigue la violencia en Puebla contra Moren@s

Recontar los votos en 2018 ¿fue necesario?

El esperado “regreso” mexicano para la izquierda latinoamericana

López Obrador y Beatriz Gutiérrez. Festejo en el Zócalo. Foto: Octavio Gómez
La izquierda latinoamericana –la que ha venido perdiendo las presidencias de varios países de la región y que aspira a que el “efecto péndulo” le devuelva poder e influencia– miró con júbilo el triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Y esa izquierda está convencida de que la identificación del próximo mandatario mexicano con el socialismo democrático hará que nuestro país ocupe el lugar que abandonó Brasil en la región como articulador de las políticas integracionistas.
BOGOTÁ (Proceso).- El triunfo del candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, en los comicios del domingo 1 en México, suscitó el júbilo de la izquierda latinoamericana y fue recibido con cordialidad por los gobiernos centroderechistas que hoy proliferan en la región.
Desde la izquierda, el presidente boliviano, Evo Morales, llamó “hermano” a López Obrador y afirmó que su victoria “garantiza la liberación de nuestros pueblos”, mientras que, desde la centroderecha, el mandatario argentino, Mauricio Macri, felicitó al líder de Morena y dijo que trabajará con él para profundizar las relaciones bilaterales.
La diferencia es lógica si se tiene en cuenta que el triunfo de López Obrador fue asumido como propio por la izquierda latinoamericana, que ha perdido varios gobiernos en la región en los últimos años. 
Pero más allá del tono de las reacciones desde el progresismo y la centroderecha de América Latina, internacionalistas, diplomáticos y dirigentes políticos consultados por Proceso esperan que la relación del futuro presidente mexicano con la región sea pragmática, sin sesgos ideológicos y al mismo tiempo solidaria con los movimientos progresistas del área.
López Obrador llegará a la Presidencia de México en momentos en que la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), creada hace una década bajo el liderazgo de Brasil y de los gobiernos de izquierda que entonces eran mayoritarios en la región, es un proyecto integracionista a la deriva que fue abandonado por Argentina, Colombia, Chile, Paraguay, Perú y el propio Brasil.
Ernesto Samper, expresidente de Colombia y exsecretario general de la Unasur, dice a este semanario que por su identificación con el socialismo democrático, el próximo mandatario mexicano debería “pensar seriamente” en que México ocupe “el lugar que abandonó Brasil en la región como gran articulador de las políticas integracionistas latinoamericanas”. 
La brújula de su política exterior, agrega, debe apuntar hacia sus vecinos del sur, porque apostarle todo a su relación con Estados Unidos, como ha ocurrido en los últimos gobiernos del PAN y el PRI, “parece no aportarle nada a México en estos momentos”.
En la perfilación de un nuevo proyecto de integración regional impulsado por México, los expertos consultados anticipan un regreso al latinoamericanismo, en contraposición al sudamericanismo que alentó Brasil la década pasada, y una articulación política basada más en el pragmatismo y los intereses comunes –como comercio y desarrollo social–, que en las afinidades ideológicas.
En los hechos, Latinoamérica vive un giro a la derecha desde 2015, y el triunfo electoral de López Obrador es el primero de la izquierda democrática en la región en varios años. 
El futuro presidente de México tendrá como principales interlocutores en la región a presidentes centroderechistas como Michel Temer (Brasil), Mauricio Macri (Argentina), Sebastián Piñera (Chile), Martín Vizcarra (Perú) e Iván Duque, quien asumirá como presidente de Colombia el mes próximo.
El político, diplomático y académico chileno Luis Maira prevé que López Obrador será un presidente “bastante pragmático” en asuntos externos y en su relación con Latinoamérica, y que además tendrá la “enorme ventaja de contar con un equipo sólido de personalidades que conocen y aplican bien las políticas públicas”. 
Maira, quien pasó 11 años en México como asilado político y seis más como embajador, dice que por el talante de los cuadros que rodean al líder de Morena “la política exterior puede tener un grado de proposición, iniciativas y de variedad que no tenía en los años previos”.
El exembajador en México y Argentina y exrepresentante de Chile en las negociaciones de paz entre el gobierno de Colombia y la antigua guerrilla de las FARC, señala que en América Latina hay un gran interés por conocer el verdadero perfil de López Obrador como presidente y hacia dónde podría ir su estrategia internacional.
Héctor Vasconcelos, quien hasta el miércoles 4 se perfilaba como canciller mexicano, ha señalado que la política exterior de México ha estado excesivamente orientada hacia América del Norte desde la llegada al poder de la generación tecnocrática que negoció el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá a principios de los noventa.
“Aspiramos a una buena relación con Estados Unidos y Canadá, pero buscaremos diversificar nuestra política exterior, proyectarla hacia la Unión Europea, China, India y África y, sobre todo, queremos retomar nuestra membresía en América Latina”, había planteado Vasconcelos.
Por eso, aseguró el mes pasado en un seminario en El Colegio de México: “Queremos volver a asumir esa pertenencia a América Latina por razones políticas y culturales, pero además porque creemos que también hay que explorar a fondo las posibilidades de intercambios económicos y comerciales”. 
De acuerdo con Vasconcelos, esa nueva aproximación de México a la región se fundamentará en tres principios tradicionales de la política exterior mexicana: la no intervención, el derecho de los pueblos a la autodeterminación y la solución pacífica de las controversias.
Para el internacionalista venezolano Víctor Manuel Mijares, lo que está por verse es si los complejos problemas internos que deberá afrontar López Obrador –inseguridad, corrupción y desigualdad social– y la volátil relación con Estados Unidos y su presidente, Donald Trump, le dejarán espacio para ocuparse de impulsar una política ambiciosa hacia la región.
“Hay un espacio, sin duda, que puede aprovechar México bajo un mandato de López Obrador, porque Brasil, que antes tenía el liderazgo regional, está sumergido en su propia crisis interna y ha venido limitando sus ambiciones geopolíticas de manera drástica”, señala el profesor de ciencias políticas de la Universidad de los Andes en Colombia.
De acuerdo con Mijares, algo que está también por definirse es qué tipo de izquierda enarbolará López Obrador frente a la región. 
“Muy probablemente será una izquierda poschavista, democrática, de centro, más en sintonía con un regionalismo liberal que con un regionalismo antiimperialista como el que proclamó en su momento Hugo Chávez”, asegura el especialista en relaciones internacionales.
Para el diplomático y académico chileno Fernando Reyes Matta, la perspectiva con López Obrador “es que apueste por un nuevo latinoamericanismo en el que las izquierdas y las derechas se articulen en torno a causas comunes para establecer un diálogo con el resto del mundo”.
El exembajador de Chile en China anticipa “una relación pragmática con América Latina, basada en los principios tradicionales de la política exterior mexicana que ha anunciado el canciller designado (del futuro gobierno), pero también con un grado importante de flexibilidad”.
Reyes Matta, quien vivió varios años asilado en México y fue profesor en la UNAM, dice que aunque el actual gobierno chileno, que preside Sebastián Piñera, es de centroderecha, seguramente habrá muchas coincidencias con López Obrador en temas como educación, disminución de la pobreza y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU, cuyo enfoque es eminentemente social.
“Habrá un gobierno de izquierda en México y muchos de los presidentes sudamericanos son de centroderecha, pero hay coincidencias en muchos aspectos y varios factores de aproximación, por lo que el diálogo no será una situación difícil ni estará determinado por factores ideológicos que son más propios de la Guerra Fría”, asegura.
Considera que el elemento clave es ver, como región, la manera en que las naciones latinoamericanas interactúan en un mundo donde las economías nacionales están determinadas por factores externos.
“En ese contexto hay mucho espacio para desarrollar una agenda común, más pragmática, como lo han hecho México, Chile, Colombia y Perú en la Alianza del Pacífico, que sin duda será respaldada por López Obrador porque él sabe que, junto con la idea de regresar a una política exterior más mexicana, hay un proceso de continuidad”, considera Reyes Matta.
Celac, eje del nuevo regionalismo
Para el expresidente Ernesto Samper es “fundamental” que López Obrador impulse una nueva agenda latinoamericana. 
“Nunca como ahora había sido tan importante tener una propuesta integradora latinoamericana. Tenemos un sistema interamericano haciendo aguas y la agenda de Estados Unidos apunta directamente en contra de nuestros temas, como la libre movilidad de los migrantes, la defensa del cambio climático, el libre acceso a los mercados, la paz de Colombia y el retorno de Cuba a la familia regional”, señala Samper.
El exsecretario general de la Unasur sostiene que por ello “se necesita una sola voz regional que podría conseguirse a través del fortalecimiento de la Celac (la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños)”, un mecanismo interregional de diálogo y concertación política del que forman parte los 33 países de la región.
Para Samper, la reactivación de la Celac podría ser el eje de la política hacia Latinoamérica que busca López Obrador, aunque el organismo, asegura, necesita una Secretaría Ejecutiva que le sirva de músculo y le dé articulación a las políticas que aprueben los mandatarios.
–¿Y cómo anticipa la relación de López Obrador con el bloque sudamericano de gobiernos de centroderecha (Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú)? –se le pregunta a Samper.
–Será una relación respetuosa en la medida en que Estados Unidos no trate de interferirla. Más respetuosa aún si el nuevo presidente de México tiene en cuenta que en la región existen fuerzas progresistas que no necesariamente están en el gobierno, pero son solidarias con su proyecto político. 
Samper considera que una reunión de líderes progresistas latinoamericanos con el futuro mandatario de México “podría ser interesante para marcar caminos y suscitar alianzas”. 
Por fortuna, dice, ya pasó la época en que las relaciones entre los países se confundían con las relaciones entre gobiernos. “El desarrollo de las redes hoy día permite la creación de redes de intereses comunes que ayudan a reforzar los proyectos políticos nacionales”.
–¿Cree que el triunfo de López Obrador modifica en forma significativa los equilibrios geopolíticos en la región? –se le pregunta.
–Sin duda. Desde hace varios años la región viene registrando un cambio en la ideología de sus gobiernos. Se han elegido más gobiernos de ideología conservadora y pensamiento neoliberal en lo económico. En algunos países, como Brasil, este cambio se acompañó inclusive con una ruptura del orden democrático. 
El péndulo
Hace una década los gobiernos de corte progresista dominaban el panorama político sudamericano. Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Michelle Bachelet en Chile y Tabaré Vázquez en Uruguay, desarrollaban proyectos de sello socialdemócrata, mientras que Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Cristina Fernández en Argentina, representaban a una izquierda más dura. 
Entonces, 80% de la población sudamericana tenía presidentes de izquierda. 
La llegada de Mauricio Macri y Michel Temer a las presidencias de Argentina (2015) y Brasil (2016), respectivamente, marcó el giro a la derecha de la región. El círculo se cerró en marzo pasado, cuando Sebastián Piñera asumió como mandatario de Chile, en reemplazo de Michelle Bachelet.
Pero la victoria del candidato de Morena en México constituye un punto de quiebre de esa tendencia.
El expresidente colombiano sostiene que la llegada de López Obrador a la Presidencia de México, junto con el eventual regreso de Lula al poder en Brasil y la copiosa votación que recibió en Colombia el candidato izquierdista Gustavo Petro (ocho millones de sufragios) “son señales claras de que el péndulo ideológico viene de regreso y que una nueva era de gobiernos progresistas se acerca”.
Lula está encarcelado tras ser condenado por el Tribunal Supremo de Brasil a 12 años por delitos de corrupción. Eso le impide participar en las elecciones presidenciales de octubre próximo en ese país; pero aun así el político izquierdista encabeza todos los sondeos de intención del voto. 
Por ahora, parece remoto que un fallo judicial lo libere para participar en los comicios, lo que aumenta las posibilidades de otros políticos de centroizquierda, como Marina Silva y Ciro Gomes.
El diplomático y político chileno Luis Maira, uno de los fundadores del Centro de Investigación y Docencia Económicas de México, afirma que si un triunfo de la centroizquierda en Brasil se suma al de López Obrador, “significaría ya un vuelco de campana en la tendencia política de América Latina, que se inclinaría a la izquierda”.
Pero Maira dice que, en cualquier caso, la sola victoria de López Obrador ha tenido un efecto estimulante en la izquierda latinoamericana. 
“Primero, porque rompe la sequía de triunfos de la izquierda en los últimos años. En Venezuela es diferente la situación, porque ahí el presidente Nicolás Maduro no compite con otras fuerzas políticas”, señala. 
El dirigente político y militante del Partido Socialista de Chile señala que es muy significativa la respuesta tan favorable que ha tenido la victoria de López Obrador en los países de la región, donde hay “muchas muestras de simpatía, voluntad de cooperación y una respuesta muy favorable de los movimientos de izquierda, sobre todo de sectores de la sociedad civil”.
Afirma que se advierte “un respaldo muy activo a López Obrador en toda América Latina, y ese es un dato a tener en cuenta porque le sirve a México para aplicar una estrategia de un relacionamiento más profundo con la región, siempre y cuando lo permita la agenda interna y la relación con Estados Unidos”.

Los mapaches también lloran

ANALISTAS PREOCUPONES .- Helioflores

Hora de matar al PRI

+ Crisis, matanzas, corrupción, saqueos…
         + ¡Si no es ahora, cuándo!

Por los saqueos sexenales.
Por las matanzas de 1968 y 1971.
Por las crisis económicas que empobrecieron al país.
Por la brutalidad de Díaz Ordaz.
Por la locura de Echeverría.
Por la frivolidad de López Portillo.
Por el fraude electoral (1988) de Miguel de la Madrid.
Por la crisis financiera y política de Salinas de Gortari.
Por el Fobaproa de Zedillo.
Por la corrupción de Peña Nieto.
Por los gobernadores pillos: Montiel, Javier y César Duarte, Borge, Moreira (hermanos), y muchos otros más.
Por los líderes sindicales multimillonarios al cobijo del PRI: el emblema: Romero Deschamps; Elba Esther Gordillo (apuntalada por el panismo, hay que decirlo); Víctor Flores y varios más.
Por los políticos que sexenio tras sexenio siguen viviendo de tres cosas: fuero, dinero público y abusos, como Gamboa Patrón, Camacho Quiroz, Lozano Alarcón (priista siempre de entraña y mañas), y quienes de trabajo honesto saben lo que el columnista de física cuántica.
Por los que allá vienen, heridos y renqueando, y querrán lamer heridas y recuperar el poder en el 2024: Videgaray, Nuño, Eruviel, Osorio Chong, que ahora esconden la mano que contribuyó a convertir a México en un ente aún más corrupto, pobre e inseguro durante este sexenio, y que se agazapan para que de momento nadie los voltee a ver.
Por todas estas razones, ha llegado la hora de matar al PRI.
¿O les parece poco lo que han hecho con nuestro país?
*****
Los priistas están heridos de muerte, sí, pero no muertos.
Los priistas están en terapia intensiva, sí, pero no desahuciados.
Los priistas están en la antesala del olvido, sí, pero no extinguidos.
El tsunami AMLO los devastó y los llevó a la ratonera de la historia, de donde jamás deberán salir:
Solamente tendrán alrededor de 40 diputados federales (tenían 204). Senadores: 14. Y aunque mantienen 12 gubernaturas, todos los Congresos estarán dominados por Morena. El Presidente priista saldrá con el menor respaldo ciudadano y aborrecido por las mayorías. En la CDMX ni siquiera pinta
¡Si no es ahora, cuándo!
El PRI ya ha caducado en la historia de México. Su presencia ya no se justifica. Su personal e impune estilo de gobernar – corrompiendo, arrebatando, abusando, enriqueciendo, violando la ley-, ya es anacrónico para los tiempos que se requieren. Su sitio está en la memoria, no en el futuro. Ya dio. Ya fue.
Vamos: ni siquiera podemos hablar de un contrapeso necesario y sano para la democracia mexicana: cuando el PRI fue oposición con Fox y Calderón, bloqueó las reformas necesarias, congeló iniciativas benéficas para el país, rechazó diálogos plurales. Siempre ha visto por su beneficio personal y tesorería partidista. Primero ellos, su casta y sus aliados. Los demás, que se jodan.
¿A qué democracia le hace falta una fuerza política así: impune, interesada, convenenciera, abusiva? A ninguna. En cualquier parte del mundo.
¡Si no es ahora, cuándo!
¿Cómo aniquilar al PRI?
Cortándole los circuitos que le han permitido su sobrevivencia: los financieros. Un PRI sin dinero es un PRI inofensivo. Investigando y castigando a sus pilares: Romero Deschamps, Gamboa Patrón, entre otros. Neutralizando a los magistrados de la SCJN que sirven solamente a intereses políticos y no a causas ciudadanas, como Eduardo Medina-Mora. Nulificando a quienes han formado prácticamente una bancada priista en el TEPJF. Sometiendo a los consejeros electorales del INE que intentarán dar oxígeno emergente al dinosaurio. Cerrándoles la llave del dinero a los gobernadores y destinando los recursos realmente a escuelas, universidades, hospitales, desarrollo social, subsidios justificados, deportivos, becas, etc., y no que se utilicen para que la rapiña femenina viaje con familia y amigos en el avión presidencial o viva en Londres con el dinero de los más necesitados.
Y políticamente, la consecuencia natural sería un PRI fragmentado, balcanizado. Con relativo poder en algunos territorios, pero sin mayor peso político en las decisiones claves. A los ciudadanos les tocaría recetarle el veneno del uno de julio: votar en su contra.
Por ahí podríamos empezar.
*****
El PRI sufrió una fuerte derrota en el año 2000, sí, pero no tan catastrófica para ellos – en posiciones políticas – como la que se les propinó, a golpe de votos, el uno de julio pasado. Fox no quiso aniquilarlos. Calderón no pudo. Se reinventaron, y llevaron a Peña Nieto a Los Pinos, en un retroceso brutal para la democracia mexicana.
Ojalá que no se cometa, ahora con López Obrador en Los Pinos, el mismo error histórico: dejar al PRI moviendo la patita y dejar que se recupere. Esperemos que AMLO obedezca el llamado de las urnas: ya no queremos más PRI, porque ese es, en el fondo, el mandato popular: necesitamos nuevas formas de gobierno, no más priato.
El PRI está jalando bocanadas de aire. Se retuerce. Hay que bloquearle ese aire.
¡Si no es ahora, cuándo!

        TW @_martinmoreno
         FB / Martin Moreno

Racismo y clasismo, las otras reacciones a la victoria de López Obrador

Andrés Manuel López Obrador junto a sus hijos mayores
Andrés Manuel López Obrador junto a sus hijos mayores. 

El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las pasadas elecciones de México con 30 millones de votos, le sitúa como el presidente más votado de la historia del país y convierte a los comicios en históricos con una participación ciudadana que superó el 63%.
Pese a la euforia que ha generado la victoria del candidato de Morena en la calle y en las redes sociales, también ha habido muchos comentarios negativos de sus detractores que rechazan la llegada del nuevo presidente al poder. Entre los comentarios desaprobatorios,destacan numerosas referencias racistas y clasistas contra el político, su familia y los ciudadanos que votaron por él. Hashtags como #MeDuelesMexico o #AMLONoEsMiPresidente se popularizaron durante los días siguientes a la elección.
Federico Navarrete, autor del Alfabeto del Racismo Mexicano dice vía telefónica a Verne que la clase de élite que confió en los partidos en el poder se encuentra en su punto más bajo. “Después del golpe que significó la elección a un sistema político y económico distinto, pareciera que los que se sienten derrotados están avivando un discurso racista para descalificar a los que ganaron la elección ya que no pueden hacerlo en la zona de democracia”, señala.
Un discurso que busca ridiculizar a los que no son como ellos es una de las formas más elementales, pues tiene que ver con el aspecto físico. “Se refugia en los aspectos más elementales y argumenta que prefiere mantener a ‘los hijos bonitos y rubios’ de Anaya que a alguien moreno como los hijos de López Obrador”, indica.
Las críticas han sido especialmente crueles contra el hijo menor del virtual presidente, de 11 años, por su apariencia física. Desde Oxfam México le dirigieron esta carta de apoyo.
El político ha recibido también críticas por no saber hablar inglés. México ocupa el puesto 44 de 80 países según el English Proficiency Index de EF, lo que supone un dominio bajo del idioma a escala nacional por debajo de países de la región como Argentina, República Dominicana, Brasil o Costa Rica.
“La idea de que AMLO es ignorante porque no habla inglés y de que sus votantes son flojos y la burla por su aspecto por parte del grupo de élite se puede explicar porque sienten que el país les dio la espalda”, dice Navarrete.
Fernando Dworak, analista político, indica que a este tipo de descalificaciones se les conoce como falacia ad hominem, que consiste en atacar a la persona que sostiene un argumento, en vez de refutar a la afirmación misma. “Es lamentable que se utilicen descalificaciones de este tipo para atacar enemigos, lo que dejan ver es una muy pobre cultura política en el país”, destaca.
Según el analista, si este discurso de odio permanece entre dos sectores de la población apegados a la política, se corre el riesgo de dejar de lado temas trascendentales en la agenda pública.