U
n viejo cuadro con el retrato, muy mal logrado, por cierto, de Benito Juárez, y que tenía cerca de seis años desaparecido de las paredes de la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, retornó a su lugar luego de que la mayoría de las cosas que hacían de ese despacho el personalísimo lugar de trabajo de Miguel Ángel Mancera fueran saliendo poco a poco, discretamente, lejos de los ojos de empleados y visitantes, como haciendo el camino de la partida.
El próximo lunes, desde la ventana que da hacia la Plaza de la Constitución y la avenida 20 de Noviembre, otros ojos habrán de mirar hacia el Zócalo, y aunque allí dentro nada cambie, todo habrá cambiado para Miguel Ángel Mancera, quien tal vez para entonces podrá tener un poco más de certeza en su futuro, hoy aún resbaloso, inasible.
Mancera confió en la derecha panista, pero el miércoles por la noche los azules rechazaban la posibilidad de aceptarlo como candidato al Senado, es decir, la alianza que él creó, en la que apostó todo, lo desconoce, aunque haya servido para que esa organización, el PAN, pudiera tener una posibilidad de competir en la elección que viene.
Los panistas han logrado, incluso, construir el argumento de la traición. El próximo sábado, o muy posiblemente antes, los azules enterarán a Mancera de ese rechazo. Le dirán que si se coloca como candidato, algunos panistas de cepa, y otros más, se irán del partido, lo que debilitará la muy lejana posibilidad, dicen las encuestas, de que Anaya se convierta en presidente de México.
La decisión azul, a ojos vistas, pondría en riesgo la alianza entre amarillos y azules, pero eso no se piensa en el PRD, y menos aún en el PAN. A la tribu de los chuchos les importa un comino lo que pase en el futuro inmediato del aún jefe de Gobierno, mientras los panistas, para sostener la alianza, han elaborado un plan que no deja solo a Miguel Ángel Mancera, pero lo envía a hacerse cargo de un mesa sin futuro en la que se analizarían las ventajas, dicen ellos, de un gobierno de coalición.
Es una salida de emergencia que no da para ningún lado, pero que quita del panorama al jefe de Gobierno. El domingo, aunque si las cosas se arreglan, el sábado, Miguel Ángel Mancera rendirá un último informe de la situación de la ciudad después del sismo, y se espera que en ese acto anuncie que deja el Antiguo Palacio del Ayuntamiento.
Las formas aún no se definen, pero es muy probable que a más tardar el viernes, la secretaria de Gobierno deje el cargo. Ya se ha despedido de sus colaboradores, según nos cuentan. El puesto lo ocuparía José Ramón Amieva, titular de la Secretaría de Desarrollo Social, quien se encargaría de la jefatura de Gobierno en caso de que Mancera pida permiso por tiempo determinado; de lo contrario, la designación de un jefe de Gobierno sustituto estaría en manos de la Asamblea Legislativa, y eso sería ir a una complicación mayor.
Total, todo indica que para iniciar la semana este horizonte confuso para el jefe de Gobierno podría despejarse, aunque en ello vaya su futuro político. Como dirían algunos viejos amigos: avísenle a Miguel Ángel Mancera que mucho azul mata.
De pasadita
Ahora que el gobierno rectifica y que los dineros para la reconstrucción de la ciudad por el sismo del 19 de septiembre ya no estarán en manos de la trinca infernal (Luna-Toledo-Romero) hay un poco de tranquilidad entre los afectados por el fenómeno natural, pero qué bueno que se les quitó la posibilidad de manejar el destino de recursos. Esta vez la iglesia no quedó en manos de Lutero.