Ayer salieron a marchar los opositores del Presidente Andrés Manuel López Obrador. No eran las “ternuritas” que se expresaron hace unos meses; es decir, no era un puñado. Hicieron cuerpo. Vicente Fox y Felipe Calderón movilizaron desde su trinchera y también salió Enrique de la Madrid Cordero, hijo de Miguel de la Madrid Hurtado y ex funcionario de Enrique Peña Nieto; un miembro activo del PRI. Enumero a esos tres por lo que representan: son, para no darle largas ni andarse con rodeos, el resumen de gobiernos chatarra que dejaron pobreza, violencia, corrupción y despilfarro; que provocaron desigualad, destrucción y muerte. Esos dos (De la Madrid qué) son la síntesis de eso a lo que, en resumen, los mexicanos dijeron de forma abrumadora NO el 1 de julio de 2018.
Cualquiera que diga que esos son el pasado, se equivoca. Son el presente. Están vivos. Fox no sabe escribir un tuit sin faltas de ortografía pero la espuma que le sale de la boca cuando habla de López Obrador es perfectamente articulada. En De la Madrid no me entretengo: es un exiliado en su propio país; hijo de ex Presidente y heredero de la tradición robolucionaria (sí, no es error; por eso lo pongo en cursivas) creyó que podría ser Presidente hace muy poco. Y Calderón, uf. No es pieza menor. Nadie lo menosprecie porque en su desfachatez está su éxito: con las manos llenas de sangre grita el horror de la violencia; defiende las guarderías pero ni una letra sobre la muerte de 49 niños en la Guardería ABC. Es del tipo de individuos que es capaz de vaciar la bacinica en el piso para gritar que alguien se cagó, y que esa mierda no es de él.
Insisto, sin embargo, en que no son el pasado. Son el presente. Menospreciarlos es un error.
A su vez lamento que la única fuerza opositora de nuestros tiempos sea la que movilizan ésos, los peores. Lamento que no exista una fuerza digna que realmente sirva de contrapeso. Porque esto es una democracia y necesita contrapesos. Pero esos, pfff, esos no. No esos contrapesos que remueven los botes de basura; que tuvieron un país para gobernar y lo hicieron con las patas (allí están las cifras); que provocaron un desencanto tan fuerte que llevó a los mexicanos a descreer incluso en la democracia (y también de eso hay cifras). Esos no, me cae.
(Por otro lado, no me dan pena los que marcharon, honestamente; merecían ser derrotados en las urnas si gente como Fox y Calderón, Javier Lozano o ese otro principito menor, De la Madrid, son su denominador común. Merecen no ganar elecciones si son eso que vimos. Protestan “por las guarderías infantiles”: ¿cuántos de esos de verdad tienen hijos en guarderías públicas o al menos pagan IMSS a la servidumbre para que mande a sus hijos a una guardería del IMSS? Protestan por la violencia: ¿cuántos de esos votaron por Calderón y le aplaudieron y cuántos de esos mismos entregaron el país a la banda de rateros-probados del PRI? Protestan por… ¡la libertad de expresión! No jodan: ¿cuántos de esos marcharon cuando Carmen Aristegui fue echada a patadas y cuántos de ellos dijeron una sola palabra cuando Peña Nieto repartía miles de millones de pesos a un puñado de medios paleros? Marcharon por los despidos en el Gobierno federal porque se les acaban las causas: habrían marchado si no se hubiera adelgazado el Estado, también; para qué nos hacemos. No, no me dan pena, de verdad que no, si argumentan lo mismo que Lozano o Fox o Calderón. Se merecen a sí mismos: no hallo diferencia entre muchos de esos que marcharon y un Calderón, un Fox).
Regreso al punto, que me distraigo con facilidad: me parece que cualquiera que crea que esas fuerzas son menores, se equivoca. Son, están, existen y se crecen. He criticado que AMLO siempre habla de “nunca más” esto y aquello, porque pareciera que ya no regresarán los que deshicieron México. Y sí, sí pueden regresar. Las peores fuerzas, las más ruines, las menos solidarias, las más dañinas pueden regresar.
Los que ganaron ayer no deberían descuidar lo que tienen hoy en las manos, ni desperdiciar la oportunidad, porque allí están esos otros, trabajando a fondo el odio, listos para cosechar. No son fuerzas menores y tienen cajas de resonancia. Muchas cajas de resonancia.
Y a su vez –repito–, lamento que esa sea la única fuerza opositora en un país que –insisto–tuvo un Maquío, una Rosario Ibarra de Piedra, un Heberto Castillo, un Salvador Nava, un Carlos Castillo Peraza, un Cuauhtémoc Cárdenas. Lamento que un Javier Lozano, un Enrique de la Madrid, un Calderón o un Fox los movilice. Qué lástima. Pero, insisto, no me dan pena: están allí porque se merecen los unos a los otros.