lunes, 22 de noviembre de 2010

El "Presidente" no tiene en dónde hablar. Ciro Gómez Leyva


La historia en breve
Estaba fuera de lugar. El discurso del Centenario de la Revolución del presidente Calderón en la explanada del Palacio de Bellas Artes, con el pretexto de que inauguraría una estatua más de Francisco I. Madero. La realidad es que el Presidente no tuvo mejor lugar en donde hablar.
El discurso se pudo haber leído en el encierro de Palacio Nacional. O en los jardines de Los Pinos. O en el Campo Marte, para no dejar duda del espíritu militarista de su gobierno. Pero un mensaje en ese día para cantar y celebrar la democracia, libertad y justicia merecía un escenario y una escenografía a la altura de laefeméride.
El problema es que el monumento a la Revolución estaba reservado por el gobierno de Marcelo Ebrard. El nuevo edificio del Senado no estuvo listo y nadie hizo un esfuerzo para organizar algo serio en Xicoténcatl. La Cámara de Diputados es territorio vedado para él. Y la Suprema Corte de Justicia, por lo visto, es para otras cosas, no para ponerse en paz con la historia.
En los récords non gratos de Calderón está el de ser el primer Presidente de la República que, al cumplir dos terceras partes de su mandato, no ha podido emitir una palabra en las sedes de los poderes Legislativo y Judicial, quitando los 30 segundos del “… si así no lo hiciera, que la nación me lo demande…” del 1 de diciembre de 2006.
Se necesitaron 100 años para llegar a este 20 de noviembre. En la expresión del Presidente yacía una especie de sopor, estragado por los últimos cuatro años de historia. De ahí que, a diferencia del coronel de García Márquez a quien nadie escribía, Calderón ni siquiera se sintió puro, explícito, invencible para decir:
—Mierda.
Y así se nos fueron las celebraciones del 2010.

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