lunes, 22 de noviembre de 2010
Focos rojos en Sedena ante posible intervención de EU
(Artículo censurado de la Revista Contralínea cuyo portal está bloqueado)
Militares en activo, generales y coroneles –que ocupan cargos operativos en el Ejército Mexicano– manifiestan su preocupación ante la posible intervención militar de Estados Unidos en México. Se muestran frustrados por la política de Felipe Calderón, obsequiosa ante los duros del Pentágono, y advierten que se construye el “escenario” para el ingreso de tropas estadunidenses a territorio nacional. Señalan que una parte del caos y la violencia en ciudades mexicanas es inducida desde el exterior con la anuencia del gobierno federal. Especialistas en seguridad nacional coinciden en que se generan las condiciones que justifiquen una “cooperación más estrecha” en el plano militar entre ambos países
El pasado 18 de junio, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) calificó como “superpotencia” a las bandas del narcotráfico que operan en México. El hecho apenas mereció unas líneas en páginas interiores de algunos medios impresos. Pero militares de la Segunda Sección del Ejército Mexicano (encargada de las labores de inteligencia) terminaron por desesperarse: observan como inminente la llegada de tropas estadunidenses al país, una demanda de los sectores castrenses más duros de la Defensa Nacional de Estados Unidos.
“Institucionales”, acostumbrados a callar sus diferencias con los civiles y renuentes a comentar las discrepancias al interior de las Fuerzas Armadas, esta vez los militares prefieren hablar. Señalan que parte de la violencia que se ha desatado en las últimas semanas podría ser “inducida”. Y acusan al gobierno de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa de preparar el “escenario” para una intervención estadunidense abierta.
Aseguran contar con información de que los atentados con carros bomba (uno realizado en Ciudad Juárez, Chihuahua, el 16 de julio, y dos más en Ciudad Victoria, Tamaulipas, el 26 de agosto de 2010) pudieron no ser obra de las bandas de narcotraficantes. Incluso, es probable que no hayan sido realizados por mexicanos.
“No es el modus operandi de los cárteles ni de los grupos armados con reivindicaciones políticas”, dice uno de los divisionarios que solicita mantener bajo reserva su identidad. Agrega que en círculos castrenses existe inquietud ante la desestabilización del país y las acciones del gobierno federal que, más que contenerla, parecen propiciarla.
Las declaraciones a Contralínea de militares en activo del Ejército son válvulas de escape y señales de lo que ocurre en el ámbito castrense. A decir de Guillermo Garduño –especialista en Fuerzas Armadas e investigador adscrito a la Universidad Autónoma Metropolitana y conferencista en el Colegio de la Defensa Nacional–, los militares están desesperados porque los comanda un grupo de civiles que “ni idea tiene de lo que son las Fuerzas Armadas”. México no ha creado una elite civil que conozca al Ejército Mexicano, a la Marina Armada de México ni a la Fuerza Aérea.
De acuerdo con los generales y coroneles que solicitan no revelar sus nombres, la supuesta “estrategia” para permitir el ingreso de tropas estadunidenses a territorio mexicano con los menores costos sociales contaría con dos vertientes: al interior, donde se buscaría que la propia sociedad mexicana demande más “seguridad” sin importar el origen de la “ayuda”; y al exterior, en el que los países consideren que la intervención sería “humanitaria”, ante bandas criminales que han superado al Estado mexicano.
Las presiones, en ascenso
En el estudio La globalización del delito: evaluación de la amenaza del crimen organizado trasnacional, presentado el pasado 18 de julio, la Oficina de la Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito señala que la “superpotencia” mundial de criminales organizados “ha generado una guerra por territorios y nuevas rutas entre bandas de traficantes, particularmente en México”.
Ya antes, el informe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, aprobado para su publicación el 25 de noviembre de 2008 y dado a conocer en enero de 2009, Joint Operating Environment. Challenges and implications for the future Joint Force (JOE) –título cuya traducción sería Contexto de la Operación Conjunta. Desafíos e implicaciones para el futuro de las operaciones de las Fuerzas Conjuntas– advirtió que el Estado mexicano podría ser incapaz de mantener la estabilidad en los próximos años. Y colocó al país como un Estado fallido con características similares a Afganistán. En el mismo documento, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos “recuerda” que “un México inestable podría representar un problema de seguridad de enormes proporciones” para ese país.
Las presiones estadunidenses fueron subiendo de tono y de número. El 10 de marzo de 2009, el director de la Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Dennis Blair, señaló que México no controlaba todo su territorio. Para julio de ese mismo año, el informe La narcoinsurgencia de México y la política antidrogas de Estados Unidos –del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército, dependiente del Pentágono– planteó que México vivía “una transición del gangsterismo tradicional de asesinos a sueldo a terrorismo paramilitar con tácticas de guerrilla”. Además, el 17 de ese mes Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, declaró que el Ejército Mexicano había fracasado en su lucha contra el narcotráfico en la fronteriza Ciudad Juárez.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad de este 2010, el discurso de las autoridades estadunidenses y de la ONU ha sido cada vez más contundente: México es incapaz de controlar a las bandas del narcotráfico y su ineficiencia es una amenaza a la seguridad de varias regiones del mundo, incluyendo Estados Unidos.
“Todo se va acomodando”
El embajador Henry A Crumpton, exoficial de operaciones clandestinas de la Agencia Central de Inteligencia y excoordinador de la lucha contra el terrorismo en el Departamento de Estado, aseguró que México vive una “narcoinsurgencia”. A principios de septiembre pasado, en una entrevista con Wall Street Journal, Crumpton reconoció que ese concepto es “particularmente incendiario” para los mexicanos por su temor histórico a que el ejército de Estados Unidos se ponga al frente de la lucha antinarcóticos.
La secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, retomó el concepto vertido por Crumpton y, el 8 de septiembre, agregó que México “se está pareciendo más a como se veía Colombia hace 20 años”. En esa misma declaración, defendió el Plan Colombia, del que, aseguró, sí dio resultados en la lucha contra el narcotráfico.
“Todo se va acomodando”, dice a Contralínea un general que solicita mantener bajo reserva su nombre. Llamar “superpotencia” al narcotráfico es considerar que las Fuerzas Armadas de México no son suficientes para combatir a una “amenaza mundial”. El “peligro” de una intervención es real, agrega.
En efecto, oficiales estadunidenses consultados por Wall Street Journal explicaron que “el gobierno mexicano parece estar cada vez más abierto a una mayor cooperación, debido a que la situación de seguridad está empeorando”. En declaraciones publicadas el mismo 10 de septiembre, el embajador mexicano en Washington, Arturo Sarukhán, dijo: “Hemos alentado a Estados Unidos a mejorar y profundizar la cooperación con México”.
A los agentes de la Oficina Binacional de Inteligencia –establecida en agosto pasado y anunciada en marzo de este año, luego de las reuniones de “alto nivel” celebradas en México entre la plana mayor de seguridad nacional de Estados Unidos y sus pares mexicanos– se suman los “Cuerpos de Paz”.
Tan sólo durante la semana del 7 de noviembre llegaron 39 “voluntarios”, como informó la embajada estadunidense en México. Estos nuevos voluntarios se integran a trabajos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Comisión Nacional de Áreas Protegidas.
Previamente, a lo largo del año, habían llegado 33, que estarían integrados a la propia Semarnat en programas de manejo de áreas protegidas, ecoturismo, educación ambiental y desarrollo de negocios sostenibles; y 12 más, en los programas del Conacyt en transferencia tecnológica, tecnologías de la información, desarrollo de negocios y organizaciones y enseñanza del idioma inglés.
La intervención blanda
Especialistas consideran que, como nunca desde la Revolución Mexicana, el país se encuentra al borde de una intervención militar estadunidense. Coinciden en que mientras más desestabilizado se encuentre el país, mayores serán las posibilidades de que marines “colaboren” en territorio mexicano.
“Ése [el de la intervención] es el tema en los círculos de la inteligencia en México”, señala Abelardo Rodríguez Sumano, investigador del Centro de Estudios sobre América del Norte de la Universidad de Guadalajara.
El especialista en temas de seguridad nacional de México y Estados Unidos señala que la intervención estadunidense tendría como origen el “vacío” que han dejado las autoridades mexicanas.
“No hay un consenso en el sistema de seguridad nacional en cuanto a la relación con Estados Unidos. Estamos desarticulados en el aspecto de la ‘colaboración’. Hay sectores, como el de la Marina [Armada de México], que la quieren. Y otros, como el del Ejército [Mexicano], que se resisten. Y mientras no haya acuerdo y se generen estos vacíos estratégicos, los estadunidenses los van a ocupar. Ellos sí tienen claro qué quieren respecto de nosotros.”
Para el doctor Guillermo Garduño Valero, la intervención no es un hecho del futuro inmediato: “Ya está ocurriendo”. Agrega que los propios estadunidenses consideran que no son necesarias en este momento las tropas de ellos en el país.
“Se trata de una guerra de ellos; pero que la libran, como la mayoría de ellas, a lo largo de su historia, fuera de su territorio. Ellos ya están aquí. Ya intervienen, pero los que ponen las vidas son los mexicanos”, asegura.
Al final, concede: “Cuando las instituciones mexicanas se agoten, entonces sí tendrán que responder ellos directamente… Y va a ocurrir”.
Para Jorge Luis Sierra, especialista en seguridad nacional y Fuerzas Armadas, la preocupación de los sectores militares mexicanos ante una posible intervención estadunidense no es nueva. El egresado del Centro de Estudios de la Defensa Nacional, de la Universidad de la Defensa Nacional en Washington, explica que después del ataque a las torres gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, la inteligencia militar mexicana advirtió que Estados Unidos querría instalar bases militares en México.
La advertencia habría quedado plasmada en un documento elaborado en 2003: la minuta de la reunión de las dos generaciones de maestría en seguridad nacional que las Fuerzas Armadas mexicanas imparten. Se trataría de la elite castrense egresada del Colegio de la Defensa Nacional (a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional) y la del Centro de Estudios Superiores Navales (a cargo de la Secretaría de Marina).
Para el senador René Arce, integrante de la Comisión Bicamaral de Seguridad Nacional, Estados Unidos “siempre ha intervenido en México en cuestiones de inteligencia”. Arce cuestiona: “Ahora sí nos quieren parecer muy patriotas y marcar su línea, cuando lo que les ha molestado [a las Fuerzas Armadas mexicanas] es que les digan que violan los derechos humanos; ése es el problema. La presencia de militares y gente de inteligencia sí existe, pero es discreta”.
Abelardo Rodríguez señala que incluso para el sector militar más duro de Estados Unidos, el Departamento de Defensa, los marines debieron desplegarse en México desde hace meses.
“Pero históricamente está visto que una vez que Estados Unidos se instala en algún país, es muy difícil que salga”, advierte.
EPR, también en alerta ante posible intervención
La posible intervención estadunidense en México no sólo ha sido advertida por las Fuerzas Armadas Mexicanas, sino también por los grupos guerrilleros. El Ejército Popular Revolucionario (EPR), considerada la guerrilla con mayor capacidad de fuego en México, señaló que cuando Estados Unidos utiliza los conceptos narcoinsurgencia y narcoguerrilla, está señalando que intervendrá militarmente.
En su órgano de difusión El Insurgente, correspondiente a septiembre y octubre de 2010, el EPR y su organización política, el Partido Democrático Popular Revolucionario, señalan que el “gendarme del mundo” es el que acuña los términos narcoinsurgencia, narcoguerrilla y narcoterrorismo con el fin de intervenir en México, y también con el de relacionar a la lucha de reivindicaciones políticas y sociales con el crimen organizado.
El EPR rechaza que la delincuencia organizada, principalmente los cárteles del narcotráfico, sea “insurgencia”. Equipararlos equivaldría a criminalizar la pobreza. Se trata, asegura, de un ardid de la guerra de baja intensidad diseñada por los militares estadunidenses.
El narcotráfico es una empresa capitalista; nada tiene que ver con la guerrilla en México, concluye el EPR.
Fuente: Revista Contralinea
Militares en activo, generales y coroneles –que ocupan cargos operativos en el Ejército Mexicano– manifiestan su preocupación ante la posible intervención militar de Estados Unidos en México. Se muestran frustrados por la política de Felipe Calderón, obsequiosa ante los duros del Pentágono, y advierten que se construye el “escenario” para el ingreso de tropas estadunidenses a territorio nacional. Señalan que una parte del caos y la violencia en ciudades mexicanas es inducida desde el exterior con la anuencia del gobierno federal. Especialistas en seguridad nacional coinciden en que se generan las condiciones que justifiquen una “cooperación más estrecha” en el plano militar entre ambos países
El pasado 18 de junio, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) calificó como “superpotencia” a las bandas del narcotráfico que operan en México. El hecho apenas mereció unas líneas en páginas interiores de algunos medios impresos. Pero militares de la Segunda Sección del Ejército Mexicano (encargada de las labores de inteligencia) terminaron por desesperarse: observan como inminente la llegada de tropas estadunidenses al país, una demanda de los sectores castrenses más duros de la Defensa Nacional de Estados Unidos.
“Institucionales”, acostumbrados a callar sus diferencias con los civiles y renuentes a comentar las discrepancias al interior de las Fuerzas Armadas, esta vez los militares prefieren hablar. Señalan que parte de la violencia que se ha desatado en las últimas semanas podría ser “inducida”. Y acusan al gobierno de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa de preparar el “escenario” para una intervención estadunidense abierta.
Aseguran contar con información de que los atentados con carros bomba (uno realizado en Ciudad Juárez, Chihuahua, el 16 de julio, y dos más en Ciudad Victoria, Tamaulipas, el 26 de agosto de 2010) pudieron no ser obra de las bandas de narcotraficantes. Incluso, es probable que no hayan sido realizados por mexicanos.
“No es el modus operandi de los cárteles ni de los grupos armados con reivindicaciones políticas”, dice uno de los divisionarios que solicita mantener bajo reserva su identidad. Agrega que en círculos castrenses existe inquietud ante la desestabilización del país y las acciones del gobierno federal que, más que contenerla, parecen propiciarla.
Las declaraciones a Contralínea de militares en activo del Ejército son válvulas de escape y señales de lo que ocurre en el ámbito castrense. A decir de Guillermo Garduño –especialista en Fuerzas Armadas e investigador adscrito a la Universidad Autónoma Metropolitana y conferencista en el Colegio de la Defensa Nacional–, los militares están desesperados porque los comanda un grupo de civiles que “ni idea tiene de lo que son las Fuerzas Armadas”. México no ha creado una elite civil que conozca al Ejército Mexicano, a la Marina Armada de México ni a la Fuerza Aérea.
De acuerdo con los generales y coroneles que solicitan no revelar sus nombres, la supuesta “estrategia” para permitir el ingreso de tropas estadunidenses a territorio mexicano con los menores costos sociales contaría con dos vertientes: al interior, donde se buscaría que la propia sociedad mexicana demande más “seguridad” sin importar el origen de la “ayuda”; y al exterior, en el que los países consideren que la intervención sería “humanitaria”, ante bandas criminales que han superado al Estado mexicano.
Las presiones, en ascenso
En el estudio La globalización del delito: evaluación de la amenaza del crimen organizado trasnacional, presentado el pasado 18 de julio, la Oficina de la Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito señala que la “superpotencia” mundial de criminales organizados “ha generado una guerra por territorios y nuevas rutas entre bandas de traficantes, particularmente en México”.
Ya antes, el informe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, aprobado para su publicación el 25 de noviembre de 2008 y dado a conocer en enero de 2009, Joint Operating Environment. Challenges and implications for the future Joint Force (JOE) –título cuya traducción sería Contexto de la Operación Conjunta. Desafíos e implicaciones para el futuro de las operaciones de las Fuerzas Conjuntas– advirtió que el Estado mexicano podría ser incapaz de mantener la estabilidad en los próximos años. Y colocó al país como un Estado fallido con características similares a Afganistán. En el mismo documento, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos “recuerda” que “un México inestable podría representar un problema de seguridad de enormes proporciones” para ese país.
Las presiones estadunidenses fueron subiendo de tono y de número. El 10 de marzo de 2009, el director de la Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Dennis Blair, señaló que México no controlaba todo su territorio. Para julio de ese mismo año, el informe La narcoinsurgencia de México y la política antidrogas de Estados Unidos –del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército, dependiente del Pentágono– planteó que México vivía “una transición del gangsterismo tradicional de asesinos a sueldo a terrorismo paramilitar con tácticas de guerrilla”. Además, el 17 de ese mes Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, declaró que el Ejército Mexicano había fracasado en su lucha contra el narcotráfico en la fronteriza Ciudad Juárez.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad de este 2010, el discurso de las autoridades estadunidenses y de la ONU ha sido cada vez más contundente: México es incapaz de controlar a las bandas del narcotráfico y su ineficiencia es una amenaza a la seguridad de varias regiones del mundo, incluyendo Estados Unidos.
“Todo se va acomodando”
El embajador Henry A Crumpton, exoficial de operaciones clandestinas de la Agencia Central de Inteligencia y excoordinador de la lucha contra el terrorismo en el Departamento de Estado, aseguró que México vive una “narcoinsurgencia”. A principios de septiembre pasado, en una entrevista con Wall Street Journal, Crumpton reconoció que ese concepto es “particularmente incendiario” para los mexicanos por su temor histórico a que el ejército de Estados Unidos se ponga al frente de la lucha antinarcóticos.
La secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, retomó el concepto vertido por Crumpton y, el 8 de septiembre, agregó que México “se está pareciendo más a como se veía Colombia hace 20 años”. En esa misma declaración, defendió el Plan Colombia, del que, aseguró, sí dio resultados en la lucha contra el narcotráfico.
“Todo se va acomodando”, dice a Contralínea un general que solicita mantener bajo reserva su nombre. Llamar “superpotencia” al narcotráfico es considerar que las Fuerzas Armadas de México no son suficientes para combatir a una “amenaza mundial”. El “peligro” de una intervención es real, agrega.
En efecto, oficiales estadunidenses consultados por Wall Street Journal explicaron que “el gobierno mexicano parece estar cada vez más abierto a una mayor cooperación, debido a que la situación de seguridad está empeorando”. En declaraciones publicadas el mismo 10 de septiembre, el embajador mexicano en Washington, Arturo Sarukhán, dijo: “Hemos alentado a Estados Unidos a mejorar y profundizar la cooperación con México”.
A los agentes de la Oficina Binacional de Inteligencia –establecida en agosto pasado y anunciada en marzo de este año, luego de las reuniones de “alto nivel” celebradas en México entre la plana mayor de seguridad nacional de Estados Unidos y sus pares mexicanos– se suman los “Cuerpos de Paz”.
Tan sólo durante la semana del 7 de noviembre llegaron 39 “voluntarios”, como informó la embajada estadunidense en México. Estos nuevos voluntarios se integran a trabajos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Comisión Nacional de Áreas Protegidas.
Previamente, a lo largo del año, habían llegado 33, que estarían integrados a la propia Semarnat en programas de manejo de áreas protegidas, ecoturismo, educación ambiental y desarrollo de negocios sostenibles; y 12 más, en los programas del Conacyt en transferencia tecnológica, tecnologías de la información, desarrollo de negocios y organizaciones y enseñanza del idioma inglés.
La intervención blanda
Especialistas consideran que, como nunca desde la Revolución Mexicana, el país se encuentra al borde de una intervención militar estadunidense. Coinciden en que mientras más desestabilizado se encuentre el país, mayores serán las posibilidades de que marines “colaboren” en territorio mexicano.
“Ése [el de la intervención] es el tema en los círculos de la inteligencia en México”, señala Abelardo Rodríguez Sumano, investigador del Centro de Estudios sobre América del Norte de la Universidad de Guadalajara.
El especialista en temas de seguridad nacional de México y Estados Unidos señala que la intervención estadunidense tendría como origen el “vacío” que han dejado las autoridades mexicanas.
“No hay un consenso en el sistema de seguridad nacional en cuanto a la relación con Estados Unidos. Estamos desarticulados en el aspecto de la ‘colaboración’. Hay sectores, como el de la Marina [Armada de México], que la quieren. Y otros, como el del Ejército [Mexicano], que se resisten. Y mientras no haya acuerdo y se generen estos vacíos estratégicos, los estadunidenses los van a ocupar. Ellos sí tienen claro qué quieren respecto de nosotros.”
Para el doctor Guillermo Garduño Valero, la intervención no es un hecho del futuro inmediato: “Ya está ocurriendo”. Agrega que los propios estadunidenses consideran que no son necesarias en este momento las tropas de ellos en el país.
“Se trata de una guerra de ellos; pero que la libran, como la mayoría de ellas, a lo largo de su historia, fuera de su territorio. Ellos ya están aquí. Ya intervienen, pero los que ponen las vidas son los mexicanos”, asegura.
Al final, concede: “Cuando las instituciones mexicanas se agoten, entonces sí tendrán que responder ellos directamente… Y va a ocurrir”.
Para Jorge Luis Sierra, especialista en seguridad nacional y Fuerzas Armadas, la preocupación de los sectores militares mexicanos ante una posible intervención estadunidense no es nueva. El egresado del Centro de Estudios de la Defensa Nacional, de la Universidad de la Defensa Nacional en Washington, explica que después del ataque a las torres gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, la inteligencia militar mexicana advirtió que Estados Unidos querría instalar bases militares en México.
La advertencia habría quedado plasmada en un documento elaborado en 2003: la minuta de la reunión de las dos generaciones de maestría en seguridad nacional que las Fuerzas Armadas mexicanas imparten. Se trataría de la elite castrense egresada del Colegio de la Defensa Nacional (a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional) y la del Centro de Estudios Superiores Navales (a cargo de la Secretaría de Marina).
Para el senador René Arce, integrante de la Comisión Bicamaral de Seguridad Nacional, Estados Unidos “siempre ha intervenido en México en cuestiones de inteligencia”. Arce cuestiona: “Ahora sí nos quieren parecer muy patriotas y marcar su línea, cuando lo que les ha molestado [a las Fuerzas Armadas mexicanas] es que les digan que violan los derechos humanos; ése es el problema. La presencia de militares y gente de inteligencia sí existe, pero es discreta”.
Abelardo Rodríguez señala que incluso para el sector militar más duro de Estados Unidos, el Departamento de Defensa, los marines debieron desplegarse en México desde hace meses.
“Pero históricamente está visto que una vez que Estados Unidos se instala en algún país, es muy difícil que salga”, advierte.
EPR, también en alerta ante posible intervención
La posible intervención estadunidense en México no sólo ha sido advertida por las Fuerzas Armadas Mexicanas, sino también por los grupos guerrilleros. El Ejército Popular Revolucionario (EPR), considerada la guerrilla con mayor capacidad de fuego en México, señaló que cuando Estados Unidos utiliza los conceptos narcoinsurgencia y narcoguerrilla, está señalando que intervendrá militarmente.
En su órgano de difusión El Insurgente, correspondiente a septiembre y octubre de 2010, el EPR y su organización política, el Partido Democrático Popular Revolucionario, señalan que el “gendarme del mundo” es el que acuña los términos narcoinsurgencia, narcoguerrilla y narcoterrorismo con el fin de intervenir en México, y también con el de relacionar a la lucha de reivindicaciones políticas y sociales con el crimen organizado.
El EPR rechaza que la delincuencia organizada, principalmente los cárteles del narcotráfico, sea “insurgencia”. Equipararlos equivaldría a criminalizar la pobreza. Se trata, asegura, de un ardid de la guerra de baja intensidad diseñada por los militares estadunidenses.
El narcotráfico es una empresa capitalista; nada tiene que ver con la guerrilla en México, concluye el EPR.
Fuente: Revista Contralinea
Ironía, presentar el DF como modelo: clero
Gabriel León
Periódico La Jornada
Lunes 22 de noviembre de 2010, p. 40
La Arquidiócesis de México calificó de “ironía de mal gusto y de verdadera burla” que el Gobierno del Distrito Federal (GDF) presente a la capital del país como ciudad modelo y de vanguardia, cuando “presenta problemas de desorden urbano, inseguridad, ambulantaje, deterioro de vialidades y servicios; además de aplicar políticas públicas que “dañan” la institución familiar.
“Pena debería darnos presentar esta ciudad en sus condiciones actuales, sea por la mala calidad de sus servicios, sea por las pésimas políticas emprendidas por las actuales autoridades”, manifestó el arzobispado en el editorial de su publicación Desde la fe.
Periódico La Jornada
Lunes 22 de noviembre de 2010, p. 40
La Arquidiócesis de México calificó de “ironía de mal gusto y de verdadera burla” que el Gobierno del Distrito Federal (GDF) presente a la capital del país como ciudad modelo y de vanguardia, cuando “presenta problemas de desorden urbano, inseguridad, ambulantaje, deterioro de vialidades y servicios; además de aplicar políticas públicas que “dañan” la institución familiar.
“Pena debería darnos presentar esta ciudad en sus condiciones actuales, sea por la mala calidad de sus servicios, sea por las pésimas políticas emprendidas por las actuales autoridades”, manifestó el arzobispado en el editorial de su publicación Desde la fe.
Victoriano Huerta, el traidor sobreviviente
Miguel Ángel Granados Chapa
Si Victoriano Huerta y su red de secuaces pensaron que la historia los absolvería, se equivocaron. Sus nombres han sido y seguirán ligados a la más baja actitud en el espectro cristiano de la existencia: la traición.”
Tal dijo Enrique Krauze –Premio Nacional de Ciencias y Artes 2010 en el campo de la historia– hace 17 años, con motivo del octogésimo aniversario del asesinato de Madero, a manos de los esbirros de la fiera de Colotlán. Asombrado, he visto cómo el equivocado fue Krauze. Huerta es admirado, “mucho” o “algo”, por 41% de los entrevistados en una encuesta levantada en vísperas de celebrar el centenario del comienzo de la Revolución.
El Grupo Reforma –que publica el diario de ese nombre en la Ciudad de México, así como El Norte, en Monterrey, y Mural en Guadalajara– realizó ese sondeo por el 5 y 6 de noviembre. “Los resultados son representativos de los adultos que tienen una línea telefónica en su domicilio”, se explica en la nota metodológica. No sorprende que los protagonistas de la Revolución más admirados sean Zapata y Villa, por encima de Madero. Me dejó estupefacto, en cambio, que un porcentaje tan alto –cuatro de cada 10– admiren al traidor de febrero de 1913, si bien esa cifra es menor que la de los encuestados que lo execran, que llega al 46%.
Quizá aferrado en exceso a mi subjetividad, me parece que es necesario explicarnos lo que juzgo una anomalía, que lo es no condenar de modo unánime a ese chacal. Ese error moral puede deberse a ignorancia, es decir, a no saber quién fue Huerta, qué hizo y a quién. También podría ocurrir que ese resultado sea producto de la confusión, y que la gente que dijo admirar a Victoriano Huerta haya creído opinar en favor de Adolfo de la Huerta, el sonorense que rompió con Obregón, su amigo y jefe, 10 años después de la felonía del jalisciense.
Sería más sorprendente, sin embargo, que la admiración por Huerta proviniera de la información de que dispone el grueso de la sociedad, una información que trate con lenidad al asesino de Madero. En refuerzo de esa hipótesis recuerdo la normalidad con que el secretario de Gobernación Carlos Abascal ordenó incluir al traidor en la galería de sus antecesores, como si hubiera ocupado ese cargo en circunstancias normales, que no fueran producto de un forzamiento militar. En esa misma línea de la interpretación panista de la historia, encuentro natural el modo benevolente en que la página oficial del centenario de la Revolución, el sitio del gobierno de la República presenta la ficha biográfica de Huerta.
Afirma que participó “en la pacificación de Yucatán en 1901”. Ese es el modo porfirista de referirse a la gran matanza de indios mayas ordenada desde el centro y ejecutada con gran brutalidad por Huerta, que con la experiencia de ese lance también incurrió en genocidio contra el pueblo yaqui. Es peor, sin embargo, el perdón que la historia oficial del presente extiende a Huerta. Lo llama “presidente interino”, en vez de llamarlo sencillamente “espurio”, pues si bien el Congreso le extendió el nombramiento, lo hizo forzado por el peso del Ejército al que Huerta había vuelto contra su jefe legítimo.
Taimado, Huerta había transitado de su condición de alto comandante del Ejército federal a ganar la confianza de Madero. Cuando el 9 de febrero de 1913 se inició lo que pretendía ser la contrarrevolución, la restauración del antiguo régimen con Bernardo Reyes a la cabeza, en el ataque de un batallón de la escuela de aspirantes al Palacio Nacional el defensor del baluarte, el fiel general Lauro Villar, fue herido, por lo que se hizo necesario reemplazarlo. Para ello, según refiere Vasconcelos en su Ulises criollo, Madero aprovechó “el ofrecimiento que en ese instante hizo de su espada el general Victoriano Huerta. De momento se había convertido así en el jefe militar del país”.
Impedidos de tomar la sede del gobierno, a la que llegó Madero para simbolizar que estaba en pleno ejercicio del poder, los rebeldes encabezados por el sobrino de su tío, Félix Díaz, y por el también traidor general Manuel Mondragón, se hicieron fuertes en la Ciudadela. Desde allí atacaron el Palacio Nacional. Huerta no combatió con toda su fuerza a los alzados: “Aun para los que no estaban acostumbrados a observar el desarrollo de una acción militar –reflexionó el después general Francisco L. Urquizo–, la batalla por la recuperación de la Ciudadela ya estaba resultando un tanto rara, extraña, fuera de lo que era natural que de ella se esperara, sobre todo si se tomaban en cuenta las declaraciones que reiteradamente había hecho el comandante militar de la plaza y jefe de las operaciones en la ciudad, general Victoriano Huerta, quien había asegurado una y otra vez, ante quien quiso oírlo, que tomar posesión de la Ciudadela y acabar con sus defensores era una operación sumamente sencilla y que no entrañaba ningún peligro de fracaso”.
Semejante extrañeza manifestó Vasconcelos mientras los sucesos ocurrían: “¿Por qué, pregunté dirigiéndome al ministro de Guerra tras uno de esos disparos, por qué los sublevados tienen tan buena puntería y en cambio los nuestros nunca le pegan a la Ciudadela? ¿Por qué no asaltan y acaban en dos horas con ese manojo de ratas?, insistí. Es una vergüenza que 400 hombres tengan en jaque a toda la nación que está en paz y apoya al gobierno”.
Era que la traición estaba en curso. El historiador Stanley R. Ross fija su consumación a pocas horas después de iniciada la Decena Trágica, como se llamó al tenso e intenso periodo del 9 al 22 de febrero: “El martes 11, a las 10.30 de la mañana, escasamente 15 minutos después de que empezó la ofensiva federal, el general Huerta y Félix Díaz conferenciaban (…) El primer fruto del pacto se produjo en las horas avanzadas de la tarde, cuando a un destacamento de las fuerzas rurales se le ordenó avanzar al descubierto sobre la calle de Balderas. Las ametralladoras de los rebeldes de la Ciudadela (…) hicieron pedazos la cerrada formación de los rurales”.
Alfonso Taracena retrata, como si hubiera estado presente, la dimensión del fingimiento del traidor ya en obra: “Un armisticio concertado al amanecer es roto a las 2.00 de la tarde, debido a que no se llega a un acuerdo para la introducción de víveres en la Ciudadela, si bien Huerta dice a Madero que debían enviar a los sublevados hasta mujeres y licores para que cuando la fortaleza caiga no quede uno de ellos en toda la ciudad. Y levanta al presidente diciéndole: ‘Está usted en brazos del general Victoriano Huerta’”.
El 18 de febrero se precipitan los acontecimientos. Huerta se descara y arresta personalmente a Gustavo A. Madero, hermano del presidente, conocido por su influencia sobre don Francisco, y a éste mismo, en el Palacio Nacional. Para garantizar la paz según su modo de entenderla, el embajador estadunidense Henry Lane Wilson reúne en su oficina al rebelde Díaz y al infidente Huerta. El acuerdo entre ambos estaba siendo puntualmente cumplido, pero el diplomático metiche quiso ser parte y beneficiario del convenio. Allí se firmó el Pacto de la Embajada, según el cual Huerta asumiría la Presidencia y convocaría a elecciones que ganaría el sobrino del dictador huido a Francia; los intereses estadunidenses quedarían bien preservados en uno y otro caso.
El 19 de febrero Madero y el vicepresidente Pino Suárez, prisioneros en Palacio, son obligados a renunciar. Una Cámara entre timorata y temerosa acepta las dimisiones. El secretario de Gobernación, Pedro Lascuráin, suple a los renunciantes durante 45 minutos, suficientes para nombrar secretario de Gobernación a Huerta, que ha urdido toda la trama. Lascuráin se retira y Huerta es presidente. Que los reaccionarios en 1913 y en 2010 lo llamen “interino” no lo libra de su verdadero carácter de espurio.
Su felonía irá aún más lejos. Huerta mismo y el embajador de Washington engañan al cuerpo diplomático y a la familia de Madero, a quienes aseguran que el expresidente podrá salir al exilio. En vez de eso, Huerta ordena el traslado de sus eminentes prisioneros a Lecumberri. Y en el camino, los matones Cárdenas y Pimienta, a las órdenes de Aureliano Blanquet, un feroz traidor casi a la altura de Huerta y acatando instrucciones del espurio, asesinan al presidente y al vicepresidente. Como ocurre en 2010, se simula un tiroteo, y se informa que Madero y Pino Suárez fueron víctimas del fuego cruzado entre sus custodios y una banda que pretendió rescatarlos. Un daño lateral, pues.
Huerta se rodea de gente “decente” que no vacila en servir a un asesino, a quien en vez de vituperar se ensalza por haber salvado a México del peligro que era Madero para el país. En los siguientes meses, el espurio se portó como quien era: “En la persecución a los opositores a su gobierno destacó el asesinato del senador Belisario Domínguez y de los diputados Serapio Rendón y Adolfo Gorrión, así como el encarcelamiento de los integrantes de la legislatura, con el fin de elegir otra que aprobara todas sus medidas”, escribe el doctor Álvaro Matute en la muy sintética visión de esta época aparecida en la Historia de México, un volumen coordinado por la doctora Gisela von Wobeser, directora de la Academia Mexicana de la Historia con que el gobierno de Calderón festejó los centenarios.
“Huerta –continúa– se enfrentó al problema de que a pocos días de tomar el poder hubo cambio en el gobierno de Estados Unidos. El nuevo presidente Wodrow Wilson no aprobó la manera mediante la cual Huerta había llegado al poder y no le otorgó reconocimiento diplomático. Más adelante, ya en 1914, un incidente naval en Tampico, donde fue atacado un barco de Estados Unidos, propició el desembarco de tropas de ese país en Veracruz. Así, el gobierno de Huerta tenía que atacar varios frentes: la intervención, el Ejército Constitucionalista que avanzaba del norte al centro del país, y los zapatistas en el sur.”
Tras sucesivas derrotas militares, Huerta tuvo que renunciar el 15 de julio de 1914 y huyó del país. Pretendió volver año y medio después, y se radicó en El Paso, en una finca de su propiedad. Pero por burlar la ley migratoria (y hacer un guiño de buena voluntad al triunfante carrancismo) fue llevado preso a Fort Bliss. Allí murió víctima de cirrosis hepática. El salvaje bebedor que fue sucumbió al alcohol el 13 de enero de 1916.
En noviembre de 2010, vísperas del centenario de la Revolución que combatió, su recuerdo sobrevive, no sólo para su mal, pues sorprendentemente hay mexicanos que lo admiran.
Qué le vamos a hacer. l
Si Victoriano Huerta y su red de secuaces pensaron que la historia los absolvería, se equivocaron. Sus nombres han sido y seguirán ligados a la más baja actitud en el espectro cristiano de la existencia: la traición.”
Tal dijo Enrique Krauze –Premio Nacional de Ciencias y Artes 2010 en el campo de la historia– hace 17 años, con motivo del octogésimo aniversario del asesinato de Madero, a manos de los esbirros de la fiera de Colotlán. Asombrado, he visto cómo el equivocado fue Krauze. Huerta es admirado, “mucho” o “algo”, por 41% de los entrevistados en una encuesta levantada en vísperas de celebrar el centenario del comienzo de la Revolución.
El Grupo Reforma –que publica el diario de ese nombre en la Ciudad de México, así como El Norte, en Monterrey, y Mural en Guadalajara– realizó ese sondeo por el 5 y 6 de noviembre. “Los resultados son representativos de los adultos que tienen una línea telefónica en su domicilio”, se explica en la nota metodológica. No sorprende que los protagonistas de la Revolución más admirados sean Zapata y Villa, por encima de Madero. Me dejó estupefacto, en cambio, que un porcentaje tan alto –cuatro de cada 10– admiren al traidor de febrero de 1913, si bien esa cifra es menor que la de los encuestados que lo execran, que llega al 46%.
Quizá aferrado en exceso a mi subjetividad, me parece que es necesario explicarnos lo que juzgo una anomalía, que lo es no condenar de modo unánime a ese chacal. Ese error moral puede deberse a ignorancia, es decir, a no saber quién fue Huerta, qué hizo y a quién. También podría ocurrir que ese resultado sea producto de la confusión, y que la gente que dijo admirar a Victoriano Huerta haya creído opinar en favor de Adolfo de la Huerta, el sonorense que rompió con Obregón, su amigo y jefe, 10 años después de la felonía del jalisciense.
Sería más sorprendente, sin embargo, que la admiración por Huerta proviniera de la información de que dispone el grueso de la sociedad, una información que trate con lenidad al asesino de Madero. En refuerzo de esa hipótesis recuerdo la normalidad con que el secretario de Gobernación Carlos Abascal ordenó incluir al traidor en la galería de sus antecesores, como si hubiera ocupado ese cargo en circunstancias normales, que no fueran producto de un forzamiento militar. En esa misma línea de la interpretación panista de la historia, encuentro natural el modo benevolente en que la página oficial del centenario de la Revolución, el sitio del gobierno de la República presenta la ficha biográfica de Huerta.
Afirma que participó “en la pacificación de Yucatán en 1901”. Ese es el modo porfirista de referirse a la gran matanza de indios mayas ordenada desde el centro y ejecutada con gran brutalidad por Huerta, que con la experiencia de ese lance también incurrió en genocidio contra el pueblo yaqui. Es peor, sin embargo, el perdón que la historia oficial del presente extiende a Huerta. Lo llama “presidente interino”, en vez de llamarlo sencillamente “espurio”, pues si bien el Congreso le extendió el nombramiento, lo hizo forzado por el peso del Ejército al que Huerta había vuelto contra su jefe legítimo.
Taimado, Huerta había transitado de su condición de alto comandante del Ejército federal a ganar la confianza de Madero. Cuando el 9 de febrero de 1913 se inició lo que pretendía ser la contrarrevolución, la restauración del antiguo régimen con Bernardo Reyes a la cabeza, en el ataque de un batallón de la escuela de aspirantes al Palacio Nacional el defensor del baluarte, el fiel general Lauro Villar, fue herido, por lo que se hizo necesario reemplazarlo. Para ello, según refiere Vasconcelos en su Ulises criollo, Madero aprovechó “el ofrecimiento que en ese instante hizo de su espada el general Victoriano Huerta. De momento se había convertido así en el jefe militar del país”.
Impedidos de tomar la sede del gobierno, a la que llegó Madero para simbolizar que estaba en pleno ejercicio del poder, los rebeldes encabezados por el sobrino de su tío, Félix Díaz, y por el también traidor general Manuel Mondragón, se hicieron fuertes en la Ciudadela. Desde allí atacaron el Palacio Nacional. Huerta no combatió con toda su fuerza a los alzados: “Aun para los que no estaban acostumbrados a observar el desarrollo de una acción militar –reflexionó el después general Francisco L. Urquizo–, la batalla por la recuperación de la Ciudadela ya estaba resultando un tanto rara, extraña, fuera de lo que era natural que de ella se esperara, sobre todo si se tomaban en cuenta las declaraciones que reiteradamente había hecho el comandante militar de la plaza y jefe de las operaciones en la ciudad, general Victoriano Huerta, quien había asegurado una y otra vez, ante quien quiso oírlo, que tomar posesión de la Ciudadela y acabar con sus defensores era una operación sumamente sencilla y que no entrañaba ningún peligro de fracaso”.
Semejante extrañeza manifestó Vasconcelos mientras los sucesos ocurrían: “¿Por qué, pregunté dirigiéndome al ministro de Guerra tras uno de esos disparos, por qué los sublevados tienen tan buena puntería y en cambio los nuestros nunca le pegan a la Ciudadela? ¿Por qué no asaltan y acaban en dos horas con ese manojo de ratas?, insistí. Es una vergüenza que 400 hombres tengan en jaque a toda la nación que está en paz y apoya al gobierno”.
Era que la traición estaba en curso. El historiador Stanley R. Ross fija su consumación a pocas horas después de iniciada la Decena Trágica, como se llamó al tenso e intenso periodo del 9 al 22 de febrero: “El martes 11, a las 10.30 de la mañana, escasamente 15 minutos después de que empezó la ofensiva federal, el general Huerta y Félix Díaz conferenciaban (…) El primer fruto del pacto se produjo en las horas avanzadas de la tarde, cuando a un destacamento de las fuerzas rurales se le ordenó avanzar al descubierto sobre la calle de Balderas. Las ametralladoras de los rebeldes de la Ciudadela (…) hicieron pedazos la cerrada formación de los rurales”.
Alfonso Taracena retrata, como si hubiera estado presente, la dimensión del fingimiento del traidor ya en obra: “Un armisticio concertado al amanecer es roto a las 2.00 de la tarde, debido a que no se llega a un acuerdo para la introducción de víveres en la Ciudadela, si bien Huerta dice a Madero que debían enviar a los sublevados hasta mujeres y licores para que cuando la fortaleza caiga no quede uno de ellos en toda la ciudad. Y levanta al presidente diciéndole: ‘Está usted en brazos del general Victoriano Huerta’”.
El 18 de febrero se precipitan los acontecimientos. Huerta se descara y arresta personalmente a Gustavo A. Madero, hermano del presidente, conocido por su influencia sobre don Francisco, y a éste mismo, en el Palacio Nacional. Para garantizar la paz según su modo de entenderla, el embajador estadunidense Henry Lane Wilson reúne en su oficina al rebelde Díaz y al infidente Huerta. El acuerdo entre ambos estaba siendo puntualmente cumplido, pero el diplomático metiche quiso ser parte y beneficiario del convenio. Allí se firmó el Pacto de la Embajada, según el cual Huerta asumiría la Presidencia y convocaría a elecciones que ganaría el sobrino del dictador huido a Francia; los intereses estadunidenses quedarían bien preservados en uno y otro caso.
El 19 de febrero Madero y el vicepresidente Pino Suárez, prisioneros en Palacio, son obligados a renunciar. Una Cámara entre timorata y temerosa acepta las dimisiones. El secretario de Gobernación, Pedro Lascuráin, suple a los renunciantes durante 45 minutos, suficientes para nombrar secretario de Gobernación a Huerta, que ha urdido toda la trama. Lascuráin se retira y Huerta es presidente. Que los reaccionarios en 1913 y en 2010 lo llamen “interino” no lo libra de su verdadero carácter de espurio.
Su felonía irá aún más lejos. Huerta mismo y el embajador de Washington engañan al cuerpo diplomático y a la familia de Madero, a quienes aseguran que el expresidente podrá salir al exilio. En vez de eso, Huerta ordena el traslado de sus eminentes prisioneros a Lecumberri. Y en el camino, los matones Cárdenas y Pimienta, a las órdenes de Aureliano Blanquet, un feroz traidor casi a la altura de Huerta y acatando instrucciones del espurio, asesinan al presidente y al vicepresidente. Como ocurre en 2010, se simula un tiroteo, y se informa que Madero y Pino Suárez fueron víctimas del fuego cruzado entre sus custodios y una banda que pretendió rescatarlos. Un daño lateral, pues.
Huerta se rodea de gente “decente” que no vacila en servir a un asesino, a quien en vez de vituperar se ensalza por haber salvado a México del peligro que era Madero para el país. En los siguientes meses, el espurio se portó como quien era: “En la persecución a los opositores a su gobierno destacó el asesinato del senador Belisario Domínguez y de los diputados Serapio Rendón y Adolfo Gorrión, así como el encarcelamiento de los integrantes de la legislatura, con el fin de elegir otra que aprobara todas sus medidas”, escribe el doctor Álvaro Matute en la muy sintética visión de esta época aparecida en la Historia de México, un volumen coordinado por la doctora Gisela von Wobeser, directora de la Academia Mexicana de la Historia con que el gobierno de Calderón festejó los centenarios.
“Huerta –continúa– se enfrentó al problema de que a pocos días de tomar el poder hubo cambio en el gobierno de Estados Unidos. El nuevo presidente Wodrow Wilson no aprobó la manera mediante la cual Huerta había llegado al poder y no le otorgó reconocimiento diplomático. Más adelante, ya en 1914, un incidente naval en Tampico, donde fue atacado un barco de Estados Unidos, propició el desembarco de tropas de ese país en Veracruz. Así, el gobierno de Huerta tenía que atacar varios frentes: la intervención, el Ejército Constitucionalista que avanzaba del norte al centro del país, y los zapatistas en el sur.”
Tras sucesivas derrotas militares, Huerta tuvo que renunciar el 15 de julio de 1914 y huyó del país. Pretendió volver año y medio después, y se radicó en El Paso, en una finca de su propiedad. Pero por burlar la ley migratoria (y hacer un guiño de buena voluntad al triunfante carrancismo) fue llevado preso a Fort Bliss. Allí murió víctima de cirrosis hepática. El salvaje bebedor que fue sucumbió al alcohol el 13 de enero de 1916.
En noviembre de 2010, vísperas del centenario de la Revolución que combatió, su recuerdo sobrevive, no sólo para su mal, pues sorprendentemente hay mexicanos que lo admiran.
Qué le vamos a hacer. l
Testigo Estelar : El cártel azul
Ricardo Ravelo
Todo indicaba que, tras su detención, la carrera delictiva de Sergio Villarreal, El Grande, llegaba a su fin, pero el capo supo negociar y hoy es un singular testigo protegido de la PGR. En sus declaraciones ministeriales embarró a cuanto mando pudo, lo que permitió afianzar la Operación Limpieza, estrategia mediante la cual la dependencia intenta terminar con sus agentes corruptos. Lo que se ignora es por qué la titular de la SIEDO, Marisela Morales, se negó a consignar en el expediente los pasajes en los cuales el detenido alude a sus contactos con Felipe Calderón, con otros funcionarios federales y con el senador panista Guillermo Anaya, quien, por cierto, tiene demandado a un reportero de Proceso por “daño moral”.
Tras su detención el 12 de septiembre pasado en un fraccionamiento de Puebla, Sergio Villarreal Barragán, El Grande, el antiguo amo del narcotráfico en la Comarca Lagunera, debuta ahora como testigo estelar de la Procuraduría General de la República (PGR).
Desde su arresto, la dependencia le dio un trato preferencial. Una orden presuntamente girada por el procurador Arturo Chávez sentó a Villarreal Barragán en la mesa de negociaciones con la titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), Marisela Morales Ibáñez.
Hoy, El Grande goza de privilegios. Además de tener un sueldo mensual generoso, las autoridades se comprometieron a cancelar varias de las averiguaciones previas en su contra y a no decomisarle ninguno de los bienes que adquirió cuando fue operador de la célula de los hermanos Beltrán Leyva.
A cambio de ello, él debía declarar todo lo que sabe sobre las redes de corrupción en las corporaciones policiacas y proporcionar los nombres de los presuntos funcionarios y agentes vinculados con las organizaciones criminales.
A la PGR le urgía incorporar a El Grande al programa de testigos luego de que el 29 de octubre último un tribunal de alzada concedió la libertad a Jorge Alberto Zavala Segovia, un exagente federal de la SIEDO que estuvo dos años en prisión. El fallo puso en riesgo la Operación Limpieza, encaminada a sanear a la procuraduría.
Para evitar que esa investigación fracasara y que otros coacusados fueran liberados por falta de pruebas, El Grande aportó datos que comprometían a Zavala Segovia, por lo que el exagente fue reaprehendido. En su testimonio, El Grande aseguró que vio a Zavala Segovia con maletas repletas de billetes de 100 dólares con los que presuntamente “salpicaba” a funcionarios de la SIEDO para que brindaran protección a su jefe Arturo Beltrán Leyva.
Villarreal Barragán comenzó a rendir testimonios sobre la vinculación de funcionarios con los cárteles de la droga luego de su detención. Algunos agentes de la PGR señalan incluso que él fue quien solicitó ser incorporado al programa de testigos protegidos y que Marisela Morales aceptó la propuesta del detenido, a quien se le asignó el nombre clave de Mateo. Morales Ibáñez declaró que El Grande fue incorporado a ese programa por una orden dictada “desde arriba”.
En sus declaraciones a la agente del Ministerio Público federal Angélica Herrera Rivero y en presencia de sus defensores, el testigo comenzó a hablar de las redes que tejió Arturo Beltrán Leyva con altos funcionarios federales.
De acuerdo con la averiguación previa PGR/SIEDO/UEITMIO/0992010 /2010, Mateo reveló que en septiembre de 2006 conoció a Felipe Calderón, cuando ya era presidente electo. Ese día, durante el bautizo de Elsa Anaya, hija del senador panista Guillermo Anaya Llamas, el anfitrión los presentó.
Según el testigo protegido, Anaya Llamas y Calderón son compadres y durante ese convivio el senador le comentó a Calderón durante la presentación: “Cualquier cosa que se ofrezca, queda a sus órdenes”. El presidente contestó: “Igualmente”.
Además, señaló que entre 2003 y 2005, cuando fue presidente municipal de Torreón, Coahuila, Anaya Llamas le asignó una escolta personal, así como agentes para que custodiaran el traslado de cargamentos de cocaína y dinero.
Mateo también habló de las líneas de parentesco que unen a su familia con la de Anaya Llamas. Dijo que su hermano Adolfo Villarreal estuvo casado con Elsa María Anaya Llamas, hermana del político panista, y que las familias “siempre han mantenido relación de amistad y de negocios”, a pesar de que Elsa María y Adolfo llevan años separados.
La versión de “Mateo”
En su edición 1614, Proceso informó sobre el bautizo de la hija del senador, quien incluso fue entrevistado. En esa ocasión Anaya Llamas aseguró que Sergio Villarreal no estuvo en esa fiesta que se realizó en Torreón, y aclaró que su hermana Elsa María se divorció de Adolfo Villarreal en 2005; también respondió que desde hace 10 años él no tiene contacto con la familia Villarreal.
Sin embargo, Mateo cobró confianza y en sus declaraciones comenzó a desmenuzar la trama de complicidades entre la célula de los hermanos Beltrán Leyva y funcionarios de la SIEDO y de la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP).
Mencionó que desde su residencia en Morelos, donde vivía protegido por funcionarios del gobierno de ese estado, Arturo Beltrán ordenó varios asesinatos y que el secretario de Seguridad Pública, Luis Ángel Cabeza de Vaca Rodríguez, le proporcionaba aeronaves oficiales al capo para sus traslados.
El testigo dijo también que Arturo Beltrán le ordenó hacerse cargo de la logística para ejecutar al comisionado de la Policía Federal Preventiva Édgar Millán Gómez, quien fue asesinado en su departamento por un sicario enviado por Arturo Beltrán el 8 de mayo de 2008.
En ese crimen, expuso, colaboró también un comandante del grupo Yaqui de la PGR apodado El Perro, quien era escolta de Millán Gómez. Ese agente, según Mateo, tiene contactos con drogadictos del barrio de Tepito, en la Ciudad de México. Cuando él le comentó que la idea era presentar el crimen de Millán como algo pasional o como un asalto, El Perro le proporcionó las llaves de la casa de Millán Gómez, ubicada en la colonia Morelos.
Además, dijo, fue él quien le indicó la hora exacta de la llegada del funcionario a su domicilio para que los sicarios que contrató esperaran el arribo de Millán para ejecutarlo.
Mateo expuso: ... que el crimen de Millán fue bien planeado, que cuando se corrompe a las personas indicadas no hay errores y todo sale bien. Que a Millán se le ejecutó porque (a pesar de que) ya tenía más de seis meses apoyando con información al cártel, dos meses antes de su ejecución apagó sus teléfonos y los miembros del cártel no pudieron localizarlo para que les diera su apoyo en información de operativos, y que esto fue lo que detonó que su jefe Arturo Beltrán Leyva ordenara su ejecución.
Que esta misma suerte iba a correr también Luis Cárdenas Palominos (coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal), a quien Arturo (Beltrán) le había hecho llegar una fuerte cantidad de dinero y éste sólo la recibió pero nunca se comunicó con el cártel... Por ese motivo Arturo Beltrán me ordenó planear y ejecutar a Cárdenas Palominos.
En otro apartado señaló que otro funcionario que tenía que ser ejecutado de forma inmediata era (Armando) Espinoza de Benito (coordinador de Inteligencia de la Policía Federal), ya que este comandante, según le comentó Arturo Beltrán, lo quería chingar porque recibía dinero por parte de El Chapo Guzmán. Que tras recibir la orden se abocó a su cacería y que luego Arturo Beltrán les dijo que ya no anduvieran matando a gente del gobierno sólo porque sí, que a los del gobierno que fueran a matar sólo sería porque se les pagara y aún así lastimaran los intereses de la organización.
Los pasos de “El Grande”
Sergio Villarreal Barragán relató que en su natal Coahuila fue agente ministerial y que era cliente asiduo de los bares Flamingos y La Masacuata, donde los integrantes del grupo musical La Banda de San Jacinto le compusieron incluso un corrido.
En sus declaraciones, mencionó también que tenía contactos en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y habló sobre la forma en que solía pasar los cargamentos de droga, así como de las personas que asesinó, todas ellas de la Administración General de Aduanas.
Según él, por fallarle en la recepción de un cargamento de media tonelada de cocaína, la cual debió llegar al AICM a través de la empresa Jet Service, levantó, torturó y descuartizó a tres aduaneros:
El primero fue Carlos Alberto Tapia. Su cuerpo fue encontrado con la cabeza desprendida el 16 de diciembre de 2007 en Tlalnepantla, Estado de México; era agente de aduanas del Aeropuerto Internacional, y con quien me arreglé para que recibiera la droga; el segundo fue José Villegas Valdivia, también agente de aduanas del aeropuerto, quien fue hallado con el cuerpo descuartizado en la carretera México-Tuxpan, y el tercer cuerpo descuartizado fue el del gerente de la empresa Jet Service de nombre Francisco Gerardo Santos Iglesias.
La PGR inició las averiguaciones previas TLA/I/7422/2007/12-T y OTU/II/1950/2007 para indagar sobre las tres ejecuciones.
Según Villarreal Barragán, en la célula de los hermanos Beltrán Leyva había traiciones y muertes. En una de esas pugnas, dijo, torturó y asesinó a Mario Pineda Villa, conocido como El MP, por órdenes de Arturo Beltrán:
A ese marrano yo mismo lo levanté. Se creía muy sanguinario y además no era de mi agrado. Lo amarré y le di de patadas hasta que perdió el conocimiento. Le dije: “Ya ves pinche marrano, no que muy cabrón”, posteriormente ordené que lo subieran a un vehículo y que fuera trasladado por la carretera vieja que lleva a Cuernavaca y a la altura del poblado de Huitzilac, Morelos, ordené que lo bajaran y descargué una ráfaga de cuerno de chivo en contra de él estando amarrado.
Posteriormente Arturo (Beltrán) me ordenó que se ejecutara a todos los que tenían relación con El MP o sencillamente quien fuera su amigo, aunque no tuviera que ver con el negocio de las drogas, y así se procedió en esos días, levantando más o menos a 90 personas, mismas que eran golpeadas y ejecutadas… Que posteriormente a esos hechos mantuvo una relación sentimental con la esposa de Mario Pineda, alias El MP, de nombre Clarisa.
Con relación a la ruptura de Arturo Beltrán y La Barbie, por una supuesta traición de éste a su jefe, Villarreal asegura que él mismo ejecutó a más de 150 personas en Morelos y Guerrero. Una de las primeras fue un colaborador de La Barbie.
En su relató ministerial, el testigo aseguró que esa persona fue torturada y degollada; además, se grabó un video para subirlo a las redes sociales con amenazas a La Barbie, quien era aficionado a ver los videos relacionados con el crimen organizado.
Información clasificada
Cuando Villarreal Barragán rindió su testimonio ante la PGR, la titular de la SIEDO, Marisela Morales Ibáñez, ordenó que los pasajes relativos al presidente Felipe Calderón y a los funcionarios de su gabinete no se consignaran, por lo que esos fragmentos quedaron archivados.
Según averiguó el reportero, durante las negociaciones Morales Ibáñez le comentó a Villarreal Barragán que era muy importante para la PGR saber qué funcionarios estaban implicados en la llamada Operación Limpieza, pues estaban en puerta las primeras libertades de varios de los exagentes procesados, por lo que le pidió que se enfocara sólo en ese aspecto.
Según el acuerdo, Villarreal Barragán debía declarar que él personalmente entregaba dinero a los funcionarios de la SIEDO para que le proporcionaran información que beneficiara al cártel de los hermanos Beltrán Leyva. La PGR incluso le ofreció seguridad para él y su familia, escuela para sus hijos y la cobertura de los costos que ello generara; un pago mensual decoroso por su colaboración y gastos de manutención.
La funcionaria también le comentó que por “órdenes superiores”, no se tocaría su patrimonio ni el de su familia, que incluyen ranchos, coches, camiones, aviones y negocios diversos.
Durante su etapa de esplendor en la Comarca Lagunera, tierra de narcos y de grandes fortunas amasadas con el lavado de dinero y el narcotráfico, Villarreal Barragán vivió en el municipio de Lerdo, Durango, al amparo de la alcaldesa panista Rosario Castro Lozano (2004-2007), hermana del actual subprocurador de Derechos Humanos, Atención a Víctimas y Servicios a la Comunidad de la PGR, Juan de Dios Castro Lozano (Proceso 1614).
En una residencia que por un tiempo habitó Arturo González Hernández, El Chaky, gatillero de Vicente Carrillo, Sergio Villarreal estuvo a punto de ser detenido en una ocasión. El general Eduardo Miranda, entonces jefe de la base militar conocida como La Joya, montó un operativo y se trasladó con sus hombres a la residencia de Lerdo. En el momento en que iba a entrar, apareció la alcaldesa Rosario Castro. Iba acompañada de Raúl Villegas Morales, director de Seguridad Pública, y de Isaías Castillo Luna, un policía ampliamente conocido por la protección que brindó a El Chaky (Proceso 1496).
Testigos de los hechos relatan que Rosario Castro impidió la detención de Villarreal Barragán. Le exigió al general Miranda la orden de cateo y el permiso para entrar a su municipio. Tan fuerte fue la arremetida de la alcaldesa, que el militar tuvo que soltar a los detenidos y retirarse del lugar.
Hoy, aun cuando lleva más de dos meses detenido, el capo sigue teniendo buenas relaciones con funcionarios. Además, como testigo estelar de la PGR, goza de protección e impunidad del gobierno que lo atrapó el 12 de septiembre pasado en la ciudad de Puebla. l
Todo indicaba que, tras su detención, la carrera delictiva de Sergio Villarreal, El Grande, llegaba a su fin, pero el capo supo negociar y hoy es un singular testigo protegido de la PGR. En sus declaraciones ministeriales embarró a cuanto mando pudo, lo que permitió afianzar la Operación Limpieza, estrategia mediante la cual la dependencia intenta terminar con sus agentes corruptos. Lo que se ignora es por qué la titular de la SIEDO, Marisela Morales, se negó a consignar en el expediente los pasajes en los cuales el detenido alude a sus contactos con Felipe Calderón, con otros funcionarios federales y con el senador panista Guillermo Anaya, quien, por cierto, tiene demandado a un reportero de Proceso por “daño moral”.
Tras su detención el 12 de septiembre pasado en un fraccionamiento de Puebla, Sergio Villarreal Barragán, El Grande, el antiguo amo del narcotráfico en la Comarca Lagunera, debuta ahora como testigo estelar de la Procuraduría General de la República (PGR).
Desde su arresto, la dependencia le dio un trato preferencial. Una orden presuntamente girada por el procurador Arturo Chávez sentó a Villarreal Barragán en la mesa de negociaciones con la titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), Marisela Morales Ibáñez.
Hoy, El Grande goza de privilegios. Además de tener un sueldo mensual generoso, las autoridades se comprometieron a cancelar varias de las averiguaciones previas en su contra y a no decomisarle ninguno de los bienes que adquirió cuando fue operador de la célula de los hermanos Beltrán Leyva.
A cambio de ello, él debía declarar todo lo que sabe sobre las redes de corrupción en las corporaciones policiacas y proporcionar los nombres de los presuntos funcionarios y agentes vinculados con las organizaciones criminales.
A la PGR le urgía incorporar a El Grande al programa de testigos luego de que el 29 de octubre último un tribunal de alzada concedió la libertad a Jorge Alberto Zavala Segovia, un exagente federal de la SIEDO que estuvo dos años en prisión. El fallo puso en riesgo la Operación Limpieza, encaminada a sanear a la procuraduría.
Para evitar que esa investigación fracasara y que otros coacusados fueran liberados por falta de pruebas, El Grande aportó datos que comprometían a Zavala Segovia, por lo que el exagente fue reaprehendido. En su testimonio, El Grande aseguró que vio a Zavala Segovia con maletas repletas de billetes de 100 dólares con los que presuntamente “salpicaba” a funcionarios de la SIEDO para que brindaran protección a su jefe Arturo Beltrán Leyva.
Villarreal Barragán comenzó a rendir testimonios sobre la vinculación de funcionarios con los cárteles de la droga luego de su detención. Algunos agentes de la PGR señalan incluso que él fue quien solicitó ser incorporado al programa de testigos protegidos y que Marisela Morales aceptó la propuesta del detenido, a quien se le asignó el nombre clave de Mateo. Morales Ibáñez declaró que El Grande fue incorporado a ese programa por una orden dictada “desde arriba”.
En sus declaraciones a la agente del Ministerio Público federal Angélica Herrera Rivero y en presencia de sus defensores, el testigo comenzó a hablar de las redes que tejió Arturo Beltrán Leyva con altos funcionarios federales.
De acuerdo con la averiguación previa PGR/SIEDO/UEITMIO/0992010 /2010, Mateo reveló que en septiembre de 2006 conoció a Felipe Calderón, cuando ya era presidente electo. Ese día, durante el bautizo de Elsa Anaya, hija del senador panista Guillermo Anaya Llamas, el anfitrión los presentó.
Según el testigo protegido, Anaya Llamas y Calderón son compadres y durante ese convivio el senador le comentó a Calderón durante la presentación: “Cualquier cosa que se ofrezca, queda a sus órdenes”. El presidente contestó: “Igualmente”.
Además, señaló que entre 2003 y 2005, cuando fue presidente municipal de Torreón, Coahuila, Anaya Llamas le asignó una escolta personal, así como agentes para que custodiaran el traslado de cargamentos de cocaína y dinero.
Mateo también habló de las líneas de parentesco que unen a su familia con la de Anaya Llamas. Dijo que su hermano Adolfo Villarreal estuvo casado con Elsa María Anaya Llamas, hermana del político panista, y que las familias “siempre han mantenido relación de amistad y de negocios”, a pesar de que Elsa María y Adolfo llevan años separados.
La versión de “Mateo”
En su edición 1614, Proceso informó sobre el bautizo de la hija del senador, quien incluso fue entrevistado. En esa ocasión Anaya Llamas aseguró que Sergio Villarreal no estuvo en esa fiesta que se realizó en Torreón, y aclaró que su hermana Elsa María se divorció de Adolfo Villarreal en 2005; también respondió que desde hace 10 años él no tiene contacto con la familia Villarreal.
Sin embargo, Mateo cobró confianza y en sus declaraciones comenzó a desmenuzar la trama de complicidades entre la célula de los hermanos Beltrán Leyva y funcionarios de la SIEDO y de la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP).
Mencionó que desde su residencia en Morelos, donde vivía protegido por funcionarios del gobierno de ese estado, Arturo Beltrán ordenó varios asesinatos y que el secretario de Seguridad Pública, Luis Ángel Cabeza de Vaca Rodríguez, le proporcionaba aeronaves oficiales al capo para sus traslados.
El testigo dijo también que Arturo Beltrán le ordenó hacerse cargo de la logística para ejecutar al comisionado de la Policía Federal Preventiva Édgar Millán Gómez, quien fue asesinado en su departamento por un sicario enviado por Arturo Beltrán el 8 de mayo de 2008.
En ese crimen, expuso, colaboró también un comandante del grupo Yaqui de la PGR apodado El Perro, quien era escolta de Millán Gómez. Ese agente, según Mateo, tiene contactos con drogadictos del barrio de Tepito, en la Ciudad de México. Cuando él le comentó que la idea era presentar el crimen de Millán como algo pasional o como un asalto, El Perro le proporcionó las llaves de la casa de Millán Gómez, ubicada en la colonia Morelos.
Además, dijo, fue él quien le indicó la hora exacta de la llegada del funcionario a su domicilio para que los sicarios que contrató esperaran el arribo de Millán para ejecutarlo.
Mateo expuso: ... que el crimen de Millán fue bien planeado, que cuando se corrompe a las personas indicadas no hay errores y todo sale bien. Que a Millán se le ejecutó porque (a pesar de que) ya tenía más de seis meses apoyando con información al cártel, dos meses antes de su ejecución apagó sus teléfonos y los miembros del cártel no pudieron localizarlo para que les diera su apoyo en información de operativos, y que esto fue lo que detonó que su jefe Arturo Beltrán Leyva ordenara su ejecución.
Que esta misma suerte iba a correr también Luis Cárdenas Palominos (coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal), a quien Arturo (Beltrán) le había hecho llegar una fuerte cantidad de dinero y éste sólo la recibió pero nunca se comunicó con el cártel... Por ese motivo Arturo Beltrán me ordenó planear y ejecutar a Cárdenas Palominos.
En otro apartado señaló que otro funcionario que tenía que ser ejecutado de forma inmediata era (Armando) Espinoza de Benito (coordinador de Inteligencia de la Policía Federal), ya que este comandante, según le comentó Arturo Beltrán, lo quería chingar porque recibía dinero por parte de El Chapo Guzmán. Que tras recibir la orden se abocó a su cacería y que luego Arturo Beltrán les dijo que ya no anduvieran matando a gente del gobierno sólo porque sí, que a los del gobierno que fueran a matar sólo sería porque se les pagara y aún así lastimaran los intereses de la organización.
Los pasos de “El Grande”
Sergio Villarreal Barragán relató que en su natal Coahuila fue agente ministerial y que era cliente asiduo de los bares Flamingos y La Masacuata, donde los integrantes del grupo musical La Banda de San Jacinto le compusieron incluso un corrido.
En sus declaraciones, mencionó también que tenía contactos en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y habló sobre la forma en que solía pasar los cargamentos de droga, así como de las personas que asesinó, todas ellas de la Administración General de Aduanas.
Según él, por fallarle en la recepción de un cargamento de media tonelada de cocaína, la cual debió llegar al AICM a través de la empresa Jet Service, levantó, torturó y descuartizó a tres aduaneros:
El primero fue Carlos Alberto Tapia. Su cuerpo fue encontrado con la cabeza desprendida el 16 de diciembre de 2007 en Tlalnepantla, Estado de México; era agente de aduanas del Aeropuerto Internacional, y con quien me arreglé para que recibiera la droga; el segundo fue José Villegas Valdivia, también agente de aduanas del aeropuerto, quien fue hallado con el cuerpo descuartizado en la carretera México-Tuxpan, y el tercer cuerpo descuartizado fue el del gerente de la empresa Jet Service de nombre Francisco Gerardo Santos Iglesias.
La PGR inició las averiguaciones previas TLA/I/7422/2007/12-T y OTU/II/1950/2007 para indagar sobre las tres ejecuciones.
Según Villarreal Barragán, en la célula de los hermanos Beltrán Leyva había traiciones y muertes. En una de esas pugnas, dijo, torturó y asesinó a Mario Pineda Villa, conocido como El MP, por órdenes de Arturo Beltrán:
A ese marrano yo mismo lo levanté. Se creía muy sanguinario y además no era de mi agrado. Lo amarré y le di de patadas hasta que perdió el conocimiento. Le dije: “Ya ves pinche marrano, no que muy cabrón”, posteriormente ordené que lo subieran a un vehículo y que fuera trasladado por la carretera vieja que lleva a Cuernavaca y a la altura del poblado de Huitzilac, Morelos, ordené que lo bajaran y descargué una ráfaga de cuerno de chivo en contra de él estando amarrado.
Posteriormente Arturo (Beltrán) me ordenó que se ejecutara a todos los que tenían relación con El MP o sencillamente quien fuera su amigo, aunque no tuviera que ver con el negocio de las drogas, y así se procedió en esos días, levantando más o menos a 90 personas, mismas que eran golpeadas y ejecutadas… Que posteriormente a esos hechos mantuvo una relación sentimental con la esposa de Mario Pineda, alias El MP, de nombre Clarisa.
Con relación a la ruptura de Arturo Beltrán y La Barbie, por una supuesta traición de éste a su jefe, Villarreal asegura que él mismo ejecutó a más de 150 personas en Morelos y Guerrero. Una de las primeras fue un colaborador de La Barbie.
En su relató ministerial, el testigo aseguró que esa persona fue torturada y degollada; además, se grabó un video para subirlo a las redes sociales con amenazas a La Barbie, quien era aficionado a ver los videos relacionados con el crimen organizado.
Información clasificada
Cuando Villarreal Barragán rindió su testimonio ante la PGR, la titular de la SIEDO, Marisela Morales Ibáñez, ordenó que los pasajes relativos al presidente Felipe Calderón y a los funcionarios de su gabinete no se consignaran, por lo que esos fragmentos quedaron archivados.
Según averiguó el reportero, durante las negociaciones Morales Ibáñez le comentó a Villarreal Barragán que era muy importante para la PGR saber qué funcionarios estaban implicados en la llamada Operación Limpieza, pues estaban en puerta las primeras libertades de varios de los exagentes procesados, por lo que le pidió que se enfocara sólo en ese aspecto.
Según el acuerdo, Villarreal Barragán debía declarar que él personalmente entregaba dinero a los funcionarios de la SIEDO para que le proporcionaran información que beneficiara al cártel de los hermanos Beltrán Leyva. La PGR incluso le ofreció seguridad para él y su familia, escuela para sus hijos y la cobertura de los costos que ello generara; un pago mensual decoroso por su colaboración y gastos de manutención.
La funcionaria también le comentó que por “órdenes superiores”, no se tocaría su patrimonio ni el de su familia, que incluyen ranchos, coches, camiones, aviones y negocios diversos.
Durante su etapa de esplendor en la Comarca Lagunera, tierra de narcos y de grandes fortunas amasadas con el lavado de dinero y el narcotráfico, Villarreal Barragán vivió en el municipio de Lerdo, Durango, al amparo de la alcaldesa panista Rosario Castro Lozano (2004-2007), hermana del actual subprocurador de Derechos Humanos, Atención a Víctimas y Servicios a la Comunidad de la PGR, Juan de Dios Castro Lozano (Proceso 1614).
En una residencia que por un tiempo habitó Arturo González Hernández, El Chaky, gatillero de Vicente Carrillo, Sergio Villarreal estuvo a punto de ser detenido en una ocasión. El general Eduardo Miranda, entonces jefe de la base militar conocida como La Joya, montó un operativo y se trasladó con sus hombres a la residencia de Lerdo. En el momento en que iba a entrar, apareció la alcaldesa Rosario Castro. Iba acompañada de Raúl Villegas Morales, director de Seguridad Pública, y de Isaías Castillo Luna, un policía ampliamente conocido por la protección que brindó a El Chaky (Proceso 1496).
Testigos de los hechos relatan que Rosario Castro impidió la detención de Villarreal Barragán. Le exigió al general Miranda la orden de cateo y el permiso para entrar a su municipio. Tan fuerte fue la arremetida de la alcaldesa, que el militar tuvo que soltar a los detenidos y retirarse del lugar.
Hoy, aun cuando lleva más de dos meses detenido, el capo sigue teniendo buenas relaciones con funcionarios. Además, como testigo estelar de la PGR, goza de protección e impunidad del gobierno que lo atrapó el 12 de septiembre pasado en la ciudad de Puebla. l
Colima, de negro Julio Hernández López
Astillero
El Plan de San Felipe
Democracia bumerán
AMLO sostiene
Elba y Enrique SAL
Teórico contra sí mismo, conspirador involuntario, Felipe Calderón acabó pronunciando el pasado 20 un discurso bumerán con el que muchos mexicanos podrían justificar en el momento actual las mismas acciones que un siglo atrás llevaron a otros a enfrentarse a un régimen repudiado. Paradoja del cristal con que se mira: el comandante de Los Pinos quiso justificar la circunstancia de su administración con el elogio de la democracia y los anexos que él cree ver en México, sin advertir que quienes tienen valoraciones diferentes, y creen que no hay democracia ni paz ni justicia ni libertades reales, simplemente podrían leer e interpretar en sentido contrario las entusiastas palabras del panista michoacano y asumir ese llamado felipista como una incitación a subir de nivel la lucha en contra del presente régimen despótico.
Perlas desconcertantes de sabiduría fundada en las hipótesis de la abuela con ruedas que bicicleta ser podría: “Quizá, si en aquel 1910 hubiese habido democracia, probablemente no hubiese estallado entonces la Revolución”, dijo el tallador gramatical especializado en la conjugación política del haber de ser como haber de ser. Evocaciones de presunta justificación propia que en realidad sonaban a confesiones inculpatorias: “Y si antes de ese día la democracia hubiera permitido a la gente exigir sus derechos, a los campesinos reivindicar la justicia; a los ciudadanos marcar, precisamente, sus preferencias e intereses a través de la regla común del voto, quizá México no hubiera generado las condiciones de opresión y de injusticia que fueron la raíz social del gran movimiento revolucionario”. El Plan de San Felipe, firmado por Francisco I. Calderón: “No permitamos, bajo ninguna circunstancia, que unos cuantos pretendan arrebatarnos la libertad de todos. Enfrentemos con estatura de miras, con convicción, con vocación histórica, a los enemigos de nuestra democracia y de nuestra libertad”.
En el Hemiciclo a Juárez, AMLO desechaba la opción de la violencia política para un cambio de fondo. El hombre que concentra en sí las características de presidente (legítimo) en funciones y virtual candidato a la siguiente presidencia razonó, según crónica de Jaime Avilés en La Jornada: “¿Por qué consideramos que la violencia no es el camino a seguir? Porque traería más sufrimiento, terminaría de destruir al país, daría lugar a un mayor intervencionismo extranjero y se correría el riesgo de dejar de ser un país libre y soberano, para convertirnos en una colonia o protectorado, con bases militares de otra nación, algo que nunca aceptaremos”. Valdría preguntarse si esos mismos factores de poder, que podrían desatar tantos males ante asomos de violencia política, no lo harían también ante el riesgo de que por la vía pacífica, la electoral, se pusieran en riesgo esos mismos privilegios cupulares. Pero AMLO, en su cuarto aniversario de resistencia legítima, a pesar de una paráfrasis con la que reconoció que “la contrarrevolución ha triunfado”, continúa postulando la vía de las urnas para resolver los graves males acumulados en nuestro país. Tabuchiano, AMLO sostiene.
Romance político, en cambio, ha florecido en campos toluqueños regados de sangre y futurismo. De regreso al lugar del crimen, en Ecatepec, la cacique del magisterio nacional, Elba Esther Gordillo, ha insistido en quitarse las acusaciones de que fue autora intelectual del asesinato del dirigente opositor Misael Núñez Acosta, en enero de 1981, y, de paso, ha hecho votos oníricos en favor de su nuevo aliado, Enrique Peña Nieto. La extraña combinación –crimen político y Los Pinos 2012– llevó a la suegra del subsecretario de educación básica de la SEP a tratar de usar el recuerdo de Misael, sin citarlo, como objeto de promoción gaviotona: “de muchas cosas nos han acusado... pero en Ecatepec hubo un líder, a quien no sé quién le segó la vida y al cual le daría gusto hoy observar que en el estado de México hay un gobernante preocupado por las grandes causas sociales y económicas de su pueblo” (nota de César Arellano en La Jornada de este sábado 20). Luego pronunció las esperadas palabras de nupcias electorales anticipadas: “nuestro deseo de que los sueños seamos capaces de hacerlos realidad”. SAL: (Elba Esther y Enrique) Se Apoyan Locamente. La parábola de la hija pródiga: el Panal vuelve al redil priísta para acompañar al cuasi candidato Peña Nieto. Los mapaches descarriados marca SNTE regresarán a la misericordiosa matriz tricolor para construir cuando menos un sexenio más de regocijos mutuos (ésa será la verdadera Nueva Alianza de la denominación original del partido de la profesora).
En Colima la política viste de negro. Gustavo Vázquez Montes fue impulsado por Fernando Moreno Peña para relevarlo en el gobierno estatal, a tal grado que los excesos del citado Moreno Peña –personaje central, el jefe del dominante grupo político-universitario de la entidad– provocaron que el tribunal electoral ordenara nuevos comicios en los que volvieron a ganar los mismos, el gobernador infractor y el candidato abusivamente beneficiado. Vázquez Montes apenas duró poco más de un año en el poder, pues el 24 de febrero de 2005 el avión oficial en que viajaba cayó en un paraje del municipio de Tzitzio, muriendo él, algunos miembros de su gabinete y personal de vuelo. Ese avionazo generó múltiples suspicacias, sobre todo porque se produjo en momentos en que el mandatario en funciones pretendía zafarse de las pretensiones caciquiles del mencionado Moreno Peña. Luego de un interinato del paredista Arnoldo Ochoa, en nuevos comicios fue elegido Silverio Cavazos, para terminar el periodo iniciado por Vázquez Montes. Al final de su administración, Cavazos peleó con personajes pesados de la política nacional para imponer como candidato al actual gobernador, Mario Anguiano, a quien se atacaba por el hecho de que un hermano y otro familiar estaban sentenciados por asuntos de narcotráfico. Cavazos, acusado de rápido enriquecimiento, pretendía también imponerse por encima de su sucesor. Ayer fue asesinado. ¡Hasta mañana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx • http://www.twitter.com/julioastillero
FRIEDRICH KATZ, EL HOMBRE Víctor Orozco
Friedrich Katz será recordado desde luego por su imprescindible obra histórica sobre la Revolución Mexicana y en especial sobre la figura de Francisco Villa. Este dato quedará en la memoria de varios miles de lectores que, espero, vayan en aumento conforme pasen los años. Hoy quiero evocar otra faceta de la personalidad de Katz: la del maestro y amigo generoso que no perdía oportunidad para apoyar el trabajo de otros investigadores y para mostrar afectos personales. Reconstruyo algunos momentos que estimo significativos en mi relación con este gran hombre.
Lo conocí durante el segundo Congreso de Historia Regional que convocó la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, en 1990. Por entonces, buscaba con ahínco documentos y todo lo que pudiera informarle sobre la historia de Chihuahua. A mi vez, trabajaba en una historia de las guerras indias, específicamente de la apachería. En uno de los intermedios me obsequió su libro La Guerra Secreta en México. Torpemente le dije que ya lo tenía y lo había leído, pero luego me di cuenta de la bárbara descortesía que estaba cometiendo y le dije que lo aceptaba con agradecimiento. Enseguida, me comentó ¿Cómo es esto que usted ha dicho que las haciendas no sirvieron de refugio a los habitantes de Chihuahua ante los ataques de los guerreros indios? Y era que en el libro mencionado, él sostenía la tesis contraria, derivada según mi parecer de la experiencia europea en situaciones similares, cuando los señores de la tierra se fortalecieron protegiendo a los campesinos dentro de las murallas de sus castillos. Le expliqué mi idea, apoyada en una gran cantidad de documentos, que mostraban cómo las grandes haciendas fueron abandonadas por sus dueños y se colapsaron ante el embate de las naciones indias, que fueron enfrentadas por los vecinos de los pueblos. Le pareció interesante el punto de vista. Agregó otra inquietud, pidiéndome que le ilustrara sobre los campañeros o campañadores, estos rancheros que combatían a los apaches. Revelaba con su actitud otra de los distintivos de un genuino historiador: no le importaba preguntar y menos aún mostrar petulancia, asumiendo aires de sabelotodo. Meses después recibí una carta suya en la cual me decía que lo había persuadido mi argumento e incitándome a investigar la relación entre los rancheros armados y los revolucionarios de 1910. Este episodio fue el inicio de una larga y fecunda relación de la que yo obtuve los mayores beneficios, gracias a la bonhomía y sabiduría de Katz. “Apadrinó” dos de mis libros escribiendo sendos prólogos –uno de ellos motu proprio– encomiando los trabajos, más allá de su valor, según me pareció en su momento y me sigue pareciendo hoy día.
Cuando vino a Ciudad Juárez a impartir un seminario con el que se inauguró la cátedra que lleva su nombre, nos invitó a Jesús Vargas y a mí a comer en El Paso y antes a visitar la biblioteca de la Universidad de Texas en esta ciudad. Con envidiable paciencia, dedicó al menos dos horas a explicarnos puntualmente sus métodos de trabajo, las mejores formas para usar las colecciones norteamericanas, desde el obituario del New York Times, hasta los handbooks que publican las grandes bibliotecas y otros centros de documentación. Confirmé entonces la profunda vocación del historiador, que se entusiasmaba cuando encontraba –como el gambusino frente a una pepita de oro– el vínculo entre una información perdida en las páginas del periódico neoyorkino y un documento de algún archivo municipal de Chihuahua o de Durango.
Otras tres ocasiones por lo menos me encontré con él en El Paso. En una de ellas, me pidió que lo llevara a Columbus, pues a pesar de que casi sabía todo lo que podía saberse de este pueblo nuevomexicano, nunca había estado allí. Yo era dueño de un carro enorme, de esos que acostumbrábamos los juarenses hasta hace unos años, antiguos pero comodísimos. Hizo alguna broma sobre el gasto de gasolina que tendríamos con esta máquina y partimos. El Columbus actual muy poco se parece al que atacaron las tropas villistas en 1916, pues han desaparecido todos los edificios de entonces, cuando era un puerto de entrada para los cientos de miles de cabezas de ganado que transitaban de México a Estados Unidos. Katz, sin embargo, traía en la mente las calles y los lugares, pues se situaba con su cámara en alguno de los terrenos y me decía: aquí estaba el almacén de Sam Rabel, aquí estaba el Hotel tal, aquí estaba la oficina de correos. Acudimos al pequeño museo, donde entabló una animada conversación con el voluntario del pueblo que lo atendía en esos momentos. Qué le parece doctor, le comenté, si Villa no hubiera atacado Columbus, éste ya habría desaparecido pues ahora vive, con su museo y su tráiler park, del atractivo de ser la única población norteamericana desde 1812 en haber sido invadida por tropas extranjeras. - Pues allí tiene las paradojas de la historia y sus vericuetos, en este minúsculo pueblo se condensaron diversos intereses internacionales (los de Estados Unidos, Alemania y México) que todavía lo hacen interesante. Fuimos a comer a Palomas y le divirtieron los nombres de los platillos en el restaurante, inspirados en gestas o imágenes del villismo: “Quesadillas Tierra Blanca”, “Filete a la Pershing”, etc. A nuestro regreso, me pidió: ¿Podríamos pasar por una librería? Cuando entramos en Barnes&Noble, pensé que se interesaría en la sección de historia regional, pero se dirigió de inmediato al área de libros infantiles, escogió dos bellos volúmenes ilustrados, les puso su firma y se los entregó a Diego, mi hijo de diez años, quien nos había acompañado.
Por esas fechas, impartía yo un seminario de Historia de Chihuahua en la maestría de UTEP y le hice la invitación para que ofreciera una conferencia en la universidad paseña. Para los académicos de la misma, constituía un gran acontecimiento escuchar al reputado historiador de la Universidad de Chicago así que se organizó un evento con asistencia de un buen número de profesores y estudiantes. Lo voy a presentar en español, le dije, porque no confío en mi inglés. No, me detuvo, hágalo en inglés, de cualquier manera vamos a entenderle. Explique, con muchas deficiencias, la trascendencia de la obra de Katz y que, al final de su exposición habría lugar para comentarios y disidencias. Fue una magnífica conferencia… con comentarios y disidencias.
Una de las cuestiones sobre las herencias de la revolución mexicana que le divertían y a la vez le apasionaban a Friedrich Katz, era el cómo sobrevivían las antiguas adhesiones y rivalidades que inspiraron caudillos y facciones. Contaba que durante una de sus primeras conferencias en México, hablando de Francisco Villa, motivó una acre disputa entre los asistentes, entre los cuales recordaba al profesor Agustín Cué Cánovas y a Celia Herrera, quien había escrito una biografía ferozmente antivillista. Siendo yo paisano del general Pascual Orozco y perteneciente a su mismo tronco familiar, él suponía que tendría una radical aversión a la figura del Centauro del Norte, considerando el pleito histórico entre ambos personajes. Hablamos varias veces del punto y me preguntaba con curiosidad cuál era el pensamiento de mis parientes y paisanos. Le comentaba que eran todos defensores de Pascual Orozco, pero que no encontraban dificultades para reconocer a Francisco Villa, empezando por mi padre a quien leí en voz alta el voluminoso libro de Martín Luis Guzmán cuando era un niño. Con el tiempo fui madurando una posición sobre Francisco Villa, diferente a la del profesor Katz, pues viendo en aquel caudillo al principal dirigente popular y militar generado por las masas insurrectas, advertí en su personalidad graves fallas e incongruencias. Katz, historiador riguroso nunca se sumó a la quema de incienso que se ha hecho a Villa en los últimos tiempos, pero no dejó de sufrir, según mi juicio, cierta fascinación por su biografiado.
Siempre se interesó por tópicos de la historia de Chihuahua y después de que leyó mi tesis doctoral sobre la historia de los pueblos del distrito de Guerrero me insistía cada vez que nos encontrábamos: debe hacer una historia específica de San Isidro, su pueblo, allí encontrará muchas claves de otros acontecimientos. Espero cumplir con el ofrecimiento que le hice de redactarla.
En 1996 Katz organizó un congreso en la Universidad de Chicago para recoger la perspectiva de los grupos, dirigentes y facciones derrotadas en la revolución mexicana. No faltó quien hiciera la observación que todas fueron triunfantes y vencidas, pues hasta el invicto Álvaro Obregón terminó asesinado y su grupo disuelto después de 1928. La reunión congregó al amplio círculo de historiadores y académicos que mantenía contacto con Katz. Después de las sesiones y los debates, organizó una cena en su amplio departamento, ubicado en un altísimo edificio circular, desde cuyos ventanales se podía apreciar la belleza de la ciudad y la del lago en cuya orilla se alzaba. A resultas de esta común amistad con Katz, se labraron muchas relaciones entre los mexicanos, otro de sus legados. Cuando cumplió ochenta años, en 2007, nos volvimos a reunir casi los mismos de Chicago, ahora en la ciudad de México para celebrar su aniversario con un congreso y nuevas aportaciones a la historiografía de la revolución. Se le veía feliz y dudo mucho que igual sensación experimentara entre los norteamericanos. En alguna ocasión, encontrándonos en la capital durante un congreso, me invitó a comer en uno de los restaurantes ubicados en la terraza de uno de los hoteles que dan al Zócalo. También allí, en una larga sobremesa, advertí cómo se sentía a sus anchas en este país.
Cuando salió la biografía de Pancho Villa, Katz estuvo en Chihuahua y en Juárez para presentarla en sendos actos que contaron con una enorme asistencia. Asistí cómo espectador al primero –sentado en los escalones del Teatro de los Héroes, al lado del ex gobernador Saúl González Herrera– y me tocó ser uno de los comentaristas en el segundo. Pocos libros de historia de este país han concitado tanta atención. Una de las explicaciones se encuentra desde luego en la popularidad del personaje que ocupa el centro de la obra. Otra, estriba en el prestigio intelectual conquistado por el autor en sus libros previos y quizá otra más, en el hecho de que se trataba de un texto largamente esperado, porque Katz tenía al menos diez años trabajando en el mismo y se conocían ya versiones parciales de algunos de sus capítulos. Discurriendo que “por la víspera se saca el santo”, sabíamos ya de la profundidad y de la calidad literaria que nos ofrecería la obra cumbre del laureado historiador. A la manera de lo que imagino sucedía con los artistas clásicos, uno podía disfrutar de los anticipos, pero no era sino cuando alguno de ellos completaba la obra de arte –y un gran libro es siempre una obra de arte– es que se podía admirar el resultado en todo su esplendor.
En esa época, por mi parte, sin abandonar del todo la academia, me dedicaba a la militancia política, dirigiendo el PRD en el Estado de Chihuahua. Apenas nos vimos, Katz me hizo la consabida pregunta: ¿Qué está escribiendo? Pues, doctor, tengo dos años que escribo sobre todo discursos y documentos políticos y le entregué un par de revistas del partido que contenían varios de ellos. Cuando nos despedíamos al día siguiente, me animó: veo en sus escritos que atrás del dirigente político se encuentra el historiador, ojalá que pueda conciliar a ambos. No pude hacerlo, porque muy pronto regresé a los archivos y a la escritura de la historia.
Poco más de un mes antes de su fallecimiento me habló Erika Sena mi asistente: “le voy a transferir al Dr Katz”. Yo sabía que estaba enfermo y me sorprendió mucho su llamada. Empezó la plática con varias preguntas: “¿Cómo está usted? ¿Cómo le hace para ir al trabajo, a la Universidad? ¿No ha sufrido alguna agresión?” Las noticias que le llegaban de Ciudad Juárez eran alarmantes y tal vez pensaba que ya no se podía ni siquiera llevar la vida cotidiana. Estaba hospitalizado en Filadelfia y esperaba a su médico. Hablamos largo rato y cuando le comenté que el archivo histórico de la SEDENA estaba en línea, se admiraba ¡Pero no puede ser ¡Si en mis tiempos duré meses para que me permitieran el acceso Le pareció una noticia estupenda y luego agregó, pues ahora usted, con todos los documentos en su computadora puede escribir su libro en donde quiera que se encuentre, ¡Hasta en San Isidro, bromeó. De su enfermedad hablamos poco, pero entendí que era bastante delicada. Al final me dijo muy cortésmente, voy a tener que suspender nuestra conversación, porque recibiré ahora un tratamiento de quimioterapia, le deseo siempre lo mejor. Cuando colgué el teléfono, comprendí que había sido una despedida.
Lo conocí durante el segundo Congreso de Historia Regional que convocó la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, en 1990. Por entonces, buscaba con ahínco documentos y todo lo que pudiera informarle sobre la historia de Chihuahua. A mi vez, trabajaba en una historia de las guerras indias, específicamente de la apachería. En uno de los intermedios me obsequió su libro La Guerra Secreta en México. Torpemente le dije que ya lo tenía y lo había leído, pero luego me di cuenta de la bárbara descortesía que estaba cometiendo y le dije que lo aceptaba con agradecimiento. Enseguida, me comentó ¿Cómo es esto que usted ha dicho que las haciendas no sirvieron de refugio a los habitantes de Chihuahua ante los ataques de los guerreros indios? Y era que en el libro mencionado, él sostenía la tesis contraria, derivada según mi parecer de la experiencia europea en situaciones similares, cuando los señores de la tierra se fortalecieron protegiendo a los campesinos dentro de las murallas de sus castillos. Le expliqué mi idea, apoyada en una gran cantidad de documentos, que mostraban cómo las grandes haciendas fueron abandonadas por sus dueños y se colapsaron ante el embate de las naciones indias, que fueron enfrentadas por los vecinos de los pueblos. Le pareció interesante el punto de vista. Agregó otra inquietud, pidiéndome que le ilustrara sobre los campañeros o campañadores, estos rancheros que combatían a los apaches. Revelaba con su actitud otra de los distintivos de un genuino historiador: no le importaba preguntar y menos aún mostrar petulancia, asumiendo aires de sabelotodo. Meses después recibí una carta suya en la cual me decía que lo había persuadido mi argumento e incitándome a investigar la relación entre los rancheros armados y los revolucionarios de 1910. Este episodio fue el inicio de una larga y fecunda relación de la que yo obtuve los mayores beneficios, gracias a la bonhomía y sabiduría de Katz. “Apadrinó” dos de mis libros escribiendo sendos prólogos –uno de ellos motu proprio– encomiando los trabajos, más allá de su valor, según me pareció en su momento y me sigue pareciendo hoy día.
Cuando vino a Ciudad Juárez a impartir un seminario con el que se inauguró la cátedra que lleva su nombre, nos invitó a Jesús Vargas y a mí a comer en El Paso y antes a visitar la biblioteca de la Universidad de Texas en esta ciudad. Con envidiable paciencia, dedicó al menos dos horas a explicarnos puntualmente sus métodos de trabajo, las mejores formas para usar las colecciones norteamericanas, desde el obituario del New York Times, hasta los handbooks que publican las grandes bibliotecas y otros centros de documentación. Confirmé entonces la profunda vocación del historiador, que se entusiasmaba cuando encontraba –como el gambusino frente a una pepita de oro– el vínculo entre una información perdida en las páginas del periódico neoyorkino y un documento de algún archivo municipal de Chihuahua o de Durango.
Otras tres ocasiones por lo menos me encontré con él en El Paso. En una de ellas, me pidió que lo llevara a Columbus, pues a pesar de que casi sabía todo lo que podía saberse de este pueblo nuevomexicano, nunca había estado allí. Yo era dueño de un carro enorme, de esos que acostumbrábamos los juarenses hasta hace unos años, antiguos pero comodísimos. Hizo alguna broma sobre el gasto de gasolina que tendríamos con esta máquina y partimos. El Columbus actual muy poco se parece al que atacaron las tropas villistas en 1916, pues han desaparecido todos los edificios de entonces, cuando era un puerto de entrada para los cientos de miles de cabezas de ganado que transitaban de México a Estados Unidos. Katz, sin embargo, traía en la mente las calles y los lugares, pues se situaba con su cámara en alguno de los terrenos y me decía: aquí estaba el almacén de Sam Rabel, aquí estaba el Hotel tal, aquí estaba la oficina de correos. Acudimos al pequeño museo, donde entabló una animada conversación con el voluntario del pueblo que lo atendía en esos momentos. Qué le parece doctor, le comenté, si Villa no hubiera atacado Columbus, éste ya habría desaparecido pues ahora vive, con su museo y su tráiler park, del atractivo de ser la única población norteamericana desde 1812 en haber sido invadida por tropas extranjeras. - Pues allí tiene las paradojas de la historia y sus vericuetos, en este minúsculo pueblo se condensaron diversos intereses internacionales (los de Estados Unidos, Alemania y México) que todavía lo hacen interesante. Fuimos a comer a Palomas y le divirtieron los nombres de los platillos en el restaurante, inspirados en gestas o imágenes del villismo: “Quesadillas Tierra Blanca”, “Filete a la Pershing”, etc. A nuestro regreso, me pidió: ¿Podríamos pasar por una librería? Cuando entramos en Barnes&Noble, pensé que se interesaría en la sección de historia regional, pero se dirigió de inmediato al área de libros infantiles, escogió dos bellos volúmenes ilustrados, les puso su firma y se los entregó a Diego, mi hijo de diez años, quien nos había acompañado.
Por esas fechas, impartía yo un seminario de Historia de Chihuahua en la maestría de UTEP y le hice la invitación para que ofreciera una conferencia en la universidad paseña. Para los académicos de la misma, constituía un gran acontecimiento escuchar al reputado historiador de la Universidad de Chicago así que se organizó un evento con asistencia de un buen número de profesores y estudiantes. Lo voy a presentar en español, le dije, porque no confío en mi inglés. No, me detuvo, hágalo en inglés, de cualquier manera vamos a entenderle. Explique, con muchas deficiencias, la trascendencia de la obra de Katz y que, al final de su exposición habría lugar para comentarios y disidencias. Fue una magnífica conferencia… con comentarios y disidencias.
Una de las cuestiones sobre las herencias de la revolución mexicana que le divertían y a la vez le apasionaban a Friedrich Katz, era el cómo sobrevivían las antiguas adhesiones y rivalidades que inspiraron caudillos y facciones. Contaba que durante una de sus primeras conferencias en México, hablando de Francisco Villa, motivó una acre disputa entre los asistentes, entre los cuales recordaba al profesor Agustín Cué Cánovas y a Celia Herrera, quien había escrito una biografía ferozmente antivillista. Siendo yo paisano del general Pascual Orozco y perteneciente a su mismo tronco familiar, él suponía que tendría una radical aversión a la figura del Centauro del Norte, considerando el pleito histórico entre ambos personajes. Hablamos varias veces del punto y me preguntaba con curiosidad cuál era el pensamiento de mis parientes y paisanos. Le comentaba que eran todos defensores de Pascual Orozco, pero que no encontraban dificultades para reconocer a Francisco Villa, empezando por mi padre a quien leí en voz alta el voluminoso libro de Martín Luis Guzmán cuando era un niño. Con el tiempo fui madurando una posición sobre Francisco Villa, diferente a la del profesor Katz, pues viendo en aquel caudillo al principal dirigente popular y militar generado por las masas insurrectas, advertí en su personalidad graves fallas e incongruencias. Katz, historiador riguroso nunca se sumó a la quema de incienso que se ha hecho a Villa en los últimos tiempos, pero no dejó de sufrir, según mi juicio, cierta fascinación por su biografiado.
Siempre se interesó por tópicos de la historia de Chihuahua y después de que leyó mi tesis doctoral sobre la historia de los pueblos del distrito de Guerrero me insistía cada vez que nos encontrábamos: debe hacer una historia específica de San Isidro, su pueblo, allí encontrará muchas claves de otros acontecimientos. Espero cumplir con el ofrecimiento que le hice de redactarla.
En 1996 Katz organizó un congreso en la Universidad de Chicago para recoger la perspectiva de los grupos, dirigentes y facciones derrotadas en la revolución mexicana. No faltó quien hiciera la observación que todas fueron triunfantes y vencidas, pues hasta el invicto Álvaro Obregón terminó asesinado y su grupo disuelto después de 1928. La reunión congregó al amplio círculo de historiadores y académicos que mantenía contacto con Katz. Después de las sesiones y los debates, organizó una cena en su amplio departamento, ubicado en un altísimo edificio circular, desde cuyos ventanales se podía apreciar la belleza de la ciudad y la del lago en cuya orilla se alzaba. A resultas de esta común amistad con Katz, se labraron muchas relaciones entre los mexicanos, otro de sus legados. Cuando cumplió ochenta años, en 2007, nos volvimos a reunir casi los mismos de Chicago, ahora en la ciudad de México para celebrar su aniversario con un congreso y nuevas aportaciones a la historiografía de la revolución. Se le veía feliz y dudo mucho que igual sensación experimentara entre los norteamericanos. En alguna ocasión, encontrándonos en la capital durante un congreso, me invitó a comer en uno de los restaurantes ubicados en la terraza de uno de los hoteles que dan al Zócalo. También allí, en una larga sobremesa, advertí cómo se sentía a sus anchas en este país.
Cuando salió la biografía de Pancho Villa, Katz estuvo en Chihuahua y en Juárez para presentarla en sendos actos que contaron con una enorme asistencia. Asistí cómo espectador al primero –sentado en los escalones del Teatro de los Héroes, al lado del ex gobernador Saúl González Herrera– y me tocó ser uno de los comentaristas en el segundo. Pocos libros de historia de este país han concitado tanta atención. Una de las explicaciones se encuentra desde luego en la popularidad del personaje que ocupa el centro de la obra. Otra, estriba en el prestigio intelectual conquistado por el autor en sus libros previos y quizá otra más, en el hecho de que se trataba de un texto largamente esperado, porque Katz tenía al menos diez años trabajando en el mismo y se conocían ya versiones parciales de algunos de sus capítulos. Discurriendo que “por la víspera se saca el santo”, sabíamos ya de la profundidad y de la calidad literaria que nos ofrecería la obra cumbre del laureado historiador. A la manera de lo que imagino sucedía con los artistas clásicos, uno podía disfrutar de los anticipos, pero no era sino cuando alguno de ellos completaba la obra de arte –y un gran libro es siempre una obra de arte– es que se podía admirar el resultado en todo su esplendor.
En esa época, por mi parte, sin abandonar del todo la academia, me dedicaba a la militancia política, dirigiendo el PRD en el Estado de Chihuahua. Apenas nos vimos, Katz me hizo la consabida pregunta: ¿Qué está escribiendo? Pues, doctor, tengo dos años que escribo sobre todo discursos y documentos políticos y le entregué un par de revistas del partido que contenían varios de ellos. Cuando nos despedíamos al día siguiente, me animó: veo en sus escritos que atrás del dirigente político se encuentra el historiador, ojalá que pueda conciliar a ambos. No pude hacerlo, porque muy pronto regresé a los archivos y a la escritura de la historia.
Poco más de un mes antes de su fallecimiento me habló Erika Sena mi asistente: “le voy a transferir al Dr Katz”. Yo sabía que estaba enfermo y me sorprendió mucho su llamada. Empezó la plática con varias preguntas: “¿Cómo está usted? ¿Cómo le hace para ir al trabajo, a la Universidad? ¿No ha sufrido alguna agresión?” Las noticias que le llegaban de Ciudad Juárez eran alarmantes y tal vez pensaba que ya no se podía ni siquiera llevar la vida cotidiana. Estaba hospitalizado en Filadelfia y esperaba a su médico. Hablamos largo rato y cuando le comenté que el archivo histórico de la SEDENA estaba en línea, se admiraba ¡Pero no puede ser ¡Si en mis tiempos duré meses para que me permitieran el acceso Le pareció una noticia estupenda y luego agregó, pues ahora usted, con todos los documentos en su computadora puede escribir su libro en donde quiera que se encuentre, ¡Hasta en San Isidro, bromeó. De su enfermedad hablamos poco, pero entendí que era bastante delicada. Al final me dijo muy cortésmente, voy a tener que suspender nuestra conversación, porque recibiré ahora un tratamiento de quimioterapia, le deseo siempre lo mejor. Cuando colgué el teléfono, comprendí que había sido una despedida.
Cavilaciones presupuestales Miguel Ángel Granados Chapa Periodista
Distrito Federal– La discusión del Presupuesto de Egresos de la Federación en la Cámara de Diputados es juego de artificio. Como corresponde a un régimen presidencialista, el plan de gasto preparado por el Ejecutivo regirá las erogaciones federales. El 98 por ciento del proyecto presentado el 8 de septiembre, conforme a la ley, quedó intacto. Si algún rumbo tiene el presupuesto, lo fijó el Presidente de la República: de los tres billones cuatrocientos treinta y nueve mil millones de pesos propuestos y acordados, los diputados sólo reasignaron menos de cien mil millones de pesos. A esa cantidad, enorme en sí misma, pero mínima comparada con el total, se aplicó la discusión pública, tanto en comisiones como en el pleno.
Antes era peor. Hasta el fin del régimen priísta, los legisladores discutían mociones para agrandar, achicar, modificar en general partidas del presupuesto. Pero el documento elaborado en la Secretaría de Hacienda –y en un breve lapso en la ya desaparecida secretaría de Programación y Presupuesto– transitaba prácticamente sin cambios hasta su promulgación por el propio Ejecutivo que lo había enviado.
El debate, ahora, no toca los ejes fundamentales de la política de gasto público propuesta por el Ejecutivo, que puede ufanarse, como lo hizo, de contar con la colaboración de la Cámara. La Presidencia no puede alegar que sufre obstrucciones parlamentarias: en lo general el presupuesto fue aprobado, una hora antes de que feneciera el plazo formal para ese efecto, el lunes 15, por 454 votos, y con sólo 13 votos en contra y tres abstenciones. La oposición se concentró en algunos diputados del Partido del Trabajo (los más cercanos a Andrés Manuel López Obrador) y nada más.
Casi un centenar de diputados reservó para su discusión en lo particular algún artículo o algún punto de los anexos, donde se estipulan a detalle las partidas. Las objeciones y propuestas fueron en general rechazadas por el pleno, con votaciones no tan contundentes como la que aprobó el documento en lo general, pero sin poner en riesgo el dictamen aprobado en la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública por unanimidad de los partidos en ella representados.
Tan estéril era el intento de discusión, en la madrugada del martes 16 (en que continuaba la sesión fechada el día anterior, último para aprobar el documento), que por ello o por fatiga, o por percepción del cansancio ajeno, uno a uno los oradores que se habían anotado para conseguir asignaciones distintas de las acordadas en el dictamen declinaron participar. Sólo unos pocos perseveraron y casi ninguno de ellos alcanzó el objetivo que se había trazado.
En suma: el presupuesto que regirá el año próximo casi no tiene huella legislativa. El Presidente lo propuso y el Ejecutivo ganó la aparente batalla legislativa. De distintas maneras, en diversos momentos, los diputados abdicaron de su posibilidad de influir decisivamente en el gasto público. Por lo tanto, el plan correspondiente es rutinario, para salir del paso, como corresponde a un gobierno sin rumbo que se limita a administrar la crisis en espera de que el tiempo haga su labor.
El proyecto presidencial aprobado por los diputados (corresponsables por ello de los defectos del presupuesto) prolongó la inercia de erogaciones cada vez mayores con magros resultados. No hay correspondencia entre el volumen del gasto y la modificación de realidades, que debería ser el efecto si los egresos tuvieran una dirección impresa por la voluntad de cambio. El presupuesto es cada año mayor pero su ejercicio, con frecuencia tardío e ineficaz, no se refleja en el crecimiento del mercado interno, único modo de aminorar las desigualdades por la creación de empleo e incremento del consumo.
El presupuesto alienta el dispendio y la voracidad de algunos destinatarios del gasto público, La burocracia crece sin cesar, especialmente en los altos niveles, a los que se aplica una política salarial onerosa en sí misma e insultante comparada con las remuneraciones al trabajo en general. Un proyecto de gasto que buscara una modificación estructural aunque fuera de proporciones mínimas se habría atrevido a proponer una severa disminución de los sueldos y prestaciones del Presidente y sus colaboradores de primer nivel, por lo menos, para la cual bastaría la voluntad del Ejecutivo; y también, mediante la negociación respectiva, en los otros poderes y en los órganos constitucionales autónomos.
Pero el Presidente comienza por consentirse a sí mismo y al personal que de él depende. Su remuneración en términos reales, conforme a su propio deseo pues formalmente es el autor del proyecto enviado al legislativo, se incrementa año con año. No siempre se procede así incrementando directamente el salario, sino aumentando los montos en prestaciones o creando nuevos rubros, como el de “pago por riesgo”. No es una retribución exclusiva de la figura presidencial, sino que se concede a funcionarios con responsabilidades en materia de seguridad. La del Ejecutivo importará el año próximo 813 mil 827 pesos, lo que implica un aumento de 18 por ciento respecto del actual ejercicio.
¿Es que ha aumentado el riesgo de encabezar la estrategia contra el crimen organizado? ¿Con qué instrumentos se ha medido ese incremento y se lo ha traducido a pesos y centavos? Es el propio Presidente de la República el que debería dar respuesta a estas preguntas porque, hay que insistir en ello, él se adjudica sin rubores diversas alzas en sus percepciones, sin que los diputados le disputen ese privilegio.
Antes era peor. Hasta el fin del régimen priísta, los legisladores discutían mociones para agrandar, achicar, modificar en general partidas del presupuesto. Pero el documento elaborado en la Secretaría de Hacienda –y en un breve lapso en la ya desaparecida secretaría de Programación y Presupuesto– transitaba prácticamente sin cambios hasta su promulgación por el propio Ejecutivo que lo había enviado.
El debate, ahora, no toca los ejes fundamentales de la política de gasto público propuesta por el Ejecutivo, que puede ufanarse, como lo hizo, de contar con la colaboración de la Cámara. La Presidencia no puede alegar que sufre obstrucciones parlamentarias: en lo general el presupuesto fue aprobado, una hora antes de que feneciera el plazo formal para ese efecto, el lunes 15, por 454 votos, y con sólo 13 votos en contra y tres abstenciones. La oposición se concentró en algunos diputados del Partido del Trabajo (los más cercanos a Andrés Manuel López Obrador) y nada más.
Casi un centenar de diputados reservó para su discusión en lo particular algún artículo o algún punto de los anexos, donde se estipulan a detalle las partidas. Las objeciones y propuestas fueron en general rechazadas por el pleno, con votaciones no tan contundentes como la que aprobó el documento en lo general, pero sin poner en riesgo el dictamen aprobado en la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública por unanimidad de los partidos en ella representados.
Tan estéril era el intento de discusión, en la madrugada del martes 16 (en que continuaba la sesión fechada el día anterior, último para aprobar el documento), que por ello o por fatiga, o por percepción del cansancio ajeno, uno a uno los oradores que se habían anotado para conseguir asignaciones distintas de las acordadas en el dictamen declinaron participar. Sólo unos pocos perseveraron y casi ninguno de ellos alcanzó el objetivo que se había trazado.
En suma: el presupuesto que regirá el año próximo casi no tiene huella legislativa. El Presidente lo propuso y el Ejecutivo ganó la aparente batalla legislativa. De distintas maneras, en diversos momentos, los diputados abdicaron de su posibilidad de influir decisivamente en el gasto público. Por lo tanto, el plan correspondiente es rutinario, para salir del paso, como corresponde a un gobierno sin rumbo que se limita a administrar la crisis en espera de que el tiempo haga su labor.
El proyecto presidencial aprobado por los diputados (corresponsables por ello de los defectos del presupuesto) prolongó la inercia de erogaciones cada vez mayores con magros resultados. No hay correspondencia entre el volumen del gasto y la modificación de realidades, que debería ser el efecto si los egresos tuvieran una dirección impresa por la voluntad de cambio. El presupuesto es cada año mayor pero su ejercicio, con frecuencia tardío e ineficaz, no se refleja en el crecimiento del mercado interno, único modo de aminorar las desigualdades por la creación de empleo e incremento del consumo.
El presupuesto alienta el dispendio y la voracidad de algunos destinatarios del gasto público, La burocracia crece sin cesar, especialmente en los altos niveles, a los que se aplica una política salarial onerosa en sí misma e insultante comparada con las remuneraciones al trabajo en general. Un proyecto de gasto que buscara una modificación estructural aunque fuera de proporciones mínimas se habría atrevido a proponer una severa disminución de los sueldos y prestaciones del Presidente y sus colaboradores de primer nivel, por lo menos, para la cual bastaría la voluntad del Ejecutivo; y también, mediante la negociación respectiva, en los otros poderes y en los órganos constitucionales autónomos.
Pero el Presidente comienza por consentirse a sí mismo y al personal que de él depende. Su remuneración en términos reales, conforme a su propio deseo pues formalmente es el autor del proyecto enviado al legislativo, se incrementa año con año. No siempre se procede así incrementando directamente el salario, sino aumentando los montos en prestaciones o creando nuevos rubros, como el de “pago por riesgo”. No es una retribución exclusiva de la figura presidencial, sino que se concede a funcionarios con responsabilidades en materia de seguridad. La del Ejecutivo importará el año próximo 813 mil 827 pesos, lo que implica un aumento de 18 por ciento respecto del actual ejercicio.
¿Es que ha aumentado el riesgo de encabezar la estrategia contra el crimen organizado? ¿Con qué instrumentos se ha medido ese incremento y se lo ha traducido a pesos y centavos? Es el propio Presidente de la República el que debería dar respuesta a estas preguntas porque, hay que insistir en ello, él se adjudica sin rubores diversas alzas en sus percepciones, sin que los diputados le disputen ese privilegio.
Separa un río a la ciudad más segura de la más violenta Blanca Carmona El Diario
Mientras que Juárez ha sido declarada desde 2008 la urbe más violenta del país, El Paso acaba de ser designada la ciudad más segura de Estados Unidos entre las localidades que tienen una población mayor a los 500 mil habitantes.
El abismal contraste entre ambas metrópolis se acrecienta porque ambas son comunidades vecinas, apenas separadas por un río.
Esa disparidad de ambientes que se vive en las dos urbes es atribuida por representantes de sectores a que EU se queda con los adictos y con las ganancias del narcotráfico, y México con la delincuencia; o bien, por la vecindad de Juárez con un país del primer mundo, además de la indiferencia de la sociedad hacia los problemas que se registran en su comunidad.
Un informe de la publicación especializada Congressional Quarterly Press (CQ Press) estableció, en su más reciente ranking de delitos citadinos dado a conocer ayer, que El Paso es la localidad más segura de Estados Unidos.
CQ Press es un despacho de investigación independiente que realiza varios estudios de seguridad en ciudades, áreas metropolitanas y estados.
Desde 1987, El Paso ha ocupado el segundo o tercer lugar en este ranking, por lo que ésta es la primera ocasión en que es considerada en el primer sitio; otras ciudades de Texas ubicadas en los diez primeros lugares son Austin, en el sexto lugar y Fort Worth, en el décimo.
En contraparte, desde hace dos años y medio Ciudad Juárez es considerada a nivel nacional como la urbe más peligrosa.
Este año, Raúl Benítez Manaut, director del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (Casede), con sede en el Distrito Federal, declaró que esta frontera tiene que ser la prioridad en la agenda del presidente Felipe Calderón, porque es donde hay más ejecuciones de todo el país.
“Por desgracia, Juárez se ha convertido en el termómetro de la violencia en México. La prensa internacional, al realizar numerosos reportajes, traslada la imagen al mundo de que todo México es Ciudad Juárez”, dice un análisis de Casede que se refiere a esta frontera como una zona de guerra.
Dicha organización es responsable de un balance titulado “Crimen Organizado e Iniciativa Mérida en las relaciones México-Estados Unidos”, en el cual Benítez dedica un apartado especial a analizar el rol de Juárez, la ciudad más violenta del país, y sus repercusiones en la lucha mexicana contra el narcotráfico.
“Si él (Calderón Hinojosa) quiere demostrarle a México y al mundo que su estrategia avanza, entonces tiene que disminuir la violencia en Juárez; es un imperativo para el presidente Calderón”, dijo en entrevista Benítez Manaut.
En este contexto, una discusión sobre un aumento de impuestos en Paraguay, país sudamericano, terminó el pasado 28 de julio con el tema de la violencia en Juárez, cuando analistas de aquella nación pusieron de ejemplo a esta ciudad para advertir que retrasar el alza alentaría la criminalidad.
“Los sicarios que asesinan no estarán obligados a declarar de dónde sacaron el dinero que poseen. Se corre el riesgo de que esta postergación aliente actividades criminales como las que ocurren en Ciudad Juárez”, dijo Ricardo Rodríguez, citado como analista independiente en la nota que la agencia AP -fechada en Asunción, la capital paraguaya- difundió sobre dicha discusión económica.
En Venezuela, el nombre de Ciudad Juárez también saltó el pasado 2 de agosto en el discurso del candidato Julio Borges, líder del Partido Primero Justicia -de oposición a Hugo Chávez-, quien, a favor de una ley de desarme, dijo que en “Caracas se cometen más de 140 homicidios por cada cien mil habitantes (lo que la convierte) en la segunda ciudad más violenta de América Latina, sólo superada por la mexicana Ciudad Juárez, donde la media es de 195 homicidios por cada cien mil habitantes”.
En octubre pasado, diputados federales consideraron como un hecho histórico la aprobación de la Ley Antisecuestro, pues tan sólo en 2005 se registraron 325 plagios y en lo que va de 2010 se han denunciado 648, es decir, la tendencia se incrementa y si no se redoblan los esfuerzos, indicaron, se podrían alcanzar registros de hasta mil 300 secuestros para fin del año.
“La aprobación de la Ley Antisecuestro en la Cámara Baja, representa un buen ejemplo de lo que debemos hacer los legisladores para dar solución inmediata a las demandas más sentidas de la sociedad civil, como es el caso de la población de Chihuahua, cuya entidad ocupa el penoso primer lugar en plagios a nivel nacional”, consideró la diputada priísta Ana Georgina Zapata Lucero.
Respecto a los lugares que ocupan Juárez y El Paso en materia de seguridad, el presidente de Congreso del Estado de Chihuahua, Enrique Serrano Escobar, señaló que la cercanía entre ambas ciudades es la que ha contribuido a que nuestra urbe sea un corredor de drogas y por ende una zona considerada insegura.
“La delincuencia no tiene fronteras, pero siempre se nos carga el lado negativo. El narcotráfico es una prueba irrefutable de que el beneficio mayor se le queda a Estados Unidos y los perjuicios mayores a México, se nos queda la delincuencia y los vecinos la mayor parte de las ganancias... lo que se gana en México es una cantidad mucho menor de lo que ese negocio le reporta a la economía norteamericana y, bueno, la delincuencia está del lado mexicano”, afirmó.
“Esta vecindad con Estados Unidos nos ha perjudicado, porque la parte negativa de la relación bilateral se nos queda del lado mexicano y esto ha sido a lo largo de la historia. La vecindad siempre nos ha perjudicado porque somos el país débil y cuando hay un fuerte enseguida de un débil, el fuerte se lleva la mejor parte y lamentablemente así estamos”, dijo.
El Departamento de Policía de El Paso envió ayer un comunicado al respecto donde atribuyó el resultado de que esta ciudad sea la más segura de EU, a los esfuerzos comunitarios por mantener segura su comunidad para vivir y trabajar.
Greg Allen, jefe de la corporación policial, extendió sus agradecimientos a toda la ciudadanía que coopera a nivel local para preservar la seguridad en esta región fronteriza. Aunado, dijo, a que esta ciudad presenta esos resultados sin el esfuerzo del personal de la Policía.
Por su parte, el coordinador de la fracción del Partido Acción Nacional (PAN) en el Cabildo, Sergio Madero Villanueva, expresó que a pesar de que los residentes de ambas ciudades comparten lazos de familiaridad, es evidente que en El Paso “algo se hizo bien”.
“Tiene que ver con el respeto a la ley, las personas, la planeación urbana de la ciudad. En El Paso conviven las edificaciones respetando el ambiente natural que se encontró y en Juárez se ha hecho de chilar y huerto con la ciudad; la hemos crecido por todos lados, se han asentado colonias donde no debíamos,
ese irrespeto al orden establecido nos ha conducido a lo que estamos viviendo”, indicó.
“Mientras que allá se privilegia el cumplimiento de la ley, aquí se privilegian determinados intereses siempre. No importa la ley, sino tener el contacto o sacarle la vuelta”, dijo.
El regidor agregó que sólo respetar el imperio de la ley puede sacar a Juárez de la ingobernabilidad.
“Empezar por las cosas más sencillas desde el aseo urbano, que la gente mantenga limpio el frente de sus casas; el respeto al reglamento de Tránsito, de ahí cumplir las obligaciones fiscales y finalmente que los policías cumplan con su trabajo, los jueces con el de ellos y a quien infrinja la ley se le castigue”, acotó.
En tanto, el doctor Arturo Valenzuela Zorrilla, miembro de la mesa de Seguridad del programa “Todos Somos Juárez”, consideró que Juárez se encuentra en el lado opuesto a su similar debido a un binomio conformado por “un desgobierno y una sociedad indiferente”.
“Nos damos cuenta que pasa algo terrible y no hacemos nada como sociedad, nos falta mucho, tenemos que despertar y sentir cada minuto que vivimos lejos de la justicia... nos falta conciencia como sociedad y honestidad al Gobierno”, aseguró.
(Con información de Alberto Ponce de León)
Frutos de la Revolución. Bernardo Bátiz V.
Alrededor de la fecha emblemática, 20 de noviembre, de la redonda cifra, cien años, se ha escrito abundantemente, y si hubiera algún acucioso recopilador que se ocupará del asunto veríamos con curiosidad y asombro con cuántos epítetos se ha enlazado la palabra Revolución.
Se ha dicho que fue traicionada, interrumpida, falsificada, congelada, olvidada, desviada, muerta y enterrada, mistificada; que el actual gobierno la celebra a regañadientes y sin convicción, y que solamente en las entrañas más profundas del pueblo está aún latente y marca una línea de la que nos apartamos o a la que nos acercamos, pero nunca perdemos del todo.
Dos de los partidos políticos importantes o grandes, el PRI y el PRD, presumen en sus siglas con el vocablo; uno es revolucionario e institucional, lo que no deja de ser contradictorio, y el otro sostiene una revolución ya no cruenta y armada, sino democrática.
El PAN de hoy no se asume revolucionario. En tiempos mejores, cuando era fiel a sus principios originales, especialmente entre 1966 y 1988, aceptaba ideales revolucionarios, reconocía el valor del movimiento y luchó por un cambio democrático de las estructuras, aun cuando hoy da la espalda a esta etapa de nuestra historia.
Entre los partidos menores, el que se identifica más con principios revolucionarios es el PT; el que usurpa el nombre de ecologista no es más que un grupo de oportunistas, que sobrevive en tanto sirve a otros partidos y en tanto medra con sectores de la población defensores del medio ambiente, pero faltos de información política.
Ninguno de los otros, ni el Panal ni Convergencia ni los grupos locales, se opone a los principios de la Revolución Mexicana, aun cuando no todos los practiquen a cabalidad; más Convergencia que los otros se identifica con ellos.
La etapa violenta de 1910 a 1929, cuando menos dos décadas, dejó un millón de muertos, lo que nos hace preguntarnos si tal sacrificio valió la pena y si queda algo de lo que la motivó. La respuesta debe ser positiva: hay mucho de valioso que heredamos del movimiento revolucionario, hay razones para celebrar; en primer lugar, nos dio identidad nacional, el tipo de revolucionario mexicano, el campesino armado, las soldaderas, los trenes repletos, la caballería de jinetes de sombrero ancho y carabina en la mano, la infantería de calzón blanco, que Orozco consagró en el mural La Trinchera, salieron a flote de un México profundo que sacudió las estructuras sociales de principios del siglo XX y se sobrepuso a los lechuguinos y petimetres de la aristocracia, a los hacendados explotadores y a los condecorados militares de carrera.
En el balance a cien años quedan, a pesar de titubeos y traiciones, logros importantes que tenemos que valorar con todo y la crítica situación por la que atraviesa el país, logros que nos permiten mantener esperanzas de que las cosas se compongan.
Entre ellos, en primer lugar está la Constitución que aún nos rige, la primera que incorporó las garantías sociales en un texto fundamental; la primera que reconoció que si bien los individuos tienen derechos fundamentales, indispensables para su existencia como personas, hay también derechos que corresponden no a individuos, sino a sectores o categorías sociales: los campesinos, los obreros en una primera etapa y luego, los indígenas, las mujeres, los niños, los ancianos, los minusválidos.
Cada franja de la comunidad nacional, por sus peculiares circunstancias y características, merece un reconocimiento especial y la protección específica de la ley. Los logros en este sentido son consecuencia inmediata y directa de la Revolución, que mostró además que la justicia no es hacer tabla rasa de todos, como pretendió el liberalismo individualista del que se aprovechan los voraces, sino que, según la harto conocida fórmula, la justicia es tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales.
Los marginados, los más débiles, los de abajo, requieren atención especial y legislación protectora que disminuya sus desventajas y les permita ser miembros de pleno derecho de la amplia comunidad nacional. Los indios, los desarrapados, los pobres, son reconocidos en los principios constitucionales y pueden exigir los derechos que la Revolución consiguió para ellos; derecho a la educación gratuita, a la tierra y libertad, a salarios mínimos, a descanso y vacaciones pagadas, a organizarse, a juicios imparciales y equitativos, y a no tener que bajar de la banqueta cuando viene un catrín en sentido contrario; en una palabra, a ser y sentirse mexicanos y ciudadanos como el que más.
Al menos eso, pero mucho más se rescató entonces: los conceptos de igualdad, de dignidad personal y de democracia, no podemos dejar de reconocer que tomaron carta de naturalización en nuestro país en buena medida gracias a la Revolución Mexicana. Hoy, ante los nuevos embates en contra de estos derechos, la Constitución nos reconoce instrumentos de defensa.
También se rescató el derecho al patrimonio puesto en peligro por la codicia y la insidia; el subsuelo, el petróleo, las costas, las tierras agrícolas, los bosques y los agostaderos, el espacio aéreo son reconocidamente nuestros y no debemos dejar que se nos arrebaten. La Revolución triunfó y luego fue traicionada, pero dejó una rica herencia, un patrimonio que antes de ella no era reconocido al pueblo y eso vale por sí mismo, aun cuando nos encontremos hoy en riesgo de que, si no luchamos para preservar ese patrimonio, podemos perderlo.
jusbbv@hotmail.com
Plan B | Lydia Cacho
Una maestra amenaza a sus estudiantes, otro los insulta, una más entiende que su desnutrición les impide concentrarse y aprehender ideas, otro los inspira y escucha. Entrevisté a un centenar de educadores de escuelas públicas. Hablaron de sus debilidades personales, del monopolio sindical, de la falta de apoyo para ponerlos al día, de instalaciones deplorables, de la pobreza de sus estudiantes; pero también la mayoría considera una misión trabajar en la educación, les gustaría hacerlo mejor y no tienen claro por dónde empezar.
Y ojalá pudieran hacerlo mejor, porque las y los maestros son la clave de la calidad educativa del país. Y justamente ése es el acierto del documental De panzazo: el drama de la educación en México, dirigido por Juan Carlos Rulfo y producido por Carlos Loret; en él, las y los estudiantes documentan su realidad. De cada 100 mexicanos, sólo 60 terminan la secundaria, 14 millones de estudiantes de primaria y secundaria no comprenden lo que leen, y ocho de cada 10 de secundaria no saben multiplicar. El problema no es económico; uno de cada cuatro pesos del presupuesto se va a la educación, pero ¿a qué bolsillos?
Loret entrevista a Elba Esther Gordillo en el documental, y la pone contra la pared al preguntarle por qué no permite que se evalúe a maestras y maestros; ella culpa a la SEP de Lujambio. Aunque se sabe que Calderón amarró las manos del secretario de Educación, poniéndole como subsecretario al yerno de Gordillo. El sindicalismo corporativo necesita la complicidad de un profesorado que se siente protegido por un sistema de lealtades políticas y no de merecimientos. Eso le otorga a la líder una moneda de cambio, el poderío electoral para arrancar más prebendas políticas que ofrecer a sus cuadros y perpetuar su poder. El espaldarazo que antier ofreció públicamente a Peña Nieto, deja claro que acaba de comprar seis años más de longevidad.
Es poco lo que pueden hacer madres y padres para mejorar la educación de sus hijos e hijas: la gran mayoría carece de las herramientas y el tiempo. El 26% de los hogares son monoparentales con mujeres que trabajan 12 horas al día. Treinta millones de parejas trabajan más de ocho horas diarias fuera del hogar. Casi 8 millones de hombres y mujeres de México son analfabetas. El 70% de las mujeres trabajan fuera del hogar y el 80% dedica su "tiempo libre" a tareas domésticas. Aunque la modernidad ha propiciado que las mujeres tengan más estudio y trabajo, la mayoría gana menos que ellos. A los hombres, las empresas no les dan derecho a guarderías ni tiempo para convivencia familiar y tareas domésticas. La desigualdad es un factor decisivo; nos hemos modernizado en unas cosas, pero estructuralmente seguimos culpando a las mujeres por su ausencia en el hogar y como responsables únicas de la educación.
Efectivamente, todo el país es responsable de mejorar la educación: los medios, las familias, el Estado. Mucho se avanzaría con nuevas generaciones capaces de educar bien. Necesitamos mejores guarderías y empresarios que faciliten horarios para posibilitar la labor paterna y materna. Pero la clave sigue siendo la falta de calidad magisterial y la imposibilidad de evaluarles. Gordillo acaba de garantizar seis años más de rezago educativo en México, ahora de la mano de Peña Nieto, ¿lo permitiremos?
Y ojalá pudieran hacerlo mejor, porque las y los maestros son la clave de la calidad educativa del país. Y justamente ése es el acierto del documental De panzazo: el drama de la educación en México, dirigido por Juan Carlos Rulfo y producido por Carlos Loret; en él, las y los estudiantes documentan su realidad. De cada 100 mexicanos, sólo 60 terminan la secundaria, 14 millones de estudiantes de primaria y secundaria no comprenden lo que leen, y ocho de cada 10 de secundaria no saben multiplicar. El problema no es económico; uno de cada cuatro pesos del presupuesto se va a la educación, pero ¿a qué bolsillos?
Loret entrevista a Elba Esther Gordillo en el documental, y la pone contra la pared al preguntarle por qué no permite que se evalúe a maestras y maestros; ella culpa a la SEP de Lujambio. Aunque se sabe que Calderón amarró las manos del secretario de Educación, poniéndole como subsecretario al yerno de Gordillo. El sindicalismo corporativo necesita la complicidad de un profesorado que se siente protegido por un sistema de lealtades políticas y no de merecimientos. Eso le otorga a la líder una moneda de cambio, el poderío electoral para arrancar más prebendas políticas que ofrecer a sus cuadros y perpetuar su poder. El espaldarazo que antier ofreció públicamente a Peña Nieto, deja claro que acaba de comprar seis años más de longevidad.
Es poco lo que pueden hacer madres y padres para mejorar la educación de sus hijos e hijas: la gran mayoría carece de las herramientas y el tiempo. El 26% de los hogares son monoparentales con mujeres que trabajan 12 horas al día. Treinta millones de parejas trabajan más de ocho horas diarias fuera del hogar. Casi 8 millones de hombres y mujeres de México son analfabetas. El 70% de las mujeres trabajan fuera del hogar y el 80% dedica su "tiempo libre" a tareas domésticas. Aunque la modernidad ha propiciado que las mujeres tengan más estudio y trabajo, la mayoría gana menos que ellos. A los hombres, las empresas no les dan derecho a guarderías ni tiempo para convivencia familiar y tareas domésticas. La desigualdad es un factor decisivo; nos hemos modernizado en unas cosas, pero estructuralmente seguimos culpando a las mujeres por su ausencia en el hogar y como responsables únicas de la educación.
Efectivamente, todo el país es responsable de mejorar la educación: los medios, las familias, el Estado. Mucho se avanzaría con nuevas generaciones capaces de educar bien. Necesitamos mejores guarderías y empresarios que faciliten horarios para posibilitar la labor paterna y materna. Pero la clave sigue siendo la falta de calidad magisterial y la imposibilidad de evaluarles. Gordillo acaba de garantizar seis años más de rezago educativo en México, ahora de la mano de Peña Nieto, ¿lo permitiremos?
El "Presidente" no tiene en dónde hablar. Ciro Gómez Leyva
La historia en breve
Estaba fuera de lugar. El discurso del Centenario de la Revolución del presidente Calderón en la explanada del Palacio de Bellas Artes, con el pretexto de que inauguraría una estatua más de Francisco I. Madero. La realidad es que el Presidente no tuvo mejor lugar en donde hablar.
El discurso se pudo haber leído en el encierro de Palacio Nacional. O en los jardines de Los Pinos. O en el Campo Marte, para no dejar duda del espíritu militarista de su gobierno. Pero un mensaje en ese día para cantar y celebrar la democracia, libertad y justicia merecía un escenario y una escenografía a la altura de laefeméride.
El problema es que el monumento a la Revolución estaba reservado por el gobierno de Marcelo Ebrard. El nuevo edificio del Senado no estuvo listo y nadie hizo un esfuerzo para organizar algo serio en Xicoténcatl. La Cámara de Diputados es territorio vedado para él. Y la Suprema Corte de Justicia, por lo visto, es para otras cosas, no para ponerse en paz con la historia.
En los récords non gratos de Calderón está el de ser el primer Presidente de la República que, al cumplir dos terceras partes de su mandato, no ha podido emitir una palabra en las sedes de los poderes Legislativo y Judicial, quitando los 30 segundos del “… si así no lo hiciera, que la nación me lo demande…” del 1 de diciembre de 2006.
Se necesitaron 100 años para llegar a este 20 de noviembre. En la expresión del Presidente yacía una especie de sopor, estragado por los últimos cuatro años de historia. De ahí que, a diferencia del coronel de García Márquez a quien nadie escribía, Calderón ni siquiera se sintió puro, explícito, invencible para decir:
—Mierda.
Y así se nos fueron las celebraciones del 2010.
Asalto al PAN. Bajo Reserva
| Periodistas EL UNIVERSAL
En una zona exclusiva de León, Guanajuato, un grupo de individuos de la derecha más radical de México, base de El Yunque, prepara un asalto: el del PAN estatal. Con dinero suficiente (del que no se conoce su origen), con alta tecnología, instalaron un bunker en calle Del Prado 103, colonia Jardines del Moral. Son adeptos del ex secretario de Gobierno, Gerardo Mosqueda Martínez. Trabajan con la base de datos de los 53 mil panistas guanajuatenses, 10 mil de ellos activos. Quieren la candidatura panista a la gubernatura del estado y trabajan día y noche para ello, cuando falta más de un año para que el PAN emita la convocatoria. Quieren desinflar a Miguel Márquez, secretario de Desarrollo Social, el favorito del gobernador Juan Manuel Oliva, y al secretario federal de Salud, José Ángel Córdova. Quieren, además, adelantarse a Fernando Torres Graciano, líder del PAN estatal, y presumen que en el Comité Ejecutivo Nacional cuentan con el apoyo de José Espina, su secretario general. La confrontación es abierta y decidida. Y están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias porque después de explotar varios partidos, se han dado cuenta que Mosqueda Martínez no tiene tantos amigos como creía en la oposición, y su única vía para ganar es tomando al PAN en un juego de manos.
Se logró: 138 representantes de urbes en 43 países firmaron el Pacto de la Ciudad de México, convocado por el jefe de gobierno del DF, Marcelo Ebrard. La Cumbre Climática Mundial de Alcaldes tendrá gran relevancia porque la COP-16, que congrega a las naciones en Cancún, será un fracaso. Así lo prevé la ONU, y así lo ven tanto en México como en el extranjero. Es decir: acuerdos, lo que se dice acuerdos, sólo quedarán los del DF.
El Senado prepara una reforma al reglamento interno para que las iniciativas tengan caducidad. Busca acabar con la “congeladora”, ese limbo en el que se quedan tantas iniciativas. La idea es impulsada por el presidente del Senado y coordinador priísta, Manlio Fabio Beltrones. De aprobarse, las iniciativas tendrían sólo un año de vigencia. La idea no es mala: forzará a que los legisladores busquen y logren pactos políticos antes de enviar legajos a comisiones. A ver si no congelan esta iniciativa más de un año...
La CNOP priísta está molesta con el gobierno del DF. El 19 de noviembre por la tarde, la organización que dirige Emilio Gamboa colocó una manta que cubría su edificio, frente al Monumento a la Revolución. Con grúas panorámicas, el GDF la retiró. La CNOP dice que sin aviso previo. Que le costó 100 mil pesos. Quiere irse a tribunales.
Apunte final: La victoria no fue sólo para los Pumas de la UNAM: también ganó el senador del PAN Santiago Creel. Apostó cobijas (que se repartirán en Hidalgo) con la ex candidata a la gubernatura Xóchitl Gálvez. Como sea todo, el triunfo queda entre cuates, entre amigos de (Vicente) Fox
En una zona exclusiva de León, Guanajuato, un grupo de individuos de la derecha más radical de México, base de El Yunque, prepara un asalto: el del PAN estatal. Con dinero suficiente (del que no se conoce su origen), con alta tecnología, instalaron un bunker en calle Del Prado 103, colonia Jardines del Moral. Son adeptos del ex secretario de Gobierno, Gerardo Mosqueda Martínez. Trabajan con la base de datos de los 53 mil panistas guanajuatenses, 10 mil de ellos activos. Quieren la candidatura panista a la gubernatura del estado y trabajan día y noche para ello, cuando falta más de un año para que el PAN emita la convocatoria. Quieren desinflar a Miguel Márquez, secretario de Desarrollo Social, el favorito del gobernador Juan Manuel Oliva, y al secretario federal de Salud, José Ángel Córdova. Quieren, además, adelantarse a Fernando Torres Graciano, líder del PAN estatal, y presumen que en el Comité Ejecutivo Nacional cuentan con el apoyo de José Espina, su secretario general. La confrontación es abierta y decidida. Y están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias porque después de explotar varios partidos, se han dado cuenta que Mosqueda Martínez no tiene tantos amigos como creía en la oposición, y su única vía para ganar es tomando al PAN en un juego de manos.
Se logró: 138 representantes de urbes en 43 países firmaron el Pacto de la Ciudad de México, convocado por el jefe de gobierno del DF, Marcelo Ebrard. La Cumbre Climática Mundial de Alcaldes tendrá gran relevancia porque la COP-16, que congrega a las naciones en Cancún, será un fracaso. Así lo prevé la ONU, y así lo ven tanto en México como en el extranjero. Es decir: acuerdos, lo que se dice acuerdos, sólo quedarán los del DF.
El Senado prepara una reforma al reglamento interno para que las iniciativas tengan caducidad. Busca acabar con la “congeladora”, ese limbo en el que se quedan tantas iniciativas. La idea es impulsada por el presidente del Senado y coordinador priísta, Manlio Fabio Beltrones. De aprobarse, las iniciativas tendrían sólo un año de vigencia. La idea no es mala: forzará a que los legisladores busquen y logren pactos políticos antes de enviar legajos a comisiones. A ver si no congelan esta iniciativa más de un año...
La CNOP priísta está molesta con el gobierno del DF. El 19 de noviembre por la tarde, la organización que dirige Emilio Gamboa colocó una manta que cubría su edificio, frente al Monumento a la Revolución. Con grúas panorámicas, el GDF la retiró. La CNOP dice que sin aviso previo. Que le costó 100 mil pesos. Quiere irse a tribunales.
Apunte final: La victoria no fue sólo para los Pumas de la UNAM: también ganó el senador del PAN Santiago Creel. Apostó cobijas (que se repartirán en Hidalgo) con la ex candidata a la gubernatura Xóchitl Gálvez. Como sea todo, el triunfo queda entre cuates, entre amigos de (Vicente) Fox
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