Carlos Bravo Regidor Jorge Castañeda ya descubrió su género literario. El que mejor se aviene con su idiosincrasia, el más apropiado para hacer lo que más le gusta, que es hablar de sí mismo: la autobiografía. El suyo no es un alegato de entrega o sacrificio patriotero, un intento por limpiar su nombre ni una ofrenda en el altar de un ideal. Es, al contrario, la semblanza de un hombre que ha sabido vivir siempre a su manera, la afirmación de un temperamento sin virtudes ordinarias, menos el relato de una vida buena que de una buena vida. Pero Amarres perros no es solo la exploración de ese itinerario personal. Es una memoria de la posguerra desde la perspectiva de una élite usufructuaria de los mejores privilegios del viejo sistema político mexicano y, no obstante, exenta de su cerrazón y su aldeanismo. Es el registro de una red de parentescos, amistades, antagonismos e intereses que van anudándose entre México, Nueva York, El Cairo, París, Managua, El Salvador, Guatemal