Por: Jaime Avilés (@desfiladero132)
6 de enero 2017.- El periódico Reforma, en su edición de ayer anticipó: la gasolina Magna, que cerró el viejo año en 13.98 pesos y abrió el nuevo en 16.33, subirá en febrero a 17.26, en marzo a 17.43, en abril a 18.69, en mayo a 18.78 y en junio a 18.87. Esto en “Barranca del Muerto. DF”, una sola de las 90 regiones en que Hacienda dividió al país para manejar los precios de los combustibles. La Premium, en el mismo lapso, llegará a 19.24.
Peña Nieto dice que estos aumentos los determinan las condiciones del mercado internacional, pero en Estados Unidos, la misma gasolina de Pemex se vende a 11 pesos mexicanos. Manuel Bartlett asegura que las seis refinerías que tenemos trabajan al 35 por ciento de su capacidad, para que el gobierno importe, según declaración oficial de Meade, 180 mil millones de litros diarios, que en datos de AMLO son 500 mil.
Una medida elemental sería aumentar al 100 por ciento la refinación de gasolinas hechas en México y reducir las importaciones. Esto, sin embargo, sería lo último que haría Peña: la comisión que le pagan por debajo del agua los productores foráneos es irresistible.
En la calle, el sentido común sabe que el incremento de los precios —adelantado un año sin justificación válida— tratará de tapar los enormes agujeros dejados en Veracruz, Chihuahua, Quintana Roo, Durango y Oaxaca por los gobernadores ladrones —y como Javier Duarte, asesinos— que quebraron las finanzas públicas de sus feudos, dejaron deudas impagables y huyeron bajo la amorosa protección de la PGR con absoluta impunidad.
Nadie, por lo demás, puede afirmar que la explosión del descontento popular en sus diversas expresiones, tomó por sorpresa al gobierno: al contrario, forma parte de un cálculo donde las protestas legítimas —y los saqueos manipulados— son el cuarto paso de la hoja de ruta que entró en vigor el año pasado.
HOJA DE RUTA AL CUARTELAZO
Uno. Haciéndose pasar indebidamente por jefe del ejército, el secretario de Defensa, Salvador Cienfuegos, exige que el Congreso de la Unión expida leyes que otorguen a militares y marinos una licencia para matar civiles, sin ser castigados por violar los derechos humanos de sus futuras víctimas.
Dos. Mientras la Ley Cienfuegos ya está prácticamente cocinada, en la Cámara de Diputados espera que la aprueben, en febrero —al calor del segundo gasolinazo—, la Ley Golpista que autorizará a Peña a declarar la suspensión de garantías individuales y establecer el Estado de Excepción cuando disturbios, reales y fabricados como los de esta semana, “lo exijan”.
Tres. El siguiente paso de la hoja de ruta de Peña hacia el cuartelazo ha sido una doble provocación. El uno de enero aumentan gas, gasolinas y diésel; el dos de enero sube la energía eléctrica. Y como la gente se aprendió de memoria —porque Peña Nieto gastó 14 mil millones de pesos entre 2013 y 2014 para repetirnos miles de veces a día— que “con la reforma energética ya no volverán a subir los combustibles”, la irritación se ha convertido en furia colectiva.
Cuatro. Como el malestar social no va a disminuir —y las provocaciones irán a la alza si no las neutralizamos— el mes próximo el Congreso aprobará la Ley Cienfuegos y la Ley Golpista y tendremos un régimen cívico militar, por haber sido incapaces de asumir que después de la matanza de Nochixtlán, ordenada por Osorio Chong, y tras la visita de Trump, que recibió el trato de un jefe de Estado, el sexenio de Peña Nieto se acabó antes de haber cumplido cuatro años. El vacío de poder, palpable desde entonces, se traduce en una evidente pérdida de gobernabilidad.
Esta, repito, es la hoja de ruta hacia el cuartelazo, cuya meta más ambiciosa, en caso de necesidad extrema, cancelará las elecciones presidenciales de 2018, o impondrá primero por la vía del fraude y luego por las bayonetas a… ¿a quién?
Aquí llegamos a la zona más interesante de nuestro análisis: la dictadura salinista ya no tiene cuadros para perpetuarse, no cuenta con una sola figura en el PRI ni en el PAN que no sea vomitable.
Peor tantito: el modelo de acumulación y dominación que nos oprime desde 1982 también está agotado y se contrapone por completo con los planes de Trump. Un mecanismo basado en el despojo (de la tierra, del empleo, de la seguridad pública, de la salud y de los satisfactores vitales para la gente mayoritaria que sobra y estorba a los dueños de todo) es una catapulta que expulsa mano de obra al norte. Y Trump no quiere más mano de obra procedente de aquí.
Todo pinta horriblemente mal pero no estamos condenados a seguir viviendo una debacle infinita. Mientras el salinismo está políticamente en los huesos —sin proyecto, sin gobierno, sin cuadros para el relevo y sin ideas ni planes para contener a Trump— el programa de gobierno de Andrés Manuel López Obrador ofrece un conjunto de medidas diseñadas para remediar los males más graves que nos agobian y que obligan a medio millón de mexicanos a irse cada año del país.
Trump y su banda de magnates —ya lo explicó Rogelio Ramírez de la O— calculan que hay una masa de tres mil millones de millones de dólares dispersos en el mundo, que debe regresar a Estados Unidos para impulsar el “resurgimiento” de su país. La primera migaja de tamaño mazacote, al parecer, son los mil 600 millones de dólares que Ford iba a invertir en San Luis Potosí y que, a petición del presidente electo, volvieron a su lugar de origen.
Sí, todo pinta horrible, pero Trump dijo que su primera acción de gobierno será derogar el sistema de salud creado por Obama. La respuesta de los millones de afectados desatará un conflicto social trepidatorio. Cuando Slavoj Zizek escribió que deseaba que ganara Trump, agregó que su espantoso proyecto sacudiría de tal forma a la sociedad de Estados Unidos que ésta generará cambios democráticos. Lo mismo debemos hacer aquí.
Vuelvo con lo mismo: la Independencia triunfó cuando los franceses invadieron España, Juárez venció a Maximiliano cuando Prusia le declaró la guerra a Francia, la Revolución logró cambiar el régimen político porque no nos invadió Estados Unidos (su atención se concentraba en la Gran Guerra de Europa, 1914-1917), ni frustró la Expropiación Petrolera (1938) porque lo absorbía la Guerra Mundial.
Hoy los planetas se alinean de nuevo a favor de las transformaciones. Salinas (el Porfirio Díaz invisible) dominó al país durante casi 35 años con el apoyo de Estados Unidos, un apoyo que a partir de ahora, Trump le va a regatear a medida en que se hunda en sus propias arenas movedizas, tal como desde el año pasado, antes de cumplir cuatro en el poder, se hundió la banda terrorista del Estado de México: ya nadie ignora que su gobierno es un disparate, que su cinismo es más grande que la distancia del sol a Plutón y que su “presidente” es un imbécil que por poco sonríe cuando “lamenta” el gasolinazo y después sonríe francamente, burlándose de la indignación nacional, cuando abraza ¡tres veces! a Videgaray.
Sí, todo pinta espantoso pero Peña Nieto se está cayendo.