martes, 2 de julio de 2019

El Trump mexicano

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Gilberto Lozano con el integrante de NEXIUM, Julián Le Barón

John Ackerman
En una copia vulgar del posicionamiento de Donald Trump con respecto a la frontera entre México y los Estados Unidos, Gilberto Lozano ha declarado que en México hay una “emergencia nacional” y ha acusado formalmente en la Cámara de Diputados a Andrés Manuel López Obrador de “traición a la patria” por su nueva política de trato humanitario hacia los migrantes.
El discurso del empresario regiomontano es una vil calca de las declaraciones del magnate norteamericano. En un video que circula en redes sociales, Lozano dice que México hoy sufriría “una invasión de migrantes” incluyendo “células islámicas, africanos y maras salvatruchas” quienes pondrían en riesgo a “tus madres, tus hermanas y tus nietas”. Estos migrantes morenos también supuestamente traerían todo tipo de enfermedades incluyendo “lepra, epidemias de sarampión, viruela, enfermedades venéreas. Y, por qué no, al rato empezaremos a hablar de enfermedades típicamente africanas como es el caso del Ebola.”
Este fiel repetidor del discurso racista y neofascista de Trump argumenta que “esas hordas, que se hacen llamar caravanas”, son en realidad “grupos de criminales”. Sostiene que la inmigración masiva sería promovida por el Presidente López Obrador, a quien llama “un enfermo mental, esquizofrénico y títere de grupos radicales al servicio de George Soros”, con el fin de reclutar los migrantes en la Guardia Nacional para poder imponer “un nuevo régimen socialista y comunista” en México. Lozano también remata que la defensa de la diversidad sexual de parte de López Obrador implica una grave amenaza a “la identidad sexual y la naturaleza humana” de los mexicanos.
Gilberto Lozano. Foto: Especial
Tal cúmulo de fantasías disparatadas sería simplemente risible y no merecería la atención de columna periodística alguna si no implicara un claro rompimiento con una larga tradición política de respeto humano básico en el discurso político mexicano. Aún en los momentos más profundos del cinismo autoritario y excluyente del régimen priísta, todavía se hacía un esfuerzo por cuidar las formas. A diferencia de otras latitudes, como en los Estados Unidos donde son comunes los discursos políticos fundamentados en el odio, en el México moderno pocas veces los políticos se han atrevido a utilizar términos tan abiertamente racistas o exhibir su ignorancia con tanto descaro.
Este rompimiento histórico con las formas políticas implica un peligro real a mediano plazo.
Hay que recordar que en su momento los estadounidenses y los brasileños también se burlaban a carcarjadas de Donald Trump y Jair Bolsonaro como representantes de corrientes políticas marginales, radicales e intolerantes, que jamás podrían ganar la simpatía de sus poblaciones respectivas o convertirse en primeros mandatarios. Pero hoy Trump ocupa la Casa Blanca y Bolsonaro despacha desde Brasilia, ambos encabezando gobiernos de ultraderecha que defienden los privilegios de los oligarcas, pisotean a las minorías y encarcelan a los disidentes.
Los mexicanos hoy disfrutamos de las mieles de la democracia y de la libertad. Después de décadas de gobiernos neoliberales y autoritarios, finalmente contamos con el oxígeno para expresar nuestras propuestas de transformación y el espacio para experimentar con nuevas políticas públicas que favorecen a los pobres.
Pero de acuerdo con las leyes de la dialéctica, cada irrupción histórica necesariamente también genera semillas de su propia contradicción.
El Trumpismo echó raíz en el contexto de la enorme emoción ciudadana causada por la llegada de Barack Obama en 2008, el primer Presidente afroamericano a ocupar la Casa Blanca en la historia. Quienes se sintieron desplazados y excluidos de aquel movimiento social progresista empezaron a organizarse en resistencia desde el primer día del mandato del esposo de Michelle, primero en el “Tea Party” y después en una multiplicidad de otras organizaciones y redes sociales neofascistas.
Bolsonaro también es el resultado de años de “lucha” de parte de la derecha más retrógrada de Brasil. Un importante sector de la sociedad se sintió amenazado y desplazado por los amplios programas sociales y proyectos de infraestructura promovidos por los gobiernos de Luis Ignacio Lula da Silva y Dilma Roussef. Y en 2018 tuvieron su revancha con el encarcelamiento de Lula y la victoria de Bolsonaro.
Afortunadamente, la cultura política mexicana es más resistente que otras al fascismo.Como botón de muestra, el candidato que más se acercaba al discurso trumpista en las elecciones de 2018, Jaime Rodríguez Calderón, recibió apenas cinco por ciento de la votación el pasado 1 de julio.
Sin embargo, voces como las de Gilberto Lozano indican que el viejo régimen ya prepara el camino para intentar imponer en Palacio Nacional en 2024 una versión mexicana de Trump o de Bolsonaro. Todos los ciudadanos mexicanos tenemos la responsabilidad histórica de poner nuestro granito de arena para garantizar el éxito de la Cuarta Transformación y así evitar este macabro desenlace.

EFEMÉRIDE-Hernández

AMLO presume músculo

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Urge resolver pendientes
U
n año después de su arrasadora victoria electoral, Andrés Manuel López Obrador presume músculo, y tiene mucho. La concentración de ayer en el Zócalo capitalino así lo confirma, pero es hora de que esa enorme fuerza se traduzca en hechos contantes y sonantes, pues la tarea por realizar es enorme y la transformación no se concretará por decreto ni por discurso.
Ese músculo debe servir para hechos tangibles, para resultados positivos permanentes. De otra forma, tenderá a la flacidez. En este contexto, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico analiza algunos pendientes y toca ciertas fibras que deben ser consideradas. Va, pues.
El bienestar de la población depende, fundamentalmente, del ingreso económico que las familias obtienen por el empleo o la ocupación desempeñada en el sistema productivo. Cuando la economía no crece o lo hace marginalmente se restringe el desarrollo social de toda la nación.
La creación de empleo formal ha sido una de las principales fallas del modelo económico mexicano durante los últimos 40 años. Por ello se tiene a un México informal en materia laboral: 57 por ciento de la población ocupada se encuentra en esa situación. Sólo el empleo registrado ante el IMSS (20 millones) y los 5 millones de trabajadores adscritos al sector público en sus tres niveles viven en la formalidad. Los otros 32 millones de ocupados se encuentran en la informalidad. La válvula de escape a las crisis recurrentes que México ha enfrentado se ha convertido en una losa socioeconómica.
La calidad y cobertura de los sistemas públicos de educación y salud configuran otra parte de los elementos esenciales del bienestar social. El primero es de largo plazo y permite que las personas adquieran los conocimientos que requerirán en su vida, tanto en lo laboral como en lo cultural. Un sistema educativo de calidad crea las bases de la convivencia social. La mala educación facilita el deterioro de la cohesión social. Un sistema de salud de calidad permite atender coyuntura y largo plazo: solventa las urgencias y previene la aparición de enfermedades que pueden afectar a los mexicanos. Ahora, el acceso a los sistemas de salud se encuentra condicionado a contar con un empleo formal, al que registra el IMSS. Tener una ocupación en la informalidad genera un ingreso, pero cierra la puerta a la cobertura básica de seguridad social.
La precarización del mercado laboral ha provocado la deserción de niños y jóvenes del sistema educativo, sobre todo en los niveles medio superior y superior. Sin estabilidad laboral se merma el ingreso económico y con ello crece en los niños y jóvenes la necesidad de trabajar; la consecuencia es una mayor deserción escolar. Se requiere mayor inversión: sin ella no hay crecimiento, generación de empleo formal ni mayor bienestar social. Es una condición básica.
En los últimos 40 años el gasto público ha buscado, sin éxito, atender las deficiencias del modelo económico: misión casi imposible cuando la economía no crece y genera empleo informal. Cuando las cifras de ocupación y empleo se deterioran se puede inferir que lo mismo ocurrirá en la vida diaria de las familias mexicanas.
Los efectos laborales de la desaceleración económica se resumen así: sólo 9 entidades federativas muestran un incremento en el empleo formal desde el inicio del sexenio y hasta mayo pasado; 73 por ciento de la pérdida de empleo formal registrado por el IMSS se concentra en 8 estados, entre ellos el de México, Nuevo León y la Ciudad de México. Entre enero y mayo de 2019 el número total de empleo formal registrado ante el IMSS creció 303 mil 500, cifra que no compensa la pérdida de 378 mil plazas registradas en diciembre de 2018.
Es evidente que la desaceleración económica profundiza el desequilibrio social que se vive en lugares estructuralmente marginados, al tiempo que limita el desarrollo de aquellos estados que deberían ser parte del motor de crecimiento y bienestar.
Las rebanadas del pastel
Se trata, pues, de no fallar.
Twitter: @cafevega

CHENTE-SE SEÑORA-Fisgón