Martín Esparza Flores mensaje a la Asamblea de la toma de protesta del Comité Central SME
Miguel Márquez Ríos mensaje a la Asamblea de la toma de protesta del Comité Central SME
Manuel Bartlet Díaz mensaje a la Asamblea de la toma de protesta del Comité Central SME
jueves, 9 de diciembre de 2010
Feminicidios en Edomex Julio Hernández López
Astillero
Premios a lo peor
Cecilia, la secretaria migrante
El profesor Tuta
La atención pública es concentrada en los entretelones macabros de la búsqueda de los restos óseos del asesinado Hugo Wallace y en los pliegues familiares y criminales del adolescente ejecutor apodado El Ponchis, mientras en el arranque del sopor navideño la piñata de los regalos políticos es reventada a golpes de cinismo e irresponsabilidad.
Tal como se preveía, la yunquista Cecilia Romero ha pasado de los trenes de la muerte y del maltrato criminal a migrantes a la secretaría general del comité nacional panista. Como si nada, sin castigo alguno, políticamente triunfadora, la ex directora del Instituto Nacional de Migración es ahora la segunda funcionaria en importancia del partido (todavía) en el poder. Por unanimidad, los 40 integrantes del CEN del partido blanco y azul formalizaron la exoneración política de quien tuvo que dejar su cargo federal luego de la matanza de decenas de migrantes centro y sudamericanos encontrados en un rancho tamaulipeco, lo que solamente fue un nutrido botón de muestra de la diaria agresión mexicana a ese tipo de viajeros indocumentados.
Dicha es la suerte de los funcionarios calderonistas que cometen desde faltas administrativas hasta pillerías descaradas o actos criminales: se les sostiene en el cargo hasta donde es posible y, si fuera necesario quitarlos del puesto, se les busca acomodo similar o superior, para que se mantenga la unidad mafiosa en la cúpula. A Juan Camilo Mouriño solamente la muerte lo retiró de la carrera de acumulación de riqueza pública en cuentas personales y familiares, pues su protector jefe lo sostuvo a pesar de las evidencias de esos conflictos de intereses y tráfico de influencias. A Juan Molinar Horcasitas se le llevó a la jugosa Secretaría de Comunicaciones y Transportes a pesar de su responsabilidad en el manejo del Seguro Social y en específico de las guarderías que luego acabaron en incendios y muertes infantiles, como sucedió en Hermosillo. A la ex jefa de la oficina de Calderón, Patricia Flores, se le ha promovido a otros cargos –estratega de la campaña de Roberto Gil por la presidencia del PAN, empeño frenado en seco por la señora Margarita que cada vez toma más control y presencia, ante la languidez de su emproblemado esposo– e incluso se ha buscado que ocupe una embajada importante, a pesar de la insistente versión de manejo fraudulento de fondos públicos a su cargo para celebraciones bicentenarias y centenarias. Y a la panista que durante años sostuvo la corrupta red criminal del Instituto Nacional de Migración –extorsiones por sistema, agresión a los viajeros, complicidad con policías estatales y federales para hacer “negocio” con quienes en su mayoría son centroamericanos– y a la que estalló el escándalo internacional del rancho San Fernando, se le lleva ahora al segundo nivel panista, pa’ que aprendan a respetar.
Miles de millones de pesos derrochados sin verdadero control administrativo en la “guerra” contra el narcotráfico, 30 mil muertos después y cientos de miles de mensajes electrónicos de voz sombría anunciando “éxitos” y “capturas” de primer orden, y el aparato gubernamental belicista no es capaz de detectar que uno de sus principales adversarios está registrado como profesor en Michoacán y devenga sueldo: Servando Gómez Martínez, La Tuta, uno de los jefes de La Familia, está localizable cuando menos en documentos oficiales, pero ni los servicios de “inteligencia” ni García Luna Productions encuentran al profe Tuta en los dominios de Los Hermanos Godoy.
Enrique Peña Nieto gasta diariamente carretadas de dinero público para promover su imagen y encaminarse a la candidatura presidencial de 2012, mientras en el estado de México aumentan los asesinatos de mujeres, sin que haya castigo más que en pequeña proporción y siempre todo sujeto a que sean creíbles los “resultados” que ofrece un gobierno cuyo signo justiciero distintivo se ha perdido entre los huecos de camas de marca Paulette. Cada vez hay más trata de blancas, violencia sexual y crímenes contra mujeres en el estado de México, sobre todo en los municipios de Nezahualcóyotl, Tultitlán y Coacalco, sin que los gobernantes tengan más ojos que para campañas electorales y futurismo. Ayer, por ejemplo, se conoció con gran imprecisión oficial del descubrimiento del cadáver de una estudiante de la Universidad Autónoma del Estado de México, Karla Jazmín Rueda Servín, que en Twitter usaba el nombre de @darkajim y que había desaparecido desde el pasado 19 de noviembre, cuando salió de su casa en Toluca rumbo al Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras, de Ciudad Universitaria, donde tomaría clases. A pesar de que en las redes sociales se exigió información clara sobre el asunto, las autoridades mantuvieron un silencio que parecería augurar que la muerte de la alumna es una más de la cadena sin castigo que se ha producido en la entidad cuyo mandatario está ávido de otro tipo de reflectores, no del que corresponde a la exigencia de freno a esos asesinatos.
Hortensia Aragón, la secretaria general del comité nacional perredista, ha dicho, mientras tanto, que no es impensable una alianza entre el partido del sol azteca y Acción Nacional, y ha planteado lo que pareciera encajar en el ánimo del gran jefe aliancista, Felipe Calderón: la posibilidad de que las siglas antitéticas se fundan en un abrazo “ciudadano” postulando a alguien ajeno a ambas organizaciones, un hombre sin partido. Ya en esta columna se ha documentado antes el entendimiento político entre Calderón y Juan Ramón de la Fuente, de tal manera que con esos posicionamientos colaboracionistas de quien ocupa el segundo cargo en importancia en la estructura formal del perredismo, la mencionada Aragón, se fortalecen las especulaciones de que contra el salinismo penañietista se levanta el frente zedillista calderonista con De la Fuente como contracara bonita.
Y mientras, para zafarse con cierto decoro, Yeidckol aprovecha la rendija que le brinda Alejandro Encinas, al hablar éste de la posibilidad de aceptar la candidatura al estado de México, ¡hasta mañana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Crisis existencial del PAN Miguel Ángel Granados Chapa Periodista
Distrito Federal– Aunque el relevo en la dirección panista se saldó con sobresaltos llevaderos, la reunión del Consejo Nacional que eligió a Gustavo Madero y algunos hechos previos y posteriores dan cuenta de una crisis profunda, la que, hace muchos años, antes de que se propusiera ser a como diera lugar presidente de México, Felipe Calderón implicó que ocurriría si al ganar el gobierno los panistas perdían su partido. En los hechos el dilema se resolvió con una doble pérdida, pues no ejercen el gobierno ni mantienen la esencia de su organización.
Enorgullecíó al PAN durante largo tiempo la convicción, no lejana del fariseismo (el que da gracias a Dios por no ser como los otros), de su diferencia ética con el PRI, que fue su referente, el modo de ser al que no querían asemejarse de ninguna manera. El manejo del Revolucionario Institucional por el Presidente de la República, por ejemplo, la sujeción del partido oficial al jefe del Estado era inadmisible. Y sin embargo, el PAN es dirigido hoy desde Los Pinos, como siempre.
Calderón nombró sin embozo a dos presidentes de su partido, a dedo, como en los viejos tiempos. Lo hizo también el sábado cuatro en la figura de Gustavo Madero, aunque en este caso jugó con dos cartas, para simular una contienda cuya mera apariencia quedó clara apenas se percibió que los consejeros adheridos al Presidente forman una amplia mayoría (los 129 que votaron por el triunfador y los 121 que lo hicieron por el candidato alterno, Roberto Gil). Se consolidó así la subordinación del partido a una sola voluntad, la del Presidente, cuya esposa quedó a cargo de supervisar en los hechos la consumación del designio.
A Manuel Espino le fue impedida la entrada a la reunión del Consejo Nacional, y se le puso en la deplorable situación de que lo echaran de la sede partidista empleados que hasta hace apenas tres años estuvieron a sus órdenes. No es el primer dirigente nacional que sale del PAN. Sí es el primero en ser expulsado. Su caso no estaba cerrado el sábado cuando sufrió esa vejación, pero se le obligó a asumir un hecho consumado, allí, en el partido de los abogados que todo los remitían al cumplimiento estricto de la ley. El partido, que poseía una notable capacidad de reflexión y discusión, no ha practicado una introspección que le permita averiguar por qué José González Torres, Efraín González Morfín, Manuel González Hinojosa, Pablo Emilio Madero y Carlos Castillo Peraza, que lo encabezaron (y tres de ellos fueron candidatos presidenciales) decidieron salir de sus filas. Algo debe haber perdido una organización que resulta repudiada al grado del abandono por quienes le dieron rumbo en por lo menos una cuarta parte de su existencia.
Esa fuga de corazones (órgano en este caso más sensible que el cerebro) quizá resulte de que el patrimonio ético del PAN ha sido dilapidado en el afán de llegar a la Presidencia de la República y mantenerse en ella. El primero de diciembre corroboró esa pérdida el ex presidente Vicente Fox, quien sin ambages reconoció que puso el peso de su cargo para hacer que su partido se mantuviera en la Presidencia. El conductor del programa noticioso principal del Instituto Mexicano de la Radio, Mario Campos, entrevistó a Fox con motivo del décimo aniversario de su ingreso a Los Pinos. El periodista propuso explícitamente al ex presidente si había cargado los dados a favor de Calderón, y Fox admitió campanudamente haberlo hecho.
Se sabe que lo hizo. Lo expuso la timorata declaratoria de presidente electo extendida a Calderón por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Los magistrados de la sala superior se refirieron sólo a declaraciones de Fox, no a otros hechos sustantivos, y concluyeron que sus palabras “se constituyeron en un riesgo para la validez de los comicios”, pero no las descalificaron por entero, ya que en su opinión “no fueron determinantes para el resultado final”.
Otro es el juicio que el propio Fox mantiene sobre su intervención ilegal e ilegítima en los comicios de 2006. Apenas dos meses después de entregar la presidencia a Calderón, en febrero de 2007, Fox reconoció que había intentado descarrilar la candidatura de Andrés Manuel López Obrador mediante el desafuero, momento en que reconoce haber perdido, pero “18 meses después me desquité cuando ganó mi candidato”. En uno y otro momento Fox actuó al margen de la ley.
No es insólito que lo hiciera y además se ufane de ello.
Él mismo llegó a la Presidencia de la República en amplia medida a través de una colosal infracción a las reglas electorales. No se ha puesto atención a esa grave circunstancia, porque afea la prodigiosa hazaña de haber derrotado al PRI por primera vez en una elección presidencial. La verdad es que, si no existiera en la legislación electoral una incomprensible desconexión entre los medios y el fin, Fox no debía haber llegado a Los Pinos.
O debió irse cuando el Instituto Federal Electoral y el tribunal correspondiente probaron que su campaña se alimentó con un abundante financiamiento irregular, el que provino de los Amigos de Fox. El PAN y su entonces aliado el Partido Verde tuvieron que pagar una multimillonaria multa por haber faltado a la legalidad, pero fue una erogación que al menos los panistas pagaron con satisfacción porque no puso en cuestión el poder presidencial mismo. El fin justifica los medios, se ha llegado a decir para racionalizar esa trampa. Ese comportamiento, contrario a la ética humanista y cristiana del PAN es componente de su crisis.
Enorgullecíó al PAN durante largo tiempo la convicción, no lejana del fariseismo (el que da gracias a Dios por no ser como los otros), de su diferencia ética con el PRI, que fue su referente, el modo de ser al que no querían asemejarse de ninguna manera. El manejo del Revolucionario Institucional por el Presidente de la República, por ejemplo, la sujeción del partido oficial al jefe del Estado era inadmisible. Y sin embargo, el PAN es dirigido hoy desde Los Pinos, como siempre.
Calderón nombró sin embozo a dos presidentes de su partido, a dedo, como en los viejos tiempos. Lo hizo también el sábado cuatro en la figura de Gustavo Madero, aunque en este caso jugó con dos cartas, para simular una contienda cuya mera apariencia quedó clara apenas se percibió que los consejeros adheridos al Presidente forman una amplia mayoría (los 129 que votaron por el triunfador y los 121 que lo hicieron por el candidato alterno, Roberto Gil). Se consolidó así la subordinación del partido a una sola voluntad, la del Presidente, cuya esposa quedó a cargo de supervisar en los hechos la consumación del designio.
A Manuel Espino le fue impedida la entrada a la reunión del Consejo Nacional, y se le puso en la deplorable situación de que lo echaran de la sede partidista empleados que hasta hace apenas tres años estuvieron a sus órdenes. No es el primer dirigente nacional que sale del PAN. Sí es el primero en ser expulsado. Su caso no estaba cerrado el sábado cuando sufrió esa vejación, pero se le obligó a asumir un hecho consumado, allí, en el partido de los abogados que todo los remitían al cumplimiento estricto de la ley. El partido, que poseía una notable capacidad de reflexión y discusión, no ha practicado una introspección que le permita averiguar por qué José González Torres, Efraín González Morfín, Manuel González Hinojosa, Pablo Emilio Madero y Carlos Castillo Peraza, que lo encabezaron (y tres de ellos fueron candidatos presidenciales) decidieron salir de sus filas. Algo debe haber perdido una organización que resulta repudiada al grado del abandono por quienes le dieron rumbo en por lo menos una cuarta parte de su existencia.
Esa fuga de corazones (órgano en este caso más sensible que el cerebro) quizá resulte de que el patrimonio ético del PAN ha sido dilapidado en el afán de llegar a la Presidencia de la República y mantenerse en ella. El primero de diciembre corroboró esa pérdida el ex presidente Vicente Fox, quien sin ambages reconoció que puso el peso de su cargo para hacer que su partido se mantuviera en la Presidencia. El conductor del programa noticioso principal del Instituto Mexicano de la Radio, Mario Campos, entrevistó a Fox con motivo del décimo aniversario de su ingreso a Los Pinos. El periodista propuso explícitamente al ex presidente si había cargado los dados a favor de Calderón, y Fox admitió campanudamente haberlo hecho.
Se sabe que lo hizo. Lo expuso la timorata declaratoria de presidente electo extendida a Calderón por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Los magistrados de la sala superior se refirieron sólo a declaraciones de Fox, no a otros hechos sustantivos, y concluyeron que sus palabras “se constituyeron en un riesgo para la validez de los comicios”, pero no las descalificaron por entero, ya que en su opinión “no fueron determinantes para el resultado final”.
Otro es el juicio que el propio Fox mantiene sobre su intervención ilegal e ilegítima en los comicios de 2006. Apenas dos meses después de entregar la presidencia a Calderón, en febrero de 2007, Fox reconoció que había intentado descarrilar la candidatura de Andrés Manuel López Obrador mediante el desafuero, momento en que reconoce haber perdido, pero “18 meses después me desquité cuando ganó mi candidato”. En uno y otro momento Fox actuó al margen de la ley.
No es insólito que lo hiciera y además se ufane de ello.
Él mismo llegó a la Presidencia de la República en amplia medida a través de una colosal infracción a las reglas electorales. No se ha puesto atención a esa grave circunstancia, porque afea la prodigiosa hazaña de haber derrotado al PRI por primera vez en una elección presidencial. La verdad es que, si no existiera en la legislación electoral una incomprensible desconexión entre los medios y el fin, Fox no debía haber llegado a Los Pinos.
O debió irse cuando el Instituto Federal Electoral y el tribunal correspondiente probaron que su campaña se alimentó con un abundante financiamiento irregular, el que provino de los Amigos de Fox. El PAN y su entonces aliado el Partido Verde tuvieron que pagar una multimillonaria multa por haber faltado a la legalidad, pero fue una erogación que al menos los panistas pagaron con satisfacción porque no puso en cuestión el poder presidencial mismo. El fin justifica los medios, se ha llegado a decir para racionalizar esa trampa. Ese comportamiento, contrario a la ética humanista y cristiana del PAN es componente de su crisis.
El “estado de intrusión” Lorenzo Meyer ANALISTA POLÍTICO
Distrito Federal– Falsa Preocupación. Los cables enviados por la embajada de Estados Unidos en nuestro país a finales del año pasado en torno al problema creado por el narcotráfico, y filtrados por el portal WikiLeaks, reafirman que el mundo internacional se sigue rigiendo por las duras reglas de la política del poder.
Antes de partir rumbo a Argentina y ya desatado el escándalo provocado por las filtraciones de miles de cables diplomáticos de y para algunas embajadas y consulados de Estados Unidos en el mundo, Felipe Calderón declaró: “Me preocupa el espionaje de los americanos, que siempre han sido muy entrometidos, y también me preocupa lo que hayan dicho. Pero de nosotros, realmente, ¿qué podrán decir?”, (Reforma, 3 de diciembre). Pues resulta que esos “entrometidos” sí tienen qué decir sobre México y su gobierno, aunque nada realmente novedoso: no sorprende que la embajada norteamericana confíe más en la Armada Mexicana que en el Ejército, que la estrategia de Calderón contra el narcotráfico pudiera resultar fallida si en 18 meses (que se cumplirán en marzo próximo) no da resultados efectivos, que el grado de violencia de los narcos es mayor que nunca, que varias presas en la frontera con Texas son vitales para la seguridad norteamericana, que las agencias de seguridad mexicanas son ineficientes y que necesitan de la ayuda norteamericana para ser efectivas, que a Washington le preocupan los efectos en Calderón de los reveses que ha sufrido (aunque la eliminación de Arturo Beltrán Leyva pudo haberle levantado el ánimo), que Sedena pidió suspender garantías en algunas regiones, etcétera.
Sin embargo, los cables también muestran que la “intromisión” norteamericana, inevitable en toda relación bilateral intensa y caracterizada por una gran asimetría de poder, ha sido también alentada por México. Lo que podemos llamar el “Estado de intrusión” en México nació de la incapacidad de sus autoridades para enfrentar por ellas mismas y con éxito al narcotráfico, y que la llamada “Iniciativa Mérida” es el marco perfecto para legitimar esa “intromisión”. Y no hay que olvidar que, formalmente, esa iniciativa la propuso México. En suma, la queja de Calderón respecto a lo políticamente impertinentes de los vecinos del norte suena a falsa. Los entrometidos lo son más que antes porque en 2007 se les dio entrada como corresponsables de una estrategia puesta en marcha para matar dos pájaros de un tiro: disminuir a un narco ya muy crecido y, sobre todo, mostrar fortaleza instantánea tras una elección cuestionada.
Naturaleza de una Relación. Las relaciones entre nuestro país y Estados Unidos nacieron peligrosas para México. Esa marca de origen ha cambiado de forma pero nunca se ha borrado. Y decir que la relación nació bajo el signo del peligro no es exagerado. En 1812, antes de que México lograra su independencia, el ministro español en Washington, informó a Madrid y al virrey de la Nueva España que por la naturaleza expansionista y agresiva de los Estados Unidos de América, los despoblados territorios al norte del virreinato corrían peligro, pues un proyecto de la nueva nación del norte era extender su frontera de la desembocadura del Río Bravo hasta el Pacífico. 46 años más tarde la predicción de Luis de Onís se hizo realidad con la derrota de México y el Tratado de Guadalupe Hidalgo.
Con el tiempo, el hambre de territorio dejó de ser un elemento central en la relación México-Estados Unidos pero la tensión original fue sustituida por otras motivadas, sucesivamente, por falta de control en la frontera, inestabilidad y nacionalismo con la Revolución Mexicana, las diferencias en el contexto de la Guerra Fría –diferencias respecto a Guatemala, Cuba o las revoluciones centroamericanas–, la migración –hoy el 10 por ciento de la población mexicana vive en Estados Unidos, la mitad indocumentada– y, desde luego el narcotráfico, donde el lado mexicano produce o es punto de paso de drogas prohibidas y el lado norteamericano es el mercado de consumo y el proveedor del dinero y de las armas con que los narcotraficantes sostienen su desafío al gobierno y a la sociedad de México.
Los Amigos de tus Enemigos son mis Enemigos. De los varios temas que tocan los documentos filtrados por WikiLeaks, hay uno que hasta ahora ha sido poco comentado pero, quizá sea el más revelador de la forma como Calderón ha tratado de usar un tema externo –el antagonismo entre Venezuela e Irán por un lado y Estados Unidos por el otro- para aumentar sus puntos de coincidencia con Washington. Según este informe, Calderón declaró en privado que el enemigo regional del gobierno norteamericano es, también, el enemigo del gobierno mexicano a fin de extender la supuesta comunidad de intereses nacionales entre México y la gran potencia más allá de la Iniciativa Mérida.
De acuerdo con el documento filtrado, la posición asumida por Calderón en una entrevista del 23 de octubre de 2009 con Dennis Blair, director de la Agencia Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, fue un intento por reciclar el enfoque que otros ocupantes de Los Pinos usaron durante la Guerra Fría para congraciarse con Washington al sugerirse como socios entusiastas de su “gran cruzada” internacional contra el mal.
Según el cable firmado por el embajador Carlos Pascual, Blair y Calderón conversaron en torno a los problemas de falta de coordinación y efectividad en la acción de las fuerzas mexicanas una vez que se les daba información sobre objetivos específicos en la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo y según el reporte, al final de la conversación, y sin venir al caso, Calderón opinó que el presidente de Venezuela estaba interviniendo en América Latina –en el caso de México, podría haber financiado al PRD en 2006, mantenía relaciones con algunos gobernadores mexicanos– y estaba en contacto con el gran enemigo de Washington, Irán. Calderón concluyó, sin ofrecer pruebas, que había una liga entre Venezuela, Irán y el narcotráfico; una especie de “Eje del Mal” que amenazaba a la región. Frente al supuesto peligro común, Calderón se ofreció para intentar aislar a Venezuela a través del Grupo de Río. Finalmente, el mexicano dio un consejo a Washington: se debía vigilar de cerca la situación en Guatemala y Belice, involucrarse más en los asuntos latinoamericanos y alentar al próximo gobierno de Brasil para que hiciera lo que Lula no había querido hacer: confrontar de manera enérgica a Venezuela.
De ser cierta esta actitud tan innecesariamente obsequiosa de Calderón con Blair, ésta habría tenido antecedentes que se pueden rastrear en otros documentos del Departamento de Estado, de esos que ya se pueden consultar en los Archivos Nacionales de Washington. Ejemplos: en un memorándum del 3 de junio de 1954, el embajador Francis White reportó que el presidente Ruiz Cortines se ofreció a cooperar con Estados Unidos para aislar al gobierno de Guatemala, al que acusó de tener ligas con la Unión Soviética. En otro documento del 29 de noviembre de 1959, se afirmó que Ruiz Cortines opinó, ante el embajador Robert C. Hill, que el mundo necesitaba de la política elaborada por el presidente norteamericano Dwight Eisenhower y que, por lo que atañía a México, tanto él como su sucesor, Adolfo López Mateos, se encargarían de confrontar a los comunistas en cualquier circunstancia. Otro documento del National Security Council del 24 de noviembre de 1964 asentó que Gustavo Díaz Ordaz dio seguridades al presidente Lyndon Johnson que en caso de una nueva situación crítica internacional, México estaría del lado norteamericano. Finalmente, en un memorándum de conversación entre Luis Echeverría y Richard Nixon del 15 de junio de 1972, se asegura que el presidente norteamericano aceptó que el mexicano asumiera una posición frente a la América Latina supuestamente independiente y no concertada con Estados Unidos para que, en la práctica, sirviera para neutralizar la influencia de Fidel Castro.
Obviamente, ninguna de las supuestas conversaciones citadas se hizo pública en su momento y el nacionalismo de los líderes mexicanos no quedó manchado. Fue la mala suerte de Calderón que WikiLeaks revelara hoy una conversación que sólo debería conocerse 25 años más tarde. Lo interesante del caso es que, como ya no hay Guerra Fría, para congraciarse con Washington, Calderón sustituyó a la URSS, Cuba y el comunismo por Venezuela, Irán y el PRD.
Los documentos norteamericanos consignan sólo un lado de la historia y pueden errar en hechos e interpretación, pero mientras el lado mexicano no de su versión, la norteamericana es la única que tenemos para comprender el “Estado de intrusión” en que vivimos.
Antes de partir rumbo a Argentina y ya desatado el escándalo provocado por las filtraciones de miles de cables diplomáticos de y para algunas embajadas y consulados de Estados Unidos en el mundo, Felipe Calderón declaró: “Me preocupa el espionaje de los americanos, que siempre han sido muy entrometidos, y también me preocupa lo que hayan dicho. Pero de nosotros, realmente, ¿qué podrán decir?”, (Reforma, 3 de diciembre). Pues resulta que esos “entrometidos” sí tienen qué decir sobre México y su gobierno, aunque nada realmente novedoso: no sorprende que la embajada norteamericana confíe más en la Armada Mexicana que en el Ejército, que la estrategia de Calderón contra el narcotráfico pudiera resultar fallida si en 18 meses (que se cumplirán en marzo próximo) no da resultados efectivos, que el grado de violencia de los narcos es mayor que nunca, que varias presas en la frontera con Texas son vitales para la seguridad norteamericana, que las agencias de seguridad mexicanas son ineficientes y que necesitan de la ayuda norteamericana para ser efectivas, que a Washington le preocupan los efectos en Calderón de los reveses que ha sufrido (aunque la eliminación de Arturo Beltrán Leyva pudo haberle levantado el ánimo), que Sedena pidió suspender garantías en algunas regiones, etcétera.
Sin embargo, los cables también muestran que la “intromisión” norteamericana, inevitable en toda relación bilateral intensa y caracterizada por una gran asimetría de poder, ha sido también alentada por México. Lo que podemos llamar el “Estado de intrusión” en México nació de la incapacidad de sus autoridades para enfrentar por ellas mismas y con éxito al narcotráfico, y que la llamada “Iniciativa Mérida” es el marco perfecto para legitimar esa “intromisión”. Y no hay que olvidar que, formalmente, esa iniciativa la propuso México. En suma, la queja de Calderón respecto a lo políticamente impertinentes de los vecinos del norte suena a falsa. Los entrometidos lo son más que antes porque en 2007 se les dio entrada como corresponsables de una estrategia puesta en marcha para matar dos pájaros de un tiro: disminuir a un narco ya muy crecido y, sobre todo, mostrar fortaleza instantánea tras una elección cuestionada.
Naturaleza de una Relación. Las relaciones entre nuestro país y Estados Unidos nacieron peligrosas para México. Esa marca de origen ha cambiado de forma pero nunca se ha borrado. Y decir que la relación nació bajo el signo del peligro no es exagerado. En 1812, antes de que México lograra su independencia, el ministro español en Washington, informó a Madrid y al virrey de la Nueva España que por la naturaleza expansionista y agresiva de los Estados Unidos de América, los despoblados territorios al norte del virreinato corrían peligro, pues un proyecto de la nueva nación del norte era extender su frontera de la desembocadura del Río Bravo hasta el Pacífico. 46 años más tarde la predicción de Luis de Onís se hizo realidad con la derrota de México y el Tratado de Guadalupe Hidalgo.
Con el tiempo, el hambre de territorio dejó de ser un elemento central en la relación México-Estados Unidos pero la tensión original fue sustituida por otras motivadas, sucesivamente, por falta de control en la frontera, inestabilidad y nacionalismo con la Revolución Mexicana, las diferencias en el contexto de la Guerra Fría –diferencias respecto a Guatemala, Cuba o las revoluciones centroamericanas–, la migración –hoy el 10 por ciento de la población mexicana vive en Estados Unidos, la mitad indocumentada– y, desde luego el narcotráfico, donde el lado mexicano produce o es punto de paso de drogas prohibidas y el lado norteamericano es el mercado de consumo y el proveedor del dinero y de las armas con que los narcotraficantes sostienen su desafío al gobierno y a la sociedad de México.
Los Amigos de tus Enemigos son mis Enemigos. De los varios temas que tocan los documentos filtrados por WikiLeaks, hay uno que hasta ahora ha sido poco comentado pero, quizá sea el más revelador de la forma como Calderón ha tratado de usar un tema externo –el antagonismo entre Venezuela e Irán por un lado y Estados Unidos por el otro- para aumentar sus puntos de coincidencia con Washington. Según este informe, Calderón declaró en privado que el enemigo regional del gobierno norteamericano es, también, el enemigo del gobierno mexicano a fin de extender la supuesta comunidad de intereses nacionales entre México y la gran potencia más allá de la Iniciativa Mérida.
De acuerdo con el documento filtrado, la posición asumida por Calderón en una entrevista del 23 de octubre de 2009 con Dennis Blair, director de la Agencia Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, fue un intento por reciclar el enfoque que otros ocupantes de Los Pinos usaron durante la Guerra Fría para congraciarse con Washington al sugerirse como socios entusiastas de su “gran cruzada” internacional contra el mal.
Según el cable firmado por el embajador Carlos Pascual, Blair y Calderón conversaron en torno a los problemas de falta de coordinación y efectividad en la acción de las fuerzas mexicanas una vez que se les daba información sobre objetivos específicos en la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo y según el reporte, al final de la conversación, y sin venir al caso, Calderón opinó que el presidente de Venezuela estaba interviniendo en América Latina –en el caso de México, podría haber financiado al PRD en 2006, mantenía relaciones con algunos gobernadores mexicanos– y estaba en contacto con el gran enemigo de Washington, Irán. Calderón concluyó, sin ofrecer pruebas, que había una liga entre Venezuela, Irán y el narcotráfico; una especie de “Eje del Mal” que amenazaba a la región. Frente al supuesto peligro común, Calderón se ofreció para intentar aislar a Venezuela a través del Grupo de Río. Finalmente, el mexicano dio un consejo a Washington: se debía vigilar de cerca la situación en Guatemala y Belice, involucrarse más en los asuntos latinoamericanos y alentar al próximo gobierno de Brasil para que hiciera lo que Lula no había querido hacer: confrontar de manera enérgica a Venezuela.
De ser cierta esta actitud tan innecesariamente obsequiosa de Calderón con Blair, ésta habría tenido antecedentes que se pueden rastrear en otros documentos del Departamento de Estado, de esos que ya se pueden consultar en los Archivos Nacionales de Washington. Ejemplos: en un memorándum del 3 de junio de 1954, el embajador Francis White reportó que el presidente Ruiz Cortines se ofreció a cooperar con Estados Unidos para aislar al gobierno de Guatemala, al que acusó de tener ligas con la Unión Soviética. En otro documento del 29 de noviembre de 1959, se afirmó que Ruiz Cortines opinó, ante el embajador Robert C. Hill, que el mundo necesitaba de la política elaborada por el presidente norteamericano Dwight Eisenhower y que, por lo que atañía a México, tanto él como su sucesor, Adolfo López Mateos, se encargarían de confrontar a los comunistas en cualquier circunstancia. Otro documento del National Security Council del 24 de noviembre de 1964 asentó que Gustavo Díaz Ordaz dio seguridades al presidente Lyndon Johnson que en caso de una nueva situación crítica internacional, México estaría del lado norteamericano. Finalmente, en un memorándum de conversación entre Luis Echeverría y Richard Nixon del 15 de junio de 1972, se asegura que el presidente norteamericano aceptó que el mexicano asumiera una posición frente a la América Latina supuestamente independiente y no concertada con Estados Unidos para que, en la práctica, sirviera para neutralizar la influencia de Fidel Castro.
Obviamente, ninguna de las supuestas conversaciones citadas se hizo pública en su momento y el nacionalismo de los líderes mexicanos no quedó manchado. Fue la mala suerte de Calderón que WikiLeaks revelara hoy una conversación que sólo debería conocerse 25 años más tarde. Lo interesante del caso es que, como ya no hay Guerra Fría, para congraciarse con Washington, Calderón sustituyó a la URSS, Cuba y el comunismo por Venezuela, Irán y el PRD.
Los documentos norteamericanos consignan sólo un lado de la historia y pueden errar en hechos e interpretación, pero mientras el lado mexicano no de su versión, la norteamericana es la única que tenemos para comprender el “Estado de intrusión” en que vivimos.
La guerra perdida de Calderón
Martí Batres Guadarrama
MÉXICO, D.F., 8 de diciembre.- Felipe Calderón libra una guerra que está perdida de antemano: es la guerra por su legitimidad.
En su campaña por la Presidencia de la República puso en el centro de su discurso la economía, incluso habló de las desigualdades, y por ello se propuso ser “el presidente del empleo”. También tocó el tema migratorio, y recogió demandas de los empresarios. Criticó el endeudamiento y enfatizó la conducción responsable de la economía. Pero nunca habló de una guerra contra el narcotráfico.
Esa agenda, que se ha convertido en el discurso monotemático de su administración, nació el 2 de julio del 2006.
Impuesto por un fraude electoral en el gobierno federal, Calderón se dio a la tarea de encontrar un tema que lograra cohesionar a todos a su alrededor, que lograra aislar a sus adversarios, que permitiera colocar las cosas en blanco y negro, en buenos y malos, en héroes y criminales, y que de paso le ayudara a resguardarse detrás del uso de la fuerza y de la intimidación hacia el resto de la sociedad. Por eso apareció de repente la guerra contra el narco. Fue el consejo de sus asesores, no la idea propia. Fue la respuesta de coyuntura, no la estrategia largamente pensada.
Improvisadamente, sin el personal preparado, sin la información adecuada, sin los instrumentos necesarios, se lanzó a una guerra. Lo importante era empezar, aparecer, salir a cuadro, hacer como que hacía. Lo importante no era, y no es, derrotar el narcotráfico y el consumo de drogas. Lo importante era lo político. Lo importante era legitimarse. Encontrar en una gran causa la legitimidad que no obtuvo en las urnas.
En los primeros dos años de guerra contra el narco, sin embargo, las adicciones se dispararon en 120%, de acuerdo con las cifras oficiales de su propio gobierno. Cerca de 30 mil personas han muerto en dicha guerra, sin que sepamos con precisión cuántos han sido narcos, cuántos soldados y policías y cuántos inocentes. Han sido acribilladas por las fuerzas del orden, los “héroes” que nos “protegen”, familias enteras, por rebasar un retén y aun sin rebasarlo. Jóvenes universitarios han muerto por aparecer en fuegos cruzados. Algunos han sido despojados de sus identificaciones para hacerlos parecer narcos. Otros jóvenes han sido acribillados en fiestas o reuniones familiares por sicarios que llegan a realizar masacres como forma de venganza contra actos de las autoridades. En el proceso de militarización se cometen abusos, se violan derechos, se violan personas, mueren mujeres indígenas. Pero los costos se minimizan. Son “daños colaterales”.
La guerra contra el narco desnudó la debilidad del Estado mexicano. El crimen organizado sabe ahora a ciencia cierta cuál es la fuerza y la capacidad real del poder público. Se ha perdido el efecto de disuasión. Le han tomado la medida al gobierno federal, a las policías y al Ejército. Y las mafias se han engallado. En ciudades como Nuevo León, en pleno día se realizan los narcobloqueos en las calles más céntricas. Han dejado de temerle al Estado.
Calderón no puede, pero aprovecha la situación. Sabe que no ganará la guerra contra el narco, pero se refugia en la confusión. Persigue a personajes cercanos de sus opositores. Detiene espectacularmente a alcaldes de su estado natal para generar un efecto electoral, aunque éstos sean liberados después. No importa si eran culpables o no. No importa si había solidez en las acusaciones en su contra. Lo importante era lo político, lo electoral. La guerra contra el narco es ahora el gran discurso para buscar hacer a su hermana gobernadora de su estado natal.
En dicha guerra caen algunos narcos, pero a otros, con todo y sus modernos instrumentos tecnológicos de inteligencia, el gobierno federal no los puede hallar.
Para el año 2011 se prevé un presupuesto de 50 mil millones de pesos para financiar la guerra contra el narco. Para el combate a las adicciones se destinarán 5 millones de pesos. En realidad, se ha perdido el horizonte original. No importa ya disminuir el consumo de drogas. Lo que importa es la guerra; es un fin en sí mismo.
Estamos obligados a preguntarnos: ¿Qué habría pasado si los cuantiosos recursos que se desvían a esa guerra se hubieran utilizado para el desarrollo del país? Es decir, si se hubieran construido las refinerías y las nuevas universidades por cada estado de la república; si se hubieran establecido la beca universal y la pensión universal; si se hubieran financiado el desarrollo comunitario, la empresa pública, la economía social y la pequeña industria; si se hubiera construido el tren bala… Se habría potenciado el desarrollo, la gente sería más feliz, y por supuesto, habría más seguridad.
Podrán detener a miles de narcos. Pero de las profundidades de la crisis saldrán miles más. Para algunos esta es su fuente de ingreso, su economía. Peor aún, para muchos jóvenes este es su verdadero “primer empleo”, en un país que decreció ocho puntos el año pasado y tiene la tasa más grande de desempleo en su historia. Sin empleo, sin ingresos, sin educación, sin crecimiento económico, sin garantías de existencia material para la población, la guerra contra el narco está condenada al fracaso, aunque dure 100 años. Como está destinada al fracaso la lucha inútil por la legitimidad de Calderón. Asaltó un gobierno, y así pasará a la historia, aunque finja hacerle la guerra a los malos.
MÉXICO, D.F., 8 de diciembre.- Felipe Calderón libra una guerra que está perdida de antemano: es la guerra por su legitimidad.
En su campaña por la Presidencia de la República puso en el centro de su discurso la economía, incluso habló de las desigualdades, y por ello se propuso ser “el presidente del empleo”. También tocó el tema migratorio, y recogió demandas de los empresarios. Criticó el endeudamiento y enfatizó la conducción responsable de la economía. Pero nunca habló de una guerra contra el narcotráfico.
Esa agenda, que se ha convertido en el discurso monotemático de su administración, nació el 2 de julio del 2006.
Impuesto por un fraude electoral en el gobierno federal, Calderón se dio a la tarea de encontrar un tema que lograra cohesionar a todos a su alrededor, que lograra aislar a sus adversarios, que permitiera colocar las cosas en blanco y negro, en buenos y malos, en héroes y criminales, y que de paso le ayudara a resguardarse detrás del uso de la fuerza y de la intimidación hacia el resto de la sociedad. Por eso apareció de repente la guerra contra el narco. Fue el consejo de sus asesores, no la idea propia. Fue la respuesta de coyuntura, no la estrategia largamente pensada.
Improvisadamente, sin el personal preparado, sin la información adecuada, sin los instrumentos necesarios, se lanzó a una guerra. Lo importante era empezar, aparecer, salir a cuadro, hacer como que hacía. Lo importante no era, y no es, derrotar el narcotráfico y el consumo de drogas. Lo importante era lo político. Lo importante era legitimarse. Encontrar en una gran causa la legitimidad que no obtuvo en las urnas.
En los primeros dos años de guerra contra el narco, sin embargo, las adicciones se dispararon en 120%, de acuerdo con las cifras oficiales de su propio gobierno. Cerca de 30 mil personas han muerto en dicha guerra, sin que sepamos con precisión cuántos han sido narcos, cuántos soldados y policías y cuántos inocentes. Han sido acribilladas por las fuerzas del orden, los “héroes” que nos “protegen”, familias enteras, por rebasar un retén y aun sin rebasarlo. Jóvenes universitarios han muerto por aparecer en fuegos cruzados. Algunos han sido despojados de sus identificaciones para hacerlos parecer narcos. Otros jóvenes han sido acribillados en fiestas o reuniones familiares por sicarios que llegan a realizar masacres como forma de venganza contra actos de las autoridades. En el proceso de militarización se cometen abusos, se violan derechos, se violan personas, mueren mujeres indígenas. Pero los costos se minimizan. Son “daños colaterales”.
La guerra contra el narco desnudó la debilidad del Estado mexicano. El crimen organizado sabe ahora a ciencia cierta cuál es la fuerza y la capacidad real del poder público. Se ha perdido el efecto de disuasión. Le han tomado la medida al gobierno federal, a las policías y al Ejército. Y las mafias se han engallado. En ciudades como Nuevo León, en pleno día se realizan los narcobloqueos en las calles más céntricas. Han dejado de temerle al Estado.
Calderón no puede, pero aprovecha la situación. Sabe que no ganará la guerra contra el narco, pero se refugia en la confusión. Persigue a personajes cercanos de sus opositores. Detiene espectacularmente a alcaldes de su estado natal para generar un efecto electoral, aunque éstos sean liberados después. No importa si eran culpables o no. No importa si había solidez en las acusaciones en su contra. Lo importante era lo político, lo electoral. La guerra contra el narco es ahora el gran discurso para buscar hacer a su hermana gobernadora de su estado natal.
En dicha guerra caen algunos narcos, pero a otros, con todo y sus modernos instrumentos tecnológicos de inteligencia, el gobierno federal no los puede hallar.
Para el año 2011 se prevé un presupuesto de 50 mil millones de pesos para financiar la guerra contra el narco. Para el combate a las adicciones se destinarán 5 millones de pesos. En realidad, se ha perdido el horizonte original. No importa ya disminuir el consumo de drogas. Lo que importa es la guerra; es un fin en sí mismo.
Estamos obligados a preguntarnos: ¿Qué habría pasado si los cuantiosos recursos que se desvían a esa guerra se hubieran utilizado para el desarrollo del país? Es decir, si se hubieran construido las refinerías y las nuevas universidades por cada estado de la república; si se hubieran establecido la beca universal y la pensión universal; si se hubieran financiado el desarrollo comunitario, la empresa pública, la economía social y la pequeña industria; si se hubiera construido el tren bala… Se habría potenciado el desarrollo, la gente sería más feliz, y por supuesto, habría más seguridad.
Podrán detener a miles de narcos. Pero de las profundidades de la crisis saldrán miles más. Para algunos esta es su fuente de ingreso, su economía. Peor aún, para muchos jóvenes este es su verdadero “primer empleo”, en un país que decreció ocho puntos el año pasado y tiene la tasa más grande de desempleo en su historia. Sin empleo, sin ingresos, sin educación, sin crecimiento económico, sin garantías de existencia material para la población, la guerra contra el narco está condenada al fracaso, aunque dure 100 años. Como está destinada al fracaso la lucha inútil por la legitimidad de Calderón. Asaltó un gobierno, y así pasará a la historia, aunque finja hacerle la guerra a los malos.
El niño sicario. Lydia Cacho
Plan B |
Es un niño flacucho que se muerde los labios con la ansiedad de quien se ve forzado a explicar su comportamiento frente a periodistas que no se preocupan por cubrir su rostro. A cada pregunta, baja la mirada; los hombros caídos, las manos restregándose, mira de reojo a los adultos que le rodean y que, sin abogado o tutor presente, han decidido hacerle un juicio mediático. Rodeado de soldados armados, este niño no sólo fue arrebatado de su infancia por Jesús Radilla Hernández, “El Negro”, nuevo líder del Cártel del Pacífico Sur (CPS, Beltrán Leyva en Morelos); además fue linchado moralmente en un espectáculo mediático. La noticia plagada de exageraciones le dio la vuelta al mundo.
¿Qué nutre más el morbo que exhibir a este niño sicario para demostrar cuán bajo ha caído la sociedad mexicana? Que una psicóloga experta asegure en la radio que el niño es un psicópata sin haber elaborado peritaje, pero “por lo que muestran los medios” asegura que estos niños “nacen malos”. Qué mejor para nutrir el mito de un México cruel, despiadado, infame y sin cura para su violencia, que usar a un niño como emblema.
No se nace malo o bueno, se aprende, o no, a dar connotación moral a nuestras acciones. La violencia se aprende y miles de niños son víctimas y producto de los cárteles en Brasil, Colombia y México (entre otros).
No nos dijeron que es un niño nacido en los Estados Unidos, maltratado desde que se acuerda, que vivía en un barrio de Morelos con sus hermanas, cuyos padres hace rato se desentendieron de su bienestar. Apenas a los doce años fue secuestrado por el líder de sicarios que lo indujo a las drogas y, con una mezcla de afectos paternales y amenazas, le enseñó a usar armas. Pequeño, con 45 kilos y brazos flacuchos, fue utilizado para ultimar la vida de cuatro personas previamente torturadas por adultos, según informa uno de los soldados que se negaba a que lo exhibieran. El chico no se ufana, como han querido mostrar los medios, ni es una máquina de matar, como dijeron amarillistas. Es otra víctima de los cárteles, de la violencia intrafamiliar, de la trata de menores para fines criminales.
¿Por qué matabas? Le pregunta el periodista como si hablara con un asesino profesional. Se muerde los labios, frunce el ceño con miedo y responde: “Me ordenaba "El Negro". Sólo me drogaba con mota y no sabía lo que hacía”. ¿Por qué te metiste en esto? Insiste el entrevistador: "No me metí, me jalaron". ¿Estas arrepentido? "Sí, de haber entrado a esto y de matar".
Sabemos que un psicópata es incapaz de sentir remordimiento o empatía. Es claro que el niño desarrolló mecanismos de defensa ante la violencia que aprendió a reproducir. Encasillarlo con otros asesinos es injusto y peligroso.
“El Ponchis” debe ser protegido del linchamiento. Usarlo como ejemplo del sicariato infantil es imperdonable. Darle una oportunidad terapéutica, y abrir espacios para rescatar a otros chicos en situación similar es lo ético. A estos niños les urgen héroes que no sean violentos, familias alternativas que les protejan, una sociedad que les enseñe que hay otras formas de tener poder lejos de la muerte. Y una prensa más responsable con la infancia.
Es un niño flacucho que se muerde los labios con la ansiedad de quien se ve forzado a explicar su comportamiento frente a periodistas que no se preocupan por cubrir su rostro. A cada pregunta, baja la mirada; los hombros caídos, las manos restregándose, mira de reojo a los adultos que le rodean y que, sin abogado o tutor presente, han decidido hacerle un juicio mediático. Rodeado de soldados armados, este niño no sólo fue arrebatado de su infancia por Jesús Radilla Hernández, “El Negro”, nuevo líder del Cártel del Pacífico Sur (CPS, Beltrán Leyva en Morelos); además fue linchado moralmente en un espectáculo mediático. La noticia plagada de exageraciones le dio la vuelta al mundo.
¿Qué nutre más el morbo que exhibir a este niño sicario para demostrar cuán bajo ha caído la sociedad mexicana? Que una psicóloga experta asegure en la radio que el niño es un psicópata sin haber elaborado peritaje, pero “por lo que muestran los medios” asegura que estos niños “nacen malos”. Qué mejor para nutrir el mito de un México cruel, despiadado, infame y sin cura para su violencia, que usar a un niño como emblema.
No se nace malo o bueno, se aprende, o no, a dar connotación moral a nuestras acciones. La violencia se aprende y miles de niños son víctimas y producto de los cárteles en Brasil, Colombia y México (entre otros).
No nos dijeron que es un niño nacido en los Estados Unidos, maltratado desde que se acuerda, que vivía en un barrio de Morelos con sus hermanas, cuyos padres hace rato se desentendieron de su bienestar. Apenas a los doce años fue secuestrado por el líder de sicarios que lo indujo a las drogas y, con una mezcla de afectos paternales y amenazas, le enseñó a usar armas. Pequeño, con 45 kilos y brazos flacuchos, fue utilizado para ultimar la vida de cuatro personas previamente torturadas por adultos, según informa uno de los soldados que se negaba a que lo exhibieran. El chico no se ufana, como han querido mostrar los medios, ni es una máquina de matar, como dijeron amarillistas. Es otra víctima de los cárteles, de la violencia intrafamiliar, de la trata de menores para fines criminales.
¿Por qué matabas? Le pregunta el periodista como si hablara con un asesino profesional. Se muerde los labios, frunce el ceño con miedo y responde: “Me ordenaba "El Negro". Sólo me drogaba con mota y no sabía lo que hacía”. ¿Por qué te metiste en esto? Insiste el entrevistador: "No me metí, me jalaron". ¿Estas arrepentido? "Sí, de haber entrado a esto y de matar".
Sabemos que un psicópata es incapaz de sentir remordimiento o empatía. Es claro que el niño desarrolló mecanismos de defensa ante la violencia que aprendió a reproducir. Encasillarlo con otros asesinos es injusto y peligroso.
“El Ponchis” debe ser protegido del linchamiento. Usarlo como ejemplo del sicariato infantil es imperdonable. Darle una oportunidad terapéutica, y abrir espacios para rescatar a otros chicos en situación similar es lo ético. A estos niños les urgen héroes que no sean violentos, familias alternativas que les protejan, una sociedad que les enseñe que hay otras formas de tener poder lejos de la muerte. Y una prensa más responsable con la infancia.
Inteligencia bajo sospecha
Editorial EL UNIVERSAL
Esta semana se conoció que Servando Gómez Martínez, alias La Tuta, uno de los principales líderes del cártel de La Familia Michoacana es profesor de una escuela del municipio de Arteaga, en Michoacán. Su nombre apareció en una lista elaborada por la Secretaría de Educación Pública, a partir del padrón nacional de maestros.
La SEP federal, no sin razón, reponsabiliza a las instancias estatales de la incorporación de maestros a su nómina. Por su parte, el coordinador de Planeación de la Secretaría de Educación Estatal (SEE), Abelardo Mejía Rodríguez, refirió que la investigación del caso “ya está en marcha”.
Sin embargo, inquieta pensar que la anomalía que saltó con sólo difundir la nómina magisterial, no haya sido advertida por los sistemas de inteligencia civil y militar del país. Preocupa que uno de los delincuentes más buscados en México —que entre otros alias usa el del Profe y dirige a narcotráficantes con sede en Michoacán— haya pasado desapercibido por quienes tienen en sus manos recolectar y analizar la información de la que depende la seguridad nacional.
Vale preguntarse entonces, ¿con qué estándares trabajan la PGR, el Cisen, o inteligencia militar? No tener ubicada esta faceta de La Tuta ¿fue producto de un mal trabajo, de un descuido o de dolo? La tan publicitada Plataforma México, que lleva el padrón de delincuentes y policías de todo país, y es sensible de ser cruzada con cualquier base de datos, ¿no sirvió en este caso o no está madura para este tipo de análisis?
Por lo que respecta a Michoacán, la duda es más puntual: teniendo el municipio de Arteaga sólo nueve maestros en su nómina, ¿nadie advirtió que el nombre de uno de ellos coincidía con el del presunto delincuente, que ha sido expuesto mediáticamente hasta la saciedad? En ese caso, podría entenderse que hubiera reservas por parte de las autoridades y la comunidad para delatar esta faceta de Gómez Martínez, pero aun así resulta oprobioso comprobar que el miedo o la complicidad permitan que personajes como el mencionado puedan ser indetectables.
Una lección sí parece ser incontrovertible: la transparencia informativa da frutos cuando se hace de manera responsable. En este caso, la SEP abrió sus archivos. Cuántas dependencias más están dispuestas a abrir sus listados, ya no digamos de trabajadores, sino de beneficiados con tales o cuales programas, en qué invierten, cómo gastan, quiénes son sus proveedores, entre otras bases que no tienen por qué ser confidenciales.
Este caso demuestra que una sociedad abierta es una sociedad más segura. Una autoridad cerrada da pie a que se sospeche que hay cosas que no quieren que sepamos los mexicanos de ellas
Esta semana se conoció que Servando Gómez Martínez, alias La Tuta, uno de los principales líderes del cártel de La Familia Michoacana es profesor de una escuela del municipio de Arteaga, en Michoacán. Su nombre apareció en una lista elaborada por la Secretaría de Educación Pública, a partir del padrón nacional de maestros.
La SEP federal, no sin razón, reponsabiliza a las instancias estatales de la incorporación de maestros a su nómina. Por su parte, el coordinador de Planeación de la Secretaría de Educación Estatal (SEE), Abelardo Mejía Rodríguez, refirió que la investigación del caso “ya está en marcha”.
Sin embargo, inquieta pensar que la anomalía que saltó con sólo difundir la nómina magisterial, no haya sido advertida por los sistemas de inteligencia civil y militar del país. Preocupa que uno de los delincuentes más buscados en México —que entre otros alias usa el del Profe y dirige a narcotráficantes con sede en Michoacán— haya pasado desapercibido por quienes tienen en sus manos recolectar y analizar la información de la que depende la seguridad nacional.
Vale preguntarse entonces, ¿con qué estándares trabajan la PGR, el Cisen, o inteligencia militar? No tener ubicada esta faceta de La Tuta ¿fue producto de un mal trabajo, de un descuido o de dolo? La tan publicitada Plataforma México, que lleva el padrón de delincuentes y policías de todo país, y es sensible de ser cruzada con cualquier base de datos, ¿no sirvió en este caso o no está madura para este tipo de análisis?
Por lo que respecta a Michoacán, la duda es más puntual: teniendo el municipio de Arteaga sólo nueve maestros en su nómina, ¿nadie advirtió que el nombre de uno de ellos coincidía con el del presunto delincuente, que ha sido expuesto mediáticamente hasta la saciedad? En ese caso, podría entenderse que hubiera reservas por parte de las autoridades y la comunidad para delatar esta faceta de Gómez Martínez, pero aun así resulta oprobioso comprobar que el miedo o la complicidad permitan que personajes como el mencionado puedan ser indetectables.
Una lección sí parece ser incontrovertible: la transparencia informativa da frutos cuando se hace de manera responsable. En este caso, la SEP abrió sus archivos. Cuántas dependencias más están dispuestas a abrir sus listados, ya no digamos de trabajadores, sino de beneficiados con tales o cuales programas, en qué invierten, cómo gastan, quiénes son sus proveedores, entre otras bases que no tienen por qué ser confidenciales.
Este caso demuestra que una sociedad abierta es una sociedad más segura. Una autoridad cerrada da pie a que se sospeche que hay cosas que no quieren que sepamos los mexicanos de ellas
Diplomacia nauseabunda. Lilia Arellano
Estado de los ESTADOS
Julián Assange, detenido
Blake y FCH, se hunden
Aznar: ¿chisme o mentira?
PAN y PRD, de la mano
Hay ganones en la Cumbre
“Es peligroso tener razón cuando el Gobierno está equivocado”.- Voltaire
“No disparen al mensajero por revelar verdades incómodas”, fue el mensaje que transmitió Julián Assange tras conocer de su detención, pese a que voluntariamente se presentó ante las autoridades británicas, quienes al tiempo de negar que existan presiones de tipo político tras su determinación expresan –hasta la noche de ayer— que aún no han visto ninguna prueba de las que se acusa al australiano, lo cual concuerda con lo dicho por sus abogados defensores quienes agregan que, por tales motivos, les ha sido imposible preparar una solicitud de libertad bajo fianza. ¿Puede haber mayores incongruencias cuando hay principios en la aplicación del derecho que son universales? ¿Qué, no se es inocente hasta que las pruebas demuestran lo contrario? ¿Y si aquí todavía no hay pruebas presentadas?
En fin, el asunto es serio por donde se le quiera mirar porque exhibe otra de las múltiples caras que tienen los gobiernos cuando se hacen aliados hasta la ignominia y de no ser por toda esa seriedad que encierran las filtraciones y la difusión que de ellas hizo WikiLeakes, sobre Julián Assange, se suman motivos para admirarlo. Por una parte logró, en un tiempo muy breve, formar una empresa altamente exitosa en el terreno informativo; se suma a lo anterior su valentía para difundir asuntos de tal importancia que han puesto a temblar a más de medio mundo y, por si fuera poco, es muy machín, pero machín, de esos que por desgracias ya no hay muchos.
Lo anterior viene a relacionarse porque las acusaciones contra Assange surgen de dos damas que estuvieron manteniendo relaciones sexuales con el ahora acusado durante tres días, incluso una de ellas lo acompañó a una conferencia en tanto que la otra se encargaba de tener los alimentos listos para la próxima “jornada” de encuentros amorosos. ¿Cómo pueden hablar de “violación” quienes estuvieron de común acuerdo sosteniendo relaciones y ¡entre tres!? ¿Puede alguna de ellas contar con un mínimo de calidad moral para hacer señalamientos de esta naturaleza cuando anduvieron en libertad mientras don Juan, perdón, don Julián atendía sus asuntos profesionales?
De aquí al 14 de diciembre, Assange estará en prisión preventiva. Tiempo este suficiente para fabricar cualquier tipo de pruebas, incluyendo la del preservativo que se les rompió, porque eso, aunque usted no lo crea, forma parte de las acusaciones en contra del fundador de WikiLeakes. A esto se agrega también el señalamiento de tan finas damas en relación a la falta de este elemento y a la negativa de don Julián de hacerse exámenes para determinar enfermedades sexuales después de los agasajos. En fin que dada la trayectoria limpia de don Julián, no encontraron otros elementos para encerrarlo y con ello dar muestras no sólo de la forma, de acuerdo a las filtraciones, en las que EU maneja su diplomacia, sino cómo conciben los países “desarrollados” la democracia y las libertades que se ha dicho, el desarrollo, los avances científicos, la tecnología, los derechos humanos, etcétera, etcétera.
Y es que Assange desde adolescente se labró una sólida reputación como informático. En 1995, fue detenido por hacker y se declaró culpable. Fue multado pero logró esquivar la prisión siempre que no volviese a delinquir. Estudió matemáticas y físicas en la Universidad de Melbourne. Como se sabe, su origen es australiano y tiene apenas 39 años, sus padres eran gente de teatro e incluso su señora madre fue dueña de un teatro de marionetas. No es fácil encontrar al de WikiLeakes, ya que acostumbra hospedarse en casas de sus amigos y viaja desde Islandia a Reino Unido o Kenia. Dicen que es muy inteligente y no se duda porque hay muestras claras de ello, que tiene mucha fuerza de voluntad y que a veces, como todo genio, es un tanto paranoico. Tienen fama, desde su fundación en el 2006, porque nunca han revelado sus fuentes.
En fin, que ante toda una serie de verdades, caen como bomba las declaraciones de la máxima autoridad de la fiscalía sueca, Marianne Ny, en las que afirma que no hay ningún tipo de “conspiración” ni ha habido ninguna presión política “tras mi toma de decisión. Actúo como fiscal por los indicios de crímenes sexuales cometidos en Suecia en agosto”. En este contexto el verdadero temor es que se extradite a Assange a los Estados Unidos, de ser así seguirán los capítulos que revelen el grado de perversión y dominio del vecino del Norte a quien lo sacuden las revelaciones, así sucedió con el Watergate, con el asunto de la becaria Mónica y Clinton, etcétera.
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