domingo, 29 de noviembre de 2009

Censuran autoridades de la Basílica peregrinación de agremiados del SME


Impiden la entrada a trabajadores que portaban elementos alusivos a su lucha

La caravana anual al recinto tuvo este año tintes dramáticos ante el desempleo que enfrentan

Fabiola Martínez

Periódico La Jornada
Domingo 29 de noviembre de 2009, p. 5
Las mantas en contra del cierre de Luz y Fuerza del Centro (LFC) y el puño izquierdo en alto fueron censurados por autoridades de la Basílica de Guadalupe, quienes impidieron la entrada a los electricistas que pretendían ingresar al recinto mostrando este tipo de manifestaciones.

“Esa cartulina la de: ‘Que mi fe me permita luchar’, no pasa; tampoco pueden entrar aquí con los volantes”, sentenció Antonio Álvarez, jefe de seguridad del lugar.

Guardar todos los signos y elementos relativos a la lucha de los electricistas fue la condición que impusieron las autoridades del templo para que los peregrinos pudieran ingresar.

Los trabajadores de LFC realizaron ayer su 62 peregrinación al Tepeyac, pero el acto religioso, de festividad anual, dio un viraje y las plegarias se tornaron en llamados desesperados para solicitar ayuda divina ante el desempleo que enfrentan este año.

El estandarte de la Guadalupana, la bandera de México y el escudo del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) se intercalaron con las cartulinas y las consignas de protesta: “Dios nuestro, ten piedad de nosotros. Cuídanos y protégenos de este mal gobierno... Tú que eres justa virgencita, regrésanos nuestro empleo”.

La nutrida peregrinación (los policías de la ciudad calcularon 3 mil 500 participantes y los organizadores 5 mil) inició a las cuatro y media de la tarde. Esta vez no se vio a dirigentes sindicales ni a ministros de culto, sólo familias afectadas por el cierre de LFC.

Avanzaron, como ocurre siempre en estas expresiones, por Calzada de Guadalupe, donde los cánticos religiosos fueron reservados para otro tramo. En ese momento y como ocurre desde el 10 de octubre cuando las fuerzas federales tomaron LFC, basta con que se junte la “familia electricista” para que el encuentro se convierta en protesta.
Justo a medio camino, los trabajadores pasaron frente a la subestación Peralvillo, en donde desde hace 49 días no hay electricistas dentro sino policías federales.

Un trabajador, con 22 años de antigüedad justo en esa planta, no aguantó esa imagen: los policías con su uniforme azul marino dentro, recostados, con las manos tras la cabeza, relajados, burlones. Y, él, afuera, con su camisa caqui, desempleado.

No pudo más, rompió en llanto. Con el rostro encendido, los puños apretados, lanzaba gritos que se perdían por el ruido del tráfico y también porque los policías se burlaban de quienes alzaban la voz para decir: “¡esa es nuestra empresa!, ¡después siguen ustedes! ¡muertos de hambre, viviendo de nosotros!”

Un joven tuvo que tomarlo del brazo y jalarlo hacia el centro de la peregrinación.

Una vez en la Basílica, tras pasar el “filtro” de seguridad y censura, los electricistas entraron al templo en completo orden, en obediencia a su fe y devoción.

El sacerdote José Vallejo inició la misa con el reconocimiento al “problema” de los electricistas. “Sabemos de su tristeza, de la frustración que están pasando”. Al final de la homilía, llamó a la oración “para que muchos de ustedes no pierdan su trabajo porque perderlo en esta época de crisis es motivo de gran preocupación”.

Juanito se maquilló para el show de la violencia que no se produjo

De cada prueba salimos fortalecidos, volveremos a vencer: Brugada


Rafael Acosta, “chimoltrufio”, lo llamó el diputado Alejandro López

Jaime Avilés

Periódico La Jornada
Domingo 29 de noviembre de 2009, p. 33
Rafael Acosta Juanito se pinta el pelo. De negro azabache. Lo delatan las canas que el tinte no le cubrió sobre las patillas. Mide un metro 50. Y se empolva la cara estulta para no dar charolazo en la televisión. No en vano es todo un “artista exclusivo” de los medios electrónicos. Para ellos, y sólo para ellos, el viernes a medianoche se introdujo furtivamente en la sede del gobierno popular de Iztapalapa, confiando en que los simpatizantes de Clara Brugada y Andrés Manuel López Obrador caerían en su juego, rechazándolo con violencia. Pero se quedó con las ganas.

Ayer, a las cinco de la tarde, afuera del edificio que acababa de “recuperar”, vestido por completo de negro, gordo, pequeño y redondo, y acompañado por no más de un centenar de personas a las que se refería como “el pueblo de Iztapalapa” (delegación con un millón 800 mil habitantes), hablaba y hablaba para las cámaras de Televisa y Tv Azteca, que en ningún momento giraron para retratar la desolación que había a su alrededor.

No lejos de los extras que lo alababan ronroneando su nombre –“¡Juanito, Juanito!”– para proporcionarle sonido ambiental a los poderes fácticos, otras voces lo increpaban llamándolo “¡juantítere!”, “¡traidor!”, “¡vendido!”, pero quienes le lanzaban tales improperios no eran dignos de ser captados por los camarógrafos ni mostrados a los televidentes. No existían.

Sin haber dormido más de dos horas la noche del viernes, a escasos días del estreno de su espectáculo teatral, Juanito lucía desencajado a pesar del maquillaje, pintarreajeado como cadáver de funeraria barata. Juanito: la nueva estrella del canal de las estrellas. A lo que ha llegado este país...

En esos momentos, a unas cuantas calles de la delegación, se estaba formando una multitud que ondeaba banderas de organizaciones barriales, sostenía cartulinas –con mensajes como este: “a mí no me va a gobernar ningún pinche loco mariguano”–, y coreaba con rabia: “¡Este es el pueblo/ de Clara Brugada/ ¿dónde está el tuyo/ Juan de la chingada?”

Una hora después, cuando Clara Brugada llegó al mitin, ya era de noche aunque los relojes no marcaban todavía la hora 19 del último sábado de noviembre. La ex encargada del despacho de Iztapalapa, recién depuesta por el juanazo de la víspera, subió al templete envuelta en un chal negro, saludando con el brazo en alto y la sonrisa invicta, bajo el estruendo de las aclamaciones, como si fuese una guerrera entrando al ring para dar una nueva batalla, no la más importante ni la última ni la definitiva: sólo una más, después de haber ganado tantas.
Con ella venían Aleida Alavez, Karen Quiroga, Víctor Varela y Alejandro López Villanueva, quien se llevó un sonoro aplauso al calificar a Juanito de “chimoltrufio”, porque, explicó “un día dice una cosa y al día siguiente otra”. Los cuatro diputados de extracción perredista, leales a López Obrador y representantes de Iztapalapa en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, coincidieron en que esa instancia logrará la remoción de Juanito por diversas violaciones a la ley. Los cuatro, además, destacaron el trabajo de Clara Brugada durante los dos primeros meses de su gobierno, y elogiaron los programas sociales que diseñó y que pondrá en marcha cuando los golpistas se caigan.

Sus discursos fueron aplaudidos y celebrados con consignas que el ingenio popular iba improvisando sobre la marcha, pero cuando Clara empuñó el micrófono, una anciana le propuso a gritos, con el agudo timbre de su potente voz: “¡vamos a romperle toda su pinche madre a Juanito!”

Ganando en intensidad a medida que su discurso le calentaba la garganta, Brugada hizo un detallado recuento de todos los obstáculos que debió superar: primero cuando ganó las elecciones internas del PRD “contra todo el aparato administrativo de la delegación” y los caciques de Nueva Izquierda; después, cuando el tribunal electoral la descalificó sin quitar su nombre de las boletas, y por último cuando con el apoyo “del compañero Andrés Manuel López Obrador” (aquí atronaron los aplausos durante un largo rato) “se logró que la mayoría votara por Rafael Acosta”, para que la delegada fuera ella, a pesar de los pesares.

“De todas las dificultades hemos salido victoriosos y de todas las pruebas, fortalecidos y ésta no será la excepción”, aseguró casi al final de su discurso. Pero la gente no iba a contentarse nada más con palabras. Quería hechos concretos. De modo que, al estilo López Obrador, Clara preguntó a la muchedumbre si estaba dispuesta a iniciar, en ese instante, una nueva lucha. Y cuando escuchó la respuesta afirmativa, convocó a una marcha de inmediato hacia el edificio delegacional para formar un cordón humano a su alrededor y “abrazarlo”.

Pero antes de partir hacia allá, dijo que según rumores, Juanito le había pedido la llave de su oficina, tras lo cual sacó debajo del podio una dorada y gigantesca llave de cartón piedra que decía: “La llave de Iztapalapa la tiene el pueblo”. Y posando para todos los fotógrafos y cámaras televisivas, alzó los brazos para mostrarla, después de desafiar al PRI y al PAN con estas palabras: “el pueblo de Iztapalapa decidirá a quién se la entrega”.

Adiós el ministro, bienvenido el maestro

El despertar

José Agustín Ortiz Pinchetti
Buena imagen la de Genaro Góngora cuando posa en el que ha sido su despacho de ministro de la Suprema Corte. Se le ve saludable, seguro de sí mismo y de buen humor. Y con razón; pocos funcionarios podrían hoy retirarse así. Nuestras instituciones, incluyendo la Corte, están pasando por un muy mal momento. En cambio, Góngora recibe elogios de todas partes: Solidez en sus argumentos, elegancia y concisión en su estilo, excelente filosofía judicial, valentía y eficacia como ministro y como presidente de la Corte y, ¡no poca cosa!, sentido del humor.

Los abogados en México somos muy acartonados. Un estudio reciente de la ONU concluye que las leyes y los aparatos de aplicación de México están distorsionados por la influencia de la plutocracia. El exceso de formalismo es coartada para defender a los poderosos. Góngora y otros ministros trataron de superar la interpretación mecánica de la ley para obedecer el espíritu de justicia.

Ernesto Zedillo empezó bien su reforma política reorganizando a la SCJN. Juristas prestigiados e independientes se incorporaron a ella. Dos buenos presidentes: Vicente Aguinaco Alemán y el propio Góngora, así como un equilibrio entre ministros conservadores y progresistas dieron al máximo tribunal del país prestigio en poco tiempo. Pero Vicente Fox pervirtió este órgano permitiendo que Carlos Salinas interviniera en el nombramiento de algunos de los nuevos ministros. Hoy la Corte está dominada no sólo por los conservadores, sino por aquellos que se ajustan a las líneas del gobierno y sus aliados. No ha podido frenar los abusos de los gobernadores y del Poder Ejecutivo. Su imagen está gravemente dañada.
La idea-fuerza de la presidencia de Góngora fue que la Corte como poder tiene que hacer alta política, equilibrar la acción de los demás poderes y orientar a que un auténtico estado de derecho haga verdadera justicia en una sociedad de desiguales. La clase política no se atrevió a aprovechar las virtudes de Góngora y promoverlo para que fuera presidente del IFE o el ombudsman. Tuvieron miedo a su independencia y valentía.

La elección de dos nuevos ministros estará determinada por los grupos de intereses políticos y económicos y (ojo) por la Iglesia católica. El resultado puede ser desastroso.

Góngora saldrá con honores por las puertas de bronce de la Suprema Corte para ir a su querida UNAM, a impartir clases, escribir libros y sus memorias, que darán claves para entender el naufragio de la transición. Aún en plenitud de vida, Don Genaro tiene muchas oportunidades para seguir sirviendo a México.

jaorpin@yahoo.com.mx

Por la puerta de atrás. Hernández.


Escándalos de Luis Mendoza Acevedo