Todos los días, señor, salgo a comer en alguna de las fondas que están cerca de las oficinas donde usted despacha. Todos los días soy testigo del triste espectáculo que usted ha visto por años: decenas de mujeres vestidas con minifalda, de botas o tacones y blusas escotadas, que lo esperan durante horas (algunas desde la madrugada) a que salga, ahí por las dos de la tarde, manejando sus autos de lujo y rodeado de guaruras.
Esperan que su majestad abra la ventana. Esperan a que les eche una mirada.
He visto a madres con sus hijos de brazos allí, señor, a diario. Mujeres que dejan a sus niños en los brazos del que parece su esposo o su hermano o su padre. Que se ponen sus mejores trapos y corren detrás de su auto último modelo.
Van dando traspiés porque, supongo, muchas no habrán usado nunca tacones. Quieren un empleo, su favor, su mirada.
Qué le cuento, Víctor Fuentes del Villar. Sabe más de lo que yo sé. De hecho, sabe todo lo que yo no sé.
Parásito de todos los mexicanos, señor, usted ha vivido del presupuesto de la Comisión Federal de Electricidad; de esa empresa que un día fue nuestro orgullo y que hoy se cae a pedazos. La CFE se cae a pedazos gracias a estómagos como usted, señor, que devoran todo a su paso, que exprimen a los ciudadanos, que sacan provecho de un país dominado por corruptos y bestias salvajes, que desayunan derechos laborales y expulsan el gabazo.
Un país entero, señor, en donde todo lo que tocan ustedes se cae a pedazos: se caen Petróleos Mexicanos, el IMSS, el ISSSTE, el sistema de pensiones, la seguridad social, los hospitales, las escuelas.
Un país donde la idea es convertir todo en mierda para luego venderlo como mierda al mejor postor.
Qué le cuento a usted, señor, que ha vivido de mujeres y hombres que sudan a diario; a usted, que ha disfrutado del dinero que no se va, por ejemplo, a combatir la pobreza. Son 75 mil millones de pesos anuales los que usted dispone, señor, aproximadamente. Sabe de qué hablo. El Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana es su feudo desde hace una década.
Usted debe saber, señor, porque como obrero ilustrado entenderá de estos temas, que en este hermoso país (tan rico y tan abandonado de Dios) (aunque sobren las iglesias y los curas) hay más de 40 millones de niños, de los cuales 21.2 millones viven en pobreza y 4.7 millones en pobreza extrema.
Sabrá, viejo sátrapa (tiene más de 80 años), que en los últimos 10 años –los mismos que lleva su reinado–, por hombres de su calaña se han sumado 9.8 millones de personas al número de pobres en el país.
Algunos de esos pobres, evidentemente, lo esperan a la salida de su oficina, señor, de lunes a viernes. Algunos de esos pobres corren detrás de su auto, señor, en busca de una oportunidad.
El otro día vi a una mujer con una caja de botellas de Etiqueta Negra. Ocho Etiquetas. Iba cayéndose con la caja, señor. Se la ofrecía a gritos, casi llorando, mientras corría detrás de usted por Río Lerma, atrás de la Torre Mayor, en el Distrito Federal.
Cinco mil pesos de trago, señor, ¿sabe? ¿Sabe lo que significan cinco mil pesos para una persona pobre y sin empleo?
Hoy, señor Fuentes del Villar, el 46.2 por ciento de los mexicanos es pobre: 55.3 millones de personas, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Mientras, como ha sido documentado por distintos medios, usted disfruta de mansiones: unos dicen que valen unos 30 millones de pesos; otros, unos 50 o hasta 100 millones. Sus “barrios” son la crema de la crema: Bosque Real, Bosques de las Lomas, Interlomas, Santa Fe. Los periodistas Zorayda Gallegos y Silver Meza documentaron en El Universal, el 22 de septiembre de 2014, que sólo su carro vale dos millones de pesos.
Sé, porque este país da medallas a los ladrones y encumbra a los inmorales, que el Partido Acción Nacional (PAN) o el Revolucionario Institucional (PRI) le estarán guardando una diputación o una senaduría. Como al otro sátrapa, Carlos Romero Deschamps. O como Valdemar Gutiérrez, ex líder del sindicato del IMSS a quien Felipe Calderón hizo Diputado federal por el PAN.
Cuando reciba ese ofrecimiento, señor; o cuando se cuelgue la próxima medalla del PRI o del PAN, no crea que todos los que le aplauden hacen la mayoría.
Francisco Rojas aplaude a Víctor Fuentes del Villar. Foto: Cuartoscuro |
Los que sabemos de usted porque hemos leído algo o porque lo vemos, como yo, desde alguno de los comederos de alrededor de su oficina en la CFE, sabemos o que representa, señor: todo lo podrido. Usted es la síntesis de todo lo que hicimos mal como ciudadanos.
La señora que casi se cae con la caja de botellas de Etiqueta Negra se quitó los zapatos, rabiando. Se le acercó el hombre con el que dejó a su bebé de brazos, y apoyada en él –mientras se colocaba los tenis de diario– dijo, entre dientes, realmente encabronada: “Hijo de la chingada…”
Luego se rió. Quizás de ella, quizás de todos. Se rió.
Los hombres como usted, señor, sobreviven porque esta República se ha corrompido hasta los tuétanos. Sobreviven porque este pueblo es pasivo y agachón; porque carga cajas de botellas de güisqui para el líder y mañana cargará cajas de votos, también. Porque no me extraña que esos que corren detrás de usted sean parte de esa formación más grande, de millones y millones, que entregan sus votos y aplauden a los que los roban y aplaudirán a sus hijos también, señor, y encumbrarán a los otros que vienen a quitarles todo.
Es una ruta triste, señor, la de esos millones cuyo destino parece manifiesto. Los hijos de esos desarrapados correrán detrás de su hijo, su señoría. No tengo esperanza de que pase lo contrario. Me he hecho viejo viéndolo.
Pero eso no significa que yo me guarde lo que pienso de usted y de la gente como usted, don cabroncito; no me voy a perder por nada del mundo ponérselo en blanco y negro:
Usted, señor, da asco.
Por más medallas que le cuelguen para disimular su hedor, señor: usted da asco.