Niños, adolescentes, emergen de la extrema vulnerabilidad y violencia. Victimarios a veces, víctimas siempre, participaron –de manera obligada o “voluntaria”– en delitos de alto impacto: narcotráfico, homicidio, secuestro, violación… Historias de pobreza y abandono, donde la fuga efímera a las armas, el dinero y las drogas no fue una elección, sino la única manera de sobrevivir Mataron, robaron, secuestraron. Son parte de una generación a la que se le cerraron todas las puertas, menos una: la de la violencia generalizada del país. Del seno del narcotráfico y de las pandillas, a las prisiones juveniles, donde siguen siendo víctimas, ahora de la violencia institucional, malos tratos y remota esperanza de rehabilitación. “Hablé con el comandante de la organización [Los Zetas] y le pedí trabajo. Me mandó a capacitarme durante 4 meses a Piedras Negras [Coahuila], en armas, tácticas militares, posiciones de tiro, ascenso y descenso de vehículos. Me tocó ir a reventar un rancho de otr