8 de febrero de 2012 Sin comentarios
Análisis
Vázquez Mota después de emitir su voto en la interna panista, en Huixquilucan. Foto: Octavio Gómez |
MÉXICO, D.F. (apro).- Ahora que Josefina Vázquez Mota ganó la contienda interna del PAN para ser su candidata presidencial, se ha comenzado a decir que podría repetir la historia de Felipe Calderón hace seis años.
Dicen que al resultar vencedora ante el candidato oficial, Ernesto Cordero, hará lo mismo que el “hijo desobediente”. Esto es, que llegará a la Presidencia de la República pese a que está debajo de Enrique Peña Nieto en las encuestas, como lo hizo el michoacano cuando en el 2006 venció Andrés Manuel López Obrador que estaba arriba en todo lo sondeos.
Para los panistas y algunos analistas, es muy probable que la primera mujer candidata a la Presidencia de la República por el PAN pudiese repetir esa historia épica en la que Calderón se sobrepuso a la campaña oficial foxista y luego a la ventaja que le llevaba el tabasqueño.
Sin embargo, olvidan algo fundamental: que las circunstancias son totalmente distintas y que Josefina no es Calderón.
Hace seis años Felipe Calderón se levantó sobre Santiago Creel, a pesar de que éste era el candidato oficial de Vicente Fox. Contra la máquina del gobierno foxista, el llamado “hijo desobediente” hizo campaña y se ganó la simpatía de los suyos para ser lanzado como candidato presidencial. Ese fue el primer fracaso del “dedazo azul”.
Entonces, los panistas celebraron el triunfo de Calderón y con ese ímpetu entraron a la contienda federal del 2006 para enfrentar al perredista López Obrador y al priista Roberto Madrazo.
Pero lo que se les olvida a los josefinistas es que Felipe Calderón no estaba solo, sino que en aquel momento recibió el apoyo de las televisoras, de empresarios y de Vicente Fox; de la iglesia católica, de la maestra Elba Esther Gordillo –con su sindicato y su partido el Panal–, de inversionistas y algunos medios. Fue gracias a todo ese apoyo como salio victorioso en una elección que fue severamente cuestionada, salpicada por la sospecha del fraude.
Es evidente que Calderón no ganó aquella elección por su propia fuerza o por sus propuestas o su carisma, sino por la suma de poderes de estos grupos que juntos lo sostuvieron y le ayudaron a realizar una campaña basada en grandes cantidades de dinero, millones de spots en radio y televisión, páginas enteras en medios donde se le trataba favorablemente, en el poder de la Presidencia de la República y en una guerra sucia en la que participó incluso la propia Iglesia católica difundiendo desde el púlpito aquel lema de que López Obrador era “un peligro para México”, sin tomar en cuenta que el verdadero peligro era y es el crimen organizado del que, incluso, ha recibido dinero a través de limosnas.
Hoy Josefina Vázquez Mota no tiene ese apoyo, no tiene a esos poderosos aliados, sino al contrario, va sola y a contracorriente, pues habrá de cargar el pesado lastre de los errores cometidos por los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón.
Ahora el respaldo de las televisoras y de otros medios está con Enrique Peña Nieto, mientras que la simpatía de los empresarios se divide entre el priista y, curiosamente, López Obrador.
La profesora Elba Esther Gordillo tampoco es de sus simpatías, pues cuando Vázquez Mota era secretaría de Educación Pública, tuvieron serias diferencias y ahora difícilmente pueden aliarse, aunque en política nada es imposible ni puede descartarse un acuerdo, sobre todo cuando está en juego el poder y la impunidad.
Josefina tampoco trae un partido fuerte y unido, sino todo lo contrario: el PAN viene una de sus crisis más profundas, está desgastado por las divisiones internas y las derrotas electorales de los últimos años y, sobre todo, por la difícil tarea de defender lo indefendible, las pocas cosas favorables de los gobierno de Fox y Calderón que pasarán a la historia como los gobiernos de la desilusión y la desesperanza.
Es evidente que las circunstancias y las condiciones son distintas. El PAN y Calderón ya no tiene el mismo apoyo y empuje de hace años. Muchos de sus aliados se han retirado y con los que tiene no le alcanza para allanar el camino.
Es muy probable que la exsecretaria de Educación Pública y de Desarrollo Social logre obtener una buena cantidad de votos mediante una campaña en la que explote si figura de mujer y a través de una guerra sucia proveniente desde Los Pinos orquestada por el experto en esos artilugios, el español Antonio Solá.
Pero es claro que los tiempos ya no son los mismos, que los errores del gobierno panista se han acumulado, que Josefina no es Calderón y que la historia no se repite.
Dicen que al resultar vencedora ante el candidato oficial, Ernesto Cordero, hará lo mismo que el “hijo desobediente”. Esto es, que llegará a la Presidencia de la República pese a que está debajo de Enrique Peña Nieto en las encuestas, como lo hizo el michoacano cuando en el 2006 venció Andrés Manuel López Obrador que estaba arriba en todo lo sondeos.
Para los panistas y algunos analistas, es muy probable que la primera mujer candidata a la Presidencia de la República por el PAN pudiese repetir esa historia épica en la que Calderón se sobrepuso a la campaña oficial foxista y luego a la ventaja que le llevaba el tabasqueño.
Sin embargo, olvidan algo fundamental: que las circunstancias son totalmente distintas y que Josefina no es Calderón.
Hace seis años Felipe Calderón se levantó sobre Santiago Creel, a pesar de que éste era el candidato oficial de Vicente Fox. Contra la máquina del gobierno foxista, el llamado “hijo desobediente” hizo campaña y se ganó la simpatía de los suyos para ser lanzado como candidato presidencial. Ese fue el primer fracaso del “dedazo azul”.
Entonces, los panistas celebraron el triunfo de Calderón y con ese ímpetu entraron a la contienda federal del 2006 para enfrentar al perredista López Obrador y al priista Roberto Madrazo.
Pero lo que se les olvida a los josefinistas es que Felipe Calderón no estaba solo, sino que en aquel momento recibió el apoyo de las televisoras, de empresarios y de Vicente Fox; de la iglesia católica, de la maestra Elba Esther Gordillo –con su sindicato y su partido el Panal–, de inversionistas y algunos medios. Fue gracias a todo ese apoyo como salio victorioso en una elección que fue severamente cuestionada, salpicada por la sospecha del fraude.
Es evidente que Calderón no ganó aquella elección por su propia fuerza o por sus propuestas o su carisma, sino por la suma de poderes de estos grupos que juntos lo sostuvieron y le ayudaron a realizar una campaña basada en grandes cantidades de dinero, millones de spots en radio y televisión, páginas enteras en medios donde se le trataba favorablemente, en el poder de la Presidencia de la República y en una guerra sucia en la que participó incluso la propia Iglesia católica difundiendo desde el púlpito aquel lema de que López Obrador era “un peligro para México”, sin tomar en cuenta que el verdadero peligro era y es el crimen organizado del que, incluso, ha recibido dinero a través de limosnas.
Hoy Josefina Vázquez Mota no tiene ese apoyo, no tiene a esos poderosos aliados, sino al contrario, va sola y a contracorriente, pues habrá de cargar el pesado lastre de los errores cometidos por los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón.
Ahora el respaldo de las televisoras y de otros medios está con Enrique Peña Nieto, mientras que la simpatía de los empresarios se divide entre el priista y, curiosamente, López Obrador.
La profesora Elba Esther Gordillo tampoco es de sus simpatías, pues cuando Vázquez Mota era secretaría de Educación Pública, tuvieron serias diferencias y ahora difícilmente pueden aliarse, aunque en política nada es imposible ni puede descartarse un acuerdo, sobre todo cuando está en juego el poder y la impunidad.
Josefina tampoco trae un partido fuerte y unido, sino todo lo contrario: el PAN viene una de sus crisis más profundas, está desgastado por las divisiones internas y las derrotas electorales de los últimos años y, sobre todo, por la difícil tarea de defender lo indefendible, las pocas cosas favorables de los gobierno de Fox y Calderón que pasarán a la historia como los gobiernos de la desilusión y la desesperanza.
Es evidente que las circunstancias y las condiciones son distintas. El PAN y Calderón ya no tiene el mismo apoyo y empuje de hace años. Muchos de sus aliados se han retirado y con los que tiene no le alcanza para allanar el camino.
Es muy probable que la exsecretaria de Educación Pública y de Desarrollo Social logre obtener una buena cantidad de votos mediante una campaña en la que explote si figura de mujer y a través de una guerra sucia proveniente desde Los Pinos orquestada por el experto en esos artilugios, el español Antonio Solá.
Pero es claro que los tiempos ya no son los mismos, que los errores del gobierno panista se han acumulado, que Josefina no es Calderón y que la historia no se repite.