El índice de desempleo entre egresados es tan alto como el de graduados de universidades
La mayoría de los jóvenes que consiguen trabajo perciben bajos salarios y carecen de prestaciones
Egresados de carreras técnicas, con pocas posibilidades de conseguir trabajo. En la imagen, cientos de personas acuden a una feria del empleo el año pasadoFoto Guillermo Sologuren
Karina Avilés / I
Periódico La Jornada
Lunes 11 de enero de 2010, p. 34
Cada vez más vulnerables frente a un mercado laboral que les promete a los jóvenes trabajo, dinero y “felicidad” si se adaptan a los requerimientos, en su mayoría de corte técnico, cerca de un millón 200 mil menores de 25 años no tienen trabajo, los profesionistas desocupados aumentaron en un año de 235 mil a 391 mil, y 2 millones 300 mil profesionales laboran en actividades ajenas a sus estudios.
Pero las carreras de corte técnico tan socorridas por el mercado tienen índices de desempleo igual y a veces mayor que las actividades desdeñadas por la ley de la oferta y la demanda.
Por ejemplo, los egresados del Colegio Nacional de Educación Profesional (Conalep), la institución por excelencia para formar cuadros técnicos, deben enfrentar, al igual que profesionales universitarios, escasas oportunidades para emplearse. De acuerdo con las últimas cifras disponibles, 42 por ciento de los egresados de las carreras técnicas de informática, 48 por ciento de los que estudiaron salud y 39 por ciento de quienes cursaron comercio y administración no trabajan.
Sin embargo, el empresariado insiste en que aquellos que tienen el empleo “asegurado” son quienes estudian para técnicos, ingenieros y prácticos, pues según Hugo Ítalo Morales, asesor laboral de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra), quienes estudiaron historia, letras o filosofía sólo “tienen un futuro si se casan con una heredera rica”, pues de lo contrario su destino es “dar clases en secundaria o preparatoria”. Según el Observatorio Laboral de la Secretaría del Trabajo, las “ocupaciones” que van en franco descenso son, entre otras, las de “escritores, críticos, periodistas y redactores”.
Aunque las opiniones se dividen y hay quienes insisten en que cursar carreras demandadas en el mercado es tanto como comprar un “seguro de vida”, algunos expertos, como Aurora Loyo Brambila, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), advierten que ceñir la formación de los estudiantes a lo que en el momento son las necesidades de la iniciativa privada resulta “muy peligroso y arriesgado”, porque lo que hoy pide el mercado no será igual a lo que exija mañana.
En riesgo de desaparecer
Desde la perspectiva de la política educativa, el subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán, rechaza que la estrategia implementada por la Secretaría de Educación Pública (SEP) sea disminuir o acabar con cierto tipo de formaciones desvalorizadas por el mercado, como las humanidades, en aras de fortalecer las ocupaciones técnicas.
La estrategia, dice el funcionario, es la diversificación de la oferta educativa, con el objetivo de que esto se traduzca en mayores niveles de ocupación, de ingreso y menores niveles de desempleo.
Lo cierto es que con todo y este viraje hacia lo que se ha denominado “pertinencia” o mayor vinculación de la educación media superior y superior con el mercado de trabajo, los jóvenes no tienen mejores perspectivas. De hecho, alerta el investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Alfredo Nateras, el sector juvenil “es el más explotado”.
De los 606 mil 500 menores de 25 años que terminaron sus estudios profesionales y tienen empleo, 23 mil 615 no reciben ningún ingreso, otros 23 mil apenas perciben un salario mínimo y su percepción mensual es, en promedio, de 5 mil 264 pesos, de acuerdo con datos de la Subsecretaría de Educación Superior (SES) basadas en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).
Por si fuera poco, según estas estimaciones, de ese total de jóvenes, 159 mil 254 carecen de algún tipo de prestación y poco más de 50 por ciento, esto es, 324 mil 100, laboran de 35 a 48 horas.
El proyecto del mercado ha sido muy claro, dice Nateras. No sólo abarca lo económico (a través de contratos por honorarios, sin base, sin derechos de antigüedad, sin aguinaldo o primas vacacionales), sino también lo cultural. De tal suerte que desde el ámbito educativo se ha fortalecido la “formación para producir y no para pensar”.
En la lógica mercantil, debe existir una sobreoferta de técnicos para saturar el mercado y hacer contrataciones “flexibles”, es decir, sin seguridad laboral y a bajos sueldos. Así, añade el experto en juventud, de mil técnicos en computación, 100 dirán que sí a lo que la empresa les ofrezca y el resto engrosará las filas del desempleo.
La tasa de desocupación abierta entre los profesionistas es de 5.74, que representa casi 400 mil personas, cantidad similar a la del número de egresados de las universidades al año (430 mil), apuntan las estadísticas de la SES.
No obstante, el desempleo de jóvenes de 25 años o menos con estudios superiores se dispara a una tasa de 14.53; esto significa que más de 103 mil chavos no tienen trabajo. En total, hayan estudiado o no, un millón 162 mil 400 integrantes de este sector no tienen una fuente laboral.
La apuesta gubernamental desde los años 80 ha sido por las carreras técnicas. Tan sólo en los tres años de la administración de Felipe Calderón se han creado 34 institutos tecnológicos, 14 universidades tecnológicas y 19 politécnicas. En un año, de 2008 a 2009, la matrícula de las universidades tecnológicas creció en casi 30 mil jóvenes, ampliación que nunca se había registrado.
En el Conalep se implementaron nuevas carreras en agosto del año pasado para que fueran los empresarios básicamente quienes diseñaran el plan de estudios, confiesa su director general, Wilfrido Perea Curiel. Por ejemplo, añade, en la carrera de operador de aerotransportes, “la parte en la que participó el Conalep en el diseño curricular fue mínima”, pues casi la totalidad de los estudios los elaboró la Cámara Nacional de Aerotransportes de Carga.
Hoy día, “estamos desapareciendo” otras carreras que “no tienen ninguna pertinencia” con el mercado, como por ejemplo, según opina, la de salud comunitaria. Para el directivo, es un “mito” que ha hecho “bastante daño, productivamente hablando”, el que se diga que sólo a través de la educación superior el joven tendrá acceso “al empleo, al éxito y a la movilidad social”.
Sin embargo, la especialista Aurora Loyo enfatiza que los estudios han demostrado que ni la educación técnica, ni tampoco la universitaria, proporcionan hoy día certidumbre sobre la cual se pueda construir un proyecto de vida. “No se debe jugar con las expectativas de los jóvenes.”
De acuerdo con el informe final de la Encuesta de Inserción de Egresados 2003-2006 del Conalep, 63 por ciento de ellos trabaja y el restante 47 por ciento está desempleado.
De los técnicos con empleo, “sólo 47 por ciento tienen un contrato escrito por tiempo definido. Persisten los contratos de forma verbal o de palabra (21 por ciento), mientras que los contratos de tiempo determinado (20 por ciento) son otra forma socorrida por los empleadores de los egresados. Dichos resultados aunados a que sólo las dos terceras partes de los egresados que trabajan tienen seguro social, muestran la relativa precariedad en el empleo de poco más de la mitad de los que laboran”, apunta.
Para los empresarios aún es necesario profundizar más esta política. Hugo Ítalo Morales señala que la “regla” debe ser el trabajo temporal y no el definitivo, porque la industria sólo necesita de un staff de trabajadores y la ampliación de su planta debe ser por “breves lapsos”.
Para los jóvenes que, como Erick Javier Córdoba, buscan un empleo, lo anterior no es comprensible. Estudió una carrera técnica en electrónica y otra más como maestro de inglés. A sus padres los despidieron hace poco. Dice que no hay opciones para ninguno de la familia porque si hay trabajo sólo es por “periodos”, además siempre piden experiencia y él no tiene. “Por lo menos deberían darte la oportunidad”, exige.