¿Qué pasa por la mente y corazón de los políticos mexicanos? ¿Por qué hacen lo que hacen? Expertos en Psicología del Poder aceptaron sentar en el diván al poder mexicano como un ente que piensa, siente, actúa, padece y se queja. Figuradamente, se asomaron a esta gran psique conformada por quienes hoy ocupan posiciones estratégicas y dictan desde sus escritorios o curules el destino de los de a pie. La conclusión del ojo clínico fue extrema: hay una enfermedad en la que domina la idea que el gobierno o la representación popular es un festín que debe disfrutarse bajo las reglas de la profunda reserva y el marcado egoísmo.
El dinero no lo es todo; pero es muy importante. Los altos salarios en la alta burocracia y el Congreso de la Unión han marcado una distancia de muchos kilómetros con los votantes. Los políticos mexicanos han perdido sensibilidad y empatía. Y aunque sus ingresos superan los de países como Estados Unidos o España, no bastan. En el paisaje, la corrupción siempre está campeando como fantasma amenazante. ¿Por qué?: “Porque cada día, su soledad crece y se agrava”, dice uno de los expertos.
Tumbar el status que promueve grandiosas fantasías en ser Alcalde, Gobernador, Presidente o Legislador es una de las recomendaciones. La promoción de la honestidad es otra. El entendimiento de que el poder debe parecerse más al servicio que a una cúspide de oropel es la coincidencia.
El ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa. Foto: Cuartoscuro
Ciudad de México, 9 de julio (SinEmbargo).– Un día, apenas asume como Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa ordena una encuesta. Como en fichas de dominó que caen, el Mandatario no logra detenerse y hasta su último día de Gobierno pide más y más encuestas hasta que completa 40 mil preguntas y un gasto 257.7 millones de pesos (mdp) lo que hubiera servido para construir cientos de “pisos firmes”, el programa social que lanzó para combatir la pobreza. En su mar de dudas y sospechas, están entre otras, quién es el Presidente legítimo de México, si él o Andrés Manuel López Obrador; si el cantante Kalimba es inocente del delito de violación que se le imputa o qué tan popular es su esposa, Margarita Zavala Gómez del Campo.
Años después, el dirigente nacional del PRI, César Camacho Quiroz es retratado con un reloj Patek Philippe, similar a otro que posee el actor de Hollywood, Brad Pitt; o el ex Presidente de Francia, Nicolás Sarkozy; de unos 3 millones de pesos. Entonces, la moda del tiempo se vuelve notoria. Los políticos en Sinaloa se remangan para mostrar relojes de colecciones exclusivas. Gerardo Vargas Landeros, secretario de Gobierno, luce uno de 89 mil, y el Presidente municipal de Ahome, Arturo Duarte, uno de 17 mil dólares.
Antes, en 2006, cuando fue objeto de un intento de desafuero para que no compitiera en las elecciones presidenciales, el ahora dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, incorpora la palabra “boicot” al argot político. Una década después, al político no se le separa de ese concepto. Muchos más usan el término cuando acusan traición de alguno de sus compañeros de partido o trabajo.
En agosto de 2014, diputados del Partido Acción Nacional [PAN] contratan a mujeres para una fiesta privada en la mansión “Villa Balboa” en Puerto Vallarta, cuya renta es de tres mil dólares al día. Beben, bailan y deslizan las manos en los cuerpos de ellas. En primer plano está Luis Alberto Villarreal, coordinador de la fracción panista en San Lázaro, un debatiente de la Reforma Energética.
El panista Luis Alberto Villarreal. Foto: Cuartoscuro
En el presente año, un grupo de unas 80 mujeres rodea el Monumento a la Madre en la Ciudad de México para protestar contra Martí Batres Guadarrama, dirigente de Morena. La protesta de una hora es para exigir que el político se ponga en orden con una deuda de pensión alimenticia para los hijos que tiene con tres ex parejas.
Un audio revela una conversación de Lorenzo Córdova Vianello, presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), y el secretario ejecutivo del instituto, Edmundo Jacobo Molina. Se burla de la forma de hablar de los chichimecas; pero su propio lenguaje es soez y limitado a tres palabras. Su comentario lo remata con un: “O acabamos muy divertidos, o acabamos en el psiquiatra de aquí”.
Cuando fue candidato, el Presidente Enrique Peña Nieto no logró hilvanar las tres lecturas que lo marcaron en la vida. El dislate lo persigue. Cuando no tiene ni siquiera dos años en el Gobierno, la investigación periodística del equipo de Aristegui Noticias encuentra que la familia presidencial no sólo habita en la residencia de Los Pinos; sino que tiene una casa valuada en 86 millones de pesos. La propiedad está a nombre de un contratista del Gobierno federal: Juan Armando Hinojosa Cantú. El episodio es conocido como “Casa Blanca”.
Sobre este paisaje, de vez en vez, el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari [1988-1994] aparece para expiar su probable culpa del desastre financiero de 1995 cuando el peso fue devaluado frente al dólar y miles de familias se hundieron en la ruina. Deja caer frases como “política ficción”. Los años transcurren –ya pasaron veinte– y nada queda claro de aquel pasaje traumático
El ex Presidente Carlos Salinas de Gortari. Foto: Cuartoscuro
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¿Qué le pasa a los políticos mexicanos? ¿Por qué hacen lo que hacen? ¿Por qué dicen lo que dicen? Expertos en Psicología del Poder aceptaron sentar en su diván al poder mexicano como un ente que piensa, siente y actúa. Figuradamente, desentrañaron la psique conformada por quienes hoy ocupan posiciones estratégicas y dictan desde sus escritorios o curules el destino de los de a pie. La conclusión de ese ojo clínico fue extrema: hay un padecimiento en el que domina la idea que el Gobierno o la representación popular es un festín que debe disfrutarse muy lejos de los votantes y bajo las reglas de la profunda reserva.
En México, las responsabilidades gubernamentales se han vuelto un afrodisiaco que embriaga al punto de los absurdos, las barbaridades, el ridículo, el derroche y el cinismo. Al final, la clase política es un conglomerado de hombres y mujeres que tienen como único fin permanecer a como de lugar. Una casta que no está preocupada por generar estadistas; sino en perpetuarse. Algunos de sus integrantes nacieron en el poder y lo han respirado toda su vida. Otros han tenido que escalar porque su origen está muy lejano a las cúpulas. No todos quieren lo mismo, hay quienes procuran y batallan por el bien común; pero constituyen la mínima parte de la esfera.
Para los expertos, es difícil que alguien se escape del diagnóstico: la comunidad política está rodeada por una suerte de muralla medieval que inhibe la sensibilidad por los otros, los que se han quedado afuera. Aunque adentro no todo es goce. El golpe trapero, la venganza y la desconfianza llenan el aire.
Lo explica el director de la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología [AMAP], Eduardo Murueta Reyes: “En México hay un pseudo poder. Es pseudo porque es autoritario. Muy lejos de eso, el verdadero poder es el que convoca y organiza. La base de todo debe ser la organización. A mayor organización, mayor poder. El hecho de que muchas personas en la sociedad en México no estén organizadas y vivan supeditadas a unos cuantos, genera que estos tiendan al abuso. Entonces, todo abuso, en este enfoque, se considera psicopatológico”.
La triste y profunda noche de Iguala, Guerrero, del 26 de septiembre de 2014, cuando no quedó rastro de 43 estudiantes normalistas, se inscribe en esta característica del poder mexicano. Para el experto, el silencio del Jefe del Ejecutivo, Enrique Peña Nieto, sobre la tragedia y la tambaleante “verdad histórica” que brindó el ex Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, tiene un símil: el de un padre de familia que no comprende a su hijo. “El autoritarismo de un Gobierno es que no entiende qué está pasando en su comunidad o su sociedad, e impone criterios porque tiene las leyes, los militares y los policías bajo sus órdenes”, expone Murueta Reyes.
De esta manera, es posible que los años pasen y no haya asomo de justicia en la tragedia de la Guardería ABC, ocurrida el 5 de junio de 2009, en Hermosillo, Sonora. Ahí perdieron la vida 49 niños y 106 resultaron heridos. Aún no cumplían cinco años. Sus padres no han desistido de la organización social para clamar castigo para quien resulte responsable. Pero nada ha sucedido para satisfacer su batalla y por el contrario, tres de los políticos mexicanos más vinculados con el desastre, han quedado desmarcados. Margarita Zavala Gómez del Campo, primera dama cuando ocurrió el fatídico evento y familiar de Marcia Matilde Gómez del Campo, socia fundadora de la Guardería; es hoy precandidata a la Presidencia de la República. Claudia Pavlovich, diputada en el Congreso de Sonora y firmante de una carta en la que avalaba la probidad de los dueños de la Guardería, es hoy Gobernadora electa del estado. Juan Molinar Horcasitas, el primer director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que autorizó la subrogación de guarderías y estancias infantiles, falleció el pasado mayo.
La clase política alberga temores. Y el principal es a lo que en el grupo se concibe como traición. ¿Qué es para el poder mexicano? Jorge Molina, experto en Poder en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), describe que se trata, más bien, de una contrariedad que de una acción premeditada. “Normalmente quienes no están de acuerdo con ellos, con los políticos, personifican la traición. Ejemplo: uno de los colaboradores decide decir la verdad o apoyar grupos diferentes al del líder. Aunque se demuestre que tienen la razón, el líder se dice traicionado”.
El boicot representa otro miedo. Molina lo describe como esas acciones que impiden los objetivos del político; pero no siempre se generan en malas intenciones. Por ejemplo, no votar, no ver ciertos programas de televisión o no consumir determinado producto.
Lo cierto es que las cosas han cambiado. Los días en que no se movía una hoja de árbol sin el aval del Presidente de la República se han ido. Y con ellos, el sometimiento de los políticos subalternos que se disciplinaban al grado de no moverse con tal de salir en la foto. Pero según José Fernández Santillán, politólogo en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de México [ITESM], la transición ocurrió sin la preparación adecuada para entender que en México hace falta, no sólo eficacia; sino Transparencia y Rendición de Cuentas. “En pocas palabras, honestidad”, recalca el estudioso de la política mexicana.
La circunstancia de los poderosos mexicanos es explicada cada día por ellos mismos, con sus palabras y acciones. Sin el menor sonrojo, César Camacho Quiroz, el dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) brindó este discurso cuando un periodista del diario Reforma le preguntó el porqué de su colección de relojes tan caros: “Me ha cautivado siempre el fenómeno del tiempo, parece que desde que la humanidad es tal… Yo creo que tengo unos ocho [relojes]. El más costoso es uno del que dieron cuenta los medios, un reloj Patek Philippe”. Carlos Páez Agraz, especialista en Discurso político, observa que la selección de palabras de los políticos mexicanos es mínima y casi siempre, refleja emociones en lugar de propuestas. A veces, los políticos sólo hablan para acusar al otro o brindar explicaciones tras un acto escandaloso. Así, transcurren los tiempos hasta una nueva elección.
César Camacho Quiroz, presidente nacional del PRI. Foto: Cuartoscuro
DINERO, DINERO, DINERO
¿El dinero se encuentra en el eje de esta descomposición? No siempre, pero tiene mucha importancia. En el ámbito político de México no se vive sin ingresos altos y el sentido del lujo somete a quien se encuentra ahí. El psicólogo Murueta Reyes expresa: “La casta , por la fuerza, se ha puesto salarios altísimos. Eso de entrada es patológico porque tanto dinero aleja de la comunidad. Aun personas que al principio hubieran querido hacer el bien, quedan en riesgo. La gente se obnubila y hace lo que sea por mantenerse en el poder. Tiene miedo de perder el status y el bienestar. Así, traiciona sus valores y sus principios”.
Al otro extremo, está el otro nivel de ingreso. El 38.5 por ciento de la población gana entre uno y dos salarios mínimos al día y 53 millones de personas son consideradas como “pobres”, según datos de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos [CNSM y el Consejo Nacional de Evaluación de las Políticas Sociales [Coneval].
Los sueldos de los gobernantes en México a veces superan los de la burocracia de países como Estados Unidos o España. Quien más gana es el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, el ministro Juan N. Silva Meza, con más de 6 millones 760 mil 998 pesos al año [su homólogo en Estados Unidos supera los 3 millones de pesos]; además de un aguinaldo de 596 mil 449 pesos. En segundo lugar está el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, con un sueldo anual de 4 millones 656 mil pesos. La tercera posición la ocupa el titular de la Auditoría Superior de la Federación, Juan Manuel Portal, quien recibe 4 millones 246 mil 810 pesos, al año [la mitad de lo que percibe un funcionario con un cargo similar en España]. En el cuarto sitio destaca la presencia del recién nombrado ombudsman nacional, Luis González Pérez, con 4 millones 195 mil pesos. Muy cerca está el sueldo de Lorenzo Córdova Vianello, presidente del Instituto Nacional Electoral, de 4 millones 194 mil pesos al año.
Rosario Robles Berlanga, titular de la Secretaría de Desarrollo Social. Foto: Cuartoscuro
Los Secretarios de Estado como Luis Videgaray Caso, de Hacienda y Crédito Público (SHCP), Gerardo Ruiz Esparza, de Comunicaciones y Transportes (SCT), o Rosario Robles Berlanga, de Desarrollo Social (Sedesol) o Emilio Chuayffet Chemor, de Educación Pública (SEP) perciben cada uno, en promedio, 2 millones 300 mil pesos. Luego están los diputados cuya dieta anual es de 1 millón 929 mil 999 pesos, mientras que la de los senadores es de 1 millón 410 mil [datos del Presupuesto de Egresos de la Federación programado para 2015].
Pero los altos sueldos no resultan suficientes. Incluso sobre estos ríos de dinero, campea el fantasma de la corrupción. Ernesto Gómez Magaña de la organización Contraloría Ciudadana perfila al poder en México como un ente cínico que siempre se cubre con el manto de la impunidad. Así, la biografía del dirigente de los trabajadores petroleros, Carlos Romero Deschamps, puede transcurrir sin la menor perturbación. Se le ve con frecuencia en el restaurante The Palm, en Polanco, donde una comida individual con entradas, plato fuerte y bebidas puede costar hasta tres mil pesos; o la cantina Cuchilleros, a una calle del nuevo edificio del Senado, donde ordena whisky. Adueña casas y embarcaciones en México y Estados Unidos. En abril, cuando se discutía el Sistema Nacional Anticorrupción, el también senador por el PRI, se recreaba con un catálogo de yates, al lado de su compañero, Gerardo Sánchez.
“No es que tengamos personas necesariamente corruptas de origen; sino que el diseño de la organización del poder hace que solamente unos cuantos, con una vida familiar y con mucha solidez previa, puedan contraponerse a la tentación de la corrupción”, opina el psicólogo Eduardo Murueta Reyes. El experto acota: “Los políticos, aun cuando entran con elementos sinceros de que quieren hacer algo por la comunidad, caen en una vorágine que les cambia la mentalidad”.
¿Visto así, el poder victimiza? Murueta cree que sí. Por lo menos en México ocurre de esa forma porque “los grados tanto de hacer como de tener son muy altos”. Ello hace perder sensibilidad y afecto social. “Esa es la base de la corrupción. El político prefiere su beneficio personal al beneficio social. Deja de amar a su patria y a su comunidad. Y de repente, necesita más beneficio material, más placer sensorial, más agresión, más autoritarismo. ¿Por qué? Porque la soledad empieza a ser progresiva”.
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Pongamos que el Poder Mexicano está sentado en el diván, ¿qué está diciendo? Jorge Molina, uno de los piscólogos del poder con mayor expertisse en la UNAM, responde:
“[El poder mexicano] usará un mecanismo de defensa que se llama racionalizar. Me dirá cosas como, los pobres o jodidos están así por flojos, por tontos, y lo peor es que no te dejan ayudarlos. Uno sabe lo que les conviene pero se resisten, yo he logrado llegar a donde estoy porque pienso, porque soy audaz”.
–Y entonces, ¿cuál es la recomendación?
El terapeuta responde:
“Usaría diversas técnicas para destruir un poco su narrativa. Vería desde cuándo piensa así. Si su familia tenía poder y dinero, o él es nuevo rico. Le mostraría ejemplos de personas listas, inteligentes, cultas y honestas, que sin embargo tienen grandes limitaciones económicas. Le haría preguntas empleando el que pasaría si. Por ejemplo, ¿qué pasaría si empleas el presupuesto para beneficiar a la población? ¿Cómo te sentirías si dices la verdad?”.
Con todo, el tratamiento que recomiendan los expertos es la destrucción del oropel que rodea a los cargos públicos en México. Más exigencia en la rendición de cuentas y la fijación de la idea de la transparencia. La configuración de un nuevo concepto de poder más parecido al servicio que al placer entrañado en la ostentosidad.