"Cuando muchos creían que se había acabado en el gobierno de Peña Nieto, pues vinieron las masacres de Ayotzinapa, Tlatlaya, Tanhuato...", recuerda el periodista Diego Enrique Osorno.
Del otro lado del teléfono, el periodista Diego Enrique Osorno recuerda bien cómo comenzó todo: Para mí, lo que hay en 2006 es un año de mucha inconformidad social, donde tenemos manifestaciones importantes, rebeliones en Oaxaca, en Atenco, en diversos pueblos y ciudades ligados al sindicato minero, y además está esta protesta en la Ciudad de México, encabezada por los seguidores de Andrés Manuel López Obrador.
El país en 2006 tenía una crisis social y una crisis política muy fuerte, y el presidente que llega en ese momento al poder, Felipe Calderón, después de haber ganado por medio punto porcentual, en lugar de crear una solución política a esta crisis que se estaba viviendo, parece que opta por la mano dura, por usar, aliarse con las fuerzas armadas, para garantizar una gobernabilidad que no lograba mediante la política.
En ese contexto, se crea la declaración de guerra contra el narco, hay que recordar que en México el candidato que perdió la elección de 2006 no reconoció al gobierno de ese periodo, eso nos habla de una crisis política profunda, tremenda, que fue cubierta con una guerra contra el narco, que me parece que ya en los hechos, los que hemos investigado nos dimos cuenta que se trató de un pretexto para militarizar el país y para garantizar una gobernabilidad. Y en los hechos, los ataques no fueron contra los grupos hegemónicos como el Cártel de Sinaloa, sino contra las escisiones de este, como los Beltrán Leyva, o grupos como Los Zetas.
-¿Cuál es tu parte de guerra…?
Tenemos un país devastado, un país con el tejido social roto, un país con más de 175 mil muertos (en la última década), con más de 30 mil desapariciones aunque sólo se registren 29 mil, sabemos que la cifra negra es prácticamente el doble… En el entorno donde yo crecí en Monterrey, tengo 5 personas desaparecidos y no hay denuncia… no han denunciado ni aunque yo les he invitado, tienen miedo… Son gente que no estaba involucrada de ninguna forma en el crimen.
Los saldos personales: creo que no hay en México ninguna persona que no tenga un vínculo indirecto por lo menos con alguna tragedia relacionada con este periodo. Es algo que atravesó a todo el país, que está atravesando a todo el país.
Y cuando muchos creían que se había acabado en el gobierno de Peña Nieto, pues vinieron las masacres de Ayotzinapa, Tlatlaya, Tanhuato…
Me acuerdo de haber leído un artículo en Nexos, de hace tres o cuatro años, titulado “Lo que el narco nos dejó” y se daba por hecho de que ya con el gobierno de Peña Nieto se había acabado la guerra contra el narco…
Es un parte de guerra desastroso para el país sobre todo, más allá de lo personal.
-¿Cómo ves la ley de seguridad interior… aunque vaya a ser Navidad, Año Nuevo, parece que van a discutir y aprobar esta ley?
Es muy sintomático que a diez años de distancia, las fuerzas armadas estén garantizando la impunidad para el futuro, están blindándose para el futuro, no sabemos qué va a pasar en los próximos años en México, si el grupo que ha permanecido en el poder estos años se va a mantener ahí… las fuerzas armadas están buscando blindarse para una eventual acción de justicia posterior no sólo nacional sino también internacional… los ojos de diversos organismos internacionales están puestos en México ante la gravedad y lo tremendo que significan estos crímenes no sólo para la sociedad mexicana sino para toda la humanidad. Lo que vimos la semana pasada fue una simulación, una especie de autogolpe que se está propinando el gobierno actual, para buscar la impunidad hacia futuro de las fuerzas armadas.
-¿Qué te pareció la declaración del general?
Creo que es una simulación, no es algo que tenga como objetivo real el sacar a los militares del escenario público sino más bien de garantizar que el protagonismo que han tenido en los últimos años -un protagonismo muchas veces trágico, muchas veces ilegal, muchas veces extralegal-, permanezca en la impunidad y sin ser castigado.