Es incuestionable que mientras más avance el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), más se recrudecerán los ataques en su contra como está sucediendo. Los que provienen de la derecha son obvios y no debilitan el proceso de consolidación de un partido ajeno a las mafias tradicionales que se mueven alrededor de los institutos políticos tradicionales, los más peligrosos son los que surgen de adentro de la “izquierda”, porque contribuyen a desorientar a la ciudadanía menos informada y, lo peor, obligan a que la lucha de por sí difícil contra un enemigo muy poderoso, se desvíe y desgaste a quienes buscamos un cambio de fondo en el país.
En las contiendas políticas, en todo el mundo y en todos los tiempos, los grupos que detentan el poder se valen de agentes infiltrados que hacen el trabajo sucio al interior de las organizaciones que luchan por avances en favor de las clases menos favorecidas. Ha sido una práctica que la mayoría de las veces rinde buenos dividendos. Un ejemplo claro y muy cercano es el de los legisladores del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que en la legislatura anterior se prestaron a firmar al Pacto por México, que sirvió de motor al sexenio de Enrique Peña Nieto. Otro más, lamentablemente trágico, es el de los dos soldados infiltrados entre los estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, quienes pagaron con su vida obedecer órdenes perversas.
Morena, en este momento, es el principal objetivo del gobierno, en cuanto que es la organización que con más firmeza y claridad estratégica está defendiendo los grandes intereses nacionales. Su lucha no es por “cambios” cosméticos en el sistema político, sino por un verdadero cambio de régimen que permita superar las atrocidades cometidas por una oligarquía entregada al saqueo inmisericorde del país, con el apoyo total de una clase política corrupta, carente de una elemental ética y un mínimo sentido de patria.
De ahí la preocupación de unos y otros, burócratas entregados a la rapiña y oligarcas sedientos de privilegios, al ver que Morena avanza a grandes pasos en el ánimo de la población mayoritaria, sin darse cuenta que son ellos mismos, burócratas y oligarcas, quienes están alimentando el caudal de rencor social en el país. Cada vez son más los miembros de las clases medias y de asalariados que toman conciencia de que el país está muy mal, y que de seguir como vamos la pobreza será alucinante, con una desigualdad como nunca antes se ha visto en México, posteriormente a la instauración del régimen de la Revolución Mexicana en 1929.
Por eso, los infiltrados en las filas de Morena son en esta hora un elemento muy valioso para el sistema apátrida en el poder. Mientras menos se dude de ellos son más importantes para la derecha en el poder, como así sucedió en la anterior legislatura cuando los perredistas hicieron posible el arranque de las mal llamadas reformas estructurales. Hoy están buscando desvirtuar la lucha de Andrés Manuel López Obrador por construir una organización política ajena a la corrupción del sistema, y qué mejor que los militantes de “izquierda” que hoy han quedado desempleados, una vez que el Partido del Trabajo (PT) perdió su registro. Por fortuna son pocos, pero influyentes por su falta de escrúpulos, quienes se están prestando a una maniobra tan sucia.
No lograrán su cometido, por fortuna, porque la población los identifica plenamente, como sucede en Durango, uno de los bastiones del PT. Sin embargo, hacen más difícil la lucha emancipadora de Morena en cuanto que se ve forzada a distraer fuerzas y recursos para enfrentar a esos “izquierdistas” que sólo buscan mantener sus privilegios y su capacidad de interlocución con el gobierno. Si bien es verdad que el enemigo principal es la oligarquía y sus agentes, los “izquierdistas”, al sumarse a las tácticas de la derecha, se convierten en aliados de ésta.
El momento es decisivo para definir el rumbo del país, de ahí la trascendencia de frenar el paso a los infiltrados, a los provocadores, desenmascararlos a tiempo y evitar que hagan un daño que podría ser irreparable si la oligarquía en el poder sigue avanzando, como lo viene haciendo desde hace tres décadas. Morena debe liberarse de traidores a la causa de la democracia y el progreso, única opción para apuntalar su lucha reivindicadora.