Siempre fue un mamarracho. Hoy, en público, se lo restregaron |
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Durante una hora con 22 minutos que duró el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador, a su antecesor Enrique Peña Nieto se le vio en varias facetas: a veces serio, en ocasiones abrumado e inquieto, o bien, concentrado haciendo apuntes.
De inicio, en la rendición de protesta del tabasqueño, el exmandatario se mostró colaborativo y atento al discurso de su sucesor. De hecho, de pie, fue el primero en aplaudir el protocolo de toma de posesión.
Pero su buen semblante comenzó a desvanecerse conforme transcurría el discurso del nuevo presidente. Se acomodaba la corbata; tomaba agua; hacía fugaces comentarios con Porfirio Muñoz Ledo Y Martí Batres, quienes lo flanqueaban, uno a su derecha y el otro a la izquierda.
Conforme López Obrador ponía el dedo en la llaga al criticar a los gobiernos neoliberales -achacado al mismo sexenio peñista- el priista se iba inquietando, se tocaba el rostro, mantenía la vista fija en algún punto del recinto.
Incluso, se dio tiempo para sacar algún “aperitivo” de su saco y se lo llevó a la boca. La sesión transcurría y Peña ahora se acomodaba el cabello.
Hacía apuntes -momento captado por los ingeniosos de redes sociales para desatar una ola de memes-, y volvía a intercambiar puntos de vista con Batres justo cuando López Obrador criticaba la venta de petróleo al extranjero.
El semblante de Peña fue cambiando. Cruzaba las manos en repetidas ocasiones y se reacomodaba en su asiento cuando el presidente soltaba una la frase: “Me canso, ganso”.
Desencajado e incluso con dejo de fastidio se pudo ver al expresidente a lo largo del discurso, que finalmente terminó con la entonación del Himno Nacional.
Acabando, Peña se acercó al presidente, le dio una tímida palmada en el antebrazo; saludó a Muñoz Ledo, Luis María Aguilar y a Martí Batres, e inmediatamente, a paso veloz, fue el primero que abandonó el recinto de San Lázaro.