lunes, 17 de septiembre de 2018

Cuando la izquierda no hace crítica, la derecha siempre gana

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Marcos Roitman
A
los enemigos políticos hay que mantenerlos en el error. Es un sinsentido dotarlos de argumentos para el ataque. Se trata de tomar la delantera. No anticiparse conlleva recibir golpes innecesarios, ir a rebufo de los acontecimientos. Desde hace un tiempo, parte destacada de la izquierda latinoamericana y mundial ha tomado la decisión de esconder la cabeza. Justifica y descalifica. Ante cualquier circunstancia cometida por los llamados nuestros, sean actos de corrupción, cohecho, represión, uso ilimitado de la fuerza, nepotismo, la crítica desaparece. No hay lugar para la reflexión. Se cierran filas. No se ve, no se escucha, no se habla. Mudos, sordos, ciegos y hoy ni se tuitea. Lo único que produce son escritos para salvar la situación. No aportan nada, no dicen nada, se limitan a parafrasear a San Ignacio de Loyola: en tiempos de asedio, cualquier crítica es traición. De acuerdo, pero no todo es asedio. Hay que diferenciar. Sugiero la lectura del artículo de Pablo Gonzalez Casanova contra el asedio a Cuba publicado en La Jornada: Con Saramago hasta aquí, con Cuba hasta siempre. Ahí está el límite.
Mientras, la derecha curtida y ágil en las labores de la crítica anticomunista juega con ventaja, se adentra en una parafernalia de datos, la mayoría hechos probados e incontestables. Pero los manipula y presenta de manera atractiva. Cualquier error político de la izquierda lo magnifica, saca de contexto. Esta maniobra torticera tiene hondo calado, llega a los sentimientos y emociones de la opinión pública, sensible al estalinismo, los jemeres rojos camboyanos y cualquier alusión al marxismo, socialismo o gobierno de izquierda. Son siglos de hegemonía cultural. Misma opinión pública con piel de cocodrilo cuando se trata de condenar la violación de los derechos humanos en Estados Unidos, España, Francia, Gran Bretaña, etcétera. Pero no caigamos en el maniqueísmo. No es una cuestión: y los tuyos más. Ése es el gran error. Ahí comienza el declive. Sin principios, sin valores éticos, sin argumentos, se cae en la futilidad.
No es agradable caminar junto a la derecha conservadora y neoliberal; en algunas críticas, me sonrojo. En términos absolutos comparto algunos de sus puntos de vista. Los casos pueden ser variados. Pero en la medida que no tomamos la delantera y no anticipamos, los dejamos pasar, toman distancia considerable. Golpean primero. Ya en la lona, estamos casi nocaut. La crítica llega tarde, mal y sin capacidad de contrarrestar los argumentos de la derecha.
En Venezuela hay corrupción, por supuesto, mejor no desconocerla; hay errores políticos, también, mejor verlos; hay inflación, desde luego. En Brasil durante el gobierno de Lula y Rousseff la realidad no era idílica. Irregularidades, represión al MST, entrega de tierras a las multinacionales y corrupción. La autocensura y esa falsa militancia habilitó a la derecha reaccionaria, fascista, para emprender un golpe de Estado blando, cuyas consecuencias paga el pueblo brasileño. Las causas, entre otras, son la falta de crítica para desmantelar las acciones desestabilizadoras. Tomaron la delantera. En Ecuador Rafael Correa cometió errores, taparlos lleva a la contrarrevolución de Lenín Moreno. ¿Y qué decir de Bolivia?
Si reconocemos los errores, desarmamos las críticas de la derecha. Seguirán en sus lógicas golpistas, pero sin apoyos gratuitos. Parece que hubiese miedo a la crítica, a señalar las dificultades, eso sí, en privado todo cambia, ¿hipocresía? Mejor citar al Che y no al jesuita inquisidor Loyola. Ocultar la verdad no es alternativa. Mentir no es una opción. Baste recordar la anécdota con su anfitrión Hugo Pesce en Perú. Alberto Granados la relata: “Pesce les había dado a leer un inédito sobre el problema indígena, en la cena pregunta al Che: ‘¿qué tal el libro?’ Éste responde: ‘mire, doctor, parece mentira que un hombre tan inteligente como usted, con capacidad y valor, haya escrito un libro tan mediocre’. Pesce, tras un silencio, le dice: ‘Ernesto, tienes razón’”. Rodeados de aduladores, beneficiarios de prebendas, prefieren ver al rey vestido. No incomodarles, no plantear problemas. Estar cerca del poder, disfrutar de sus lisonjas. Para el Che hubiese sido mejor mentir, pero hubiese sido un traidor. Se consideraba amigo de Pesce. Mientras la izquierda esté empantanada, cierre los ojos a la realidad y no tome la delantera, la crítica al nepotismo y la corrupción queda en manos de la derecha y así siempre ganan.

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